Desde la pandemia, los paros y, ahora, la crisis eléctrica afectan a los estudiantes y a las familias en sus dinámicas diarias. Estos inconvenientes para el sistema educativo han sido recurrentes, por lo que puede alcanzar niveles críticos si no se lo atiende, señala una experta.
POR: Esteban Cárdenas Verdezoto.
Daniela Reyes tiene 36 años. De lunes a viernes, se levanta a las 5:00 para alistar a sus hijos para ir a la escuela. Tiene dos, uno de 10 y otro de 15 años años. Su rutina empieza por levantarlos y preparar su desayuno; todo para que estén listos para ir en el recorrido que los lleva al colegio y que pasa a las 06:15 por su casa, en el norte de Quito. Sin embargo, hoy su rutina ha empezado a cambiar por los cortes de luz que, desde hace casi un mes, existen en el país.
“La semana pasada me cortaban la luz a las 05:00, por lo que me tocaba levantarme a las 04:30 para poder preparar desayuno y todo, porque para algunas cosas se necesita tener luz. Entonces, no podía ayudar a mis hijos sin luz. Así que opté por levantarme más temprano, con todo lo que implica esto”, dice la mujer con una voz cansada y agitada por el trajín del día al empezar la jornada laboral.
Su rutina continúa con ella alistándose para un nuevo día laboral. Ella trabaja todos los días en una empresa en la que es secretaria de gerencia. Su horario va de 08:00 a 17:00, por lo que apenas sus hijos salen al recorrido tiene poco tiempo para terminar de prepararse antes de salir en un camino que dura alrededor de una hora antes de llegar a su oficina.
Durante su trabajo, tiene que estar pendiente de que sus hijos lleguen a la casa y que empiecen con sus deberes. Sin embargo, este es un trabajo que se ha complicado aún más con los cortes de luz. “Como son tan cambiantes, la dinámica es cada vez diferente. La semana pasada nos cortaban como de 14:00 a 19:00. Esta vez es hasta las 15:00, pero la cosa sigue cambiando y complica que ellos hagan deberes solos, sobre todo el pequeño”.
Esto, la obliga a llegar a su casa y ayudar a sus pequeños con el trabajo. Sin embargo, todo debe hacerlo antes de las 19:00 que vuelve a irse la luz. Si no alcanzan, “toca prender una vela o poner una linterna, porque sino no se puede”.
Durante las semanas que han durado los cortes de luz ha visto cómo las dinámicas estudiantiles de sus pequeños cada vez más se han complicado. “Es más difícil ponerles a estudiar hasta tarde. Además, ellos tienen clubes y hay días que llegan más tarde a la casa. Yo llego tarde, ya no hay luz y es difícil tener control sobre todo”.
Además, en el colegio de sus hijos no tienen planta de energía, por lo que las semanas que hay cortes de luz en la mañana o tarde no pueden hacer uso de los laboratorios y otras áreas. “Mis hijos son los que están perdiendo con esto”.
Esta es una realidad que viven varias familias a raíz de los cortes de luz que continúan dándose en el país y que, desde hace dos semanas, cubren alrededor de 10 horas diarias. Es la misma realidad que vive Gustavo Corral, quien tiene que ayudar a su hija de 7 años a hacer deberes a la luz de las velas luego de llegar de su trabajo como guardia de seguridad. O de Fernanda Sotomayor, quien ha tenido que llevar a su hijo mayor a centros comerciales cercanos para poder tomar energía y utilizar el computador, herramienta obligatoria para hacer algunos de sus deberes.
La brecha de inequidad educativa se pronuncia aún más
Pero la situación puede ser aún más crítica en sectores rurales o marginales. Así lo explica Germán Awá, líder waorani de la comunidad de Guiyero, un asentamiento en la puerta del Yasuní. Él cuenta que donde vive hay una escuela, que fue construida por la petrolera. Allí cuentan con un laboratorio de computación, en donde los niños pueden estudiar materias como inglés y otros temas que les ayudan en su día a día. Sin embargo, los cortes de luz los han obligado a cerrar estos espacios para evitar que estos equipos se dañen y porque el internet, que es satelital, también ha escaseado.
“Aquí a los niños se les ha complicado estudiar. La luz llegó a la comunidad hace poco y ahora con los cortes hemos vuelto a las mismas condiciones que teníamos antes que se llegue a tener este servicio. Tenemos solo dos fuentes de internet en la comunidad y ahora ninguna de las dos funciona bien, por lo que estamos incomunicados. Y los niños no tienen muchas más opciones, porque para salir a la comunidad más cercana hay que viajar como una hora, entre el bus y la lancha, hasta poder conseguir señal. Es compleja la situación”, dice.
La exministra de educación, Monserrat Creamer, asegura que son justamente las zonas rurales y las zonas marginales urbanas las que más sufren a nivel educativo con los cortes de luz. Y donde más tienen afectaciones las instituciones por estas intermitencias en el servicio.
“Los cortes de luz siempre afectan a todos. Por ejemplo, los laboratorios de computación no sirven y el funcionamiento normal de la escuela es distinto. Pero lo más grave es que se sigue pronunciando aún más la brecha de la inequidad educativa. Hay escuelas rurales que pueden adaptarse mejor, pero hay otras en zonas marginales dentro de la ciudad que cuando no hay electricidad se afectan mucho y no tienen recursos para plantas eléctricas. No tienen recursos para medidas complementarias y eso profundiza más la inequidad”, dice.
La experta también cuenta que hay escuelas en la Amazonía, “donde me contaba un director, que no tienen recursos para plantas eléctricas y esto les ha afectado profundamente, una vez más, en todo su desarrollo y en el proceso de enseñanza y aprendizaje”.
El problema, para Creamer, es que los golpes al sistema educativo han sido constantes y recurrentes. Esto, debido a que la pandemia, los paros y hoy los cortes energéticos han cambiado y afectado en sus dinámicas, obligándolas muchas veces a pasar a educación virtual, un beneficio que hoy se ve también limitado por la falta de energía. La analista detalla que el sistema educativo puede alcanzar niveles críticos si no se lo atiende y se le deja recuperar de todos estos golpes.
Por otro lado, María Sol Villagómez, experta en políticas educativas, asegura que las instituciones no son la excepción entre los afectados por la crisis energética.
“La afectación de los cortes de energía eléctrica se da desde la misma organización de las actividades académicas, por ejemplo, las actividades que requieren de energía eléctrica como prácticas de laboratorio, uso de equipos deben ser pospuestas en las instituciones que no cuentan con planta eléctrica propia, así como organización de eventos”, dice. “Un segundo ámbito tiene que ver con la reorganización de los horarios de las actividades educativas principalmente con las instituciones que tienen jornada vespertina y nocturna porque deben adaptar o acortar sus horarios para trabajar en las horas en las que hay luz natural. Es decir tienen que retirarse de la institución más temprano. A esto hay que sumar el riesgo por la inseguridad de no contar con energía eléctrica en el espacio público”.
Hay que recordar que si bien se han mantenido las actividades educativas en los horarios matutinos, la jornada vespertina y nocturna se ha visto afectada, reduciendo los horarios por los cortes de luz.
“Adicionalmente hay que considerar que la brecha digital se engrosa, es un momento en que el accesos a tecnología, espacios virtuales de aprendizaje, inteligencia artificial y otros espacios con los que es posible aprender y enseñar se ven afectados y, mucho más, en los sectores más pobres y empobrecidos donde el acceso a conexión de internet ya es deficitaria, incluso contando con energía eléctrica, sin contar con energía eléctrica, es aún más crítico”, dice.
De este modo, los cortes eléctricos intensifican las desigualdades que existen entre los sectores sociales. Hoy, todo se basa en si se puede o no comprar un generador o contar con fuentes externas de energía.
“He mencionado que en las jornadas vespertinas y nocturnas se debe acortar los tiempos de trabajo presencial y como medida compensatoria se envía tarea, deberes o desarrollo de guías de estudio. El desarrollo de las guías de estudio deben ser acompañadas, sobre todo en edades tempranas, por un adulto, situación que complica la vida familiar pues la casa o el hogar estaría supliendo la acción del espacio escolar”, detalla. “También el trabajo docente se complejiza, pues debe atender al momento presencial y también al momento de autoaprendizaje y a los resultados de los aprendizajes de los estudiantes y la consecución de los objetivos educativos en sus distintos niveles. En la suma, la crisis energética se convierte ya en una crisis que puede incidir en ámbitos de lo social con repercusiones a las que hay ponerles atención”.
De este modo, las expertas detallan claramente cómo desde las autoridades se tiene que poner principal atención en el sector educativo en las dinámicas que se ven afectadas por los cortes de energía. Para ellas, esta debería ser una prioridad.
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