En 1956, el glaciar del Carihuairazo tenía una cobertura de 335.000 metros cuadrados. Para 2024, esta cobertura se limita a 1.200 metros cuadrados, marcando una disminución del 99,6%. Esta drástica pérdida evidencia el impacto del calentamiento global.
Con la llegada del verano, el paisaje se transforma bajo una mezcla singular de calor y vientos estacionales. El cielo, despejado por estos vientos, revela en todo su esplendor la majestuosa ‘Avenida de los Volcanes’ y las imponentes elevaciones de la serranía.
Este escenario natural no sólo ha cautivado a poetas como César Dávila Andrade, sino que también ha atraído a científicos de renombre internacional como Alexander von Humboldt y Misael Acosta Solís. Además, su grandiosidad ha encendido la pasión de montañistas y fotógrafos de todo el mundo, que encuentran en su belleza un desafío y una inspiración sin igual.
Sin embargo, este verano es diferente de los anteriores. Aunque los cielos de verano siguen despejados y azules, las gigantescas montañas andinas ahora se muestran con menos picos blancos. Esta transformación es particularmente evidente en el Carihuairazo, donde lo que antes era un extenso glaciar se ha convertido en una diminuta “lengua” de hielo, casi imperceptible a simple vista.
Se trata, en todo caso, de una de las más visibles y dolorosas evidencias del impacto del cambio climático y el calentamiento global en Ecuador. No se trata de un mito.
La semana pasada, precisamente, el Instituto Nacional de Hidrología y Meteorología (Inamhi), el colectivo de fotografía Caminante de Montes y la ONG internacional Cumbres Blancas presentaron los resultados de la más reciente investigación sobre el Carihuairazo, ubicado en la cordillera occidental de los Andes, junto con previsiones alarmantes para los próximos años.
La preocupación principal es que lo poco que queda de su glaciar podría desaparecer en los próximos tres o cinco años. Según los investigadores, el glaciar ha reducido su tamaño a un pequeño cubo de hielo, comparable en dimensiones a una cancha deportiva de 1.200 metros cuadrados y con un espesor inferior a 2,5 metros.
Si la tendencia continúa, el Carihuairazo se convertiría en la primera montaña en Ecuador en perder su cobertura glaciar para el siglo XXI”, señala el comunicado conjunto de las tres instituciones.
Según los datos recopilados por los investigadores, el Carihuairazo ha perdido su estatus como glaciar. En 1956, el glaciar del Carihuairazo tenía una cobertura de 335.000 metros cuadrados. Para 2024, esta cobertura se ha reducido drásticamente a sólo 1.200 metros cuadrados, marcando una disminución del 99,6% en el área glaciar.
“Cuándo desaparezca este pequeño pedazo de hielo que todavía existe, lo único que se tendrá es roca y suelo”, indica Bolívar Cáceres, investigador del Inamhi, responsable de esta investigación.
¿Cuál es el impacto?
La última actualización del inventario de glaciares del Inamhi es alarmante: en los últimos 50 años, Ecuador ha perdido el 55% de sus glaciares. «En 1956, la cobertura glacial de Ecuador era de 95 kilómetros cuadrados y para 2023 se había reducido a 37 kilómetros cuadrados», explica Bolívar Cáceres, el científico encargado del estudio.
El impacto del derretimiento de los glaciares en Ecuador ha sido documentado y analizado por el Instituto Nacional de Hidrología y Meteorología (Inamhi). Desde la década de 1990, el Inamhi ha mantenido un área de estudios dedicada a la criosfera, que abarca todo lo relacionado con el hielo y la nieve en el país. Este trabajo ha revelado cómo la pérdida de glaciares afecta los recursos hídricos (aguas subterráneas y aguas superficiales como ríos, lagos y embalses), la biodiversidad y los ecosistemas locales, así como las implicaciones para las comunidades que dependen de estos recursos.
¿Cómo se explica esta situación?
La explicación científica, de dominio público, detrás de esta acelerada desaparición de glaciares, como el Carihuairazo, radica en un fenómeno sorprendente: tradicionalmente, la extinción natural de los glaciares ocurre a lo largo de miles de años, con cambios tan lentos que el ser humano no los percibe a lo largo de su vida. Sin embargo, desde la década de 1970, la creciente contaminación ambiental provocada por actividades agrícolas y otras prácticas humanas ha acelerado este proceso. Lo que antes se desarrollaba en milenios ahora está ocurriendo en apenas unas pocas décadas, transformando paisajes y marcando una diferencia drástica en tiempos sorprendentemente cortos.
“Las causas más representativas son la radiación solar, la dirección y velocidad de los vientos y otros procesos geológicos relacionados con el planeta, como el cambio de orientación del eje de la Tierra, pero que ocurren en miles de años, que como seres humanos no los vamos a palpar directamente”, señala Cáceres.
Luis Maisincho, también investigador del Inamhi, explica que la aceleración en la desaparición del glaciar del Carihuairazo comenzó, precisamente, en la citada década de 1970, coincidiendo con un aumento significativo en la contaminación atmosférica relacionada con los gases de efecto invernadero (GEI). Estos gases han elevado las temperaturas globales, lo que ha acelerado el derretimiento de los glaciares.
Maisincho señala que los glaciares situados por debajo de los 5.000 metros sobre el nivel del mar, como el Carihuairazo, son los más afectados por estos cambios. Además, indica, se ha perdido su zona de acumulación o recarga, es decir de extensas áreas de páramos y vegetación de montaña, que solía estabilizar la temperatura y acumular agua de manera natural.
¿Qué podemos hacer?
Bolívar Cáceres enfatiza que una de las principales medidas para mitigar la pérdida de los glaciares es proteger los páramos y la vegetación de montaña, y frenar la expansión de actividades agrícolas en zonas cada vez más altas. «La idea es mantener este sistema intacto y buscar medidas de adaptación para quienes viven en los páramos, proporcionándoles alternativas para una explotación sustentable de este ecosistema», explica Cáceres.
Con este enfoque, agrega Cáceres, no sólo se busca conservar los frágiles ecosistemas de montaña, sino también ofrecer soluciones viables a las comunidades que dependen de ellos. En pocas palabras, se trata de encontrar un equilibrio entre conservación y sustento.
Iniciativas concretas
En la misma presentación del estudio, la organización ambientalista internacional Cumbres Blancas y el colectivo fotográfico Caminantes de Montes lanzaron una iniciativa para promover la memoria colectiva sobre el Carihuairazo. La propuesta busca motivar a la gente a crear una especie de “archivo ciudadano” compartiendo en redes sociales, especialmente en Instagram, fotografías antiguas o actuales del Carihuairazo con las etiquetas #CumbresBlancasEcuador y #Carihuairazo.
Esta iniciativa, según Tatiana Ariza, integrante de Cumbres Blancas, pretende no sólo documentar visualmente el cambio del glaciar a lo largo del tiempo, sino también concienciar a la comunidad sobre la importancia de preservar estos paisajes naturales. Al involucrar al público en la creación de este archivo, se espera fomentar un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia los glaciares y los ecosistemas de montaña que están en peligro.
“Es importante que desde la fotografía, el montañismo, la ciencia, el periodismo y el arte, comencemos a realizar manifestaciones que permitan visibilizar y honrar la memoria de lo que significó este glaciar para las comunidades y toda la ciudadanía vinculada con los glaciares ecuatorianos», explica Ariza. «Este es un llamado a la conciencia de que este tipo de fenómenos están afectando directamente los recursos hídricos”, agrega.
Para Marcela Fernández, fundadora de la organización internacional Cumbres Blancas, la situación del Carihuairazo guarda una inquietante similitud con la del glaciar tropical Santa Isabel en Colombia, que comenzó su proceso de extinción cinco años antes de lo pronosticado por la comunidad científica.
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TESTIMONIO
El retroceso de glaciares está dejando a las futuras generaciones con menos oportunidades’ Paúl Cárdenas, montañista ecuatoriano y líder de grupos de ascensionistas en Ecuador y América Latina “Quienes realizamos montañismo en Ecuador vemos que en los últimos 15 o 30 años ha habido un retroceso considerable de nuestros glaciares. Esto se suma a la contaminación y al calentamiento global, producto de la desmesurada e ilimitada civilización, que no mide ni considera nada respecto al medio ambiente. Para las próximas generaciones de montañistas avizoro algo muy negativo, ya que cada vez hay menos glaciares y esto hace que la actividad ya no sea la misma. Hay cada vez más limitados espacios de glaciares en Ecuador. Lo que antes eran glaciares hoy son rocas, lo que complica y dificulta la actividad montañera. El Carihuairazo tiene apenas una lengua muy pequeña cerca de una laguna, lo que antes era un glaciar grande y hermoso que, incluso en los años 80, permitía la práctica del esquí. En el Iliniza Sur hay fotos de los años 60 y 70 donde el glaciar estaba muy cerca, detrás del refugio de los Ilinizas. Hoy quedan solamente vestigios en pequeños sectores donde el glaciar va perdiéndose de forma rápida y acelerada. Esto no deja nada de lo que eran antes estas montañas. Hasta hace unas décadas existían unas escuelas de glaciar, organizadas a través de los clubes, que permitían prácticas adecuadas en el manejo de cuerdas y seguridades en las caminatas sobre el glaciar. Hoy vemos que eso se va a ver circunscrito al Cayambe, Cotopaxi o Antisana, debido a que en otras montañas ya no existen esos espacios físicos. Y eso hace que cada vez haya menos espacio y menos territorios respecto a la práctica y el ejercicio de esta actividad sobre este tipo de superficie. Esto es un ejemplo de lo que se está perdiendo y de lo poco que hacemos, como sociedad. Nos vienen advirtiendo desde tiempo atrás que la sociedad civil, los gobiernos y la empresa privada debemos precautelar, preservar y prevenir todo lo que es nuestro entorno físico y geográfico, y muy poco se hace. Creo que Ecuador merece mejores espacios, mejores momentos, una actividad más racional y desacelerar este mal llamado progreso que tiene un costo social y ambiental. Hoy vivimos una realidad negativa y un futuro en el que no estamos dejando nada o casi nada a las futuras generaciones. |
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