Han pasado ocho días del derrame de petróleo en Esmeraldas y los ríos continúan de color negro. Y las huellas están por todo lado: “El agua está negra, el olor es insoportable y no hay un solo pez”, es uno de los testimonios. ¿Qué se está haciendo en la zona?
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Ha pasado más de una semana —ocho días, específicamente— desde que un desastre ecológico golpeó a Esmeraldas. Un derrame de petróleo tiñó los ríos de negro, incluyendo el río Esmeraldas y otros afluentes; matando todo a su paso. Ha pasado una semana desde que la mancha negra empezó a expandirse y, desde entonces, no ha parado, aunque sus vestigios y rastros se han reducido en los últimos días, tras los trabajos de limpieza que realiza Petroecuador.
El pasado 13 de marzo, presuntamente un movimiento en masa causó la rotura de un tramo del oleoducto SOTE. Un hecho que, por más de dos horas, según autoridades locales, llevó a que el crudo se regara y desparramara por todos los rincones cercanos a El Vergel, en la provincia ‘Verde’. Tiempo en el que se derramó el petróleo suficiente para que el pesado líquido cayera sobre los ríos que alimentan el afluente que lleva el nombre de la provincia.
Han sido 80 kilómetros los afectados por el recorrido del petróleo, que videos difundidos en redes sociales y en medios de comunicación mostraron cómo se apoderaron del paisaje verde y café. El derrame afectó gravemente a los cantones Quinindé, Esmeraldas, Atacames y Río Verde. Según el alcalde de Esmeraldas, Vicko Villacís, aproximadamente 500.000 personas se vieron afectadas, principalmente debido a la interrupción del suministro de agua potable. La contaminación de los ríos Viche, Caple y Esmeraldas obligó a suspender el servicio de agua en varias localidades, dejando a miles sin acceso al recurso hídrico.
Además, la pesca artesanal se detuvo por completo debido a la contaminación del mar y los ríos. Cerca de 100 embarcaciones permanecen inactivas, afectando la economía de las familias que dependen de la pesca. Los pescadores artesanales enfrentan pérdidas significativas, especialmente en la temporada de pesca del dorado, lo que agrava su situación económica.
El Gobierno declaró el estado de emergencia en Esmeraldas para movilizar recursos destinados a la limpieza y remediación ambiental. Se implementaron barreras de contención y se desplegaron equipos para la recuperación del crudo derramado. Hasta el 19 de marzo, Petroecuador informó haber recuperado cerca de 14.000 barriles de una mezcla de petróleo y agua.
En esta crisis, las Fuerzas Armadas también enviaron unidades navales con 616.000 galones de agua para abastecer a las comunidades afectadas. Además, se coordinaron esfuerzos con organizaciones no gubernamentales y voluntarios especializados para iniciar la limpieza de los manglares afectados.
A una semana del derrame, la situación sigue siendo crítica. Aunque se han realizado esfuerzos para mitigar el impacto, la recuperación total de las actividades económicas y la restauración del medio ambiente podrían tomar más de 10 años, según estudios realizados por al NOAA acerca del impacto de derrames en zonas de manglar. Asimismo, la población afectada continúa enfrentando desafíos.
Efectos en la salud de los habitantes
Y es que el petróleo no sólo se deslizó por el río. También se filtró en el aire y en los cuerpos de quienes viven a orillas de los afluentes contaminados. En la comunidad de Chucaple, por ejemplo, el aire huele a químicos desde hace días. “Tengo la voz un poco afónica, esto se debe a la infección por el petróleo que está en el aire y que contamina el ambiente”, cuenta Fabricio Valencia, presidente de la comunidad. La gente respira aire mezclado con hidrocarburos. Los niños tosen, los ancianos se quejan de dolores de cabeza, y la piel de muchos se irrita sólo con el contacto con el agua.
Ronald Montero, alcalde de Quinindé, reportó a medios de comunicación que más de 15.000 personas han presentado algún tipo de afectación por la exposición al crudo en ese cantón. El 75% muestra síntomas respiratorios; el 20%, afecciones dérmicas; y el 5%, problemas gastrointestinales.
A esto se suma la falta de infraestructura médica. Jorge Benítez, quien vive en la zona y además es representante de la Cámara de Turismo de Esmeraldas, hace un llamado urgente, preocupado por su población: “No hay ni un hospital del IESS y no se ha reabierto el Delfina Torres de Concha del centro. La ciudadanía va a ser afectada y no hay sitios médicos donde acudir”.
En total, son aproximadamente 80 kilómetros de ribera los que fueron contaminados. En muchos tramos aún hay residuos de crudo visibles. La situación médica de las comunidades que viven cerca del río Esmeraldas es crítica, y la atención estatal ha sido, según Benítez, desorganizada y limitada.
Efectos económicos
Pero los cantones afectados enfrentan también una crisis económica. La pesca artesanal, el comercio informal y el turismo local están paralizados. Guillermo Ruano, pescador artesanal de la provincia, no ha vuelto al río desde el 13 de marzo.
“El agua está negra, el olor es insoportable y no hay un solo pez. ¿Cómo vamos a llevar comida a la casa?”, dijo. Y es que según datos de la Municipalidad, más de 100 embarcaciones están detenidas, mientras la temporada de pesca del dorado se pierde por completo.
A esto se suma la afectación en la agricultura. Los cultivos de yuca, cacao y plátano han sido dañados por la contaminación en acequias y canales de riego. Así lo ha dicho Vicko Villacís, alcalde de Esmeraldas, a medios de comunicación. Además, la suspensión del servicio de agua potable ha impactado directamente en restaurantes, tiendas y hoteles.
Por otro lado, el impacto sobre el turismo es variado. Benítez revela que se ha reportado un aumento momentáneo de la ocupación hotelera, principalmente por la llegada de brigadas estatales: “Por ahí el consumo en los hoteles sube un poco, pero la contrapartida es que no todos los hoteles pueden surtir de líquido vital”. También señaló que algunos sectores de la playa, como Las Palmas, han sido parcialmente clausurados: “La gente trata de no ir. Esperamos que la remediación permita reactivar la playa”.
Además, explica que la infraestructura vial está comenzando a deteriorarse por el exceso de tráfico pesado que ha entrado en los últimos días, debido a los tanqueros que llegan desde Santo Domingo y el Oriente con agua potable: “La carretera está terriblemente afectada, no se mueve”.
Respuesta estatal y ¿sabotaje?
El Gobierno reaccionó declarando la emergencia en Esmeraldas. Petroecuador desplegó maquinaria, instaló barreras de contención y ha recuperado hasta el momento cerca de 14.000 barriles de una mezcla de agua y petróleo. Sin embargo, la respuesta fue calificada por habitantes y autoridades locales como lenta y desorganizada.
“La Alcaldía ha tenido una respuesta desorganizada, y el Gobierno ha tratado de suplir, pero siempre quedan debiendo”, expresa Benítez. También denuncia un manejo político de la distribución del agua potable: “Hay un poco de manejo político por parte de la Alcaldía y algunos actores que quieren usar esto”.
Pero lo que más ha generado debate fue la declaración de la ministra de Energía, Inés Manzano, quien afirmó que, según el Centro de Inteligencia Estratégica, el derrame fue producto de un sabotaje y no de un deslizamiento natural, como se pensaba inicialmente. La investigación está ahora en manos de la Fiscalía.
La comunidad, sin embargo, recuerda que esta no es la primera vez. “Hace un par de años hubo un derrame en la playa y no se ha mitigado. Ofrecieron 42 o 47 millones de dólares para los barrios del sur, y no ha pasado nada”, dice Benítez. La desconfianza en las promesas oficiales se ha acumulado con los años. “Aquí el punto no es si ha sido sabotaje, aquí el punto es que en Esmeraldas estamos sufriendo y nadie nos regresa a ver”.
Mientras tanto, el crudo sigue en las orillas. El agua sigue sin llegar a muchas casas. Los pescadores siguen sin poder trabajar. Y Esmeraldas, una vez más, enfrenta una tragedia ambiental sin certezas de reparación.
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