Con tres trimestres consecutivos de contracción, Ecuador cerró el 2024 con una caída del 2% en el PIB, marcada por la inseguridad y la crisis energética. El inicio del 2025 muestra una leve recuperación, pero las expectativas son en exceso optimistas, según analistas.
POR: Juan Camilo Escobar
En algún momento de 2024, mientras la crisis energética apagaba las luces y detenía la operación de fábricas, almacenes y comercios en las principales ciudades, la economía ecuatoriana también comenzó a perder impulso, a apagarse.
No fue un colapso abrupto, sino una desaceleración sostenida, provocada por una combinación implacable de factores que ningún discurso o explicación oficial podía ocultar: cortes eléctricos sin precedentes, paralización de inversiones, incremento de la violencia criminal en varias provincias y una clase media que dejó de consumir con la confianza de años anteriores.
A estos elementos se sumaron las tensiones políticas propias de un año preelectoral, que terminaron por configurar una tormenta perfecta y desbaratar la proyección inicial del Banco Central, que anticipaba un modesto crecimiento del 1%.
En la realidad, el país cerró 2024 con una contracción del 2% en su Producto Interno Bruto (PIB), una cifra en rojo que no sólo superó las expectativas más pesimistas, sino que también sorprendió a los principales organismos financieros internacionales. El Fondo Monetario Internacional estimaba una caída del 0,4%, mientras que el Banco Mundial proyectaba un retroceso del 0,7%.
Es la tercera vez que el PIB del país se contrae desde la dolarización, hace 25 años, según los registros preliminares del Banco Central, publicados la semana pasada —a la espera de los datos definitivos, que se conocerían entre finales de 2025 e inicios de 2026—. Las dos caídas anteriores fueron del 9,2% en 2020 y del 0,7% en 2016.
En el cuarto trimestre de 2024, frente al trimestre anterior, el PIB creció 1,3%, impulsado por una recuperación en la inversión, las exportaciones y el consumo de los hogares. Sin embargo, en comparación con el mismo periodo de 2023, la economía registró una contracción del 0,9%, según el reporte del Central.
TRES MOTORES AVERIADOS
El golpe fue triple y simultáneo. Según la entidad, tres pilares fundamentales de la economía —el consumo de los hogares, la inversión privada y el gasto del Estado— registraron retrocesos. El indicador más revelador fue la formación bruta de capital fijo, que mide cuánto invierte un país en maquinaria, construcción e infraestructura. Allí la caída fue notoria, de un 3,8%: las obras públicas se detuvieron, las empresas dejaron de importar equipos, y el sector de la construcción, históricamente generador de empleo, se paralizó.
Los datos no son abstractos: detrás de cada punto porcentual de caída hay causas identificables. Y todas se entrelazan en un año atípico, pero una de las de mayor repercusión fue la de la crisis energética, que le costó al país 1.916 millones de dólares.
Los sectores más afectados por los apagones y restricciones eléctricas fueron el comercio, con pérdidas estimadas en 763 millones de dólares; la manufactura, con 380 millones; y los servicios, con 374 millones. En conjunto, el impacto energético redujo en al menos 1,4 puntos porcentuales el crecimiento anual, de acuerdo con el informe oficial.
El Central también atribuye la caída de la economía a otros factores estructurales y coyunturales. La violencia criminal impuso severas restricciones a la actividad empresarial en varias zonas del país. Otro elemento fue el cierre progresivo de los pozos del bloque petrolero 43-ITT, ordenado por la consulta popular de agosto de 2023. Esta medida redujo la producción nacional de crudo y recortó ingresos fiscales claves para el Estado.
El informe también menciona el clima de incertidumbre política, que afectó las decisiones de inversión.
LOS MÁS AFECTADOS POR LA RECESIÓN
En medio de este panorama de recesión económica, sólo cinco de los 20 sectores productivos evaluados por el Banco Central registraron crecimiento en 2024.
El mayor incremento se observó en el sector de agricultura, ganadería y silvicultura, con una expansión del 3,1%. Le siguieron las actividades financieras y de seguros, y las inmobiliarias, ambas con un crecimiento del 1,3%. También mostraron leves avances la fabricación de alimentos (0,2%) y los servicios de salud y asistencia social (0,3%).
No obstante, estos resultados positivos fueron insuficientes para revertir la tendencia general de contracción. Las caídas más severas se presentaron en sectores considerados estratégicos para la economía nacional, como la construcción, la explotación de minas y canteras, el suministro de electricidad y agua, y las actividades profesionales, técnicas y administrativas.
El comercio exterior ofreció un alivio limitado: las exportaciones aumentaron un 1,8% y las importaciones un 1,7%, tasas que no lograron compensar la contracción de la demanda interna.
EL ANÁLISIS
El Banco Central prevé un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 2,8% para 2025. No obstante, economistas consultados por Ecuador Chequea advierten que se trata de una estimación excesivamente optimista, alejada de las actuales condiciones estructurales de la economía ecuatoriana.
Los expertos —Jorge Calderón; José Hidalgo, director de Cordes; el exministro de Finanzas Carlos de la Torre; y Jean Paul Loffredo, exdirector de Análisis de Mercados Financieros del Ministerio de Finanzas— coinciden en que, incluso si se cumpliera, ese crecimiento respondería más a un “efecto estadístico de rebote” tras la contracción económica de 2024, que a una reactivación sostenida.
De hecho, el PIB per cápita —indicador que aproxima el ingreso promedio por habitante— cayó de 6.472 dólares en 2023 a 6.296 en 2024, regresando a niveles similares a los de 2018. Este retroceso implica una disminución del poder adquisitivo y un deterioro en el acceso a bienes, servicios y oportunidades económicas para amplios segmentos de la población.
José Hidalgo, de Cordes, reconoció que el rebote tras la caída del 2% en 2024 podría generar una leve recuperación, impulsada por la reducción de tasas de interés, tanto pasivas como activas, que incentiven el consumo y la inversión. Sin embargo, su proyección es más conservadora: entre 0,2% y 1%, dependiendo del comportamiento de la demanda interna.
De la Torre advirtió que incluso un rebote podría tener un techo del 1%, debido a los riesgos latentes, como un posible retorno de los apagones, dada la crisis energética no resuelta.
De la Torre fue enfático al señalar que el escenario previsto responde más a una narrativa política que a fundamentos económicos. “Se genera una expectativa que no se sustenta en una política económica real”, advirtió. Según el exministro, Ecuador atraviesa una recesión técnica, con tres trimestres consecutivos de contracción económica, agravada por la ausencia de medidas efectivas de reactivación.
EFECTO TRUMP
Jorge Calderón destacó que, aunque se observó un leve repunte del consumo en el primer trimestre de 2025, aún es incierto si este comportamiento se sostendrá en el tiempo. Factores como la guerra comercial impulsada por el presidente estadounidense, Donald Trump, y la imposición de aranceles (por ahora en pausa de 90 días) afectan el comercio exterior ecuatoriano y podrían incidir en una reducción del ingreso de divisas y del consumo doméstico.
Además, el economista alertó sobre una caída en las remesas —clave para la economía de provincias con alta migración como Guayas y Manabí—, lo cual limita la capacidad de gasto de los hogares.
INSEGURIDAD
Los analistas también coincidieron en que la inseguridad sigue siendo uno de los factores que más limita el crecimiento económico. A pesar de las acciones gubernamentales tras la declaratoria de conflicto armado interno, en enero de 2024, los niveles de violencia se mantienen elevados.
“La inseguridad representa un lastre que inhibe el consumo, desalienta la inversión y eleva los costos operativos de las empresas”, afirmó Calderón. En tanto, Loffredo advirtió que mientras no se logren avances concretos en materia de seguridad, la economía no podrá retomar un sendero de crecimiento sostenido.
“Sin inversiones no se genera una dinámica de actividad económica ni de producción. Además, la inseguridad debilita la producción de las empresas, que deben asumir más costos, cerrar o reubicarse por extorsiones. Entonces, el Estado debe ganar la batalla para que la economía se dinamice”, dijo.
Para Loffredo, el panorama estructural no ha cambiado de manera significativa. Aunque reconoció avances puntuales, como la entrada en operación del proyecto hidroeléctrico Toachi-Pilatón y el aumento parcial de la generación termoeléctrica, consideró que los supuestos del Banco Central son frágiles. “La inseguridad no se resolverá en el corto plazo. Y, sin estabilidad, no hay nuevas inversiones”, recalcó.
LO POLÍTICO, DE INCERTIDUMBRE EN INCERTIDUMBRE
La reducción de la incertidumbre político-electoral tras la segunda vuelta presidencial es, a criterio de analistas económicos, uno de los elementos que podrían jugar a favor del crecimiento durante la segunda mitad del año. El enfrentamiento entre dos propuestas económicas contrapuestas generó cautela en los mercados, pero con la reelección del presidente Daniel Noboa, ese factor comienza a disiparse.
José Hidalgo, director de Cordes, señala que “la opción ganadora resulta más amigable para los mercados y más tranquilizadora para los agentes económicos”, lo que podría contribuir a una reactivación progresiva de la actividad productiva, en la medida en que se mantenga la estabilidad política.
Sin embargo, el efecto no será inmediato ni generalizado, considera Calderón, tras recordar que resta por ver si la Asamblea Nacional asume corresponsabilidad en la política pública, para dinamizar la economía, especialmente en sectores que requieren aprobación de reformas o marcos regulatorios.
A mediano plazo, otro factor político que podría condicionar el desempeño económico es el proceso de instalación de la Asamblea Constituyente propuesta por Noboa, con el objetivo de introducir reformas estructurales en la Constitución. Para el analista Jean Paul Loffredo, este escenario puede generar una nueva fase de incertidumbre.
“Las expectativas generadas por una posible reforma constitucional suelen frenar decisiones de inversión. Ya ocurrió durante la campaña presidencial, y podría repetirse en los meses previos a los comicios para la Constituyente”, advirtió.
Te puede interesar:
. ADN y el correísmo hacen sus cálculos para la nueva Asamblea
. Es falso: los militares ecuatorianos no se han rebelado contra Noboa
. Es falso que cortes de luz en Guayas significan que se extenderán a nivel nacional