Daniel Salcedo mostró que está acostumbrado a este tipo de audiencias —y a los tratos turbios con los jueces—. Mayra Salazar se mostró más segura, abierta a contestar preguntas y hasta a lanzar comentarios punzantes a los abogados. Crónica de la audiencia. 

POR: Hugo Constante

“¡La delincuencia está terrible¡”. Esa explicación no vino de una persona cualquiera, sino de Daniel Salcedo Bonilla, durante el testimonio anticipado que rindió el lunes dentro del caso ‘Purga’, en el cual es procesado. Salcedo, quien según el sistema de consulta de procesos judiciales de la Judicatura, desde el 2020 registra 13 expedientes por delitos como peculado, lavado de activos, varios por delincuencia organizada… intentó explicar con esa frase por qué siempre acudía acompañado de varios de sus operadores a las reuniones que mantenía con los jueces a los que compraba para obtener fallos favorables. 

Durante su testimonio, rendido ante el juez nacional Javier de la Cadena, el también procesado en el caso ‘Metástasis’, uno de tantos litigios en su contra, mostró ser ‘canchero’ en este tipo de diligencias. De entrada dijo que ha sido parte de la trama de corrupción de los diferentes jueces, por lo que conoce mucho cómo operan. 

Preguntó a la fiscal general, Diana Salazar, y al juez de la causa si querían que cuente todo o sólo un resumen. Con voz segura se definió como un empresario de 35 años de edad, divorciado, que “vive” actualmente en la cárcel de máxima seguridad de Guayaquil, conocida como ‘La Roca’. 

Salcedo recordó cómo inició su historia con la Justicia, a raíz de la investigación por presuntas irregularidades en compras hospitalarias, durante la emergencia por el Covid, por lo que intentó escapar en avioneta, pero que la aeronave se cayó en el lado peruano. 

De ese incidente, a más de los sobornos a los jueces, recuerda que quedó mal herido, con 12 costillas y la clavícula rota; que llegó siendo “un muerto” a la cárcel de El Inca, en Quito, y para demostrar lo mal que estuvo, no dudó —ni esperó permiso del juez— para pararse y mostrar su pierna izquierda con las cicatrices de un injerto que le hicieron. 

Durante su relato, mencionó a al menos a siete jueces, a los que habría coimado para obtener fallos favorables y se quejó de cómo funciona el sistema Justicia, ya que “no importa si estamos en estado de inocencia, igual tienen que cobrar. No importa que los hechos y las circunstancias se den, igual tienen que cobrar”.

Amistades

Reconoce que eran buenos amigos con Mayra Salazar, relacionista pública procesada por el caso ‘Metástasis’, por la que conoció a Fabiola Gallardo, presidenta de la Corte del Guayas, a la que definió como “muy guapa” y con la que se reunió, primero en la casa de Salazar y luego en la de Gallardo. 

Hace gala de su buena memoria, ya que describió sin dudar la distribución de los muebles y habitaciones en las dos casas. Dijo que en las dos ocasiones él fue quien llevó la comida y detalló lo platos que se sirvieron. Agregó que en la casa de Gallardo aprovechó para cantarle en el karaoke canciones de Luis Miguel. El procesado dijo que le gusta la música y asegura tener muy buena voz, pero que no lo hace en video, ya que la pinta no le da.  

Salcedo sabe muy bien cuándo decir las cosas y cómo decirlas. Varias veces interrumpió a la Fiscal para completar su relato con cosas de las que se iba acordando. Como la reunión que habrían tenido en la cárcel 4 de Quito para intentar beneficiarse de un ofrecimiento de libertad hecho por el juez Banny Molina. 

En la reunión habrían participado el abogado Cristian Romero, como intermediario del juez, Salcedo y el exvicepresidente correísta Jorge Glas, quien también buscaba a toda costa salir de la cárcel. Salcedo dijo que a él le pedían 150.000 dólares para que se beneficie de un ‘habeas corpus’. Agregó que intentó averiguar cuánto le iban a cobrar a Glas pero el abogado le aseguró que eso ya estaba hablado con “Virgilio”. Cuando la Fiscal le preguntó si sabía el apellido de esa persona, Salcedo, rascándose la cabeza, mencionó que no recordaba bien pero que era algo parecido a “Hernánd…”, sin terminar la palabra.  

Fue el propio Virgilio Hernández, figura clave del correísmo, su exasambleísta y actual parlamentario andino, el que dio a conocer que se había referido  a él, ya que en su red social aseguró que nunca gestionó nada para nadie al margen de la Ley y que no conoce a Romero. 

Salcedo intentó mostrarse arrepentido de su prontuario, ya que aseguró que es un cristiano – evangélico practicante, así sus acciones no lo demuestren. Dijo que está intentando retomar el buen camino y que, por eso, ofrecía el testimonio anticipado. Por eso y porque intentó convencer de que su hermano, Noe Salcedo, sentenciado a 13 años de prisión por lavado de activos, es inocente, un “chico bueno, sano”, según su relato. Al igual que Jocelyn Mieles, su expareja sentimental, que viajaba en la avioneta que se accidentó en Perú, y que según Salcedo no tenía idea de que estaban huyendo de la Justicia.

Cambio radical de actitud 

En la misma audiencia rindió testimonio anticipado Mayra Salazar. Su relato fue muy parecido al que ofreció, también en testimonio anticipado pero en el caso ‘Metástasis’, el 28 de marzo. Aunque lo que contó fue muy parecido, su actitud, no. Si en esa ocasión se mostró arrepentida y ofreció, entre lágrimas, disculpas públicas a los ecuatorianos por los errores cometidos, esta vez se presentó muy serena, tranquila y segura.

Si en aquella ocasión se negó a contestar preguntas de los abogados, esta vez fue todo lo contrario; abierta totalmente al contrainterrogatorio. Si en esa ocasión evitó mirar a alguien en particular, esta vez hasta saludó con una sonrisa amable a algún conocido que se encontraba en la sala de audiencias del piso 8 de la Corte Nacional de Justicia, donde se desarrolló la diligencia. Hasta logró seguir el paso de los cerca de 10 policías y agentes penitenciarios que le escoltaban; dos de ellas que le llevan de la mano. 

Salazar narró con punto y coma y sus debidas pausas, como si tuviera un libreto enfrente, todo lo relacionado a la estructura delicuencial que estaría liderada por el exasambleísta Pablo Muentes. Dedicó gran parte de su testimonio a contradecir a otros procesados que en su momento le han desmentido. En esta dinámica reiteró que manejó la campaña de Fabiola Gallardo para la Presidencia de la Corte de Justicia de Guayas y que llegó a convertirse en su persona de confianza, la que le manejaba todos los temas. “Le obligué a que se maquillara y se peinara, porque no le gustaba hacerlo”, aseguró. “Es mejor que coopere con la Justicia. Usted quiere ser recordada por algo importante, reconozca lo que usted ha hecho y para quién trabajó”, le dijo a Gallardo. 

En el contrainterrogatorio que le hizo el resto de abogados de los procesados,  hasta contestó las preguntas que fueron objetadas por la Fiscalía. “¿Quiere contestar?”, le preguntaba el Juez de la causa. “Claro que sí, no tengo ningún problema”, aseguraba Salazar. 

Y hasta se dio el lujo de reprender a algunos abogados cuando consideraba que no le preguntaban de manera correcta. “Parece que el abogado no estuvo atento a mi testimonio…”, “El abogado entendió mal lo que dije…”, “Está confundiendo los temas…”, “Me está haciendo dos preguntas en una. Cuál quiere que le conteste primero…”, “Debería poner más atención…”, fueron algunos reclamos que con voz severa hizo a determinados abogados. Esa fue la dinámica del interrogatorio. 

Ya de retirada, terminada la audiencia, siempre escoltada de policías y agentes, se topó por casualidad con un grupo de fotorreporteros que iban a cubrir otra audiencia que se realizaba a continuación. La sorpresa fue mutua. 

Salazar sabe que atrae a las cámaras pero quiere evitarlo a toda costa, al menos en esas condiciones. Los fotógrafos “se mueren” por una foto de ella en medio de ese operativo. ¿Quién fue más ágil? Pues Salazar, quien apenas miró a los fotógrafos se agachó y se cubrió con las espaldas de sus custodios. Hasta los escuderos de la Policía reaccionaron segundos tarde y no sabían qué hacer, esperando una orden que les dijera cómo proceder. Hasta que lograron armar el cerco con sus escudos y llevar a Salazar, siempre agachada, hasta otro sitio de la sala de audiencia, en medio de la sorpresa de los fotógrafos que comentaban entre ellos si habían logrado una buena foto, pero ninguno confirmó que lo había hecho.  

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