La falta de agua ha transformado la rutina de miles de familias en el sur de Quito. Con coches improvisados, bidones o botellones, recorren largas distancias en busca de un tanquero.
POR: Karen Mantilla Ulloa
En medio del silencio, el chillido de las ruedas contra los adoquines de una calle larga y empinada empieza a hacer eco en cada esquina. El coche, con pintura desgastada y ruedas chuecas de tanto uso, avanza a duras penas empujado por Alejandra Ospina, una joven de 27 años que vive en el barrio 2 de Febrero, en la Ciudadela Ibarra, en el sur de Quito.
En su rostro, se observa un cansancio, en este sector no hay una sola nube que cubra el fuerte sol del verano quiteño. Alejandra empuja con su mano derecha el coche donde carga cuatro baldes vacíos. En su brazo izquierdo, con firmeza, sostiene otros dos, mientras su respiración es más fuerte y entrecortada. Es que lleva caminando más de tres cuadras.
Alejandra Ospina, una joven de 27 años que vive en el barrio 2 de Febrero, junto con su coche desgastado. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
Su caminata tiene un propósito: va en busca de un tanquero para llenar sus baldes. Desde el jueves, Alejandra, como más de 400.000 personas en el sur de Quito, no tiene agua.
El miércoles en la noche, un derrumbe en las faldas del volcán Antisana rompió una tubería esencial del sistema de distribución. Desde entonces, los grifos están secos, la ropa está en canastas esperando a ser lavada, las cañerías empiezan a oler mal, las ollas están en pausa y los hogares intentan resistir con reservas mínimas.
“Ya ni sé cuántas cuadras he caminado, pero no puedo regresar sin agua”, dice Alejandra con voz firme pero agotada. Ella está sola en su casa y recuerda que hace menos de un año enfrentaba otra crisis: la eléctrica, de la que no quiere acordarse. Si le dan a elegir, ella prefiere estar sin luz que sin agua. Es que, la falta de agua ha paralizado su vida cotidiana.
“No hay cómo cocinar, lavar o siquiera asearse, en la casa somos 7 personas, necesitamos llenar todos estos 10 tachos”, cuenta.
El chillido de las ruedas desgastadas, contra los adoquines de una calle larga y empinada empieza a hacer eco en cada esquina por la que pasa. Foto: Karen Mantilla Ulloa
Mientras avanza, un señor, a lo lejos, dice: “Están dando agua subiendo tres cuadras, luego gira a la derecha y baja recto, justo en la calle 8, apure que ya hay bastante fila”.
No hay bulla en estas calles. Sólo el eco de las ruedas contra los adoquines y la respiración agitada de Alejandra, que sigue empujando su coche. A su alrededor, una escena se repite: los vecinos con botellas, tanques y bidones de todos los tamaños.
Niños acompañando a sus padres con baldes reciclados en mano, ancianos sentados en las veredas esperando que alguien les ayude a cargar agua o que, al menos, baje el sol para intentarlo por sí mismos.
La emergencia no distingue edad, rostro, ni condición. Une a todos en una misma urgencia: encontrar agua.
A lo lejos, Alejandra alcanza a ver movimiento de un grupo de personas que corren desesperadas, mientras otros regresan con esfuerzo, cargando bidones llenos. Unos amarcádolos, empujándolos, todos con la mirada fija en un camión blanco con logos del Municipio de Quito.
Alejandra, desesperada, quiere alcanzar un bidón de agua para poder tomar y cocinar.
Alejandra empieza a acelerar el paso, pues espera que alguien le regale aunque sea un balde. La subida es larga, pero por momentos empuja con más fuerza.
Los vecinos se ayudan y colocan los bidones de agua en una carretilla.
Otros cargan los bidones y caminan hacia sus casas.
Pero Alejandra no tiene suerte, el agua que ubicada en la parte alta de Huarcay, otro barrio del sector, ya estaba comprometida: personal del Municipio tenía una lista con personas vulnerables y los 600 bidones les fueron entregados a ellos.
600 familias vulnerables recibieron agua embotellada en sus hogares, que fueron donadas y entregadas por el Municipio de Quito.
La búsqueda del tanquero
La caminata no se detiene y una larga fila de personas se extiende a lo largo de la calle 8 del barrio María Auxiliadora, ubicado entre la Martha Bucaram y la Ciudadela Ibarra. En este sector, los vecinos aseguran que los tanqueros no han llegado desde el viernes. Según cuentan, el agua sólo ha sido repartida en el barrio Huarcay, donde aseguran que no les han permitido llenar ni un solo balde.
Cansada de esperar, Marianela Ancallay, vecina del sector desde hace más de diez años, decidió tomar la iniciativa. Subió a su auto y salió a buscar un tanquero, no sólo para ella, sino también para sus vecinos.
Tras un recorrido de diez minutos en auto, llegaron a Casa Somos, un centro comunitario que ahora sirve como punto de coordinación durante la emergencia. Allí, Ancallay pidió hablar con algún funcionario que pudiera gestionar el envío de un tanquero. Entre el enojo y la indignación, logró reunirse con personal del Municipio, quienes le explicaron cómo se estaba manejando la distribución.
Sin embargo, para Marianela, las explicaciones no fueron suficientes. Con voz firme, expresó su molestia.
“Nosotros estamos en medio de un barrio conflictivo, al que le entregan tres veces al día el agua. Es complicado porque ellos no dejan que otras personas de los conjuntos cojan el agua. Entonces, el Municipio no analiza bien y piensa que de ahí cogemos todo, pero, la verdad es que desde el viernes no llega el tanquero”, asegura Ancallay.
Marianela Ancallay, en la explicación con las autoridades. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
Tras varios minutos de llamadas, cruces de información y gestiones urgentes, lograron localizar un tanquero disponible. Marianela, decidida, volvió a su auto y condujo unos diez minutos más para acompañarlo y asegurar que llegara al lugar correcto.
Al llegar al barrio María Auxiliadora empezaban el sonido del agua cayendo en los baldes rompió el silencio y, por un momento, la angustia se transformó en alivio y felicidad.
Evelyn Maji estuvo allí desde las siete de la mañana, organizando a los moradores del sector y asegurándose de que todos mantuvieran el orden. Cuando finalmente llegó el tanquero, fue ella quien tomó la responsabilidad de repartir el agua.
“La empatía es lo que me motiva a estar aquí parada”, afirma con emoción al ver que el agua está en el sector, mientras continúa supervisando la entrega.
Pero su compromiso no terminó ahí, Maji también coordinó con los vecinos para que prepararan jugo y ofrecieran algo de beber a los conductores de los tanqueros y a los agentes metropolitanos que colaboraban para mantener el orden en el lugar.
Evelyn Maji, repartiendo el agua a sus vecinos.
Vecinos organizados reparten jugo a los conductores de los tanqueros y agentes que ayudan a mantener el orden. Foto: Karen Mantilla Ulloa
Los moradores felices al llenar sus tachos de agua. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
Los emprendimientos y el ingenio llegan en época de la crisis
“Cargo a un dólar, cargo, cargo”, grita con fuerza Arturo Saltos, un vecino del sector, mientras empuja su triciclo, en el que antes vendía jugo de coco, convertido ahora en un improvisado servicio de transporte para los baldes y tachos de agua.
Recorre la calle ofreciendo su ayuda a los moradores, cargando sus recipientes desde el punto de distribución hasta sus casas. En medio de la emergencia, Arturo ha encontrado una forma de adaptarse.
“Primero, quiero ayudar a los vecinos”, dice con sinceridad. “Ahora mi triciclo, en el que vendía los jugos de coco, me sirve para ayudarles a ellos. Yo cobro ahorita un dólar a los baldes chiquitos y a los grandes un dólar cincuenta. Hasta que regrese el agua voy a ganarme así la vida”.
Arturo Saltos, su triciclo ahora se ha convertido en un medio de transporte de baldes y botellones. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
Ángela Taticuan y su padre decidieron usar la silla de ruedas de su madre, que tiene discapacidad, para cargar los tanques de agua. Viven a cuatro cuadras de donde se puso el tanquero.
“Esta ha sido la experiencia más horrible, todo nos puede faltar, menos agua. Nos toca recoger lo que sale del lavado de los platos, para el baño y está agua que ahora cogemos, la hervimos y la usamos para cocinar. Ahorita tengo una silla de ruedas de mi mamá, ahí pongo el tacho y me ayudo, porque yo vivo a cuatro cuadras de aquí”, asegura Taticuan.
Ángela Taticuan y su padre decidieron usar la silla de ruedas de su madre para transportar el balde de agua que recolectaron. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
Los moradores han tenido que ingeniárselas. Incluso han recurrido a cortar y adaptar los tachos plásticos que por años permanecieron guardados en sus casas. Ese fue el caso de Elizabeth Chilusia, quien, tras esperar más de una hora en la fila, llegó con su gran tacho azul, cortado y adaptado para recolectar el agua.
Sin embargo, su coche no le sirvió de mucho. Es un carrito pequeño que normalmente se usa para transportar el cilindro de gas, y no está diseñado para el peso de un tacho lleno.
“Yo vivo en el barrio Dos de Febrero, esto ha sido muy complicado, todos se pelean, los contenedores que llegan se terminan pronto”, dice Chiluisa.
Elizabeth Chilusia, quien, tras esperar más de una hora en la fila, llegó con su gran tacho azul, cortado y adaptado para recolectar el agua. Foto: Karen Mantilla Ulloa.
En las casas el agua reposa y es usada para lo que más se necesite, no saben cuándo volverá a pasar el tanquero
Pablo Maila logró llevar los tachos de agua hasta su casa. Explica que el contenido de los bidones celestes lo usará exclusivamente para preparar los alimentos. Sin embargo, antes de utilizarla, deberá hervirla, ya que no está seguro de si el agua es potable o no.
En su patio, la ropa colgada apenas está escurrida. Fue lavada con jabón y agua de una vertiente cercana, sólo para lavarla rápidamente.
El agua que entrega el Municipio también genera preocupación pues vecinos consultados aseguran que las primeras veces el agua era limpia y ahora viene un poco sucia.
Marianela Ancallay, comentó a Ecuador Chequea que ha recomendado a todos los vecinos que antes de usar el agua la hierva, más aún si es para cocinar.
Las autoridades continúan evaluando las condiciones. La ministra de Ambiente, María Luisa Cruz, informó sobre las acciones técnicas que se están llevando a cabo: “La noche de ayer tomamos muestras de agua en tres puntos estratégicos: La Ecuatoriana, Chillogallo y Quitumbe, para verificar cuál tiene mejor calidad, a fin de poder procesarla de manera inmediata y distribuirla. Estamos esperando tener todos los análisis de laboratorio”, dijo la funcionaria.
Desde el Gobierno informaron que tres plantas portátiles de potabilización de agua de la Cruz Roja están siendo trasladadas hacia Quito, con el apoyo del Ministerio del Ambiente, para garantizar el acceso a agua segura en las zonas más afectadas del sur de la ciudad.
Estas unidades, según el Gobierno producen hasta 90 mil litros de agua por día, beneficiarán a más de 120 mil personas en sectores como Quitumbe, La Argelia, Guamaní, Turubamba, Chillogallo, La Ferroviaria y La Ecuatoriana. El Ejército Ecuatoriano facilitará la distribución mediante 13 tanques móviles.
De hecho, la vicepresidenta, María José Pinto, y el ministro de Obras Públicas visitarán mañana el sitio del deslave que provocó la rotura de la infraestructura para constatar los trabajos de recuperación de la conectividad y avanzar en la solución estructural del problema.
El Municipio de Quito, por su parte, habilitó 6 puntos para recolección de donaciones para los moradores del sur. ¿Qué se puede donar? Agua u otras bebidas hidratantes, y toallitas húmedas.
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