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viernes, diciembre 5, 2025
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Noboa y Correa, los paralelismo del poder

Aunque Noboa ganó principalmente por el anticorreísmo, expertos advierten cada vez más similitudes con la era de Correa.

POR: Esteban Cárdenas Verdesoto

Daniel Noboa ha querido posicionarse como una figura nueva, un presidente que ha cambiado la forma de hacer política; esto frente a un modelo que no se ha ido del imaginario de Ecuador: el correísmo. Sin embargo, en muchas cosas, el rumbo que sigue este Gobierno no es tan distinto al que se vivió en la década correísta. 

Expertos y analistas destacan paralelismos que han existido en el mandato extraordinario de Daniel Noboa y las acciones emprendidas durante las últimas semanas, ya en su primer mandato completo en el poder; similitudes entre las actuaciones del correísmo y lo que hoy se ha consolidado como el noboísmo. Aquí los detalles. 

Manejo del legislativo

Durante los años de mayor apogeo del correísmo, la Asamblea Nacional operaba bajo una lógica casi monolítica. Con más de 100 legisladores a favor del proyecto político de Rafael Correa, las votaciones en el Pleno solían terminar con un resultado predecible. Se aprobaron reformas estructurales sin mayores tropiezos, desde el Código Orgánico Integral Penal hasta la ‘Ley mordaza’. Esa fuerza fue bautizada por los opositores como “el rodillo”, una maquinaria imparable que arrasaba con cualquier disenso. 

Más de una década después, con un nuevo rostro en el poder y una estética completamente distinta, la lógica en la Asamblea parece repetirse. Aunque Daniel Noboa no ha logrado la misma fuerza numérica en el Legislativo, ha logrado consolidar una mayoría funcionar y leal, conformada por bancadas como el Partido Social Cristiano, Pachakutik, sectores independientes e incluso votos ocasionales del correísmo. Con ese músculo político, ha logrado impulsar, y aprobar, leyes de alto impacto en tiempos récord sin oposición real. Entre estas están la Ley de Solidaridad Nacional, la Ley de Inteligencia y la Ley de Gestión Pública, que ya se trata en el Pleno, tras su aprobación para primer debate en la Comisión de Desarrollo Económico. 

“El problema no es tener mayoría, el problema es cómo se usa”, advierte Mauricio Alarcón, jurista. “Si antes se criticaba al correísmo por aprobar leyes sin deliberación, por dejar fuera a voces críticas, hoy vivimos lo mismo. Y no podemos aplaudir lo mismo sólo porque cambió el color del Gobierno. La exclusión de la Revolución Ciudadana del CAL es un ejemplo clarísimo de cómo se está repitiendo lo que antes se combatía”, dice el experto, quien también alerta sobre la falta de equilibrio en las sesiones del Legislativo: “Se está escuchando sólo a los amigos, los compañeros. Eso es exactamente lo que se condenaba cuando el correísmo hacía lo que hacía”. 

El politólogo Simón Ordóñez va más allá. Señala que lo que ocurre con la Asamblea actual no es simplemente una alianza legislativa temporal, sino una subordinación directa al Ejecutivo: “No hay debate, no hay deliberación, no hay parlamento. La Asamblea ha dejado de ser un espacio para discutir ideas y se ha convertido en una oficina de aprobación automática de lo que diga el Presidente, así como pasó en la década correísta”. 

Fabricio Betancourt, analista político, por su parte, destaca que la velocidad con la que se aprueban las leyes evidencia una planificación similar a la de la Revolución Ciudadana. “Lo que vemos hoy son leyes impulsadas sin negociación, sin discusión previa, sin datos de sustento. Muchas veces responden a objetivos políticos más que a diagnósticos reales del país”, dice. “Y esto termina debilitando la institucionalidad, porque lo que se impone no es siempre lo que se necesita”. 

Giuseppe Cabrera, otro politólogo, ve el problema desde otras aristas. Para él, el problema va más allá de las formas legislativas y toca el corazón del modelo político que representa Daniel Noboa. “Tanto el correísmo como el noboísmo operan dentro de un mismo marco: no creen en la democracia liberal ni en el estado de derecho como freno al poder. La Asamblea, en este esquema, no es un contrapeso. Es un engranaje”. 

La rapidez con la que se aprobaron leyes como la de Solidaridad Nacional o de Inteligencia, ambas en procesos casi exprés y sin debate técnico, según los expertos, refuerzan esta lógica. Así, las mayorías ya no se construyen desde acuerdos, sino desde la premura y la conveniencia. 

“Cuando un Gobierno aprueba leyes que amplían su poder sin respetar los principios básicos de deliberación y representación, no importa si se llama correísmo o noboísmo. El problema no es quién lo hace, sino que se está normalizando”, dice Alarcón. 

Asimismo, en el escenario actual, se ha denunciado que la oposición tiene pocos espacios en la Asamblea y es silenciada. Algo que, alegan los expertos, ya sucedió en el gobierno correísta y que hoy se vuelve a replicar el modelo. Pero esta no es la única arista que muestra coincidencias. 

¿Inteligencia o espionaje?

Una de las decisiones más polémicas del Gobierno de Daniel Noboa ha sido la aprobación de la nueva Ley de Inteligencia. La norma, defendida por el Ejecutivo como parte de su “bloque de seguridad”, ha despertado fuertes críticas desde el ámbito jurídico, político y académico por abrir la puerta al uso discrecional de herramientas de vigilancia sin los debidos controles. 

La Ley permite, entre otras cosas, la interceptación de llamadas, el ingreso a domicilios y la geolocalización de personas sin una orden judicial previa. Una figura que, según expertos, recuerda inevitablemente a la época en la que la Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain) durante el correísmo, operaba con total opacidad y fue señalada por realizar seguimientos a periodistas, opositores y defensores de derechos humanos. 

“Hoy se está legalizando lo que antes se hacía en la sombra”, advierte Mauricio Alarcón. “Se están incorporando prácticas que fueron duramente cuestionadas en el correísmo, como el manejo de gastos reservados o la falta de controles en la recolección de información. Pero ahora están legalizadas bajo un marco normativo que no cumple con los estándares Internacionales de derechos humanos”, explica el experto. 

Cabrera, por su parte, traza un paralelismo directo: “Correa usó la Senain para perseguir opositores, pinchar teléfonos, para controlar a los críticos. Y hoy, con esta Ley, se permite lo mismo, pero bajo un nuevo nombre y con una estructura que concentra el poder en manos del Presidente. El director del nuevo Centro de Inteligencia lo nombra y remueve el Ejecutivo. No hay independencia posible”. 

Desde su lectura en el ámbito político, Cabrera ubica tanto al correísmo como al noboísmo dentro de un mismo espectro: “No creen en el Estado de derecho como límite de poder, no creen en la separación de funciones, no aceptan los contrapesos. Por eso esta es una Ley que termina convirtiéndose en una herramienta peligrosa en manos de un proyecto que acumula poder y opera con opacidad”. 

Simón Ordóñez coincide: “La ley de Inteligencia es violatoria de principios básicos del derecho. No respeta la división de poderes, elimina el control judicial previo y transforma al Ejecutivo en juez y parte en asuntos tan delicados como la vigilancia de ciudadanos”. 

Para él, esta norma se inscribe en una tendencia global donde el miedo, especialmente a la inseguridad, justifica todo. “El correísmo justificó el autoritarismo en nombre de la gobernabilidad; Noboa lo hace en nombre de la seguridad. Pero en ambos casos, el resultado es el mismo: más poder para el Ejecutivo, menos libertades para la ciudadanía”.

Advierte que este tipo de leyes nacen desde una concepción burocrática, sin visión técnica ni enfoque de derechos. “Las agencias de inteligencia modernas, como el FBI o la CIA, tienen controles internos e institucionales. Aquí, en cambio, estamos creando una estructura que nace de las Fuerzas Armadas, subordinada directamente al poder política. Eso no es inteligencia, es control”. 

Alarcón destaca que, tanto esta Ley como otro paquete de reformas que se trata en el Legislativo acerca del Código de la Democracia terminan siendo propuestas realizadas por el correísmo en periodos anteriores, que quedaron en ‘stand by’. 

Sin embargo, revela que dice mucho que hoy la mayoría oficialista sea quien las apruebe, de modo que se terminan usando propuestas convenientes para el esquema correísta que hoy podrán operar bajo la bandera del noboísmo. 

¿Un mismo molde?

Más allá de las leyes y de discursos, más allá incluso de las alianzas legislativas, hay algo más profundo que conecta a Rafael Correa con Daniel Noboa: la forma de ejercer el poder. Los expertos lo describen como un estilo personalista, centralizador y cada vez más autoritario. 

“En ambos casos hay una figura de caudillo, de líder único, que concentra todo. El correísmo era Correa; hoy es Noboa. Y eso se refleja en todo: no hay un equipo político fuerte, no hay vocerías múltiples. Todo se reduce a una sola persona”; advierte Ordóñez, aunque reconoce que el correísmo se rodeo, “al menos”, de más personas que fueron líderes claves e intelectuales de su línea política, algo que no ve en el Gobierno de Daniel Noboa, “en el que a veces es difícil hasta aprenderse el nombre de sus funcionarios”. Para él, este hiperpersonalismo tiene consecuencias claras: desaparece el debate, se debilita la institucionalidad y se prepara el camino para que el Ejecutivo tome decisiones sin contrapesos reales. 

La concentración del poder, añade, no es sólo una sospecha teórica, es una práctica en construcción. “Noboa está siguiendo exactamente el mismo camino que el correísmo. La diferencia es que aún no ha terminado de consolidar todos los espacios. Pero lo está intentando”, dice. 

En ese camino, advierte Ordóñez, hay señales que no deben pasarse por alto. “El nombramiento de Carolina Jaramillo como vocera del Gobierno y a Marcela Holguín como gerenta de medios públicos son síntomas de un intento por reconstruir el aparato de propaganda estatal, como el que existió en el correísmo. No se trata de simples nombramientos, es una estrategia de control del relato”. 

Y continúa: “En el correísmo, lo autoritario se consolidó con una década. El noboísmo, en apenas unos meses, ya muestra síntomas muy similares. La diferencia es la facilidad por los mecanismos ya existentes, no de fondo”. 

Pero ni Cabrera ni Ordóñez son fatalistas; coinciden en que todavía hay márgenes para evitar una deriva autoritaria más profunda. “Hoy, a diferencia del correísmo, hay una Corte Constitucional que no responde al Gobierno. Ese puede ser un contrapeso clave”, señala Ordóñez. Y Cabrera apunta  otro frente: “El desgaste puede llegar pronto, si Noboa no ofrece resultados en seguridad. Y ahí ni la propaganda ni las leyes le van a alcanzar”. 

Por otro lado, Ordóñez también hace un llamado a la opinión pública y a los medios a mantenerse críticos frente a estas prácticas autoritarias y a impulsar el debate en la sociedad. El experto llama a la ciudadanía a mantenerse informada sobre lo que ocurre en el país y levantarse ante excesos de poder como los que han ocurrido con las últimas leyes aprobadas en el Legislativo. 

Lo que está en juego, dicen, no es solo un estilo de Gobierno, sino el equilibrio democrático del país. 

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Pablo Terán
Pablo Terán
Webmaster en Ecuador Chequea. Profesional en Comunicación Social, experiencia-26 años. He trabajado en diferentes medios de comunicación, entre ellos Diario La Hora, por 18 años. Fui Editor de Sociedad, Quito e Interculturalidad. Tengo, además, una maestría en Psicología Holística.

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