En el Teatro de la Universidad Central se levantó la capilla ardiente para el funeral de la abogada víctima de femicidio perpetrado, presuntamente, por su esposo, teniente de policía. Una crónica.
«Justicia, justicia, justicia», fue el grito que retumbó en el Teatro de la Universidad Central, en Quito, donde se levantó la capilla ardiente para brindar el último adiós a María Belén Bernal, víctima de femicidio en la Escuela Superior de Policía, en el sector de Pusuquí.
El féretro llegó a las 11:00, donde Bernal se graduó de abogada, profesión que ejercía al momento de su asesinato perpetrado presuntamente por su esposo, Germán Cáceres, teniente de Policía, que se desempeñada como instructor de la Escuela de Policía y que hoy se encuentra prófugo de la justicia.
«Somos parte de una ciudadanía conmocionada, afectada, traumatizada por este hecho de violencia; sobre todo porque ocurrió en un recinto de la Policía Nacional, que se supone es un ambiente seguro para todas las personas», dijo Fernando Sempértegui, rector de la Central. Se unió a la condena generalizada de la sociedad frente a este femicidio que, dijo, afecta seriamente a la imagen y trayectoria de la Policía.
El féretro ingresó al Teatro escoltado por su madre, Elizabeth Otavalo, en medio de una calle de honor formada por activistas y estudiantes universitarios, que gritaban consignas en contra de la violencia estatal y portaban carteles con leyendas como: «La sangre derramada de una mujer es la sangre de todas», «Ecuador femicida» y «la vida de las mujeres no se negocia». Fue colocado en la capilla ardiente y a los lados del ataúd se ubicó la familia y los compañeros del estudio jurídico donde trabajaba. El resto hacía fila para dar el pésame a la madre de la víctima.
Todo en medio de gritos que pedían ubicar a Cáceres, que comparezca ante las autoridades; asegurando que la Policía es cómplice de este crimen y exigiendo la renuncia de Patricio Carrillo, titular del Ministerio del Interior.
Uno de los momentos más sentidos fue cuando por los parlantes sonó ‘Canción sin miedo’, versión Ecuador, tema que rinde homenaje a las víctimas de femicidios y a las mujeres desaparecidas, y que fue coreado en alta voz por los presentes. «…A cada minuto, a cada semana nos roban amigas, nos matan hermanas; destrozan sus cuerpos, los desaparecen !No olvide sus nombres, señor Presidente!», es parte de la letra. Y los asistentes pusieron énfasis en esas palabras: «No olvide sus nombres, señor Presidente». En esas palabras y en la frase «Nos queremos vivas, que caiga con fuerza el feminicida…». Todo esto fue dicho con indignación, con rabia, con coraje. Pero con la fuerza de un conglomerado que advierte que no dejará que este y otros crímenes de este tipo queden en la impunidad.
Duros testimonios
La madre de la víctima salió a dar declaraciones a la prensa, agradeció el apoyo dado a este caso y pidió que sigan a su lado hasta lograr la justicia que merece su hija asesinada. «Fueron días largos, días amargos, días de clamor, gracias a ustedes que me ayudaron a ejercer esa presión mediática», aseguró. Agregó que se encontró el cuerpo pero que el caso no termina, que finalizará cuando los malhechores hayan pagado su culpa. «Mi hija es una víctima, ella murió dentro de la Escuela Superior de Policía, por lo tanto es un crimen de Estado», expresó, por lo que anticipó que irá a instancias internacionales.
Pidió que su caso no quede en una estadística más y cuestionó, entre sollozos, el proceso de búsqueda y localización del cuerpo, ocurrido en el cerro Casitagua, cerca de la Escuela de Policía. «Ellos ya sabían (dónde estaba)», dijo, refiriéndose a la Policía, ya que aseguró que la zona donde se ubicó el cuerpo fue recorrida, sin resultados, por la veeduría de vecinos y ciudadanos que se unieron a la búsqueda.
Mientras que el abogado de Otavalo, Galo Quiñones, agregó que es un día de luto para los ecuatorianos. «No podemos permitirnos que este tipo de actos, que tanto empañan a la sociedad, se den», dijo. Y su pedido fue el apoyo para buscar y encontrar a Cáceres para hacer justicia, ya que fue quien destrozó la vida de «una gran mujer, de una familia». Su pedido se extendió a la Policía, al Gobierno.
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