Los controles preventivos y sancionatorios anunciados por el Municipio reviven el debate sobre los excesos de velocidad en Quito. Sólo en la avenida Simón Bolívar se han dado 182 accidentes en lo que va del año, que dejaron 21 muertos y 90 heridos.
En Quito, el debate sobre las sanciones por exceso de velocidad volvió con fuerza esta semana, cuando el Municipio inició operativos para cumplir con algo que lleva años establecido en la Ley: multa para quienes circulen a exceso de velocidad y tres días de cárcel para quienes sobrepasen el rango moderado de tolerancia.
Y, aunque el alcalde, Pabel Muñoz, anunció ayer una flexibilización en los operativos, el debate seguirá de largo.
Uno de los motivos de la implementación de estos controles viene ligado a los números de accidentes que ha reportado la ciudad en las vías. Y es que, según datos de la Agencia Metropolitana de Tránsito, en lo que va de 2024 se han reportado 684 accidentes de tránsito. Producto de esto, además, 58 personas han muerto y 414 han resultado heridas.
Zonas con más accidentes
Según los datos de la Agencia Metropolitana de Tránsito, la avenida Simón Bolívar es la vía con una mayor siniestralidad en la ciudad. Los reportes reflejan que allí se han dado 182 accidentes de tránsito, los cuales han dejado 21 muertos y 90 heridos.
A esta le sigue la avenida Mariscal Sucre, donde se registran 173 accidentes de tránsito; los que han dejado 12 fallecidos y 90 heridos.
Las dos primeras vías que aparecen en este top son justamente rutas perimetrales, donde el límite de velocidad es de 90 kilómetros por hora. Cabe destacar que la normativa en la ciudad establece que en las vías dentro de la zona urbana el límite es de 50 kilómetros por hora, contrario a lo que pasa en las vías perimetrales. Sin embargo, las medidas sancionatorias se aplican a todas las rutas que cruzan por la ciudad.
Si volvemos al top, se puede ver que, después de estas dos vías, se posicionan otras como la avenida Maldonado, espacio intra urbano, donde se reportan 77 accidentes de tránsito, que han dejado un saldo de 4 muertos y 66 heridos.
Al seguir con la lista, como se puede observar en el gráfico, no es hasta el séptimo y noveno puesto, en los que vuelven a aparecer las vías rápidas o perimetrales. La primera es la Ruta VIVA, con 32 accidentes de tránsito y la Panamericana Norte, con 29.
Estas estadísticas demuestran que las vías perimetrales o vías rápidas son las que más accidentes de tránsito concentran. En números, se puede ver que el 60% de los siniestros ocurren en vías de este tipo, es decir 6 de cada 10. Pero no sólo eso, también son donde más han existido fallecidos y heridos, o sea donde se han registrado accidentes de mayor gravedad. De este modo, el 63% de fallecimientos por siniestros ocurrieron en solo cuatro de las 10 rutas de la lista.
Por otro lado, se puede ver cómo las vías urbanas, donde la velocidad límite llega a los 50 kilómetros por hora, alcanzan al 40% y 37% de accidentes y fallecimientos ocurridos en las calles de Quito. Cómo ejemplo de esto, se puede destacar que en vías como la Simón Bolívar hay cinco veces más accidentes que en rutas como la que marca la Eloy Alfaro, ubicada dentro de la ciudad.
¿Qué hacer?
Estos datos han levantado las alertas del Municipio, puesto que los accidentes viales continúan al alza y con ellos también sus rastros en la vida de los quiteños. Por esto, desde las autoridades se han planteado estrategias, como la colocación de radares y, hoy, las sanciones y campañas preventivas.
Guillermo Hernández, quien se especializa en movilidad y urbanismo, cree que estas cifras deben dar indicios al Municipio sobre dónde se encuentran las vías más conflictivas en temas de siniestralidad y, por ende, “dónde se deben reforzar los controles”.
“Es importante conocer la data porque es la única forma de aplicar políticas que realmente ataquen el problema. Entonces, sólo viendo esto, el Municipio debería decir: ‘estas son las vías más peligrosas de la ciudad, según las cifras y son estos puntos donde debemos reforzar e implementar estrategias para evitar más siniestros’. No sé si hacerlo en toda la ciudad sea viable y eficaz. Es más factible controlar cuatro vías que todas las rutas”, dice.
Hernández asegura que lo que ha buscado hacer el Municipio con las sanciones es una forma de asustar a las personas, “que también puede funcionar para generar una cultura en la que no transgredo la ley porque sé que me pueden multar”. Sin embargo, “lo hace un Municipio que no tiene la capacidad para controlar toda la ciudad y tampoco la capacidad sancionatoria”.
Por esto, para el experto las medidas que ha tomado el Municipio son insuficientes y poco realistas al momento de ejercer un control real sobre las disposiciones. Asegura, además, que la ciudad no tiene un esquema vial “bien planificado que facilite el tomar estas medidas y estrategias”.
“Una de las razones por las que los quiteños y los ecuatorianos no cumplen las normas es porque las sanciones no llegan o no se hacen cumplir. Es eso justamente lo que se debe evitar y estas medidas, si bien pueden presentar una opción interesante, volverán a poner a prueba al aparataje de control de tránsito, que ya ha demostrado estar desbordado”, dice.
Pero Carlos Páez, experto en movilidad y exconcejal de Quito, aclara que este tipo de medidas son “muy necesarias” en una ciudad capital.
“Todo lo que implique reducir un siniestro es importante y necesario, aunque sea una muerte inocente, justifica la medida. Además, los controles de velocidad, aparte del objetivo específico, contribuyen a una pedagogía orientada a crear una cultura de convivencia segura y respetuosa en el espacio público vial”, dice.
El experto cita casos de otros países, en los que los controles son inmediatos, sin necesidad de agentes sancionadores, lo que permite en las personas crear una cultura del cumplimiento de la norma.
“Es más, para que esto sean aún más efectivo, ese control debería ampliarse permanentemente a los mal estacionados en veredas y pasos cebra, a los que invaden carriles que no les corresponden, a las llantas lisas, a las humaredas en buses, al abuso del pito, entre otros casos”, detalla. “Hay que tener presente que el control en la vía pública, realizado de manera técnica y honesta, no tiene fines recaudatorios —aunque eso sí ayuda a financiar algunos programas—, sino que busca corregir prácticas peligrosas y abusivas que conspiran contra el derecho de todos a vivir, caminar y disfrutar de la ciudad”.
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