Las maletas de los compatriotas no sólo van cargadas de artículos personales, sino de la añoranza de sentirse cerca de su tierra. Es por eso que, sus paladares buscan ingredientes de Ecuador para seguir con las tradiciones como la colada morada y guagua de pan, fanesca, encebollado o un tigrillo, pese a la distancia.
POR: Martina Lapo Robayo y Gabriela Ochoa, estudiantes de la carrera de Periodismo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).
En 1995, se desarrolló la Guerra del Alto Cenepa entre Ecuador y Perú. Mientras el foco de atención principal estaba hacia el sur, el de Lucía Angulo estaba hacia el norte, con dirección a Estados Unidos.
Primero ‘probó suerte’ con su esposo. Una vez que estuvieron seguros de que su familia podía crecer en Nueva Jersey, Estados Unidos empacaron las maletas de sus hijos. No obstante, en un espacio tan apretado hubo poco lugar para las tradiciones ecuatorianas, sobre todo, para los platos locales. “La comida con la familia es lo que más se añora”, expresa Ángulo de 60 años.
Lucía migró poco antes del feriado bancario, período en el que se registró una de las mayores olas migratorias del país. Según un estudio del investigador Franklin Ramírez, salieron 344.162 ecuatorianos en el 2000. Por su parte, el INEC registró la salida de 1’745.689 ecuatorianos entre 1998 y 2001.
De enero a septiembre del 2023, la Subsecretaría de Migración contabilizó una salida migratoria de 105.055 personas. En el mismo período del 2024 se registró una salida de 101.809 ecuatorianos. En comparación al año pasado, se evidencia una reducción migratoria del 3.08%, aunque se aprecia que la tendencia migratoria se mantiene. Según los datos del INEC, después del feriado bancario, los años con mayores flujos migratorios fueron el 2022 y 2023, en ambos casos se superaron las 100.000 personas.
Histórico Entradas y Salidas de Ecuatorianos (1997-2023): https://public.flourish.studio/visualisation/19465291/
Régis Dandoy, director del Centro de Estudios Europeos en la Universidad San Francisco de Quito, apunta a que la principal razón para la migración ecuatoriana es “la búsqueda de un mejor futuro”. “(Los padres de familia) se dan cuenta que la situación económica en términos de prosperidad es más ideal en otros países”.
Generalmente, la prioridad de los viajeros es instalarse, crear una cuenta bancaria, buscar escuelas, asegurar un salario fijo, entre otros. A Lucía Angulo se le sumó un punto más: aprender el idioma. “Para mí el idioma sí fue un problema, sobre todo en la escuela de mis hijos, no podía comunicarme”. La migrante cuenta que aprendió un poco en Ecuador, pero no lo hizo apropiadamente. “En mis tiempos te decían que la escritura y la pronunciación eran lo mismo y no es cierto”. A pesar de vivir en Estados Unidos por casi 30 años, incluso hoy sigo aprendiendo.
Su paladar también tuvo que enfrentarse a un proceso de adaptación, pues no encontró los sabores con los que había crecido. “No encuentras zapallo. Los granos sí, pero secos”. Estos son implementos necesarios para preparar fanesca, el plato típico de Semana Santa característico por sus 12 granos. Para preservar sus raíces ecuatorianas, Lucía compra una mezcla precocinada para la época. “No es como la que preparaba mi mamá o la que hacen mis hermanas, pero pasas la gana”, dice.
Al estar en Estados Unidos hay algunas costumbres ecuatorianas que dejó de practicar, como la quema del monigote en Año Nuevo. “Eso es algo que no han experimentado mis hijos. Si quemas algo aquí las alarmas de incendio se activan, la gente no tiene esa costumbre”. El Código de Incendios de Nueva Jersey exige que todas las viviendas tengan instalada una alarma de humo, esta también debe incluirse en las habitaciones y debe sustituirse cada 10 años.
Hay algunas fiestas estadounidenses a las que la ecuatoriana se ha adaptado, como el Día de Acción de Gracias, celebrado el cuarto jueves de cada noviembre. No obstante, ella le agregó una chispa latina. “Yo lo tomo como un día para agradecer a Dios por todas las bendiciones que recibimos”. En esta época, Lucía Angulo también maneja a un barrio cercano con panaderías ambateñas donde encuentra guaguas de pan y colada morada. “Tiene buena sazón, no es igual, pero la puedes disfrutar”. Es por ello que preparar la bebida del día de los muertos es un propósito de Lucía.
Lucía junto a su marido en una visita al Empire State, 2024. Fotografía: Cortesía.
El INEC registra que desde 1997, los principales destinos de los ecuatorianos están en América. Estados Unidos encabeza la lista, seguido de Colombia y Perú. A pesar de que estos últimos están en la frontera del país, los migrantes también enfrentan un proceso de adaptación.
Principales destinos de los ecuatorianos – 2023: https://www.datawrapper.de/_/k4EBA/
En 2022, Alejandra Núñez se mudó a Bogotá, Colombia con su familia por una oferta laboral de su esposo. A pesar de acoplarse bien, desde ya sueña con regresar a su tierra natal. “Yo no quiero envejecer aquí, yo quiero envejecer en Ecuador”. Su plan es retornar en 2032.
La época de octubre y noviembre es particularmente dura para Alejandra porque la colada morada y la guagua de pan están cerca, pero tan lejos a la vez. “Toca aguantarse. Para la colada se necesitan tantos componentes que aquí no encuentras. Igual las guaguas de pan tampoco hay. Aquí ni siquiera existe la palabra guagua”, recalca la migrante de 33 años.
Las tradiciones son muy importantes para ella, por ese motivo busca el punto medio entre las celebraciones colombianas y ecuatorianas. “Acá todo el mundo se dispara con Halloween. En nuestro primer año salimos al centro y a los centros comerciales a pedir dulces con mi hija. Pero he mantenido el tema también de que mi hija recuerde que también es el Día del Escudo, que se celebra en Ecuador”.
Hace seis meses nació su segundo hijo, quien cuenta con ambas nacionalidades. Por eso, ella asumió la tarea de enseñarle sobre ambos mundos. “Le voy a hablar mucho de Ecuador, de las costumbres y de las tradiciones. Igual pienso seguir viajando continuamente para que él conozca el país, para que también lo quiera”.
El proceso de adaptación ha sido más fácil para su esposo e hija. De hecho, Alejandra cuenta con desesperación que su niña de 11 años ya tiene acento colombiano. Una conversación común entre ellas es:
“¡Ay mami! Que chimba.
A ver, para mi chimba es otra cosa.
Bueno, qué chévere”.
En su casa, Alejandra continuará luchando por preservar sus raíces ecuatorianas. Pero, también ha aceptado que debe ceder en ciertas batallas, como la Navidad. “Acá la gente, sobre todo los de Bogotá, viajan y la ciudad se queda vacía”. Por eso, este año, planea hacer lo mismo con su familia.
Alejandra Núñez embarazada de su segundo hijo, junto a su esposo en su primer Halloween colombiano, 2023. Cortesía.
La comida es la forma de contacto primaria con las raíces de los migrantes, pero no es la única, también está la música. Juan Camilo Bautista emigró a sus 17 años a México por motivos académicos. Fue la primera vez que tuvo que valerse por sí mismo tanto administrativamente como emocionalmente. En sus días de “bajón”, él encontró confort en el ‘Ruiseñor de América’, a quién no solía escuchar, pero que ahora lo transportaban a su hogar quiteño. “Cuando estás fuera de tu país, conectas con partes de tu cultura que, cuando estabas ahí, decías que son de abuelitos o de mayores, como Julio Jaramillo”, comenta. Su canción favorita es Alma en los labios.
“Para expresar mi amor
Solamente me queda
Rasgarme el pecho, amada
Y en tus manos de seda
Dejar mi palpitante
Corazón que te adora”
El árbol de vida de Juan Camilo cuenta con raíces ecuatorianas y colombianas. Por ello, él se refiere a su caso como una doble migración, lo cual le causó una crisis de identidad al llegar a Monterrey, México. “Cuando eres migrante no eres completamente de aquí ni de allá”, razona. En vez de decidirse por un país, él abraza las lecciones, recuerdos y tradiciones que le han inculcado ambos. No obstante, al reflexionar sobre las costumbres que ha implementado en México, él admite que ha perdido la conexión con sus orígenes porque sus prioridades cambiaron. En Monterrey, primero aprendió a cuidar de su integridad y su salud mental.
Para fortalecer el vínculo que el joven tiene con Ecuador, él tiene un plan que entra en acción cada vez que regresa de visita. “Si llego en la noche, al siguiente día desayuno encebollado, tigrillo o bolón. Si llego en la mañana almuerzo en Los Arrieros, un restaurante colombiano”. También busca recobrar su lado quiteño recorriendo las calles de la ciudad y visitando sus centros culturales.
Uno de sus platos favoritos es el bolón y ha tratado de cocinarlo él mismo. En sus primeras compras buscó plátano verde, pero no lo encontró. Compartió su experiencia con otros migrantes, quienes le explicaron que en Monterrey al ingrediente se lo conoce como plátano macho. Además, le compartieron un secreto: para conseguirlo debe pedirle a un trabajador del supermercado que busque en las bodegas plátanos sin madurar. Por lo que “dependes de que la persona te quiera ayudar”.
Juan Camilo Bautista, de 21 años, en una charla sobre el Club de Banca de Inversión del Tecnológico de Monterrey, donde estudia Finanzas, 2024. Cortesía.
La dificultad culinaria que atraviesan los migrantes se extiende hasta Norteamérica. Tal es el caso de Andrés Piedra, quien desde 2018 vive en Toronto, Canadá. Una de las cosas que más le sorprendió es la comunidad migrante. “Este es un país multicultural y te encuentras culturas de todo el mundo. Interactúas con muy pocos canadienses en tu día a día”. Sin embargo, él adquirió detalles locales, sobre todo para la administración de su hogar, como el sacarse los zapatos para entrar a la casa.
Andrés vive por su cuenta, por lo que tiene poca motivación para preparar un plato complejo como la fanesca. El anterior año fue la primera vez que volvió a comer este plato tradicional ecuatoriano en 5 años. Hay platos que parecen más sencillos, como el locro de papa. Sin embargo, cuenta que “la papa es más blanca, así que la sopa no queda tan amarilla. Además, el sabor es diferente por la altura, los condimentos e incluso el tipo de agua”. Allá, el agua cuenta con más minerales. Por un lado, se la puede tomar del grifo sin preocupaciones, pero, por el otro, cambia la sazón de los alimentos.
Las veces que ha visitado Ecuador, le han sorprendido los precios. “Todo es más barato, la comida, el transporte, la vida en general”. Las dos veces que ha visitado a su familia ha aprovechado para comer tanta comida ecuatoriana como pueda, sobre todo locro de papa con arroz.
En esta época, él también se reúne con familia y amigos ecuatorianos para compartir la colada morada. Si bien no la ha preparado él mismo, sí ha notado que se ha adaptado la receta a las condiciones canadienses.
Gastronómicamente, a pesar de que se extinguen ciertos platos ecuatorianos en el exterior, nacen nuevos a partir de mezclas culturales. Esteban Tapia, profesor de gastronomía en la Universidad San Francisco, opina que “si no hubiera flujos migratorios humanos, la gastronomía de cualquier lugar sería aburridísima”.
Los cuatro ecuatorianos con quienes se ha conversado para el desarrollo de esta nota entraron en un ‘período de frustración’ como lo llama Tapia, cuando no se puede recrear un alimento local. Sin embargo, de ese intento puede salir una bandeja nueva e innovadora que representa la fusión cultural entre dos o más pueblos. «Cuando una persona migra también se mueven sus costumbres, aprende unas y adopta otras. Somos el producto de esa fusión, ese mestizaje, esa integralidad que es movilizarse”.
La migración es un fenómeno que se desarrolla en el mundo todos los días. En este proceso se pueden perder costumbres y tradiciones del país de origen. Sin embargo, los ecuatorianos demuestran que su amor por su tierra madre supera toda barrera.
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