A los ‘ fact-checkers’ (verificadores de datos) de cuatro países – España, Ecuador, Chile y Líbano – ya no les queda ninguna duda: la desinformación que circula en las redes sociales y en el WhatsApp en días de grandes manifestaciones populares es como fuego en la selva. Es difícil de controlar y también puede provocar daños irreversibles.
En las últimas tres semanas, los periódicos y telediarios de todo el planeta han enseñado una serie de manifestaciones que tenían características semejantes. Eran actos que, en cuatro países, reunían miles y miles de personas que reivindicaban que sus gobiernos o poderes centrales suspendieran alguna decisión recién anunciada.
Los ecuatorianos fueron los primeros a protestar. Entre el 3 y el 13 de octubre, pararon al país en una huelga nacional que tenía por objetivo presionar el presidente Lenin Moreno a no implementar el plan de austeridad que él había programado.
En 11 días, las calles de Quito han visto muchos coches ardiendo y muchas bombas de gas lacrimógeno volando de un lado al otro. Los fact-checkers verificaron, por ejemplo, que era falsa «la noticia» de que los manifestantes habían controlado todas las fuentes de agua de Quito y que la ciudad se quedaría sin el servicio.
El 13 de octubre, tras el pánico que se estableció, Moreno se echó para atrás. Hoy dialoga con los manifestantes, buscando un término medio para sus reformas.
Enseguida vinieron los catalanes, que tomaron las calles de Barcelona para criticar a la Suprema Corte española por haber condenado a la cárcel a un grupo de líderes independentistas.
Desde el punto de vista de los catalanes, las penas impuestas por el juzgado de Madrid han sido muy duras (entre 9 a 13 años de prisión) y representan, en realidad, un ataque claro al movimiento separatista – razón suficiente para salir a protestar.
Entre las informaciones falsas ubicadas hasta ahora, hubo una sobre un niño de cinco años que habría muerto porque los manifestantes no habrían dejado pasar la ambulancia y otra sobre la bajada en las acciones de diversas empresas en la bolsa de valores.
Las manifestaciones de Cataluña siguen y es posible que alcancen las elecciones generales, marcadas para el 10 de noviembre. O sea aún más trabajo para los verificadores.
Beirut, en Líbano, y Santiago de Chile registraron manifestaciones callejeras de gran intensidad casi simultáneas en la semana pasada. Reunidos delante del Parlamento, los libaneses exigían que el primer ministro, Saad al-Hariri, actuara en contra de una élite política corrupta.
En medio de las manifestaciones circuló la «noticia» de que el ministro del Interior libanés había renunciado. Falso. El propio funcionario sacó un comunicado negado la «información».
Los chilenos, por su parte, empezaron quejándose del alza en las tarifas del metro, pero pasaron a atacar las políticas del gobierno del presidente Sebastián Piñera.
Al mismo tiempo, circulan cadenas y cadenas de videos y fotos fuera de contexto, como las que mostraban erróneamente a un grupo de manifestantes «ingresando a saquear» un hospital.
El mundo espera para saber cómo acabarán esas historias.
Mientras tanto, desde el punto de vista de los fact-checkers, vale la pena subrayar que, mientras las calles arden, las jornadas de verificación alcanzan niveles casi insoportables, con turnos de trabajo extendidos, para hacer frente a un volumen impresionante de noticias falsas.
«Llevamos muchas horas extras de trabajo encima y pocos fines de semana,» dice Clara Jiménez Cruz, co-fundadora de Maldita.es. «Pero sabemos que este es un momento especialmente sensible para España y que es importante seguir con nuestro trabajo. Entonces seguimos.»
En los 11 días de huelga nacional, los tres periodistas de Ecuador Chequea publicaron 66 verificaciones. Creían que, con el fin del paro, bajaría el número de posts falsos. Se equivocaron.
«Gran parte de la desinformación que hay ahora está enfocada en entorpecer el proceso de diálogo entre el gobierno y los representantes de los movimientos indígenas ,» dice Gabriel Narváez, editor de Ecuador Chequea. «Otro desafío es transparentar las cifras en torno al número de muertos, heridos, desaparecidos y afectaciones materiales dejados por las protestas.»
La desinformación toma provecho de estas oportunidades para capturar clicks.
«Lo que vemos aquí en Chile es que las notícias falsas migran de una plataforma a la otra,» dice Cecilia Derpich, fundadora de El Polígrafo. «Hacen un pantallazo de lo que circula en una red y cuelgan en la otra, multiplicando la desinformación.»
Las protestas callejeras y la desinformación que les acompañan representan, sin embargo, una gran oportunidad.
«Lo que está pasando en Barcelon ha dado al fact-checking una exposición nueva. Ha dejado claro que Maldito Bulo es necesario y que España tiene problema de desinformación,» dice Jiménez.
«También ha hecho que el equipo se sintiera más útil al ver que su trabajo es efectivamente más necesario que nunca. Y, por fin, también hemos visto periodistas que antes cuestionaban la necesidad de una plataforma de fact-checking reconociendo su valor.»
«Durante el paro nacional, ganamos más de 1,000 seguidores en Twitter, más de 1,000 seguidores en Facebook, donde alcanzamos cerca de 100,000 personas,» cuenta Narváez, de Ecuador.
«Además, pasamos de 800 a 1.000 suscriptores en nuestro canal de YouTube. Nuestra página web, con un promedio de 4,000 visitas semanales, logró cerca de 14,000 durante 10 días».
Tanta exposición, sin embargo, exige un nivel extra de cuidado. Jiménez, por ejemplo, ha empezado a explicar en sus verificaciones cuál parte de una frase o de un video presuntamente falso ha chequeado su equipo. Al actuar de esta forma busca que sus lectores no tengan ninguna duda sobre la calificación (la etiqueta de verdadero, falso, engañoso…) aplicada por Maldito Bulo.
Narváez, al mismo tiempo, ha profundizado la metodología para seleccionar qué contenido verificará. Con su equipo reducido, ha tenido que evaluar a cada momento los criterios de viralidad e importancia del contenido que recibía.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.