Simulación o realidad, desarrollo o vida. Han sido conceptos presentes en los debates de los últimos meses. Grandes ciudades, calles, carros, todo con lo que hemos crecido; ¿es esto una ‘Matrix’? Han pasado 51 años desde que lo vimos desfilar, sobre un tanque de guerra, resguardado por una marea de aplausos. Ese día, un 26 de junio de 1972, padres, mujeres, niños y jóvenes corrieron detrás de un barril de madera con un líquido negro y viscozo dentro. Muchos mancharon sus manos y rostros, en un desfile que cruzó casas y calles históricas de Quito. Había llegado el desarrollo, el fin de la pobreza; o eso creímos. Ese fue el primer ‘glitch’ de la simulación.

Con los años, el ‘oro negro’ empezó a apropiarse del Oriente, como todos lo llamaban. De allí venía el líquido que prometía empleos, riqueza y un nuevo país. Y así continuamos, aferrados cada vez menos a la esperanza de mejorar y convirtiendo al petróleo en el principal negocio de todo un territorio. Con cada campo o pozo, la realidad iba corrompiéndose con la mancha oscura de la ‘Matrix’. 

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Han pasado 10 años desde que empezó la resistencia. Todo inició con un anuncio, que marcaba el inicio de una expansión. La estela negra que deja la simulación, vitoreaba su llegada indiscreta a zonas donde la realidad mostraba su brillo, donde los árboles respiraban en un inmenso verde; donde las aves volaban sin estruendos y los insectos coreaban sinfonías en el húmedo frío de las noches y madrugadas.

La simulación se expandía y todos celebraban. Nadie podía verlo, o al menos eso se creía. El anuncio, inesperadamente, levantó voces desconocidas hasta entonces. De todos los rincones, los ‘despiertos’ salieron a las calles y plazas con un solo objetivo: detener el avance de la Matrix, el avance del ofrecido ‘desarrollo’; proteger la realidad. 

Con pancartas y altavoces gritaban a los seres que mantienen a la simulación en movimiento, buscando que despierten. Llegaron a autoridades y políticos, pidiendo que el avance de la extracción de ‘oro negro’ sea consultado con quienes viven aquí. Se enfrentaron al poder. Nada funcionó y en 2016, hace siete años, la expansión de la Matrix se consolidó. El petróleo llegó al Yasuní y el ‘glitch’ se hizo más grande, abriendo brechas de realidad a quienes voltearon la vista. Despertando a más soldados.

Los años pasaron. El ‘oro negro’ se tomó el bosque y los alrededores de las comunidades de quienes viven fuera de la simulación. Pero la lucha siguió. Nacionalidades lejanas al desarrollo de la ‘Matrix’, como waoranis o kichwas, se sumaron a la resistencia, desde adentro. El avance lento de la explotación de ‘oro negro’ no frenó este frente, que tomó el nombre de ‘Yasunidos’.

Mientras los barriles, esos que se aplaudieron hace más de 50 años, seguían saliendo e inundando la realidad, la recolección de miles de firmas, protestas y acciones dentro de la Ley simulada marcaban el ritmo de la ‘guerra por la vida’. 

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Es 2023. Tras 10 años de lucha, Yasunidos ganó su primera batalla. Hace pocos meses, el 10 de mayo, recibimos una noticia que lo anunciaba: ‘Luz verde a la consulta popular por la extracción petrolera en el Yasuní’. Una nueva esperanza surgía en medio de la oscura y espesa niebla, que rodea las ciudades simuladas. Todos podríamos decidir si se permite o no expandir la ‘Matrix’ a territorios vírgenes. 

Con el tiempo, las brechas de realidad que abrió el ‘glitch’ habían permitido que más sujetos despertaran. Las voces que se levantaban contra la simulación sonaban cada vez más fuerte y la esperanza de tomar una decisión histórica se encendía. Sería la primera vez que una nación decidía frenar la explotación petrolera para cuidar la vida, la primera vez en la que está decisión se ponía en manos de las personas, la primera oportunidad real de frenar el avance de la matrix. Esta vez, la resistencia podía hacer historia. 

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Es 20 de agosto de 2023. El día llegó. Lo que sigue es una ficción sobre la realidad, una adaptación de una escena de la película ‘Matrix’ que intenta narrar lo que fue este día histórico, el día en que Ecuador frenó la simulación a través de la consulta popular:

Paredes blancas rodean el espacio, sin ninguna mancha ni rayón. El cuarto es pequeño y la luz intensa descubre el vacío del espacio. A pocos pasos, un hombre se levanta vestido de negro totalmente, con las manos extendidas, firmes.

“Es momento de decidir”, se escucha una voz profunda que pareciera venir de la propia mente. 13 millones de personas acudieron a votar, a tomar una decisión por su futuro y el de la realidad. Todo esto pudo haber sucedido ese día, el momento en el que, en su cabeza, los simulados tuvieron de frente la opción de seguir o no en la ‘Matrix’, frente a un biombo de votación y papeletas. Todo, con el poder de una línea marcada con tinta. 

Los pasos del hombre son lentos. Como un poste, no se mueve de su lugar. Al notar la presencia de otro ente, esta persona alza la mirada y abre sus puños, mostrando dos cápsulas: una roja y otra azul.

“La Matrix está por todas partes, incluso aquí en este biombo de votación. Hoy, es tu momento de elegir. La pastilla azul te permitirá continuar tu vida y seguir en la simulación, en una prisión en la que no podrás oler o sentir la realidad, pero donde tampoco sabrás que existe. La roja, por otro lado, te abrirá los ojos. Frenará la simulación, pero también te abrirá la puerta a nuevas batallas. Es tu última oportunidad. Toma tu decisión”, se escucha hablar, entre pausas, al hombre.

La mente queda en silencio. Piensa que hoy millones de personas deberán tomar la misma decisión: salir o quedarse en la ‘Matrix’, dejarla ser o detenerla, vida o desarrollo. La duda no es fácil. Hoy, la pregunta no sólo es por el Yasuní. En el camino, otros grupos de resistencia lograron que se pueda consultar también a la población si se continúa o no explotando el Chocó Andino, otro oasis de realidad amenazado, en este caso, por la minería.

La respiración se acelera y comienzo a extender mi mano. “Es momento de decidir”, sigo repitiendo mientras los temblores acompañan el movimiento. Al acercar los dedos a la pastilla azul, una gran pantalla se enciende en el fondo, camuflada con la pared. Los colores toman forma de pavimento, edificios, niebla, carros. Un entorno gris. Al ver esto, alejo la mano rápidamente y acerco mis dedos a la pastilla roja. En esta ocasión, la pantalla vuelve a encenderse en tonos verdes oscuros y profundos. El cantar de las aves toma el espacio, acompañado de un concierto de insectos. Animales caminan en el fondo de un espeso tapiz color bosque. Una brecha a la realidad.

Sin pensarlo más, los dedos se apresuran a tomar la pastilla roja, antes de llevarla a los labios. Hoy, decido ser parte de la resistencia, decido ver la realidad y frenar la simulación. Decido evitar que la estela negra siga avanzando, metiendo en la ‘Matrix’ todo a su paso. Decido defender la vida.

“Está hecho”, se oye decir a una voz aguda, de fondo. “58,95% de la población ha decidido salir de la simulación. 2023 quedará escrito en la historia como el día en que la realidad ganó. Hoy empieza una nueva lucha por la vida, con nuevos soldados. El Gobierno tendrá un año para detener el avance de la ‘Matrix’ en el Bloque 43 del Yasuní y estará obligado también a frenarlo en el Chocó Andino. Ganamos, pero esto continúa. Bienvenido a la resistencia”.