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Migrantes: el ‘chivo expiatorio’ de los políticos en campaña
abril 9, 2025

Candidatos se han expresado y actuado en contra de la migración venezolana en medio de la campaña electoral. ¿Por qué esto es dañino y cómo se pueden ver afectadas estas poblaciones? Te contamos. 

POR: Esteban Cárdenas Verdesoto

El ruido se cuela por las rendijas de las ventanas, que dejan pasar también el viento frío y el estruendo del movimiento característico de una capital como Quito. Su mano toma el volante firmemente, mientras con la otra se prepara para maniobrar la palanca de cambios; la música suena leve, mientras el viaje va a mitad de camino. Ana Morales, migrante venezolana, continúa así uno de sus recorridos, tal como lo hace todos los días desde que decidió “poner a trabajar” su vehículo para sacar “unos cuantos dólares” a través de una aplicación. 

“Yo soy de Venezuela, de Barquisimeto”, dice la mujer, con una voz profunda que incluso traspasa la bulla de la ciudad ante una de las preguntas. “Llegué hace siete años a Ecuador, cuando hubo la migración de los perseguidos políticos. A mí y a mi esposo nos tocó salir por eso del país”. 

“Primero yo llegué a Loja, porque estando allá mi esposo pudo conseguir trabajo. Él es ingeniero en computación y yo, ingeniera química. Entonces ahí una empresa le dio trabajo y nos mudamos para allá, donde viví unos cinco años, más o menos”, explica. 

Así pudieron vivir ella y su hijo pequeño todo ese tiempo; y allí mismo es donde Morales pudo conseguir un trabajo con Acnur, ayudando a migrantes venezolanos que comenzaban a salir del país para cruzar a Perú. 

Hoy, ella recuerda esos momentos y rostros al escuchar lo que dicen los candidatos presidenciales finalistas en Ecuador, tanto Luisa González (candidata por la Revolución Ciudadana) como Daniel Noboa (presidente-candidato por ADN) sobre sus compatriotas. Hoy, la mujer piensa lo difícil que será el futuro para quienes, como ella, salieron de Venezuela buscando un futuro mejor. 

“Sí les he escuchado. Luisa dice que nos va a deportar porque somos los culpables de todos los males y Noboa nos suspende el proceso de amnistía. Todo va mal en el país. Yo mismo estoy viendo qué pasa para ver si nos toca salir de nuevo a otro país”, repite con la misma voz profunda. 

Y es que los discursos políticos que se han venido dando en Ecuador son una muestra del riesgo que pueden corren los migrantes que se encuentran en el país; uno que ya ha generado reacciones y que, según expertos, sólo refuerza el estigma en su contra en toda la sociedad. Pero, ¿por qué esto es tan dañino? 

Un discurso que se repite 

Durante el actual proceso electoral en Ecuador, la migración ha sido un tema recurrente en las intervenciones públicas de los candidatos presidenciales finalistas. Las declaraciones han estado centradas, principalmente, en los ciudadanos venezolanos que residen en el país. ¿Qué han dicho?

Luisa González, candidata por la Revolución Ciudadana, por ejemplo, llevó estos discursos al debate presidencial. Con tono firme, durante la cita del 23 de marzo, dijo claramente que, de ser electa, organizaría vuelos chárter para deportar a venezolanos en situación irregular y con antecedentes penales. “Haré lo mismo que hizo Donald Trump”, recalcó. Además, sostuvo que se restablecerían las relaciones diplomáticas con el Régimen de Nicolás Maduro para facilitar el retorno de estas personas, reforzando el discurso que ha sido tan cotidiano —aunque falso— en el que se dice que la migración ha influido en la inseguridad que vive el país.

La declaración generó reacciones de rechazo entre organizaciones de migrantes y defensores de derechos humanos, quienes la calificaron de discriminatoria. También motivó respuestas de organizaciones venezolanas en Ecuador que señalaron un aumento en los casos de estigmatización tras el debate. Pero esto no importó y la candidata se ha mantenido en su posición. 

Por su parte, el presidente-candidato Daniel Noboa anunció el 11 de marzo la derogación del Decreto Ejecutivo 370, que daba una segunda oportunidad para regularización a migrantes que no obtuvieron su visado en un primer proceso. Según explicó el Gobierno, la decisión se debió a la suspensión de apoyo financiero por parte de organismos internacionales. Días antes, Noboa también declaró públicamente que Ecuador no recibiría migrantes deportados de otras nacionalidades y cuestionó al Régimen venezolano por no aceptar el retorno de sus ciudadanos desde Estados Unidos. 

Actualmente, según proyecciones del portal R4V (Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela), más de 440.000 ciudadanos venezolanos residen en Ecuador. La mayoría se concentra en Pichincha, Guayas y Manabí. Esta acción del Presidente, según organizaciones de la sociedad civil, estaría complicando aún más el proceso de regularización de parte de esta población que busca un mejor porvenir en el país. Y una vez más, la decisión se mantuvo. 

Estos dos ejemplos son la viva imagen de cómo el escenario político se ha visto marcado por posturas claras con relación a la migración venezolana. Asimismo, estas medidas y declaraciones se han dado en un contexto de crisis de seguridad y han sido observadas con preocupación por organizaciones que monitorean la situación de los derechos humanos en el país, debido a sus posibles efectos en la percepción social hacia la población migrante. 

Para Daniel Regalado, de la Asociación de Venezolanos en Ecuador, han sido estas acciones y declaraciones las que han puesto a los migrantes venezolanos como “los villanos” de la situación que vive el país, como antagonistas. “Es lo mismo que ha venido reafirmando la sociedad durante años en Ecuador”. Sin embargo, cuando este tipo de discurso viene del poder las cosas tienden a ser más graves y complejas; así lo afirma él. 

Riesgos del estigma

Los discursos de los candidatos finalistas no han pasado desapercibidos para los expertos en derechos humanos, migración y comunicación política, quienes advierten que este tipo de narrativa puede tener consecuencias profundas tanto a nivel institucional como social. Uno de ellos es Giuseppe Cabrera, politólogo y analista, quien señala que el principal riesgo de estas dinámicas y discursos es la normalización de la xenofobia: “Todos normalizan un discurso y ya son nulos quienes están en contra de eso; en este caso de la migración. La posición mayoritaria es a favor de estas posturas”, indica.

Cabrera explica que cuando el rechazo a los migrantes se instala como una postura válida o deseable desde las élites políticas, deja de ser un fenómeno marginal. “Tuvimos una candidata supuestamente progresista que dijo en el debate de segunda vuelta que haría lo mismo que Donald Trump y deportaría a todos los venezolanos. Eso demuestra cuán generalizada se ha vuelto esta narrativa”, afirma. Según él, esta forma de discurso tiene una estructura común en contextos de crisis: se necesita un enemigo, y el migrante cumple con ese rol. “Hoy son los migrantes el enemigo a vencer. Pero el problema de esta dinámica es que mañana serán los empresarios, los medios de comunicación o cualquier otro”, advierte.

Para Cabrera, esta lógica de “enemigos imaginarios” tiene dos efectos concretos. Primero, la persecución se vuelve una herramienta política: “Van a empezar a perseguir a cualquiera que pueda servir como chivo expiatorio para no hacerse responsable de sus propias capacidades”. Y segundo, distrae la atención de los verdaderos problemas del país. “Creas enemigos imaginarios, pero la gente sigue muriéndose en Durán. […] Igual tuvimos un enero que fue de los más violentos de la historia de Ecuador”, señala. En su lectura, la estigmatización de los migrantes no sólo no resuelve el problema de la violencia, sino que lo encubre.

Desde el ámbito jurídico, Daniel Caballero, profesor de la Universidad San Francisco de Quito y especialista en derechos humanos y migración, sostiene que estos discursos políticos pueden debilitar el marco constitucional ecuatoriano. “Nuestra Constitución es clara al establecer que ningún ser humano puede ser considerado ilegal por su condición migratoria”, recuerda. Sin embargo, señala que este principio se ve vulnerado cuando se criminaliza a poblaciones enteras desde el discurso político, en especial cuando se usan como chivo expiatorio en contextos de campaña.

Caballero insiste en que no hay evidencia que relacione directamente la migración con el aumento de la criminalidad, una idea que se ha buscado instaurar y reforzar desde los discursos políticos. “Alrededor del 10% de las personas privadas de libertad en Ecuador son extranjeras. Estamos hablando de un porcentaje muy reducido”, explica. Para él, el problema no es sólo la falta de fundamento, sino las consecuencias sociales que se derivan de repetir estas ideas sin datos: miedo, exclusión, acceso limitado a servicios y una mayor exposición a la violencia y la discriminación. “Pueden incluso justificar cualquier tipo de política represiva, como la suspensión de procesos de regularización; algo que ya se hizo y que no se criticó”, advierte.

El jurista también hace énfasis en la responsabilidad estatal. A su criterio, culpar a los migrantes sirve para ocultar la falta de un plan de seguridad integral. “Cuando el Estado no tiene una política clara o eficaz, se busca un blanco fácil. Culpar a las personas migrantes desvía la atención de la verdadera responsabilidad”, señala. Añade que los datos sí muestran una relación entre pobreza y criminalidad, más que entre migración y violencia. “Si ves quiénes están privados de libertad y los ingresos de sus familias, hay una correlación clara con la pobreza; no con la migración. El Estado tiene la responsabilidad de manejar los márgenes de pobreza, pero los discursos funcionan más si se culpa a los migrantes, no si se admite que algo se está haciendo mal”, concluye.

La visión desde las propias comunidades migrantes también coincide con estos diagnósticos. Daniel Regalado, presidente de la Asociación de Venezolanos en Ecuador, considera que las declaraciones de los candidatos convierten a su comunidad en “carne de cañón” del debate político. “Nos perjudica porque nos utilizan como los villanos de la crisis”, dice. Según él, esta estigmatización no es nueva, pero se agrava cuando proviene del poder político. “Es claramente una forma de polarizar a la sociedad en contra de los migrantes”, agrega.

Regalado recuerda que el Estado ecuatoriano ha suscrito tratados internacionales que garantizan los derechos de los migrantes y refugiados, además de los principios establecidos en la Constitución. Por eso, plantea que este tipo de discursos deberían ser objeto de una investigación formal por parte del Consejo Nacional Electoral, al considerar que podrían incurrir en incitación al odio. “El CNE debería velar por los preceptos constitucionales donde se indica que no debe ejercerse alguna acción o incitación al odio a cualquier ciudadano sin importar su estatus migratorio”, señala.

Los efectos están a la puerta

Para los expertos consultados, las palabras no se quedan en los micrófonos; tienen efectos tangibles: influyen en decisiones de política pública, condicionan la percepción social y afectan directamente la vida diaria de quienes, como Ana Morales, cruzan la ciudad cada día tratando de construir una vida en paz lejos de su país de origen.

Ella, de hecho, asegura que ha visto ya cómo este tipo de declaraciones se afianzan en la población, quienes “repiten lo que dice González o Noboa, reafirmando lo que piensan de los migrantes”. 

“Ya he llevado gente que saca los mismos argumentos en mi contra y que termina, afortunadamente de forma no violenta ni grosera, yéndose en contra mío sólo por el hecho de ser migrante”, dice. 

Para ella, no tardará en que la población repita estos mismos patrones de discurso y de pensamiento, haciendo alusión a la discriminación contra los migrantes. “En Ecuador ya ha crecido la xenofobia, pero esto da paso a que crezca más. Ya mismo no me querrán atender o no querrán que les lleve o no me darán trabajo. Ya conozco gente que vive esta violencia en sus cotidianidad sólo por ser migrante; a uno le da miedo qué pueda pasar”, repite. 

Hoy, ella ya ha recomendado a algunos de sus compatriotas pensar en irse del país para buscar un nuevo rumbo, “porque el futuro no se ve bueno”. Morales mismo ya ha pensado en irse si llega el correísmo, por sus discursos y por el recuerdo que le trae de su propia nación. “Es duro, pero si la cosa sigue igual, sí hemos hablado con mi esposo para salir”. 

Así, en medio del ataque político y en medio de un estigma que se refuerza, Morales continúa con las manos en la misma posición mientras la última cuadra del destino se acerca. “Ya veremos qué mismo pasa”, dice antes de frenar el carro totalmente y encender las luces de parqueo. El viaje terminó. 

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