Con excepción de infracciones de la ley seca, en Quito la Policía y las autoridades electorales no reportaron incidentes de inseguridad en el desarrollo de las votaciones. En las calles, el ambiente fue el habitual para un domingo de elecciones.
POR: Juan Camilo Escobar
Desde las primeras horas de la mañana, Quito despertó con el pulso contenido de una ciudad que sabe que su destino se juega en las urnas. La jornada electoral empezó, en apariencia, sin mayores contratiempos.
A las 10:00, la Policía Nacional entregó su primer balance a escala nacional: 502 infracciones por la violación de la ley seca, una cifra que revela la resistencia de ciertos hábitos más que problemas de inseguridad tras un año y mes de que se declarara la existencia de un conflicto armado interno en el país.
En materia de seguridad, el parte oficial no reportó incidentes de gravedad, aunque en las calles, la tensión política se percibía en murmullos discretos de los votantes que, en masa, ingresaban a los recintos electorales.
Así lo constató Ecuador Chequea en un recorrido por varios puntos de votación de la ciudad, donde el pulso de la jornada se desarrollaba entre la rutina democrática y la incertidumbre del contexto nacional: un país polarizado entre dos opciones, cada una convencida de que logrará imponerse en la primera vuelta.
“Si los pronósticos electorales se equivocan, el país volverá a sumirse en el caos”, dijo Manuel Valencia, un quiteño de 83 años, con tono de humor y preocupación. Recordó que, antes de salir de casa, escuchó en la televisión que se esperaban fuertes lluvias en Quito, pero la mañana transcurrió bajo un sol intenso.
«Mi criterio sigue intacto», comentó, asegurando que, aunque ya no estaba obligado a votar, había acudido porque aún se sentía capaz de ejercer su derecho con responsabilidad. En su llamado a los jóvenes, su tono cambió a uno de advertencia. «Si no votan con responsabilidad, sólo llegarán al poder los que roban».
Andrés Mejía, a sus 17 años, sin obligación de votar, decidió hacerlo, y con sus palabras, dejó claro lo que muchos intentan ocultar: «Los jóvenes sí entendemos lo que es la democracia». Un mensaje claro, pero también un recordatorio de la reflexión que debe preceder al acto de votar: «Todos deberían votar, pero que lo hagan con responsabilidad», concluyó.
En las afueras del Colegio Santiago de Guayaquil, sobre el césped del parque Itchimbía, entre puestos improvisados de golosinas y bebidas, no se encontraba ningún vendedor ofreciendo el servicio que suele verse en otras elecciones: plastificar la papeleta.
Una situación similar se registraba en otros establecimientos educativos, como el Colegio María Auxiliadora, en El Dorado, al norte de Quito, que funcionaron como recintos electorales. En estos lugares, los vendedores se ubicaban incluso en la misma puerta de ingreso, ofreciendo plastificar la papeleta de votación por 25 centavos, un servicio que se realizaba en las puertas de domicilios del sector.
En la práctica, fuera de los recintos electorales no se cumplía la prohibición de realizar cualquier tipo de venta a menos de un kilómetro de distancia. En contraste, los policías cumplían a rajatabla la disposición de revisar las mochilas y bolsas con las que las personas ingresaban a los recintos.
En cualquier caso, en ambos recintos electorales, sus coordinadores no reportaron incidentes de inseguridad o de logística que hubieran alterado el desarrollo de la jornada.
A la espera de un segundo informe a nivel nacional de la Policía, el comandante de la Policía Nacional del Distrito Manuela Sáenz informó que, hasta las 12:00, en los 46 recintos electorales ubicados en el centro de la ciudad no se registraron novedades de importancia, excepto 63 infracciones por incumplimiento de la ley seca.



