En teoría, están formándose; en la práctica, sostienen el sistema sanitario con su trabajo gratuito. Los médicos posgradistas denuncian que su reclamo por una remuneración justa sigue siendo ignorado, pese a desempeñar un rol esencial en la atención médica especializada.
POR: Juan Camilo Escobar
En los pasillos de los hospitales públicos, donde el eco de los pasos se mezcla con el murmullo de pacientes y enfermeros, un ejército de médicos posgradistas sostiene la frágil estructura de la salud pública de Ecuador. No tienen contratos, no tienen salarios y, según denuncian, tampoco tienen derechos.
Han aprendido a moverse entre turnos extenuantes, jornadas de más de 24 horas y la incertidumbre de un sistema que no los reconoce. Algunos apenas tienen tiempo para dormir; otros sobreviven con el apoyo de sus familias mientras atienden a los más vulnerables. “Nos exigen ser médicos de tiempo completo, pero sin pagarnos ni un centavo”, dice uno de ellos, que prefiere no dar su nombre por miedo a represalias.
Su reclamo no es nuevo. Lo han repetido por años, golpeando puertas burocráticas que nunca se abren. Ni siquiera durante la pandemia de covid-19, cuando el país se convirtió en un epicentro de muertes y hospitales desbordados, sus demandas fueron atendidas. Entonces, mientras veían morir a pacientes por falta de oxígeno y colapsaban por agotamiento, decidieron acudir a los tribunales.
El problema, explican, está en el Reglamento de las Unidades Asistenciales Docentes, una normativa aprobada por el Consejo de Educación Superior (CES) y el Ministerio de Salud, que les impone hasta 256 horas mensuales de trabajo obligatorio y más de 4.000 para completar su especialización, sin recibir ninguna remuneración. En teoría, deberían estar formándose; en la práctica, sostienen el sistema sanitario con su trabajo gratuito.
Ahora, en un último intento por ser escuchados, exigen la reforma del Reglamento y un salario que al menos les permita sobrevivir. “Nos tratan como si fuéramos invisibles”, dice otro médico, con una mezcla de cansancio y rabia en la voz. Son alrededor de 3.300 posgradistas en la misma situación, según su gremio. Algunos, agotados por la espera, empiezan a tener problemas en su salud mental, señalan sus representantes. Sin embargo, a pesar de esta situación, siguen atendiendo pacientes mientras esperan que alguien, en algún despacho del Gobierno, decida que su trabajo merece ser pagado.
Hoy tampoco tienen ninguna certeza de que sus reclamos sean escuchados, más aún cuando todos los ecuatorianos esperan el 13 de abril, fecha de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que definirá una disputa por el poder y que ha polarizado al país.
En un pronunciamiento conjunto, realizado este martes, el Colegio Médico Provincial de Guayas y asociaciones médicas de Guayaquil volvieron a insistir en que se apliquen cambios en las condiciones laborales con una reforma simple y directa al Reglamento de las unidades asistenciales docentes: que se regule la carga horaria y que se les pague por su labor como médicos posgradistas, quienes desempeñan funciones en la atención sanitaria.
Uno de sus últimos intentos por ser escuchados ocurrió hace pocos días, cuando acudieron ante la Comisión de Participación Ciudadana de la Asamblea para exponer su dramática situación. Algunos de los legisladores de esa Comisión incluso se declararon empáticos con los posgradistas y reconocieron que existen vacíos en los contratos que asumen los médicos en formación, ya que, pese a prestar un servicio esencial, no cuentan con Seguridad Social y ellos mismos deben cubrir estos costos de manera personal. “Los pagos de becas se atrasan hasta seis meses, lo que impide que los médicos posgradistas puedan estar al día en sus aportes al Seguro Social”, dijo la médica Samantha Vasco, representante de los posgradistas.
Como en años anteriores, la respuesta del Gobierno y la Asamblea ha sido la misma: diálogos, sin soluciones concretas, hasta ahora. En esta ocasión, plantearon una «mesa técnica», el 8 de abril, para abordar con el Consejo de Educación Superior (CES) las reformas al Reglamento, confirmó el presidente del gremio médico de los posgradistas, Galo Ubidia.
«Esperamos que en esta reunión se cumplan los acuerdos alcanzados con Pablo Beltrán, principal autoridad del CES, sobre la evaluación de medidas para reducir las horas laborales, garantizar las vacaciones, asegurar mayor respeto por las médicas embarazadas y evitar que se nos descuenten horas cuando nos enfermamos o cuando fallece o se enferma un familiar», señaló.
«El CES es el encargado de regular las horas laborales, mientras que las remuneraciones dependen del Gobierno, que debe generar una ley. Hasta ahora, sólo hemos tenido este acercamiento con el CES, pero no con el Ministerio de Salud. Lo que falta es cerrar esa brecha, darnos la oportunidad de compartir nuestra experiencia y que vean con evidencia lo que estamos viviendo, para así encontrar una solución», explicó.
“En Ambato ya sacaron a algunos posgradistas de los hospitales, como habíamos advertido con anticipación, ya que los hospitales no están en capacidad de recibir a tantos estudiantes. Ahora tienen un problema con la universidad y están buscando dónde reubicarlos”, añadió.
En cuanto a las posibles acciones a seguir por parte del gremio, Ubidia hizo un llamado urgente a las autoridades para que respondan de manera inmediata. Aunque reconoció que una movilización podría afectar la atención hospitalaria, subrayó que el propósito no es perjudicar a los pacientes ni dejarlos sin atención, sino presionar por una respuesta justa. «Lo que buscamos es lo mismo que hicieron nuestros colegas en años recientes: salir a las calles para ser escuchados nuestro justo pedido», afirmó.
EN PRIMERA PERSONA
Para Paola Gordillo, médica posgradista en Pediatría, de 30 años y con siete años de experiencia como médica general, la reunión acordada con el CES representa un avance parcial. Sin embargo, el tema económico sigue sin resolverse y, según ella, el Ministerio de Salud «nos da la espalda». Al igual que miles de sus colegas, Gordillo cumple largas y agotadoras jornadas en hospitales públicos sin recibir remuneración, con la esperanza de obtener su título de especialista después de tres o cuatro años de formación.
Para cumplir su jornada de hoy en el hospital de la Policía, en el norte de Quito, por ejemplo, se levantó a las cuatro de la mañana y sabe que no regresará a su hogar hasta pasado el mediodía de mañana.
A continuación su testimonio en primera persona:
Me levanto a las cuatro de la mañana porque soy madre. Dejo la comida lista y luego realizo mi rutina de ejercicio, que he mantenido desde muy pequeña. A las cinco de la mañana ya estoy entrenando para prepararme para la jornada. Luego me alisto, salgo y a las seis y media en punto ya estoy en el servicio. Me traslado desde la Loma de Puengasí, en el sur de Quito, hasta el hospital de la Policía, ubicado en la avenida Mariana de Jesús, en el norte.
El día de cualquier médico posgradista empieza muy temprano, ya que, dependiendo del hospital, en todos los hospitales de Ecuador, en las diferentes provincias, sean públicos, privados o del IESS —los cuales tienen convenios con las universidades—, estamos en los servicios desde las seis de la mañana.
En mi caso, debo estar puntualmente, lista y preparada para realizar lo que hace cualquier médico en etapa de formación. Empezamos enterándonos del turno, recibimos la guardia, conocemos cuántos pacientes tenemos hospitalizados en el piso y verificamos quiénes están pendientes o requieren actualizaciones. Luego realizamos las visitas a cada uno de los pacientes, los revisamos y actualizamos la medicación y los procedimientos a realizar. Posteriormente, dependiendo de la especialidad, atendemos pacientes en consulta externa o en emergencia. Muchas veces, los médicos tratantes ya tienen confianza en nosotros y, en muchas ocasiones, atendemos solos. En el quirófano actuamos como ayudantes de cirugía o, dependiendo del avance del posgrado, realizamos las cirugías.
Si ese día tenemos turno, trabajamos todo el día, la tarde, la noche, la madrugada y el día siguiente sin descanso. En mi caso, hoy estoy de turno: debo atender en emergencia todo el día, la tarde y la noche, hasta la madrugada. Además, debo realizar el pase de visita a los pacientes hospitalizados y recibir los partes médicos.
En mi especialidad, Pediatría, la demanda es alta, especialmente en época de infecciones respiratorias. El piso está lleno de pacientes con neumonía, desde casos leves hasta moderados y severos, algunos de los cuales hemos tenido que derivar a otros centros de salud.
Además, atendemos emergencias a diario. En un día promedio, he llegado a atender entre 50 y 60 pacientes, sumando las consultas de la mañana, tarde y noche. También tenemos a nuestro cargo la recepción de los recién nacidos, ya que siempre hay una gran demanda de atención para mujeres embarazadas, y es el médico pediatra quien recibe al bebé.
A pesar de este intenso trabajo, no recibimos compensación alguna: ni un centavo, ni seguro, ni ninguna garantía por nuestro esfuerzo. Lo hacemos con la esperanza de que, tras tres o cuatro años de formación, superemos todas las pruebas y evaluaciones, y, al cabo de tres años en mi caso, o cuatro en otras especialidades, obtengamos finalmente el título de médicos especialistas, que es nuestro mayor anhelo como posgradistas.
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