La expansión de la frontera agropecuaria es una de las principales causas de esta pérdida, que pone en riesgo a toda la población de Quito. Los datos son preocupantes, ya que el desarrollo sostenible de la ciudad puede verse comprometido con el pasar de los años.
El verde de la ciudad se ha ido opacando año tras año. Bosques, árboles tupidos, aves, insectos y otro tipo de animales; todos estos son espacios y paisajes que se han ido perdiendo en la ciudad con el pasar del tiempo y con el avance de la deforestación y otras acciones emprendidas por los seres humanos. Y es que la capital va cambiando estas tonalidades para abarcar otros colores como los grises, amarillos y otros tintes característicos de las urbes.
Si se pregunta a personas que han vivido en Quito por ya varios años, como Elena Carvajal, de 57 años, la ciudad “ya no es lo que era antes”. “Yo recuerdo que antes Quito era más pequeña y en los extremos era habitual encontrar potreros. Todo era monte desde el Labrador para el norte y desde el Ejido para el sur”, dice.
Ella recuerda cómo había casas y pequeños poblados en lugares más lejanos, pero estas zonas eran de difícil acceso y de índole más rural. Sin embargo, “todo de repente fue creciendo muy rápido y la ciudad se fue expandiendo cada vez más”.
Carvajal, entre palabras alargadas y recuerdos, cuenta que en los últimos 20 años la capital se ha expandido exponencialmente. “Está cada vez más grande, ya la zona de Calderón parece otra ciudad, lo mismo con el Valle y el sur”, asegura.
Lo mismo pasa cuando se cuestiona a otras personas como Raquel Varela, de 61 años, quien vive en Puéllaro, una de las zonas rurales de la ciudad. Ella mide la expansión de la ciudad en forma de rutas y caminos, pues estos son los que ha tenido que recorrer desde que nació para llegar al área urbana.
“Antes llegar a Quito era todo un martirio. Había buses, pero iban por caminos feos y empedrados en los que, lo que hoy se hace una hora de viaje, antes se hacía dos horas o más”, dice. “ Es más, aquí mismo ya se ve cómo ha crecido la ciudad, Puéllaro y las parroquias de esta zona han ido creciendo cada vez más y con esto también se ha perdido el bosque que teníamos disponible”.
Pero, ¿cuánto se ha perdido numéricamente de estos espacios en los últimos años y cuáles son los principales motivos?
Según un estudio realizado por la Secretaría de Ambiente de Quito y el FONAG, en la última década, desde el 2012 al 2022 (última medición), la capital ha perdido un total de 22.234 hectáreas de cobertura vegetal. Esto, en otras palabras, se puede traducir en alrededor de 34.300 campos de fútbol en cobertura vegetal y bosques.
Según las estimaciones de las instituciones, si la ciudad no toma acciones para tratar esta problemática, la pérdida de cobertura vegetal se duplicará para 2030 y se triplicará para 2050.
Sebastián Pillajo, jefe de la Unidad de Patrimonio Natural de la Secretaría de Ambiente, asegura que esta pérdida representa en 16.000 hectáreas al avance de la frontera agropecuaria. “Esto quiere decir, a la utilización de más terrenos para la agricultura y otro tipo de prácticas que traen consigo la deforestación y la pérdida de bosques”, explica.
La expansión de la frontera agrícola y ganadera es la principal causa de la pérdida de cobertura vegetal en la ciudad. El 80% de las hectáreas desaparecidas se atribuyen a este aspecto. Las parroquias más afectadas por la pérdida de bosques y áreas de vegetación son Pintag, Pacto, San José de Minas, Lloa y Calacalí. Entre las cinco suman 13.271 hectáreas perdidas.
Por otro lado, 3.000 de estas 22.000 hectáreas perdidas representan los vestigios del crecimiento de la mancha urbana o, en otras palabras, del crecimiento de la zona habitable de la ciudad. En este caso, los bosques secos son los más afectados. En esta última década se ha pérdido el 20% de estos espacios. Su desaparición está ligada directamente al crecimiento urbano.
“El patrimonio natural que tiene Quito es de 260.000 hectáreas. Así que estamos hablando de que cerca del 8% del patrimonio natural que tiene Quito se perdió en la última década”, dice el funcionario.
El dato es más preocupante aún cuando se analiza que en estos últimos 10 años, entre las fechas antes establecidas, se ha perdido el mayor número de hectáreas de cobertura vegetal, tomando en cuenta los datos de los últimos 30 años. De 1990 al 2000 desaparecieron 11.000 hectáreas, mientras que del 2000 al 2010 la pérdida alcanzó las 16.000 hectáreas. De este modo, Quito pierde cada vez más bosques y cobertura vegetal por los motivos enmarcados.
Lo que preocupa en la capital
La pérdida de cobertura vegetal en la ciudad a lo largo de los años ha levantado las alertas de expertos, sobre todo por la considerable aceleración que presentan estos índices. Las hectáreas perdidas se siguen contando y, según los expertos, esto termina poniendo en riesgo la calidad de vida en la ciudad y el acceso a servicios ecosistémicos.
Para Valeria Yánez, analista ambiental, estas cifras son preocupantes tomando en cuenta la relevancia que tiene el ambiente para el desarrollo de ciudades como Quito. Y es que la capital, al estar ubicada en zona de páramo y bosque tropical en su noroccidente, contiene una gran variedad de biodiversidad que puede verse en riesgo por estos factores, pero no solo eso.
“Los páramos y los bosques que tiene Quito son esenciales para el abastecimiento de agua en la ciudad y para que exista una buena calidad de vida, con la captación de dióxido de carbono para convertirlo en oxígeno; estos, entre otros servicios ambientales que ofrece el bosque para la ciudad, están en riesgo cada vez más inminente”, dice.
Siguiendo esta misma línea, Pillajo asegura que el patrimonio natural de Quito es elemental para la población que habita en la ciudad. “El patrimonio natural de Quito es el soporte de vida de la ciudad. Esto va más allá de los servicios ecosistémicos, sino que al ser un soporte de vida sirve para la ciudadanía y para la flora y fauna. Éste nos permite asegurar la soberanía alimentaria de la ciudad, la biodiversidad y garantizar la calidad de vida de los quiteños. Este 60% del territorio que comprende el patrimonio natural termina siendo el corazón del Distrito Metropolitano de Quito”, señala.
A su vez, Hernán Orbea, urbanista, aclara que los datos también son preocupantes debido a que el desarrollo sostenible de la ciudad puede verse comprometido con el pasar de los años. “La población sigue creciendo y la ciudad va a seguir creciendo, pero el punto no es que la ciudad crezca a lo loco, sino que lo haga responsablemente con la respectiva planificación y pensando en que las ciudades deben ser verdes y deben tener un factor importante de cobertura vegetal para garantizar la vida digna y plena de las personas”, afirma.
¿Qué debe hacer la ciudad para garantizar el permanecer de la cobertura vegetal?
Pillajo aclara que la ciudad ha contado con políticas públicas necesarias para el cuidado del patrimonio natural, pero que estas han permanecido siempre “en el papel”.
“Nosotros lo que estamos intentando es llevar esa política pública a la práctica. Nuestro principal objetivo es poner en marcha la política pública que no se ha puesto en marcha. Hemos estado poniendo en práctica para frenar estos procesos, principalmente los relacionados a la expansión de la frontera agropecuaria, dice. “Planeamos intervenir en al menos 16.000 hectáreas de las 22.000 pérdidas, eso como meta hasta el 2030. La idea es poder recuperar estas áreas dando nuevas alternativas a los propietarios de las fincas. Esto incluye planes integrales de fincas y entrega de incentivos para mantener la cobertura vegetal”.
Asimismo, ante otros factores como la expansión urbana, se está buscando intervenir también asentamientos que continúan estableciéndose, “sobre todo en puntos críticos, como son las laderas del Pichincha y en sitios como el Ilaló. Estamos interviniendo en esta zona y lo que estamos planteando es controlar la expansión de la frontera urbana”.
Para expertos como Hernán Orbea, es elemental que la ciudad, además, maneje una planificación adecuada a largo plazo para saber hacia dónde y bajo qué condiciones seguirá creciendo la ciudad. “Si no se tiene planificación, no hay una línea base sobre la que trabajar y sobre la que controlar el avance”.
Con estos análisis se evidencia que la ciudad corre el riesgo de perder su verde cada vez más rápido. Está en las manos de las autoridades y de las políticas lo que ocurrirá en un futuro.
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