El anuncio de que los cortes serán más largos golpeó a dueños y trabajadores de negocios. “Yo ya me jodí; perdón la palabra, pero ya me jodí”, dijo Diana Cáceres, propietaria de una tercena en Ibarra que se queda sin luz de 00:00 a 05:00 y de 11:00 a 16:00.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
El aire vibra alrededor. Lo acompaña un zumbido constante y penetrante, uno que silencia el ruido externo, las voces y el paso de los carros a lo lejos. La calle principal de Tumbaco se ve ensordecida por el abrumador chirrido que viene de máquinas que posan sobre el cemento; ese que marca las veredas y puertas a los locales comerciales.
El vibrar es cada vez más fuerte mientras se camina por la vía que lleva al parque central de la parroquia quiteña. Dentro de los locales, la oscuridad reina, al menos en la mayoría; aunque algunos pocos mantienen unas cuantas luces prendidas, destellos del ruido de las máquinas, generadores a base de diésel para no quedar a oscuras.
En medio de todo este escenario, una mujer mayor, de rostro arrugado, camina lentamente con una camiseta blanca y una gorra rosada. En uno de sus brazos carga un recipiente rojo de tapa negra. Luce pesado por las muecas y el esfuerzo en las expresiones de su cara. Cada cinco o seis pasos descansa y deja el recipiente en el piso, mientras avanza lentamente.
“Yo voy de aquí a la Bahía de Tumbaco. Toca ir caminando, porque la gasolina se compra abajo, en la gasolinera. Y toca ir cargando esto. Con esto de los apagones y con lo que compramos un generador, nos turnamos con los vecinos de la bahía para cargar gasolina”, dice mientras descansa por tercera vez en menos de una cuadra. “¿Quiere ayudarme a llevar el tanque? Allá yo ya le cuento más sobre cómo hemos pasado los apagones”.
Con el tanque en mano, el camino continúa hasta un lugar con un letrero grande en el que se lee: “Bahía Tumbaco”. Dos puertas abren la entrada a este espacio, donde el contorno de un pasadizo en ‘L’ se rodea por locales que ofrecen casi de todo: pantalones, medias, comida, jugos saludables; un pequeño mercadito a dos cuadras del parque central de Tumbaco, a un lado de la Administración Zonal.
“Aquí trabajamos 31 locales”, dice María Fabiola Herrera, de 68 años, luego de haber acomodado el pomo de gasolina en la oficina de administración del centro de comercio. Aquí la luz se fue hoy a las 12:00, luego de que el Gobierno, a través de una cadena nacional dada por el exministro de Energía, Antonio Goncalvez, anunciara que los cortes de luz serán aún más largos de los planeados. Según los nuevos horarios publicados por las empresas prestadoras del servicio, estos, en Quito, llegarán hasta las 10 horas, repartidas en periodos de cinco.
Herrera recibió esta noticia a través del chat que tiene junto a los demás comerciantes. Una indignación profunda fue lo primero que sintieron. Todos se quejaron en el chat, debido a que el primer anuncio de apagones ya generó pérdidas en sus negocios, al punto en el que, semanas después, tuvieron que coordinar, en conjunto, para comprar un generador a gasolina que les permita tener energía en medio de los apagones.
“Al principio tuve muchas pérdidas en mi negocio, aunque hasta ahora tengo. Pero al principio era peor, porque para mi negocio, yo hago jugos saludables a los clientes, yo necesito tener agua caliente y para hervir el agua yo lo hacía con electricidad. Cuando iniciaron los apagones yo tenía que traer el agua caliente de la casa, que está lejos, y ya con eso yo perdía bastante plata. Ahora, bueno, ya tenemos el generador, pero comprarlo costó mucho dinero que tuvimos que poner entre todos y cada día hay que cargarle con unos $18 de gasolina. Sale caro. Y si ahora serán más horas de corte, imagínese cuánto saldrá”, dice.
Ella también cuenta que por los apagones les ha tocado cerrar los locales a las 18:00, al caer la luz del día, cuando en un día normal los locales atienden hasta las 20:00. Todo esto ha significado pérdidas para los diferentes locales que atienden en este espacio. A ella incluso, antes de tener generador, le ha tocado atender a la luz de la vela y correr el riesgo frente a la inseguridad.
“Por los cortes yo he perdido si quiera unos $30 diarios. Cada local pierde, porque no entra la gente. Ven oscuro y no entran nomás”, dice.
Hoy, su principal preocupación es que los cortes serán aún más largos y sus pérdidas se enfocarán en la compra de cada vez más gasolina. “Ahí sí va a ser peor todavía. Vamos a tener que gastar más, porque sí, tenemos luz, pero cuesta más la gasolina si se tiene el generador encendido aún más tiempo. No entiendo por qué se quita tanto la luz. Ya está lloviendo y parecía que las cosas estaban mejorando, pero cada vez está peor todo”.
Esta misma situación se vive en diferentes locales comerciales. En puntos como el de Diego Alvear, que tiene un local de venta de celulares en el sector de la Río Coca, las pérdidas han alcanzado niveles críticos. “Yo antes vendía unos 100 celulares al mes. Hoy estamos vendiendo unos 50 celulares, porque el servicio se complica y el país también está entrando en crisis”.
Él cuenta que de su negocio dependen alrededor de 12 familias, las que obviamente ven afectado su sustento por los cortes de luz. “A mí ya hasta se me quemó una máquina por los cortes y eso también es pérdida”.
Afuera de su local, un generador de luz que tuvo que comprar también inunda el ambiente con vibración y ruido. De está máquina se desprenden dos cables, uno lleva a su local mientras otro se engancha al local vecino.
“La vecina me pidió que le ayude para prender dos focos que tiene y toca ayudarnos, porque, si no, quién más nos va a contribuir”, dice. “Pero ahora imagínate con más cortes y más horas, toca pagar más gasolina y eso significa más pérdidas para el negocio y para los locales de aquí también.
Y el escenario se repite una y otra vez en los diferentes puntos de la ciudad. En Tumbaco nuevamente, Jorge Alberto Sánchez, trabajador de una panadería Colombiana que se levanta sobre la avenida Oswaldo Guayasamín, se muestra preocupado por el futuro de este local.
Cuenta que los productos que se deben congelar o mantenerse fríos se han ido dañando en periodos más cortos, lo que ha generado pérdidas para el negocio, lo que también, teme, puede influenciar en su puesto de trabajo.
“La producción no es igual, peor si los cortes serán de 10 horas. Se bajan ventas, se baja todo, pero igual se paga impuestos y nuestros salarios. Así que es complicado, porque nuestro trabajo también puede correr riesgo”, dice.
Él cuenta que son cinco familias las que dependen de este negocio, una cifra que parece baja pero que engloba a cinco personas que podrían poner en riesgo sus ingresos a causa de los apagones. “No sé cuánto más se pueda dar y me preocupa”.
Productos cárnicos y los que necesitan refrigeración son los que más sufren en este y otros locales. Sin embargo, los apagones, se ha anunciado, continuarán.
Otras provincias
La misma preocupación ha surgido en otras provincias, como Cotopaxi. Allí, específicamente en Latacunga, Fernando Cumbal maneja un local de almuerzos, un pequeño restaurante que atiende durante la mañana y tarde en el centro de Latacunga.
Él explica, en medio del ruido de la calle, que mañana decidirá cómo hacer para abrir el local. Esto, debido a que los cortes en su zona serán de alrededor de ocho horas y que, además, se tomarán cuatro horas en sus tiempos laborales, de 11:00 a 15:00.
“Ese es el momento en el que más clientes llegan, porque es el almuerzo. Entonces me tocará ver si hay cosas que traigo ya preparadas o las hago antes, pero se complica mucho, porque con los cortes vemos cómo la gente y la clientela ha bajado. Además, hay cosas como los jugos, que los hago aquí con pulpas, pero esas también hay que congelar. Ya con los primeros cortes todo lo que se debe congelar me tocó sacar del restaurante y preparar en la casa todo, porque ahora tampoco puedo comprar las cosas para mucho tiempo, porque, si se descongela o no se pone en frío, se daña. Por todo se pierde”, dice.
Lo mismo le ocurre a Diana Cáceres, de Ibarra. Ella tiene una tercena. En su sector, el corte será de 00:00 a 05:00 y de 11:00 a 16:00, lo que suma 10 horas en total.
Su preocupación principal es por las carnes, pues ella las almacena en congeladores especiales; “pero si no hay luz no se enfría y si no se enfría se daña”.
“Con tantas horas de corte es complicado. Porque yo ya pensé que los cortes iban a bajar y compré más productos, porque ya hasta está lloviendo. Pero si no bajan y más bien suben, entonces como yo enfrío las carnes solo 14 horas al día sin que se dañen. Ya cuando algo se congela y descongela para volver a congelar se corre el riesgo de que entren bacterias. Es peor si sigue así día tras día, las carnes no me van a durar nada. Y tampoco creo que venda todo en día. Yo ya me jodí, perdón la palabra, pero ya me jodí”, dice a través de una línea de teléfono mientras piensa en cómo hacer con su negocio.
“La verdad, la situación ya no da para más. Todo está muy complicado y esto no ayuda. Quizá va a tocar comprarse un generador, pero, aún así, solo podría hacerle funcionar de 11:00 a 16:00 porque de 00:00 a 05:00 no estoy en el local y se me complica”, dice. “No sé cómo se va a salir de esta”.
Crisis
Según datos del Comité Empresarial Ecuatoriano, el país pierde alrededor de $12 millones por hora de corte a nivel nacional. Esto significa que las pérdidas nacionales pueden llegar a los $120 millones con cortes de 10 horas.
Jorge Calderon, analista económico, asegura que estos golpes prolongados a la economía pueden hacer sufrir cada vez más a los negocios e incluso llevarlos a agonizar. “Se está haciendo que generar ganancias sea cada vez más complicado, lo que a largo plazo puede llevar a la quiebra de negocios. Eso está complejo y puede golpear muy fuertemente a la economía del país. Estamos cerca de un punto crítico”.
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