El fantasma de los aluviones y las inundaciones vuelve a preocupar a la ciudad ante el incremento de las lluvias y el avance de una temporada invernal. Conoce todo lo que debes saber sobre esto y cómo cuidarte.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Su voz es delicada y trastabilla entre la edad y la delicadeza. María Hidalgo, de 62 años, recuerda claramente cuando la tierra bajó de la montaña mezclada con agua a un lado de su casa, cuando los gritos de los vecinos y los pitos de los carros irrumpieron con el ruido de la lluvia; desesperados por lo que estaba pasando fuera de su ventana.
En esa ocasión murieron 28 personas por el aluvión, un desprendimiento de tierra que fue causado por el colapso de la quebrada El Tejado, que se posa por encima del barrio La Gasca, del centro norte de la ciudad. María recuerda cómo los carros empezaron a resbalar en el camino, cómo los vecinos no pudieron llegar a sus casas, cómo el caos se tomó ese día el barrio. Y no ha sido la única vez.
En Quito, la época lluviosa ha encendido las alertas de personas e instituciones ante posibles nuevos eventos, nuevos desprendimientos de tierra que cubran casas o que terminen con la vida de quienes viven o pasan por estos espacios. Los recuerdos se reviven una vez más.
“Yo vivo aquí desde hace más de 30 años. Y he visto pasar muchos deslaves y aluviones. Es muy común que pase por aquí, pero el de 2022 fue uno de los más fuertes. Pero ahora ya volvieron las lluvias y creo que la cosa va a ser igual, quizá vuelve a pasar y uno en el barrio vive con el miedo de que un mal día volvamos a ser noticia”, dice la mujer. “Yo perdí un perro que se escapó de la casa ese día y no volvió más”.
Esta es la realidad de cientos de personas que viven en este barrio. Y es que La Gasca es una de las zonas con alto índice de amenaza en la ciudad ante las lluvias, por la presencia de una quebrada que ha venido acarreando los problemas de la ciudad en los últimos años. A esta, según datos del Municipio de Quito, se suman otras zonas como Cuero y Caicedo, Rumipamba, La Pulida, Carretas y Caupicho. Todos espacios de riesgo ante posibles aluviones, riesgo que puede verse potenciado por la presencia de otras vulnerabilidades, como asentamientos irregulares, condiciones de pobreza, descuido en el mantenimiento de quebradas y colectores y acumulación de basura.
Las lluvias, por esto, han traído de nuevo al fantasma de las crisis como aluviones e inundaciones; sobre todo cuando, según David Jara, experto en riesgos, el cambio climático ha traído consigo lluvias cada vez más fuertes y temporadas invernales más intensas. ¿Quito está preparado para esto? ¿Cómo evitar que esto pueda pasar y qué hacer en caso de que ocurra? Continuamos.
Riesgos en Quito
La geografía de la ciudad, roscada en la cordillera de Los Andes y cruzada por más de 200 quebradas, es tan imponente como frágil. Quito ha crecido sobre una escenario accidentado, en el que las quebradas han sido cubiertas por calles, construcciones y urbanizaciones enteras. Muchas de ellas han sido canalizadas, otras cerradas por el crecimiento urbano y unas pocas, aún a cielo abierto, se han convertido en desagües naturales de escombros y basura. En épocas de lluvia, todo ese material acumulado puede transformarse en una amenaza grave y hasta mortal.
El evento del 31 de enero de 2022, en el que María Hidalgo vio cómo su barrio se convertía en un torrente de lodo y escombros, no fue un hecho aislado. Al contrario, forma parte de un patrón de desastres que se repiten con preocupante regularidad en Quito y que continúan en aumento. Según datos del Municipio, existen al menos 101 quebradas que requieren mantenimiento constante, pero no todas reciben la atención que necesitan.
Myriam Jácome, urbanista especializada en riesgos y académica de la Universidad Católica, explica que “es fundamental distinguir entre la amenaza y el riesgo para entender lo que puede pasar en la ciudad con respecto a estos temas. La quebrada representa la amenaza, pero el riesgo se configura cuando se suma la vulnerabilidad de la población expuesta”.
Para Jácome, el problema no se limita a la acumulación de sedimentos y basura, sino que radica en una planificación urbana deficiente que ha permitido asentamientos en zonas de alto peligro. “La respuesta tradicional ha sido reaccionar cuando ya es demasiado tarde, esperando a que ocurra un evento catastrófico para actuar, lo que genera pérdidas humanas y económicas”, señala, invitando a replantear la cultura de prevención en la ciudad.
Jara, por su parte, complementa esta perspectiva al explicar que el crecimiento desordenado de Quito ha llevado a que muchas construcciones se asienten en áreas vulnerables: “En Quito no se ha respetado el valor natural de las quebradas y, en lugar de integrarlas a la ciudad como elementos de drenaje natural, se las ha convertido en vertederos o en simples obstáculos para el desarrollo”, afirma.
Asimismo, Jácome asegura que en la ciudad no se ha valorado correctamente todos los servicios ecosistémicos que dan las quebradas. “Lo que se ha hecho en Quito es construir una ciudad sobre quebradas, tapándolas y cubriéndolas totalmente, en lugar de adaptarnos a vivir con ellas. Lo que tiene Quito es un exceso de concreto y pavimento, que reduce las condiciones del suelo, que son las ideales para la topografía de la ciudad”.
La falta de infraestructura adecuada se suma al problema; a pesar de los esfuerzos de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS) y el ‘Plan Lluvias’, del Municipio, el sistema de drenaje de la ciudad muestra serias deficiencias.
Y es que las lluvias que se han dado en Quito no sólo han sido más intensas en los últimos años, sino que han superado los registros históricos en varias ocasiones. En 2022, el aluvión de La Gasca se produjo tras una precipitación de 75 litros por metro cuadrado en menos de dos horas, una cantidad de agua que colapsó el sistema de drenaje y generó un torrente de lodo y piedras con fuerza destructiva.
“El cambio climático está alterando los patrones de precipitación en la región”, explica Jara. “No sólo tenemos más lluvia en ciertos periodos del año, sino que estamos viendo eventos más extremos, lluvias torrenciales que descargan una enorme cantidad de agua en poco tiempo, saturando los sistemas de alcantarillado y generando deslaves en las laderas”. A este escenario se añade la impermeabilización del suelo urbano: grandes extensiones de terreno absorbente han sido reemplazadas por asfalto y hormigón, reduciendo la capacidad natural de las quebradas para actuar como corredores de agua y zonas de drenaje.
El Municipio ha señalado que la limpieza de sumideros y quebradas es una estrategia clave para reducir estos riesgos. Según datos de EPMAPS, en 2024 se limpiaron más de 163.000 sumideros en el distrito, y en 2025 se espera realizar más de 16.000 mantenimientos adicionales. Sin embargo, Jácome advierte que el mantenimiento es fundamental, pero insuficiente, si no se acompaña de una planificación integral que incluya infraestructura resiliente, campañas de educación ciudadana y una política de gestión del riesgo que impida construir en zonas peligrosas.
La experta aclara que es peligroso e irresponsable hablar de un nuevo evento como el ocurrido en La Gasca en 2022. Pero, aún así, aclara que si las condiciones y la tendencia se mantiene como ha venido presentándose, “es muy probable que cada vez se vean más y más de estos eventos, cuya gravedad no se puede conocer aún, porque no hay acceso efectivo a información pública, pero que pueden ocurrir”.
¿Cómo prepararse ante un aluvión o inundación?
Jácome explica que, si bien las instituciones tienen la responsabilidad de mitigar el impacto de las lluvias, la ciudadanía también debe estar preparada para actuar en caso de emergencia. Por esto, brinda algunos consejos para saber qué hacer si la emergencia es inminente.
Antes del evento:
- Infórmate sobre los riesgos de tu zona. Si vives cerca de una quebrada o en una ladera, identifica si es un área propensa a deslizamientos.
- Elabora un plan de emergencia: define rutas de evacuación y ten lista una mochila de emergencia con documentos, linterna, radio, baterías, agua y alimentos no perecibles.
- Evita acumular basura o escombros en las quebradas, ya que estos materiales pueden transformarse en proyectiles mortales en caso de un aluvión.
Durante un aluvión:
- No intentes cruzar calles inundadas o corrientes de agua, ya que un flujo de lodo y escombros puede arrastrar vehículos e incluso construcciones.
- Ubícate en un lugar seguro y alto; si el agua empieza a subir, busca refugio en zonas elevadas y evita sótanos o plantas bajas.
- Mantén la calma y sigue las indicaciones de las autoridades, ya que la desinformación y el pánico sólo empeoran la situación.
Después del evento:
- Evita el contacto con el agua estancada, que puede estar contaminada con residuos peligrosos o contener estructuras inestables.
- Espera indicaciones antes de regresar a casa para asegurarte de que la zona sea segura.
- Reporta daños a las autoridades para que los equipos de emergencia tengan un panorama claro de las afectaciones y puedan priorizar la ayuda.
Pero, más allá de las crisis, ¿qué necesita la ciudad para evitar un posible desastre?
Resiliencia
La prevención de desastres no sólo depende de obras de infraestructura, sino de un cambio de mentalidad en la forma en que se gestiona la ciudad. La urbanización descontrolada, la falta de educación sobre riesgos y la degradación ambiental han convertido las lluvias en un problema recurrente. “El problema no es sólo el clima, sino cómo la ciudad ha sido construida y gestionada”, advierte Myriam Jácome. “Si se sigue ignorando el valor natural de las quebradas y la necesidad de una planificación sostenible, los desastres se repetirán”.
La experiencia y las palabras de la experta reafirman que la verdadera seguridad se alcanza cuando la comunidad, las autoridades y otros actores trabajan de forma conjunta. Para ella, es necesario que la ciudad adopte una cultura de prevención en la que se integren acciones de mantenimiento con políticas de educación y planificación urbana. La inversión en infraestructura, como las destinadas al ‘Plan Lluvias’, que contempla la limpieza de sumideros, reposición de rejillas y mantenimiento de estructuras de captación, es un paso importante, “pero debe complementarse con el compromiso ciudadano”.
“Es necesario mantenerse informado. Hacer campañas para garantizar esto, desde el Municipio. Y desde las personas, crear sentidos de comunidad que permitan cuidarse unos con otros. Porque cuando hay una emergencia no son los bomberos o la policía los que llegan primero, sino los vecinos, la comunidad. Es necesario que en esa misma comunidad cuidemos las quebradas y nos preparemos para escenarios que pueden ser complejos”, dice.
Mientras tanto, la historia de María Hidalgo y la cruda memoria de un barrio devastado en La Gasca siguen siendo un recordatorio tangible de lo que puede ocurrir cuando la fuerza de la naturaleza se encuentra con la vulnerabilidad humana. La prevención, explican los expertos, es clave para que las historias no se repitan.
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