La falta de lluvias ha levantado alertas en la ciudad. Hay preocupación por el nivel de los embalses en una época en la que ya debería estar lloviendo. ¿A qué se debe este comportamiento anómalo y qué le espera a la capital en las próximas semanas?
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Los rostros que circulan en las calles brillan. Sus pieles remarcan los rayos que caen en línea recta llevando la luz a todos los alrededores de una ciudad que se siente cada vez más caliente con la llegada del mediodía.
El suelo también irradia calor. En el horizonte, el aire se torna espeso y vibrante, como cuando de oasis que emiten calor y vapor de agua en medio del desierto se trata. Todo el ambiente emana los vestigios de un día caluroso, un panorama habitual en los últimos meses en Quito.
Mientras camina con una sombrilla en la mano, Cynthia Calvache, de 34 años, cuenta cómo estos meses ha visto un clima que ha dejado de ser como el habitual. “Para estos meses en Quito ya llovía, pero ahora se siente el clima cada vez más seco”.
La mujer, mientras camina de vuelta a su trabajo, relata cómo ha empezado a sacar paraguas todos los días, pero para protegerse del sol y la radiación. Su piel es sensible y las quemaduras constantes ya han empezado a afectarla.
“Tengo parientes con cáncer y a mí me ha empezado a dar miedo de que también pueda pasarme, por lo que uno está expuesto al sol. Y el sol no ha parado y se siente cada vez más fuerte”, dice.
Las precipitaciones han sido cada vez más dispersas en la ciudad, algo que se ha visto reflejado también en los ríos que cruzan por la capital. Afluentes como el río San Pedro, el Machángara o el Guayllabamba lucen un caudal reducido y con piedras cada vez más expuestas; una realidad que es cada vez más preocupante para personas como Calvache.
“Se ha visto que estas jornadas sin lluvias pueden pasar hasta septiembre, pero desde octubre ya sabía llover mucho más y ahora no se ven lluvias”, dice.
Y es que la sequía que vive el país también se ha visto reflejada en Quito. La falta de lluvias, que se ha extendido de forma intermitente desde hace más de 100 días, ha preocupa en diferentes sectores.
Alertas
En la ciudad ya se encendieron las primeras alertas, tras analizar el nivel de los embalses que suplen el agua potable en la ciudad. La Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) anunció en las últimas semanas que estos ya presentan reducciones considerables por la falta de lluvias y el alto consumo que se genera en la época seca en las ciudades, una que se ha mantenido por más tiempo del esperado.
La ciudad opera con cuatro embalses principales para este fin. Estos son: Salve Faccha, Mogotes, Sucus y Mica; mismos que son monitoreados las 24 horas del día para conocer en tiempo real su nivel y calcular su escala de reducción o de aumento. Estos, además, almacenan, en conjunto, alrededor de 38 millones de metros cúbicos de agua, lo mismo que representa alrededor de 11.000 piscinas olímpicas.
Sin embargo, al realizar una comparación de los caudales que alimentan estos embalses entre 2023 y 2024, la Epmaps ha detectado una reducción significativa. Estos registros cobran más fuerza en espacios como los embalses que pertenecen al circuito Papallacta y la Mica. Según la institución, todo ocasionado por la escasez de lluvias.
Debido a esto, el Municipio de Quito se ha visto obligado a implementar medidas que les permitan cuidar los niveles de los embalses para que estos no alcancen puntos críticos, tomando en cuenta que estos se reducen alrededor de un centímetro diario debido al alto consumo del recurso en la ciudad.
Los esfuerzos se han visto traducidos en cortes de agua, que se ha previsto que afecten a alrededor del 5,6% de la población de la ciudad. Sobre todo en los sectores abastecidos por el sistema Pita – Puengasí, donde los cortes se han empezado a implementar de manera rotativa entre las 17:00 y las 05:00, para distribuir de forma equitativa el impacto en los barrios.
Y es que esta problemática se ve aún más ahondada al analizar el alto consumo de agua que tiene la ciudad. Según los reportes de Epmaps, un hogar en Quito consume un promedio de 145 litros al día. Este valor está muy por encima de los estándares establecidos por la Organización de las Naciones Unidas, que se ubica en los 100 litros al día. En otras palabras, la ciudad consume 150% más de lo que debería.
Así, las estimaciones aseguran que este consumo elevado de agua genera un desperdicio de alrededor de 133 millones de litros de agua al día, lo que podría abastecer a ciudades enteras como Riobamba.
Para expertos como Gustavo Garcés, ingeniero ambiental, todos estas alertas que está viviendo la ciudad responden a resultados y efectos del cambio climático, mismo que ha generado que la ciudad viva una sequía que no ha sido habitual en los últimos 20 años.
“Cada vez llueve menos en el país, vemos ríos más secos y fenómenos climáticos aún más remarcados, lo que evidentemente ha complicado al país también por el tema de hidroeléctricas y los cortes de luz; pero este también es un tema que afecta a Quito y que continuará afectando con cada vez más fuerza a las ciudades”, dice.
Garcés asegura que estos efectos se han dado a nivel regional. Para ejemplificar esto pone el caso de Bogotá, ciudad que también sufrió una sequía y racionamientos de agua por la falta de lluvias. “Se nos está quedando corto el suministro de agua por las condiciones climáticas y el mal manejo de recursos que tienen los países”, dice.
Para él, estos temas deben también concientizar a las personas en el sentido de que “se cuide más el agua y se dé un uso responsable. Se debe vigilar el uso para limpieza de vehículos, para bañarse y para otras cosas de modo que el desperdicio diario sea mínimo”.
Él asegura que, con el tiempo, los estudios demuestran que será más probable que estos fenómenos se reafirmen, lo que también requerirá mayores acciones preventivas y correctivas para evitar el desabastecimiento.
Pronóstico
Sobre lo que le espera a la ciudad en los próximos días, Javier Macas, del Inamhi, cuenta cómo la ausencia de lluvias “se ha presentado en gran parte del mes, pero no ha sido total. Es decir, hemos tenido algunos días en los que se han presentado eventos de precipitación, pero estos no han tendido a durar ni en duración, ni en intensidad”.
“En octubre tuvimos precipitaciones fuertes, lo que es común porque es un mes de transición. Noviembre ha tenido, sin embargo, un comportamiento similar; pero diciembre es el mes en el que se espera que se regularice un poco más”, dice.
Macas asegura que en estos tiempos pueden ser comunes estos escenarios. Aclara que a estas temporadas también se les conoce como los veranillos del niño, algo que está azotando a la ciudad y por lo que más temperaturas han subido. Sin embargo, reconoce que en esta ocasión el fenómeno se ha presentado en un nivel más elevado al habitual.
“Este fenómeno se puede dar antes de diciembre. Pero generalmente estos se presentaban con momentos en los que no llovía, acompañados de más días o semanas con fuertes lluvias. Hoy se ve esto al revés. Hay días que llueve, pero el clima está más seco o tiene más presencia de temporadas secas. Esto es anómalo”, concluye.