Desde que el proceso de vacunación contra la COVID-19 inició en Ecuador y en todo el mundo, han surgido una serie de contenidos desinformativos sobre las vacunas, sus efectos y contraindicaciones, como que estas cambian el material genético, causan autismo o incluso que generan las nuevas variantes del virus.
Para aclarar estas dudas, el médico general Jonathan Párraga indica que, ahora con la vacuna, el sistema inmunitario sabe cómo actuar ante el virus. Además, señala que cada tipo de vacuna (ARNm, vector viral, virus inactivo) genera una inmunidad diferente.
Respecto a los casos positivos de COVID-19 posteriores a la vacunación, Párraga explica que este contagio no se da debido a la vacuna. “Eso no significa que la vacuna no funcionó o indujo el COVID-19, significa que la persona ya tuvo el virus antes de la vacunación […]”, afirma el especialista..
Por otra parte, la patóloga Fanny Salazar menciona que a diferencia de las vacunas que se basan en virus atenuados (gripe, sarampión) y que pueden tardar hasta más de 10 años en hacerse, la vacuna para la COVID-19 se basa en el ARN mensajero (ARNm) del virus y, por lo mismo, fue desarrollada más rápido. Salazar destaca que, en la actualidad, el reto es completar la vacunación en todo el país.
¿Qué efectos secundarios producen las vacunas?
Bethsabé Ávila es ecuatoriana y tiene 21 años. Ella fue vacunada en Estados Unidos con dos dosis de Pfizer. “Con la primera dosis tuve dolor en el brazo al punto de no poder levantarlo, después un poco de dolor de cabeza con la segunda dosis pero nada más. Me dio un poco de miedo con la segunda dosis porque a mi alrededor había gente que le dio fiebre, dolor de cabeza y hasta diarrea”, comentó Ávila. Los doctores le explicaron que debe seguir con los protocolos de bioseguridad porque aún puede contagiarse, la vacuna no posee 100% de efectividad para repeler el virus.
Al igual que Ávila, Martha Romo y Fernanda Borja, madre e hija, recibieron la vacuna de Pfizer. Ellas tienen 60 y 40 años respectivamente. El único efecto secundario que tuvieron fue dolor intenso en la zona inyectada. Ambas siguen los mismos protocolos de bioseguridad que tenían antes de recibir la vacuna ya que se les informó que no hay garantía de que no vuelvan a contagiarse o de no transmitir el virus.
Ana Sandoval sufre de hipertensión, pertenece al grupo vulnerable, tiene 65 años y durante marzo recibió la primera dosis en uno de los centros de salud del sur de Quito. Tuvo temperatura, dolor en el brazo y en los hombros durante dos días. Ana comenta que en el centro de salud le reiteraron, después de vacunarse, la importancia de continuar con las normas de bioseguridad. “No crean que porque estamos vacunados, estamos libres. Después de la segunda vacuna tenemos que esperar 15 días […] para estar protegidos”.
Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (Agencia federal de EE.UU), en el caso de la vacuna para la COVID-19, los efectos secundarios más comunes son dolor, enrojecimiento o hinchazón en el brazo inyectado y náuseas, temperatura y dolor muscular en el resto del cuerpo. El médico general Jonathan Párraga hace énfasis en que, una vez aplicada la vacuna, existe un tiempo para que el cuerpo reaccione y el sistema inmunológico cree una memoria.
La vacuna, al igual que el virus, son agentes extraños para el organismo humano y es por eso que produce anticuerpos. Cada cuerpo es distinto y las reacciones van a variar, explica el médico general Patricio Benalcazar. «La enfermedad es muchísimo peor que la inmensa mayoría de efectos secundarios de la vacuna. Las vacunas salvan vidas con un alto grado de protección”, agrega.
Este reportaje fue realizado por Marines de la Torre y Andrés Mediavilla, estudiantes de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito