De acuerdo con la OMS, aproximadamente existen 20 millones de niños menores de cinco años anualmente que no son vacunados o que no cumplen con su esquema de vacunación.
María Augusta Guerrero, médico pediatra y profesora de medicina en la Universidad Católica de Quito, explica que el mito sobre que las vacunas causan autismo se originó en el año 1998, en un artículo que fue publicado en una “revista muy prestigiosa , The Lancet’ por un médico, científico e investigador británico llamado Andrew Wakefield’’. Según el artículo, se descubrió que 12 niños que tenían problemas gastrointestinales desarrollaron también autismo y, como antecedente, poseían la vacuna contra el sarampión.
Sin embargo, Guerrero señala que el mito se desmintió gracias a un periodista de investigación, en el año 2004, cuando se encontraron incongruencias en el estudio. Los niños ya presentaban síntomas neurológicos antes de que hubieran recibido su vacunación. Incluso se llegó a demostrar que existía un fuerte conflicto de intereses. Andrew Wakefield tenía planes de comercializar una nueva vacuna contra el sarampión, por ende, buscaba desacreditar a la vacuna inicial, conocida como MMR (vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola).
Wakefield fue separado del colegio médico y perdió su carné. Él pasó de firmar recetas médicas a firmar autógrafos para movimientos antivacunas.
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud (OMS) aseguran que no existe evidencia de relación entre ninguna vacuna y el autismo o trastornos autistas. Y que, además, no existe asociación entre la vacuna contra el sarampión, la rubéola y las paperas con el autismo. Apuntan que un estudio que señala este supuesto efecto de autismo con estas vacunas fue mal diseñado.
El conflicto con las demás vacunas se basa en ¿qué efectos me podrán producir el resto de vacunas, si la del sarampión causa autismo?, a partir de esta interrogante nació el movimiento antivacunas.
¿Por qué seguimos creyendo mitos?
Según la pediatra Myriam Abril, es importante tener buena información y ser críticos con la información que se consume en redes. “Cada vez que nos alejamos de las vacunas, retrocedemos. No queremos polio, ni sarampión, ni tétanos, ni difteria. Muchas de estas enfermedades son del pasado, pero, si seguimos al paso que vamos, es posible que las volvamos a tener. Si queremos salir de la pandemia, las vacunas son uno de los ingredientes principales”.
Pero ¿qué es el autismo y por qué se produce?
El autismo ‘‘es un trastorno del neurodesarrollo’’, explica Estefanía Sevilla, sicóloga clínica. Es un espectro dentro de la gama de las enfermedades mentales. ‘‘Cada vez más, la neurociencia apunta a que el autismo es algo congénito, es decir, que la persona nace con esta condición y no es algo que se pueda desarrollar por una causal a lo largo de la vida’’, agrega Sevilla. La sicóloga aclara que el mayor problema de las personas con el espectro autista son las habilidades sociales relacionadas con las relaciones interpersonales e incluso resalta que poseen un cerebro diferente, con conexiones distintas al resto.
Sebastián Robalino, también sicólogo clínico, agrega que es importante entender que el autismo es multifactorial. No existe una sola causa y, definitivamente, no son las vacunas. El artículo mencionado anteriormente, fue desacreditado por no tener suficiente sustento científico y a lo largo de todos estos años múltiples estudios han confirmado y concluido que no existe una asociación entre las vacunas, sus componentes y el TEA ( trastorno del espectro autista).
“Para mí es importante decir y recalcar que no hay asociación. En redes, la desinformación vuela, el objetivo es generar interacción y se empiezan a generar este tipo de burbujas sin evidencias científicas. La ciencia es buscar lo que ocurre, no es buscar que mis creencias sean comprobadas”, agrega Robalino.
*Esta nota fue realizada por Paz Capelo y Alejandra Larrea, estudiantes de Periodismo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).