Las zonas urbanas y las poblaciones jóvenes son las que más desempleo tienen, pero entender este fenómeno requiere mirar muchas variables.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
En Ecuador, las estadísticas de desempleo parecen mostrar un panorama estable en los últimos años, sin mayores desviaciones o repuntes. Pero, detrás de los números, hay realidades que no siempre están a simple vista. Historias como la de Francisco Guzmán, de 27 años, quien lleva poco más de un año sin empleo, se esconden detrás de las cifras.
El hombre recuerda que perdió su empleo como diseñador en una empresa, luego de más de dos años de trabajo, tras el anuncio de recortes en el presupuesto. Desde ese entonces no ha tenido un trabajo fijo, a pesar de que ya ha tenido algunas entrevistas.
“Las empresas no buscan alguien que trabaje tiempo completo, sino que, con la excusa de buscar freelances, sólo ofrecen hacer proyectos que terminan siendo mal pagados para todo el trabajo que se hace. Ahora no me ha tocado de otra que seguir con esos proyectos para poder hacer algo de dinero, pero son trabajos espontáneos, que no me dan ningún tipo de estabilidad”, dice mientras describe estar hoy en un momento difícil para su carrera y su profesión. “Voy casi dos meses sin nada y me ha tocado endeudarme para cubrir ciertos gastos, así no se puede salir adelante”.
Y así como él, miles de personas en el país se encuentran en situaciones de desempleo, subempleo o trabajo informal; en situaciones que, como describe Guzmán, no les permiten tener un mejor futuro o mejores condiciones de vida.
Hasta junio de este año, el país registró una tasa de desempleo del 3,9%, lo que equivale a unas 336.365 personas que, pese a buscar, no encuentran trabajo. Es una cifra que, a primera vista, no marca grandes cambios frente al año pasado, tomando en cuenta que en el mismo periodo de 2024 el desempleo se ubicó en el 3,5%; pero el aumento de la estadística ha significado que un total de 38.183 personas nuevas hayan caído en esta condición; personas detrás de las que hay otras historias y perfiles.
¿Dónde está el desempleo?
Según las estadísticas oficiales hay lugares del país en los que el desempleo se ha vuelto más marcado que en otros. En Quito, por ejemplo, la tasa de desempleo alcanza el 8,2% (84.052 personas), más del doble del promedio nacional. Le sigue Machala, con una tasa de 5,5% (7.555 personas); Cuenca, con 3,8% (7.991 personas); Guayaquil, con 3,2% (39.528 personas) y Ambato, con 2,7% (2.949 personas).
A escala provincial, las que más tienen presencia del desempleo son Esmeraldas, con una tasa de 8,6%, seguida por Pichincha, con una tasa de 7,3%; Imbabura, con 6,3%; Carchi, con 4,9% y El Oro, con 4,8%. Es decir, estas son las zonas en las que menos personas tienen un empleo adecuado o algún tipo de trabajo como subempleo o empleo no remunerado.
Asimismo, se puede ver que la mayor parte del desempleo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), se encuentra en zonas urbanas, con un 84,5%, mientras que en áreas rurales la cifra es del 15,5%.
Para el analista Daniel Pavón, estos datos demuestran parte de la crisis económica que sigue viviendo el país, que golpea de forma más fuerte a provincias y ciudades en las que las condiciones de reactivación económica y de subsistencia de empresas es bajo.
“En el caso de Esmeraldas, el empleo formal se ve complicado por las condiciones de seguridad que afectan directamente a la provincia. Y en Imbabura tienes un desempleo estructural que se ha venido acarreando por años que, en este espacio específicamente, se rige a la zona rural y a la falta de oportunidades en los espacios urbanos”, dice. “Por otro lado, en Quito tienes un decrecimiento en las condiciones económicas que no permite que las empresas puedan absorber el desempleo. Y lo que se ve es que los jóvenes y quienes por alguna razón perdieron el empleo tienen una posibilidad relativamente baja de volver a encontrar otro trabajo en un corto plazo”.
Así, se puede ir perfilando parte del contexto sobre el desempleo en Ecuador. Pero, ahora, sabiendo dónde se ubica con mayor fuerza esta condición, llega la pregunta sobre cómo se ve entonces la población con más índice de desempleo. Aquí te lo contamos.
¿Cómo se ve el desempleo?
Para entender esto, hay que desmenuzar parte por parte las cifras oficiales que demuestran las condiciones de desempleo en el país. Así, se puede ver en primer lugar que el 50,7% de las personas en desempleo son mujeres y el 40,3% son hombres. Entonces, si bien existe una ligera mayor presencia de mujeres en esta estadísticas, la diferencia no es considerable.
Asimismo, los desempleados tienen, en su mayoría, el bachillerato como su nivel máximo de educación; esto, con un 45,5% del total. A este grupo le siguen las personas con educación superior, quienes tienen una presencia del 39% entre el grupo de personas en el desempleo. Después están las personas con un máximo de educación básica, con 15,4%, y quienes no cuentan con niveles de estudio, con 0,2%.
Las estadísticas demuestran que los jóvenes son quienes más presencia tienen en el desempleo. Es así que, del total de personas en esta condición, 35% tiene entre 15 y 24 años; 35% tiene entre 25 y 34 años; 14,6% tiene entre 35 y 44 años y 13,7% tiene entre 45 y 64 años. Se puede ver cómo las personas de hasta 34 años viven con mayor recurrencia en condiciones de desempleo en el país.
Los datos también demuestran que el 33,5% de desempleados se han incorporado por primera vez al mundo laboral, mientras que el 66,5% ya ha tenido uno o más empleos previo a quedar en esta condición.
Todos estos datos permiten conocer mejor a quienes se encuentran dentro del desempleo en Ecuador. Sin embargo, las condiciones de este grupo se ven aún más claras cuando se analiza el dato que aclara que apenas 2,9% de desempleados aporta o sigue aportando al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social; mientras que el 92,7% no tiene ningún tipo de seguro.
Este escenario se combina con otros problemas que afectan la calidad del empleo en el país: un subempleo que se mantiene alto, una cobertura limitada de seguridad social y una pobreza que todavía alcanza a uno de cada cuatro ecuatorianos. El resultado es un mercado laboral que, aunque no muestra grandes saltos en el desempleo abierto, sigue siendo frágil y poco capaz de absorber a toda la población que necesita trabajar.
Subempleo
Según los datos, hasta junio de este año un total de 1’722.517 personas se encuentran en el subempleo o empleo no adecuado, lo que equivale a una tasa del 19,9% de la población en edad de trabajar. Este dato, según Pavón, continúa siendo alto, si se analiza que gran parte de este grupo trabaja en la informalidad, “con condiciones laborales mínimas y salarios variables, que incluso pueden ser generalmente mucho menores al salario mínimo”.
Según los datos oficiales, el 77,1% de las personas en subempleo laboran en la informalidad; mientras que el 3,1% hace trabajos domésticos y 2,8% no tienen una clasificación clara.
Además, los datos también demuestran que el 64,9% de esta población se encuentra en la zona urbana, mientras que el 35,1% está en el área rural. De igual manera, el 65,4% son hombres, el 35,6% son mujeres; 80,8% son mestizos, 10,2% son indígenas, 4,1% montubios, 3,9% afro ecuatorianos y 1% blancos.
Por otro lado, se puede ver que en este caso el 43,4% de la población en subempleo tiene un nivel máximo de educación básica, 41,5% con bachillerato, 13,3% tiene educación superior y 1,9% no tienen ningún nivel educativo. Asimismo, el 31% de los subempleados en el país tiene entre 45 y 64 años; el 24,6% tiene entre 25 y 34 años;, el 21,9% tiene entre 35 y 44 años y el 18,8% tiene entre 15 y 24 años.
Por último, los datos demuestran que en este caso las personas en subempleo se dedican en un 36% a la agricultura, en un 32,7% a los servicios, 12,5% al comercio, 12,2% a la construcción y 6,7% a la manufactura.
Análisis
Si se mira en conjunto, el retrato laboral del país revela algo más que cifras dispersas; demuestra un mercado de trabajo profundamente desigual, en el que la línea entre tener empleo y no tenerlo es tan delgada que muchas veces se traduce en un cambio de categoría estadística más que en una mejora real de vida. Así lo explica la analista económica María Torres, quien señala que “el problema en Ecuador no es sólo cuántas personas están desempleadas, sino cuántas tienen un empleo que les permita vivir con dignidad. Y ahí, las cifras de subempleo e informalidad muestran un deterioro que no se ve en la tasa de desempleo general. Apenas menos de la mitad de la población tiene un empleo adecuado y ya eso es preocupante”.
Torres destaca que la concentración del desempleo en zonas urbanas y en jóvenes con educación media o superior revela un desajuste entre lo que el sistema educativo produce y lo que el mercado laboral demanda. “No basta con terminar el colegio o la universidad; la economía no está generando suficientes puestos de calidad para absorber a ese capital humano. Y, mientras tanto, la informalidad se convierte en la válvula de escape, pero a costa de estabilidad y protección social”, dice.
Esa “válvula de escape” se ve reflejada en el alto número de personas que, como Francisco Guzmán, terminan dependiendo de trabajos temporales, por encargo o informales, con ingresos inestables y sin afiliación a la seguridad social. Para muchos, el paso de un empleo formal al subempleo o a la informalidad no es una elección, sino la única opción para subsistir.
En este contexto, la combinación de desempleo, subempleo e informalidad alimenta un círculo difícil de romper; uno que va de la mano con ingresos bajos que limitan el consumo, poca capacidad de ahorro, menor inversión en educación o capacitación y, en consecuencia, menos posibilidades de acceder a mejores oportunidades. Todo esto en un país donde uno de cada cuatro ecuatorianos vive en pobreza por ingresos, lo que agrava la fragilidad del mercado laboral y hace que las estadísticas ‘estables’ de desempleo, en realidad, oculten un problema estructural.
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