Los quiteños vivieron una tarde de miedo este martes, con las órdenes de salida de la gente de oficinas y negocios tras una nueva ola de hechos de violencia en el país, que se desataron la noche de ayer. 

En una evacuación caótica y masiva la tarde de este martes en Quito, empleados de diversas entidades, tanto públicas como privadas, abandonaron precipitadamente sus lugares de trabajo. El éxodo colapsó las calles del norte de la ciudad, llegando al punto de paralizar vías importantes, como la Amazonas, América y 10 de Agosto.

En medio de estos embotellamientos, conductores de vehículos oficiales y particulares comenzaron a invadir los carriles exclusivos del Trolebús y Metrobús, intensificando el caos.

Este evento se desencadenó después de que grupos criminales tomaron las instalaciones de TC Televisión, en Guayaquil, y la respuesta oficial del Gobierno: reconocer un conflicto armado interno, declarar como terroristas a 22 bandas delictivas y ordenar a las FF.AA. que las neutralicen.

En contraste a este masivo movimiento, casi no se veían agentes de tránsito, que no pudieron hacer nada ante la salida de vehículos con la restricción de circulación ‘pico y placa’. Cerca de las 16:00 y sin un previo anuncio de las autoridades de Tránsito, el concejal Wilson Merino publicó en su cuenta en X que suspenden los controles de esta restricción y recomendaba conducir con precaución.

Todo tipo de negocios y oficinas empezaron a quedar vacíos mientras la gente se apresuraba a retornar a sus hogares a ponerse a buen recaudo. Eso sí, mientras se movilizaban llamaban por teléfono o mensajeaban a sus seres queridos para preguntarles cómo están y, si en el transcurso de esta inusual jornada, tuvieron algún tipo de novedades. 

Carlos Gómez, ciudadano de unos 40 años de edad, por ejemplo, apresuraba su paso por la avenida Naciones Unidas para ir a retirar a su hija en el colegio 24 de Mayo. “Ya vimos que no estaba para nada garantizado el recorrido de retorno y empezamos a ponernos de acuerdo en el chat en que vamos a verles personalmente”, alcanzó a decir en medio del apuro.

Detrás de Gómez quedaba una gran cantidad de locales con las puertas cerradas. Y es que, a esa hora, en pleno inicio de la hora de congestionamiento esta zona habitualmente bulliciosa, lucía prácticamente vacía.

“Siempre salimos a las cinco, pero hoy nos mandaron pasadas las tres, pero nosotros salimos al último para coordinar lo que se va a hacer mañana y los otros todos días en todas nuestras sucursales en Quito”, comentaba Julia Vázquez, empleada de una cadena de electrodomésticos.

Vázquez y tres de sus compañeras ingresaron por uno de los dos accesos a la estación del Metro de Quito en el parque La Carolina, el cual permanecía con resguardo de 8 policías nacionales y 6 agentes metropolitanos.

Estos últimos respondían las inquietudes de la gente sobre el propio funcionamiento del Metro, diciendo que se mantenía el horario usual, hasta las 22:00. Con escasa gente ingresando, esta estación también lucía semivacía y los vagones del tren también llegaban con escasos usuarios.

El Metro y el Trolebús, en este contexto, no sufrieron una mayor afectación a su funcionamiento, cómo sí ocurrió con los “buses alimentadores” tanto al norte como al sur, que dejaron de trasladar pasajeros pasadas las 17:00.

“A esta hora nos va a tocar ver cómo llegamos, sea como sea”, comentaba el empleado privado Josué Salinas, al salir de la estación El Labrador. En las vías aledañas a esta estación, como la Amazonas y De La Prensa, casi no había buses, por lo que la gente optó por hacer pequeños grupos y “pagar a medias” taxis hasta Carcelén, El Condado u otros destinos del norte de Quito.

Al dejar atrás el hipercentro, la gente intentaba, no sólo ponerse a buen recaudo, sino dejar atrás una jornada tensa, que empezó con la falsa apariencia de un día cualquiera.

Preocupación desde la mañana

Ecuador Chequea verificó esta situación al recorrer diversas zonas de la ciudad para recoger opiniones y testimonios sobre el momento actual que atraviesa la sociedad. El principal tema que dominaba las conversaciones en las primeras horas del día era la explosión de un artefacto en uno de los puentes peatonales sobre la autopista General Rumiñahui, de conexión del centro de Quito con el valle de los Chillos y la ciudad vecina de Rumiñahui.

Aunque el incidente ocurrió la noche anterior, aproximadamente a las 09:00, el personal de la Prefectura de Pichincha continuaba retirando los restos del techo que se desprendieron y cayeron sobre la vía.

La magnitud de la explosión quedaba evidenciada en los hierros retorcidos de los pasamanos. A pesar de ello, la estructura pesada permaneció intacta, aunque con un hueco en el piso.

Afortunadamente, los restos del techo —compuesto de un material plástico ultraligero— que volaron por los aires, no afectaron a los vehículos que transitaban por esta vía, con más de 100 mil carros al día. Las autoridades tampoco reportaron daños a personas.

En el barrio Bolívar Rodríguez, en el sector de Monjas y cercano al puente peatonal, la comunidad manifestó su inquietud ante la creciente inseguridad. Cuatro vecinos consultados demandaron una mayor presencia policial en las calles.

Los operadores de más de 100 autobuses en esta autopista no sólo repudiaron este nuevo episodio de violencia, sino que instaron a las autoridades, especialmente a la Policía y a los municipios de Quito y Rumiñahui, a implementar medidas efectivas.

En este contexto, señalaron que los líderes de las siete compañías y cooperativas de transporte que cubren las rutas entre Quito y Rumiñahui han mantenido varias reuniones con autoridades de la Policía Nacional, explicándoles la urgencia de establecer estrategias renovadas para prevenir asaltos. Sin embargo, agregaron, hasta el momento, no se han definido nuevas medidas.

El sector económico

No era una preocupación aislada, pues de los traslados de la gente a sus lugares de actividades cotidiana depende en gran medida el propio funcionamiento de la ciudad. Y eso lo sabe muy bien el Buró del Centro Histórico de Quito, que reportó una reactivación de sus actividades turísticas y comerciales como consecuencia del inicio de operaciones del Metro.

El presidente de este gremio empresarial, Joffre Benítez, manifestó que el Metro representa, precisamente, una oportunidad para reimpulsar el turismo de Quito, que puede resultar afectada por la nueva ola de inseguridad que enfrenta el país. En este sentido, dijo, que el toque de queda o prohibición de movilidad entre las 23:00 y las 05:00, afectará el desarrollo de una agenda turística nocturna que intentan impulsar los empresarios de la zona.

Benítez dijo que se debe establecer un plan con medidas concretas para repoblar el centro histórico que, desde hace una década, aproximadamente, sigue quedándose sin habitantes. “La mejor medida de seguridad, viable y permanente, es la vida en los barrios. Esa es la mejor seguridad que puede tener el centro histórico, que ahora tiene actividad en la mañana y en la tarde, pero queda vacío a partir de las 18:30”, acotó.

Similar criterio al de Echeverría expresaron otros siete propietarios y responsables de restaurantes, cafeterías y heladería del centro, que declararon que se vieron desbordados con la gran cantidad de gente que empezó a llegar al centro histórico en el Metro.

“Empieza a reactivarse el centro, pero con la mala coincidencia de esta nueva ola de inseguridad. No puede ser posible que la delincuencia nos arruine esta oportunidad. Esto es el colmo, las autoridades deben hacer algo, pero ya”, manifestó una de las responsables de una heladería ubicada a pocos metros de la estación San Francisco.

El temor de los propietarios y administradores de negocios se vio corroborado en horas de la tarde cuando tanquetas militares empezaron a recorrer las principales calles del centro histórico con el único propósito de aplacar las alertas que empezaron a circular de manera insistente en medios sociales de posibles hechos de vandalismo en esta zona.

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