En 2023, se registraron 826.615 atenciones a migrantes en el sistema de salud de Ecuador; en lo que va de 2024, van 329.017 atenciones. El Estado debe mejorar su cobertura en salud mental y hacer más campañas para que el sistema sea más inclusivo.
Ha pasado ya más de un año desde que Ximena Montero, de 48 años, se fracturó el tobillo y tuvo que ingresar de urgencia en un hospital. Una caída rumbo a su casa le causó la fractura, aunque en primer lugar no pensó que sería nada grave.
Ella es venezolana y trabajaba en un lugar de estética en ese entonces. Al sufrir el accidente hizo como si nada y continuó su camino a casa, aunque con un poco de molestia. Al siguiente día, en el trabajo, no podía asentar su tobillo. Le mandaron a la casa, pensando que esto ayudaría, pero no; el dolor empeoró, al punto en el que ya no lo soportaba y tomó la decisión de ir a hacerse atender.
“Fui a dos centros de salud y no me quisieron atender. En el primero porque no tenían los equipos y en el segundo me pidieron papeles, que yo para ese entonces no tenía”, dice.
Sin embargo, su búsqueda no quedó ahí. En uno de estos espacios le habían recomendado ir al Hospital Pablo Arturo Suárez, en Quito, donde terminó acudiendo para pedir ayuda. Allí le ingresaron y, a la semana de estar internada, tuvo una operación para colocarle una placa, pues la fractura había sido más grave de lo que ella sentía.
“Después de dos semanas salí del hospital y tuve que volver por dos meses más para hacer rehabilitación. Hace menos de un mes me hicieron regresar para sacarme las piezas del tobillo y hoy otra vez estoy en rehabilitación. Pero en ese hospital sí me ayudaron mucho”, cuenta al destacar que en otros espacios ha sido víctima de discriminación al momento de recibir atención: “a veces nos ven con mala cara y no nos atienden rápido, otras veces me ha pasado y le ha pasado a otros conocidos que ponen excusas para no atendernos”.
Ella es una de las migrantes que ha tenido que pasar por el sistema de salud ecuatoriano desde que llegaron al país. Y a pesar de que su historia tiene matices, no todas las personas que llegan desde otras naciones logran ser atendidos o entrar en el sistema.
Este es el caso de Julia Flores, de 26 años, quien tiene una pequeña de tres años, a quien tiene que llevar a todas sus actividades diarias, “porque el dinero no alcanza para una guardería y tampoco hay quien la cuide”. Ella vivió una fuerte gripe hace más de seis meses, “al punto que no podía caminar por más de dos cuadras por las molestias al respirar”; todo junto con su hija, quien también enfermó.
Ella buscó ir a un centro de salud, donde no le atendieron y le dijeron que no tenían medicinas. En este episodio, habló con algunas de sus conocidas, también migrantes, quienes le recomendaron tomar pastillas que ellas tenían y eran para la gripe. Y tras agotar sus recursos y sin poder pagar un médico privado, optó por tomar estos medicamentos, sin receta, e intentar dosificarlos a su hija. “Así y con descanso nos terminamos curando, pero no logramos que nos atiendan en la salud pública”.
Este se ha convertido en un panorama cada vez más común en el país con la llegada de migrantes que buscan quedarse en el país o que toman a Ecuador como un país de tránsito para su propio destino. Aunque estos últimos, según Johanna Montalvo, quien es experta en salud y trabaja directamente con migrantes, son los más afectados.
“Los migrantes en condición de tránsito generalmente no acceden a los servicios que brinda el país, sea por falta de información, porque no lo buscan o también hay casos de fallas en el sistema de salud”, dice. Y es que este grupo poblacional, en relación a su salud, son considerados también vulnerables.
Salud y migración
Montalvo asegura que hay varias barreras que se interponen al momento en el que un migrante necesita o busca acceder al sistema de salud. Estas se ven enfocadas de la siguiente manera:
“Tenemos barreras de disponibilidad, en la información que tienen los migrantes y las personas que realizan las atenciones, en los dos niveles hay falencias en Ecuador; tanto en difusión de información como en facilidad de acceso. Tenemos también problemas de accesibilidad, que derivan en problemas administrativos, sobre todo en el papeleo o gestión documental que se ponen como barrera al momento en el que alguien busca ser atendido. Luego está la aceptabilidad, que viene de la relación médico paciente. En muchas oportunidades hay hasta diferencias culturales que hacen que existan este tipo de barreras; a esto se suma la falta de capacitación de los profesionales de la salud. Y, por último, está también una barrera que se enfoca en la falta de continuidad y calidad del sistema de salud, al momento de hacer seguimientos o salud preventiva”, dice.
Para ella, estas son las principales barreras a las que tienen que enfrentarse los migrantes al momento de necesitar atención médica en el país. Sin embargo, aclara que estas no deberían existir, debido a que Ecuador reconoce el acceso a la salud universal y este aplica “en todos los casos”.
“Entiendo que desde el Ministerio se han hecho esfuerzos para asegurar que las personas en migración accedan a la salud. Por ejemplo, el país tiene habilitada una línea telefónica, la 171, que abre la puerta a los migrantes para que puedan llamar y recibir información acerca de los servicios de salud a los que pueden acceder y a qué centros de salud acercarse”, dice. El problema es que este contacto no se encuentra bien difundido con la población migrante y, por otro lado, no todos tienen acceso a una línea telefónica.
La experta detalla que para los migrantes es elemental el acceso a la salud, pues la vulneración, premeditada o no, de este derecho es común en estas poblaciones. “Si bien el proceso migratorio puede aportar frutos positivos, globalmente supone un balance netamente negativo, pues su proceso comporta numerosas heridas físicas, psicológicas y morales”.
Además, la salud de migrantes puede deteriorarse como producto de los propios procesos migratorios. “Y no sólo hablamos de salud física, sino también de salud mental; que es esencial”. A esto se suman también las condiciones laborales, que pueden incluir: exceso de horas de trabajo, ambientes laborales críticos, cambios en la alimentación y otros problemas derivados de las condiciones de pobreza, que son elementos que también influyen en el deterioro de la salud.
“La salud de migrantes es un fenómeno de gran importancia que reclama la atención, no sólo de médicos y psicológos, sino también de expertos en derecho, economistas, políticos, sociólogos y antropólogos”, dice.
Cobertura de salud
A pesar de las falencias que mantiene en el país en atención a migrantes, ellos llegan todos los días a estos espacios en búsqueda de atención. Según datos del Ministerio de Salud, en 2023 se registraron 826.615 atenciones a migrantes en el sistema de salud ecuatoriano, de las cuales 452.937 fueron a venezolanos, siendo la nacionalidad que más atenciones registra en el sistema. Esto, además, representa el 54,79% del total de atenciones a migrantes.
De estas, en el año pasado, la mayor parte de atenciones se registraron en Pichincha, donde se reportaron 135.747; seguida de Guayas, Azuay y Los Ríos.
Asimismo, en lo que va de 2024 se han registrado 329.017 atenciones a migrantes. De este total, 172.038 son venezolanos; lo que representa 52,28%.
De este modo, se puede ver cómo los migrantes venezolanos son los que más atenciones han recibido en el sistema de salud; lo que a opinión de Montalvo, no implica que sean los mejor recibidos, sino que son los que más necesitan del acceso a este sistema.
“Y, obviamente, hay una brecha de migrantes venezolanos que no han podido acceder al sistema, pero ese es un dato que no se tiene porque ni siquiera sabemos claramente cuántos migrantes hay en el país y cuántos han necesitado atención médica”, dice.
Por esto, para la experta, es necesario tomar acciones que permitan reducir esta brecha, aún sin calcular.
¿Cómo mejorar?
Para Montalvo, es necesario que Ecuador cuente con datos sobre la situación actual de la migración y los problemas de salud que se pueden presentar. “Es la única forma de generar política pública”.
Sin embargo, más a corto plazo, la experta asegura que es elemental que el Gobierno sepa difundir los programas, como la línea 171, para que los migrantes puedan tener acceso a servicios que están disponibles.
“También es importante que se generen más programas, en este caso, de apoyo a la salud mental; porque ese es un tema muy poco tratado con la población migrante”, dice.
Como opciones, cuenta que trabaja con fundaciones, con la iglesia y otras entidades que aportan para brindar servicio gratuitos de salud a migrantes, “una salud integral”. Por esto, asegura que es necesario que estas iniciativas se potencian y se mantengan.
Por otro lado, Sofía Cañadas, doctora en Salud Pública, asegura que también es elemental que los médicos en el país cuenten con capacitación e información constante sobre cómo tratar a estas poblaciones, para así evitar que existan actos de desciriminación o no atención.
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