Hace muchos años que vacunamos a nuestros hijos, a nuestros padres y a nuestros abuelos para prevenir enfermedades como la poliomielitis, la rubéola o la gripe, entre otras. Sin embargo, es común encontrarnos hoy con algún argumento en contra de las vacunas contra la COVID-19, ya sea por su eficacia y seguridad, por su origen o por una cuestión política.
La incertidumbre y la sobreinformación hacen difícil la tarea de tratar de convencer a alguna persona cercana que tiene dudas o es renuente a aplicarse la vacuna contra el coronavirus. ¿Por qué siempre deberíamos hacer el intento? A continuación, presentamos algunos argumentos recopilados por Chequeado, medio aliado de Ecuador Chequea, para despejar algunas dudas sobre este tema:
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Las vacunas son la segunda intervención de salud pública que más vidas salvaron a lo largo de la historia
Después del agua potable, la vacunación es la herramienta de salud pública que más ha logrado disminuir la mortandad en el mundo, según registros de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS calcula que la inmunización salva 2,5 millones de vidas al año y protege a muchos más millones de personas de enfermedades y discapacidades.
Las vacunas otorgan un beneficio individual, pero también uno social. Su función es entrenar y preparar a las defensas naturales del organismo (es decir, el sistema inmunológico) para detectar y combatir a los virus y a las bacterias. Si el cuerpo se ve posteriormente expuesto a estos patógenos, estará listo para destruirlos de inmediato, previniendo así la enfermedad.
Pero, además de proteger a quienes fueron inmunizados, las vacunas también protegen al otro. ¿Cómo? “La vacunación tiene un impacto no sólo en lo individual sino en la comunidad, porque al tener una población inmunizada se previene la enfermedad y reducimos la transmisión. Entonces, vamos a tener un efecto benéfico en el que no se puede vacunar, o en la población que recibió la vacuna y que por alguna razón no generó la respuesta inmunológica para hacer frente a la enfermedad”, destacó la doctora Daniela Hozbor, investigadora principal del Conicet, en diálogo con Chequeado.
Es decir, la vacunación ayuda a que todos estemos protegidos.
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El proceso de evaluación es minucioso y las vacunas siguen siendo monitoreadas incluso una vez aprobadas
El proceso de evaluación de una vacuna requiere de muchos pasos para probar su eficacia y seguridad. Además, continúan siendo monitoreadas una vez que las vacunas son comercializadas y se aplican en la población real, por fuera de los ensayos clínicos.
Si bien las vacunas contra el coronavirus se han desarrollado en un tiempo récord gracias al trabajo mancomunado de científicos de todo el mundo, la inversión de dinero público y privado, los avances tecnológicos y la experiencia adquirida previamente con otros coronavirus -como el SARS y el MERS-, el proceso para garantizar su seguridad y eficacia no se ha saltado ningún paso.
El recorrido de una nueva vacuna desde el laboratorio hasta ser aplicada en la población por lo general suele ser prolongado y en él participan -entre otros- investigadores, laboratorios farmacéuticos, profesionales médicos y los entes reguladores de cada país. El camino está diseñado para ser deliberativo, revisado por pares, reflexivo y basado en evidencia para que no haya errores.
De hecho, antes del testeo en humanos, los investigadores utilizan sistemas de cultivos de tejidos o de cultivos celulares y pruebas en animales para determinar si la vacuna candidata producirá inmunidad y para evaluar su seguridad. Luego se testea en personas, en distintas fases y en procesos que van desde decenas hasta miles de individuos.
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Si los resultados son favorables, las autoridades regulatorias aprueban la vacuna.
Una vez que ya está disponible para su indicación, la nueva vacuna continúa siendo monitoreada. Estos estudios proporcionan información sobre la seguridad y la efectividad de la vacuna en la población general, generalmente en condiciones normales (no de estudio).
“De los insumos en salud, las vacunas son los más evaluados, las que más exigencias tienen, antes de ser utilizados en la población. Todo lo que sea autorizado en los entes reguladores con confianza podemos utilizarlo porque ellos nos marcan que esas vacunas han pasado exitosamente las fases de investigación y que la vacuna es segura y eficaz para prevenir la enfermedad”, agregó Hozbor.
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Las vacunas contra la COVID-19 son seguras y eficaces
Las vacunas contra el coronavirus como Sputnik V, AstraZeneca/Oxford y Sinopharm- son seguras y eficaces contra el coronavirus. El nivel de eficacia, es decir, de reducción del riesgo de tener una enfermedad sintomática, varía entre el 70 y el 92%, según la vacuna.
Por eso, la mejor vacuna es la que nos ofrecen aplicar, no importa su origen. “Hasta ahora todas ellas, más allá de la marca o status de evidencias, están funcionando para prevenir la enfermedad grave y la muerte. Todas funcionan y son seguras, en relación más que aceptable. Los vacunados no están todos protegidos de enfermarse, pero la mayoría sí. Lo esencial es no morirse”, remarcó en Twitter Guadalupe Nogués, doctora en Biología y autora del libro Pensar con otros: una guía de supervivencia en tiempos de posverdad.
La Sociedad Argentina de Infectología (SADI) publicó una imagen muy clara que puede ayudar a entender un poco más el tema. Se trata de la comparación entre las probabilidades de desarrollar una infección asintomática, enfermedad leve, moderada o severa entre las personas no vacunadas y las que fueron inoculadas con vacunas que reducen la enfermedad pero no la infección, como en el caso de las vacunas contra la COVID-19.
El gráfico muestra que, si una persona se vacuna contra el coronavirus, hay posibilidad de que contraigas la enfermedad, pero es mucho menos probable que desarrolles un cuadro grave y que termines hospitalizado.
“El objetivo principal de la vacuna contra el coronavirus es disminuir la mortalidad y las internaciones y los casos graves de COVID-19, es por eso que la población objetivo a vacunar son las personas mayores y aquellos que tienen factores de riesgos que puedan desarrollar formas graves de la enfermedad”, agregó Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE).
Los beneficios superan los posibles riesgos
Los riesgos de padecer COVID-19 y tener inmunidad en forma natural superan los posibles riesgos asociados a la vacunación, que incluyen efectos adversos en su mayoría leves. “Las vacunas interaccionan con el sistema inmunitario y producen una respuesta inmunitaria similar a la generada por las infecciones naturales, pero sin causar enfermedad ni poner a la persona inmunizada en riesgo de sufrir las posibles complicaciones de esta”, enfatiza la OMS.
Además, la respuesta inmune que genera la vacuna es mucho más fuerte, robusta y duradera que la que genera la infección. “La generación de respuesta inmune natural no implica protección, y mucho menos a largo plazo. La inmunidad natural no es equivalente a la inducida por vacunas, que es mucho más robusta y persistente”, explicó a Chequeado Humberto Debat, virólogo e investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Córdoba.
Las enfermedades que se previenen a través de las vacunas son graves y pueden generar complicaciones severas e incluso ser fatales. Gracias a la vacunación algunas de estas enfermedades ya no son frecuentes. En el caso del coronavirus, la mayoría de las personas se recuperan de la enfermedad sin necesidad de recibir tratamiento hospitalario. Pero alrededor del 15% desarrollan una enfermedad grave y requieren oxígeno y el 5% llegan a un estado crítico y precisan cuidados intensivos.
Además, arriesgarse a contraer la enfermedad incluye también la posibilidad de tener efectos a largo plazo y de quedar con secuelas bastante malas, que no se sabe aún pero podrían llegar a ser para toda la vida.
Sí, la vacunación también puede traer efectos secundarios, pero suelen ser muy leves y los beneficios de la vacunación son tan notables que los superan con creces. En la Argentina, según el último informe de vigilancia de seguridad en vacunas, el 99,2% de los eventos reportados luego de la vacunación fueron leves y moderados. Los más frecuentes fueron dolor y reacciones en el sitio de la aplicación de la vacuna, cefalea, fiebre, fatiga, mareos y náuseas.
De hecho, durante el proceso de farmacovigilancia, si en la población real se detecta algún efecto adverso que no fue reportado durante el ensayo clínico, se suspende la vacunación y se investiga. Es el caso de lo que sucedió con la vacuna de Astrazeneca y Oxford. Diversos países suspendieron la vacunación en Europa tras el reporte de algunos casos de trombosis (formación de coágulos).
Pero, tras una investigación, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés) concluyó que los beneficios de la vacuna superan a los riesgos y que el número de eventos tromboembólicos en personas vacunadas no es mayor que el número observado en la población general.
Lo mismo sucedió estas últimas semanas con la vacuna Johnson & Johnson (no autorizada en la Argentina). Después de casos de coágulos sanguíneos, la EMA investigó y concluyó que estos eventos deberían incluirse como efectos secundarios muy raros de la vacuna y que el beneficio-riesgo general sigue siendo positivo.
Las vacunas existen hace más de 200 años, ¿por qué desconfiar ahora?
“Hay gente que desconfía de las vacunas por la infodemia [N. de la R.: es decir la rápida propagación de rumores y contenidos falsos a través de las redes sociales], por el exceso de información, que no siempre es información certera. Por otro lado, así como la pandemia está politizada, las vacunas están politizadas y hay un rol que juegan los medios de comunicación, y así como por un lado pueden ser de mucha ayuda para difundir información de la buena también pueden difundir fake news. Existe gente que lamentablemente toma como cierto lo que ve o escucha de algunos comunicadores y esto puede ser un daño importante para la salud pública”, enfatizó Cahn.
“Acá hay que olvidarse de la desconfianza, porque estamos en un problema sanitario que atraviesa a toda la población sin importar fronteras ni partidos políticos ni edades, es una enfermedad que afecta a todos, nada más que en algunos es mucho más grave. No importa que la vacuna la produzca Rusia, China, Cuba, Estados Unidos o el Reino Unido. Mientras que cumpla los requisitos, cualquier vacuna puede ser utilizada con confianza”, sumó Hozbor.
Este reportaje fue realizado por Chequeado, medio aliado a Ecuador Chequea y parte de la alianza LatamChequea