POR: Hugo Constante, para Ecuador Chequea y La Barra Espaciadora
Las escenas en la zona afectada no paran. Las labores de limpieza y de rescate durarán entre cuatro y cinco días, mientras las cifras fatales siguen subiendo.
Hay dolor, hay muerte y destrucción. Eso es lo que viven los moradores de La Gasca, Pambachupa y La Comuna, en el norte de Quito, tras el aluvión que arremetió contra ellos la tarde y la noche del lunes y que hasta la tarde hoy había dejado 24 muertos, 48 heridos y 12 desaparecidos.
Caminar por la mañana en las calles de estos barrios, sobre todo La Comuna, era encontrar a cada paso a gente que preguntaba por sus familiares desaparecidos, a vecinos que recibían la fatídica noticia de que el cadáver de algún pariente estaba en la morgue y que le estaban haciendo la autopsia.
A personas que pedían apoyo para salir de sus casas, o que sacaban escombros de sus patios. Todo en medio de una incertidumbre: qué pasará si vuelve a llover, o cuándo podrán arreglar sus casas, o por lo menos cuándo podrán caminar por las calles estrechas de su barrio sin correr el riesgo de quedar atrapados en el lodo.
Fue tal la potencia del aluvión, que los escombros que bajaron desde la avenida Occidental llegaron hasta la 10 de Agosto, lo que obligó a suspender el tráfico vehicular entre la Colón y la Patria.
Devastación
El aluvión arrasó lo que encontró: postes de luz, semáforos, automóviles, árboles, cerramientos, casas, canchas.
La primera evidencia del desastre estaba en la esquina de las avenidas La Gasca y América: un árbol arrancado de raíz y tapado por escombros y lodo bloqueaba toda posibilidad de dirigirse a la plazoleta Indoamérica.
Por La Gasca seguían bajando escombros y el lodo no sólo afectaba a la calzada, también cubría las aceras y se metía en las viviendas.
Los moradores, en un esfuerzo conjunto, trataban de limpiar el área con apoyo de policías, militares, personal del Municipio, de la Prefectura y otras entidades de apoyo.
No sólo la calle principal resultó afectada, también las transversales. El fango se expandió. En la calle Carvajal, una niña de 8 años caminaba asustada, desorientada, sola.
Vive en el sur de la ciudad y se dirigía a clases en una escuela fiscal de la zona, pero que no sabía que se habían suspendido.
Entre sollozos, contó que no sabía cómo regresar, que generalmente toma el bus en la esquina, pero ahora no hay buses y no sabía qué hacer. Unos policías prometieron hacerse cargo de ella y llevarla a casa.
Mientras más cerca estaba la Occidental se escuchaban más historias. Una señora, desde un segundo piso, pedía ayuda para abrir la puerta y poder salir del local en el que había pasado desde que se desató el aluvión. “Estoy bien, pero estoy atrapada, que venga maquinaria para retirar los escombros”.
Y se revivían los momentos duros que pasaron ante la arremetida de la naturaleza. Aurora Morales relató su historia mientras limpiaba el patio de su casa: “Vimos cómo bajaba toda la torrentada y se llevó a una chica; no la pudimos salvar. Ella gritaba que le pasaran una soga; no sabemos si está viva o muerta. Le gritamos que se agarrara de los árboles, pero no pudo”.
Terror
Si la situación en La Gasca era complicada, una cuadra más al norte, en el parque de Pambachupa, era peor. Es el sitio en donde los vecinos encontraron varios muertos.
Es que ahí el aluvión acabó con los autos, los arrastró desde la calzada hasta el parque, los viró, no dejó nada por recuperar.
Una camioneta destrozada, un patrullero impactado contra las mallas que servían de cerramiento al parque y otro patrullero clavado en la UPC de la zona y que sirvió de barrera para que el el vehículo no continuara ese trayecto mortal es lo que se evidenció en la zona. Bomberos, rescatistas, personal del GOE, militares, todos ponían sus cuerpos para sacar a los vehículos del lodazal.
Una cuadra más arriba, los miembros del GOE iban de casa en casa verificando si alguna familia necesitaba ser rescatada. Una difícil labor para los rescatistas, que tenían que luchar contra el fango que cubría casi hasta las rodillas en algunos trayectos. “Estamos colaborando con las personas en sus domicilios, ayudándoles (a salir) por el tema de los escombros”, dijo el Teniente coronel Bryan Ramos, del GOE.
En la Núñez de Bonilla y Francisco Lizarazu era evidente ahí se vivió el primer y mayor impacto del aluvión. En la zona rescataron al menos seis cuerpos de diferentes casas.
Un conjunto residencial con los cimientos al aire y sin cerramiento, una casa de la que apenas quedó una pared en pie son evidencias de la tragedia. Los vecinos de las casas aledañas pugnaban por ingresar para rescatar algunos enseres o para saber si ahí estaban los seres queridos que les faltaban.
Era imposible pasar, ya que con los trabajos de remoción se reactivaba peligrosamente la torrentada represada.
El mayor Henry Silva, del Cuerpo de Bomberos de Quito, manifestó que de entre los escombros sacaron a heridos y fallecidos y que los trabajos de remediación tomarán unos cuatro o cinco días.
Agregó que el aluvión se generó arriba del Teleférico, que se armó una represa por el agua lluvia, se taponó y se desprendió llegando a la cancha de voley, donde estaban jugando algunos moradores, que quedaron atrapados.
“Esas mismas personas son las que cayeron a este sector y se quedaron (atrapadas) en la estructura de la vivienda, mientras otros rodaban por la calle”, relató el oficial.
En efecto, de la cancha de voley sólo quedó el graderío, y la cubierta colapsaron. Mientras los moradores trataban de limpiar la zona, a la vuelta del sector, una familia se acercó desesperada a un oficial del GOE para que les ayudara, le contaban que no localizaban a un pariente y que no sabían a quién acudir. Le dieron el nombre del desaparecido.
Conmovido, el oficial llamó por teléfono a una persona que llevaba el registro de los fallecidos, le dio el nombre y desde el otro lado le contestaron en alta voz: “Está registrado en el listado, está en la morgue, le están haciendo la autopsia en estos momentos. La familia tiene que ir a retirar el cadáver en un par de horas”. Toda la familia estalló en llanto.
La tarde cayó en la zona, aún entre labores de limpieza, el temor de nuevas lluvia y el recuerdo de una normalidad que esperaban que regresara pronto.
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