Rocío Carpio
Opinión
Las imágenes más recientes de la campaña por el No que han circulado en redes y causado rechazo colectivo, muestran a la caravana con Rafael Correa a la cabeza y gente, supuestamente, de la seguridad del expresidente enfrentándose o agrediendo a ciudadanos que se manifestaban en contra. Sin embargo, hasta ayer (17 de enero) escasos medios, entre ellos TC Televisión, canal estatal, se hacían eco de tales hechos, y más bien se replicaba una y otra vez la noticia de la desafiliación de Correa y sus partidarios de Alianza PAIS, junto con la negativa que le dio el CNE para registrar su nuevo movimiento.
Con esta nueva coyuntura, se declara al correísmo como opositor oficial del presidente Lenín Moreno, y con ello, la pugna política deja ya de ser un asunto interno de AP. Quizás la respuesta a esta nueva condición del correísmo sea una exacerbación de la campaña por el No en la consulta, ya que ahora más que nunca, se afinca como el terreno de batalla. No obstante, no se observó, hasta el momento, que algún medio haya analizado o abordado las implicaciones que tendría este nuevo trazado de bandos, que, si bien ya estaban definidos, hoy se reafirman.
No obstante, lo que sí recogieron medios como Ecuavisa, Teleamazonas y TC, fue el rechazo a los actos vandálicos en la sede de Alianza PAIS por parte de simpatizantes de Correa, que entre las frases grafiteadas en las paredes se pudo leer “siete veces No”. También Ecuavisa acogió la denuncia de Gustavo Larrea, líder de Democracia Sí, que aseguró que varias sedes de su movimiento fueron atacadas por quienes están en contra de la consulta popular.
Esta tónica de confrontación que ha sido replicada por los medios y las redes sociales hace que se confirme la idea del campo de batalla, que desde un principio fue instaurada, no obstante, los primeros días de campaña, el ambiente estuvo más bien calmo. Hoy, gracias a la coyuntura de la desafiliación de Correa que está íntimamente ligada a la pugna generada por la consulta, los actos vandálicos y agresiones a ciudadanos terminan convirtiéndose en el material perfecto para asumir que la guerra como tal ha comenzado. Y para la mayoría de medios, que claramente están alineados con el Sí, este material es más que oportuno para alimentar la narrativa beligerante que se tejido y que, sin embargo, estuvo algo apagada en las semanas anteriores.
Hoy Correa es el enemigo declarado de Moreno, y este debe descargarse a como dé lugar de todo rastro de su filiación pasada, y la desafiliación no podría sino ayudarle a aquello.  Respecto a ello, el diario La Hora esboza en una entrevista a Miguel Carvajal, ministro de la Política, que la consulta sería una forma de legitimación del Régimen actual. Este planteamiento es altamente pertinente dentro de toda la construcción del discurso de los medios, pues justamente el hecho de que hayan dado más cabida a las voces del Sí, habla de esa necesidad de legitimación de un gobierno que partió de un mismo origen correísta. Los medios, a breves rasgos, han sido poco críticos con ese origen justamente, es como si se hubiesen bañado en una amnesia repentina, y empezado desde cero, asumiendo que Lenín y Rafael son antagonistas naturales, y que el Sí en la Consulta es irrefutable.
Es por ello que la entrevista antes mencionada es trascendente, pues plantea las interrogantes que no se hallan flotando en el aire, ni han llegado al grueso de la ciudadanía. Por ejemplo, la idea de que la consulta es un instrumento de esta medida de fuerzas entre correísmo y morenismo, en la que importa más como una forma de reinstitucionalizar a Alianza PAIS que al propio país. También aborda otra interrogante fundamental y es la de usar la figura de Correa y el rechazo que genera, como catalizadora de la marcha del país hacia un objetivo común: salir del correísmo.
Esta observación pertinente habla de una reflexión al interior de los medios -si bien varios solo mantienen este tipo de análisis en sus columnas de opinión- en donde se sabe claramente que la consulta no es sólo eso, es decir, un cúmulo de preguntas que pretenden hacer cambios en las leyes y la institucionalidad del país, sino que persigue un fin ulterior, el de separar definitivamente las dos caras de lo que fue la misma moneda política. No obstante, la posición que han adoptado estos mismos medios ha sido más la de un aliado del Sí, que de un observador crítico y profundo. No hay que olvidar, ni histórica ni mediáticamente hablando, que los hoy enemigos un día fueron una dupla. Y esa responsabilidad no se borra de la noche a la mañana, ni la opinión pública debería hacerlo.