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La voz de las mujeres también se levanta desde la ciencia
marzo 7, 2024

En el país existe una Red de Mujeres Científicas, que agrupa alrededor de 400 investigadoras de distintas áreas como: matemática, biología, biotecnología, medicina, astronomía. Contamos la historia de cinco de ellas para conmemorar el Día de la Mujer. 

POR: Paola Simbaña Ramos

La lucha de las mujeres no sólo está en las calles el 8 de marzo. Su lucha está día a día, en distintos espacios: un laboratorio, un aula de clase, observando las estrellas a través de un telescopio o analizando muestras de semillas bajo el microscopio. Por eso, te contaremos historias de mujeres en la ciencia. 

La Organización de Naciones Unidas (ONU Mujeres) señala que “sólo el 30% de quienes investigan en todo el mundo son mujeres y sólo el 35% de los estudiantes de áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y/o matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son mujeres”.

Según estudios presentados por Unesco sobre mujeres en la ciencia, las mujeres en estas áreas de estudio tienen menos publicaciones, reciben menor remuneración por sus investigaciones y no progresan tanto como los hombres en sus carreras. La investigación establece que constantemente se les hace creer a las niñas que no son “suficientemente inteligentes” para dichas áreas y que son los hombres quienes tienen “una afinidad natural para desarrollarse” en éstas.

“A pesar de estos obstáculos, las mujeres y las niñas siguen siendo líderes en innovaciones en materia de investigación. Ellas han diseñado medicamentos que salvan vidas y han atravesado la barrera del sonido, han explorado el universo y han sentado las bases para comprender la estructura del ADN. Son modelos a seguir para las generaciones futuras”, recalca el organismo.

El futuro de las sociedades está marcado por el avance en la ciencia y tecnología, de acuerdo con ONU Mujeres. Sin embargo, es necesario cerrar la brecha en estas áreas, para lograr un desarrollo sostenible que sea útil para todas las personas.

Un informe del Banco Mundial asegura que las mujeres tienen menos de dos tercios de los derechos que tienen los hombres y que ningún país ofrece igualdad de oportunidades, ni siquiera las economías más ricas.

Según el documento, “las mujeres tienen el poder de dar un fuerte impulso a la tambaleante economía mundial”, dijo Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Grupo Banco Mundial. “Sin embargo, en todo el mundo, las leyes y prácticas discriminatorias les impiden trabajar o poner en marcha negocios en igualdad de condiciones con los hombres. Si se cerrara esta brecha, el Producto Interno Bruto mundial podría aumentar más del 20% —es decir, básicamente se duplicaría la tasa de crecimiento mundial en la próxima década—, pero las reformas en esta área se han desacelerado de manera notoria”, afirmó.

El Centro de Investigaciones para el Desarrollo Internacional recalca que quienes trabajan en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas tienen un rol fundamental en la búsqueda de soluciones creativas y sostenibles para los complejos problemas que enfrenta el mundo. “Sin los aportes de las mujeres científicas y sus perspectivas únicas, las oportunidades científicas seguirán siendo limitadas, al igual que las capacidades colectivas para hacer frente a desafíos que van desde enfermedades hasta la inseguridad alimentaria, pasando por el cambio climático”.

Por ello, es importante recalcar que la brecha de género en ciencia, tecnología e innovación puede provocar la pérdida de talento, falta de aprovechamientos de nuevos descubrimientos y soluciones sesgadas, indica ONU Mujeres.

Distintas mujeres han marcado la historia del mundo por sus conocimientos científicos, como: Katherine Johnson, una matemática y científica de la NASA cuyos cálculos han sido importantes para la exploración espacial de Estados Unidos; Marie Curie, una física y química de investigación sobre radioactividad; Marcia Barbosa, física brasileña conocida por su investigación sobre las estructuras complejas de la molécula de agua; o Katalin Karikó, que en 2023 ganó el premio Nobel de medicina por sus descubrimientos sobre cómo actúa el ARNm en el sistema inmune para el desarrollo de las vacunas.

Pero, Ecuador no se ha quedado atrás y, aunque, la ciencia también ha tenido barreras, existe la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas (REMCI), un espacio que se originó desde la necesidad de visibilizar a las mujeres en ciencia, según señala Claudia Segovia, la coordinadora nacional. Esta Red nació en 2016, a través de una conversación en redes sociales y en 2017, se registró como asociada a la Red de Universidades y Escuelas Politécnicas (REDU). En 2020, se registró en la Senescyt como una red de investigación científica.

Está conformada por más de 400 científicas en Ecuador, tienen 42 nodos o núcleos en las universidades y tienen una coordinación nacional con 8 científicas. Segovia dice, emocionada: “A lo largo de este proceso nos convertimos en divulgadoras científicas”. 

Científicas ecuatorianas en acción y su desafíos

‘Las mujeres le damos otra perspectiva a la ciencia’

Claudia Segovia es docente de las Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE) en la carrera de Biotecnología y colabora con algunas investigaciones que se centran en los ecosistemas altoandinos, como páramos. Durante más de 15 años trabajó con los bosques de polylepis o de árboles de papel. Tiene maestría y doctorado sobre estas especies de bosques.

Y hace aproximadamente cinco años inició un proyecto sobre semillas de plantas de páramo para crear un banco de semillas andinas, porque, dentro del cambio climático, el ecosistema altoandino, que está sobre los 3.000 metros de altura, estará entre los más afectados. Y, ahora, junto con Inabio, está creando el banco nacional genético. 

“Hacer ciencia es una carrera supermotivante, superfascinante, porque todo el tiempo estás descubriendo, aprendiendo y siempre la naturaleza te sorprende. Desde mi perspectiva es emocionante, por el trabajo de campo y el laboratorio”, dice y sonríe. 

Aunque —agrega— la ciencia no ha tomado en cuenta la maternidad ni la paternidad. Segovia se dio cuenta de estos retos mientras estudiaba su maestría, pero que se hizo más fuerte cuando avanzaba en su PhD. “Hay áreas —dice— que son sumamente masculinizadas, como la astronomía, física o matemática. Yo estoy en un área, que es la biología y la botánica, en la que hay más mujeres”.  

Segovia señala que, a lo largo de la historia, hay investigaciones que hablan del ‘efecto Matilde’, que tiene ese nombre por una científica activista por los derechos de la mujer. Este efecto implica el proceso sistemático de invisibilización de los logros en la ciencia, y sigue pasando. 

“Las mujeres le damos una perspectiva diferente a la ciencia, porque la perspectiva de ciencia de una mujer es mucho más inclusiva que la de un hombre. (…) La mujer se preocupa un poco más, no sólo en el aspecto de rigor científico, sino también del ambiente en sí de la información. Ese impacto nos permite contestar preguntas más complejas”. 

La única mujer astrónoma del país

Para llegar a ser astrónoma hay que estudiar física cuántica,  física de plasma, física mecánica, electrónica y matemáticas. Sin embargo, para realizar el trabajo de campo, es necesario trabajar toda la noche, pues las observaciones son nocturnas y requieren telescopios ópticos o radiotelescopios. 

Así eran los estudios de Marcela Morillo, quien ahora es directora de alianzas estratégicas de la Universidad Técnica de Cotopaxi. Hasta el momento, es la única astrónoma de Ecuador. 

“En Ecuador no tenemos cultura astronómica para generar esos espacios y ha sido un poco complejo por el hecho de ser mujer. Piensan que una mujer no puede trabajar en eso. Al estar en reuniones de físicos, matemáticos, de ciencias exactas y verme de mujer, se ponen a conversar de otras cosas que no tienen que ver con ciencia. Y cuando me toca exponer se dan cuenta de que estamos al mismo nivel”, dice Morillo.

Apunta que hay muy pocas mujeres en la Física, pero “astrónomas no hay” y no ha podido coincidir con otra astrónoma ecuatoriana. Registrar su título en el país fue complejo porque no conocían de esa carrera y fue un proceso de casi dos años para validar sus estudios.

‘Las mujeres no nos centramos en un solo punto’

Para realizar ciertos experimentos, es necesario llevar un tiempo cronometrado, pues se hacen análisis con máquinas en la investigación. Se ingresan las muestras a cada máquina, mientras la científica sigue escribiendo y leyendo, aunque su día termina a las 2 de la mañana, pues, aunque vive en España, dicta clases en una universidad del país.  

Este es el día a día de Katherine Simbaña Rivera, médica y biomédica molecular, PhD en investigación clínica e investigadora asociada del Centro de Investigación para la salud en América Latina de la PUCE. Empezó en ciencia en 2012, desde que estaba en segundo año de medicina. 

Sin embargo, pese a los alcances de Simbaña, los obstáculos no faltaron: cuando tenía 20 años se enfrentó a un profesor que les decía que la investigación era para hombres, no para mujeres. Esto la impactó. Y señala que, afortunadamente, tuvo a otras autoridades de la universidad que las apoyaron. “Sí, hay esas barreras que uno piensa que no existen, pero sí, aún existen”. 

“Lo bueno que tenemos, como mujeres, es que no nos centramos en un solo punto, sino que vemos las diferentes aristas del mismo problema. Entonces, tratamos de buscar las diferentes posibilidades de algo en específico. Eso creo que nos da un plus porque nos permite, sobre todo, formas más efectivas de resolver los problemas”, dice.

‘Las mujeres tienen la capacidad de llegar hasta el límite, que es el universo’

Durante quince días, Paola Santacruz se levanta muy temprano en la estación científica Yasuní, para hacer un muestreo de los insectos y plantas con las que trabaja. Luego de recabar estas muestras son llevadas al laboratorio para su análisis. Hoy en día, está en el proceso final de la investigación y elabora los artículos para publicación. “Estar en la selva es duro, pero la retribución del conocimiento y del lugar es mágica, el Yasuní es un sitio mágico”, afirma.

Santacruz es candidata doctoral de la Universidad de Montpellier, con apoyo de la PUCE y del Instituto de Ciencias de la Investigación (IRD). Su trayectoria se ha basado en la investigación con el mundo de los insectos, es decir, con la entomología, y cuenta con una maestría en agroecología. Este estudio lo realizó de manera conjunta, mientras se desempeñaba en el Museo Interactivo de Ciencia. Uno de sus lugares favoritos y donde realizó sus investigaciones es el Parque Nacional Yasuní. 

Recuerda que la primera vez que estuvo en su trabajo de campo, la mayoría de personas que trabajaban ahí eran hombres, y le preguntaban si estaba casada o si tenía hijos para permanecer tanto tiempo fuera de casa. Esas preguntas, agrega, no se las harían a un hombre.

“Cuando ven el trabajo que uno realiza, necesitan que lo validemos, lo que no sucede con un hombre. Después de eso es como que nos respetan. Es ese tipo de machismo con el que uno se enfrenta en algunos lugares, pero, sobre todo, en el trabajo de campo. Sin embargo, con los años, he visto con alegría que hemos dado pasos y, aunque falta mucho por hacer, en varias áreas de la academia se han ido rompiendo ciertos paradigmas del trabajo de la mujer en la ciencia”, dice. 

La investigadora cuenta sobre un libro que suele leer con su hija, que relata la historia de una de las primeras científicas en estudiar tiburones, a quien un profesor le decía que las mujeres no son los suficientemente listas para estudiar ciencia ni lo suficientemente valientes para ir a la profundidad de un océano. Pero ella demostró que las mujeres tienen esa capacidad y “más como para alcanzar la profundidad del océano y llegar hasta el límite, que es el universo”.

“No existen barreras, la única barrera se la tiene en la mente y eres la única que puede romperla. No sólo tenemos que empoderar a las niñas, sino a los niños y niñas, para que construyan una sociedad justa y equitativa para juntos romper la brecha”. 

‘Los caminos de las que están antes de nosotras nos abren paso’

María Nela Pastuizaca, subdecana de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Espol, empezó estudiando Ingeniería en Telecomunicaciones, pero siempre le gustó enseñar matemáticas, se dedica a la estadística. 

“En ámbitos como las matemáticas, siempre ha sido reducido. Creo que desde pequeñitas nos han enseñado que las matemáticas no son para las niñas y eso es muy difícil”, detalla. Y afirma que, a veces, suele ocurrir que a las niñas las impulsan a estudiar, pero no áreas que estén vinculadas a las matemáticas.

La experta recalca que es importante ver “los caminos de las (mujeres) que están antes de nosotras y que nos abren paso”. Pastuizaca recuerda los desafíos que ha enfrentado al ser una mujer de ciencia y señala que en una clase, un profesor contestaba a sus compañeras de forma grosera y con doble sentido. “Yo creo que las mujeres completamos una mirada que no había”, dice con un tono sereno, al responder sobre cuál es el aporte de las mujeres en la ciencia. Además, manifiesta que es importante que se visibilice esa participación y en la divulgación de la ciencia.  

Las Naciones Unidas indican que, pese a que los ámbitos de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas se consideran fundamentales para las economías de cada país, hasta ahora la mayoría de las naciones no ha logrado la igualdad de género en este sector. 

Para intentar disminuir los desafíos de las mujeres en la ciencia, la Organización para las Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD, por sus siglas en inglés) apoya a las mujeres para que ingresen y avancen en las científicas a través de financiamiento de investigaciones y capacitaciones. 

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