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La literatura, una historia de migración
octubre 7, 2024

Grandes escritores han sido migrantes y la migración ha influenciado en gran medida a otros que buscan ser grandes escritores. Pero, ¿cómo el fenómeno migratorio influye con el arte de la escritura? Conozca los detalles:

A lo largo de la historia, la migración ha construido ciudades, sociedades y civilizaciones. El flujo de las personas, tanto dentro como fuera de sus  países, ha sido un fenómeno cotidiano en la historia de la humanidad. Y, por ende, todos los aspectos de la vida de quienes la conforman también se han visto influidos por este flujo constante; hasta la literatura. 

¿Qué sería de la literatura latinoamericana sin los fenómenos migratorios y sin la posibilidad de habitar espacios que, inicialmente, no son los propios? Quizá el mundo no habría conocido a Gabriel García Márquez, quien a sus 28 años migró hacia Europa, luego de haber publicado su primera obra, ‘La Hojarasca’. Allí pasó cuatro años. El mismo maestro pisó ciudades como Ginebra, Roma y París antes de publicar sus siguientes escritos: El Coronel no tiene quien le escriba y La mala hora; textos que no pudieron haber llegado sin el intercambio cultural y el conocimiento que llegó con sus movimientos. 

¿Qué sería de obras de García Márquez como Los funerales de Mamá Grande sin que el escritor haya vuelto a América en 1968? Cuando se decidió a vivir en Venezuela, un poco más cerca de su tierra natal, pero aún en condición de migrantes. Cuba, Nueva York, México, Barcelona y Cartagena fueron sus próximos destinos; los mismos que vieron nacer gran parte de su obra e, incluso, su obra más icónica: Cien años de soledad. Y el final de la vida del maestro tampoco se da en su país de origen. Es en México, donde su historia y su ingenio ven cerrar su último rayo de luz, haciendo honor a su condición de migrante, literato y periodista. 

Pero este no es el único ejemplo sobre cómo la migración y el fluir ha dado a la humanidad grandes obras y artistas en la literatura. ¿Qué sería de los poemas y la literatura de Julio Cortázar sin la migración? Un escritor argentino que terminó viviendo en Bélgica por sus padres y refugiado en Suiza en medio de la Segunda Guerra Mundial, por los mismos motivos. 

Europa, pero especialmente París, fue su casa por gran parte de su vida. Allí aprendió todo lo que necesitaba para enfrentarse a un entorno literario de vara alta, en el que autores como Jorge Luis Borges no sólo despuntaban, sino que también terminaron influyendo en su propia obra. Fue en condición de migrante en que nacen obras como Rayuela, la que le catapultó a la fama y a las estanterías que marcaron el ‘boom’ latinoamericano en literatura. A esta se sumaron otros textos y poemarios, que marcaban el sentimiento de la época y el desapego de la migración, una sin la cual el escritor no habría podido llegar a lo que fue. Pero su migración no fue sólo física, sino también idiomática. Al ser traductor y haber pasado los textos de Edgar Allan Poe del inglés al español, Cortázar también agradeció parte de su influencia literaria a este autor. 

¿Qué sería hoy por hoy de las obras de Isabel Allende sin Caracas, un espacio no tan lejano de su lugar de origen, Chile, pero tan extraño para ella como si del otro lado del mundo se tratase? En este caso, la escritora tuvo que exiliarse de su país tras el golpe militar perpetrado por Augusto Pinochet, que además terminó en la muerte de su tío, Salvador Allende; lo que la obligó a viajar a Venezuela, donde empezó su obra. 

Allí publicó La Casa de los Espíritus, obra que posteriormente se la colocó muy cercana al realismo mágico emprendido por García Márquez y que se convirtió en una de las grandes exponentes de la literatura latinoamericana. Esto, debido a su acercamiento al golpe militar y a la sensación del exilio de ser migrante que plasmó en el texto; objetivo logrado con su particular narrativa. A esta obra la siguió, años después, De amor y sombra, donde Allende vuelve a narrar los efectos de la dictadura chilena, indirectamente; pero esta vez, su enfoque sería los muertos que dejó Pinochet en la historia. Y todo esto, desde el exilio; como migrante. Además, no se puede olvidar que Allende también es un resultado de la migración, pues tenía nacionalidad estadounidense y nació en Perú, a pesar de que siempre se reconoció como chilena. 

Así también se pueden citar otros ejemplos como el de Jorge Luis Borges, John Steinbeck, Humberto Bolaño, Javier Zamora o Valeria Luiselli han migrado y escrito en su obra sobre el desarraigo del habitar espacios ajenos y desconocidos, que quizá después se convierten en hogares y fuentes de inspiración. Y es que, como se puede ver, la literatura, a lo largo de los años y en regiones como Latinoamérica, también es una historia de migración. 

Influencia en Ecuador

Leonardo Wild, hijo de padre ecuatoriano y de madre alemana, es también un hijo de la migración. El hombre de 58 años, con voz joven y un timbre con tonos agudos, narra el inicio de su historia en Estados Unidos, específicamente en Stanford, donde nació en 1966. Sin embargo, pocos años más tarde, sus padres se mudaron a Puerto Rico por una beca educativa, lo que le obligó también a hacer parte de su vida allí. Este inicio lo ocupa para relatar y gráfica la siguiente frase: “mi vida ha sido un viaje”. 

Él es un apasionado de la literatura. Desde pequeño aprendió a leer libros en español y en alemán, los que encontraba siempre en su casa, pues su familia siempre estuvo apegada a la literatura. “Empecé a escribir a los 12 años y tengo varias novelas que escribí desde los 15 años y no he publicado aún”, dice. 

Con el tiempo, Wild creció y luego de haber vivido una infancia y adolescencia marcada por los viajes, la educación en casa y la migración constante, decidió partir hacia Europa a los 18 años, donde recién aprendió a hablar inglés y a navegar. “No sabía hacer ninguna de las dos cosas, pero igual me aventuré estando allá para poder aprender más”. 

Él dice no sentirse de ningún lugar, sino que su identidad se ha construido “con un poco de aquí, un poco de allá y así”. Incluso cuando era pequeño y empezó a estudiar en el Colegio Alemán, su acento era más de la zona de Cayambe y arrastraba las erres, por lo que le molestaban. “Cuando voy a Estados Unidos, tengo un acento raro;  cuando voy a Alemania, tengo un acento que es de extranjero. Entonces sí, también soy de ahí, pero al final no soy de ningún lado”. 

A lo largo de su vida ha publicado libros y artículos en varios espacios y editoriales. Su obra arrancó con la novela Oro en la Selva y pasó por otros como Unemotion, Die Insel die es nie gab, Orquídea negra o el factor vida, Recopilación: IndianermS¹rchen aus SŸdamerika, Ensayo: Ecología al rojo vivo. Algunos de estos, incluso con nombres raros para un hispanohablante, pues el migrar también le ha permitido escribir en otros idiomas, han ganado premios tanto a escala local como internacional. 

Wild asegura que no habría podido lograr toda su obra sin las experiencias y el conocimiento que le ha dado el ser migrante, el poder aprender un poco de aquí y un poco de allá en cada uno de sus viajes y sus estancias, ya sea permanentes o repentinas, lejos de los lugares que habitaban llamándolos hogar. 

“El idioma también me ha permitido nutrirme de otras influencias y dar más riqueza a mis escritos, que en muchos casos abarcan la ciencia ficción también, porque me encanta investigar y ocupar eso en mis textos”, dice. 

¿Qué sería de su obra sin la migración?

Lo mismo ocurre con Juan Romero Vinueza, un poeta y escritor ecuatoriano que tuvo que migrar a México y, después, a Estados Unidos en la búsqueda de un mejor futuro profesional y laboral. 

“Yo salí de Ecuador en 2018 para buscar una maestría. Obtuve una beca y me pasé a vivir allí”, cuenta el hombre con un acento que resulta de la mixtura entre lo ecuatoriano y lo mexicano. “Hasta este año viví en México, pasé de la ciudad a un pueblito, porque me gustó y allí aprendí muchas cosas y fue un buen lugar para trabajar en mi obra”. Hoy por hoy él vive en Estados Unidos, donde busca hacer un doctorado. 

Pero no solo eso, Romero Vinueza también ha viajado alrededor de Chile, Perú, Bolivia, Guatemala, El Salvador, Honduras; donde ha pasado varios días y meses conociendo y aprendiendo sobre las culturas y la forma de interacción de las personas. Por esto, él se considera un nómada, un migrante eterno que ha divagando en búsqueda de la esencia que cubre sus textos y que los ha desarrollado poco a poco. 

“Pero también soy un resultado de la migración. Soy hijo de chagras, porque mis papás no son de Quito. Así que de por sí, antes de nacer, ya era migrante”, señala. 

Toda esta historia, asegura, ha influido en su forma de ver el mundo. “El ser migrante me ha ayudado a comprender otras culturas, pero no solo eso, también otros paisajes, otros sonidos, otros acentos, otras palabras incluso. También otro idioma. Todo esto ha influido también en mi obra”. 

Juan Romero Vinueza cuenta, por ejemplo, que cuando escribía desde Ecuador tomaba más paisajes montañosos, lluvia, niebla, neblina; estas partes de la geografía aparecieron en sus textos. Sin embargo, en México, la geografía cambió y aparecieron los desiertos, cactus, mariposas monarcas, menos lluvias, menos neblina. “Cambia también en los textos mi percepción del paisaje, tanto natural como urbano. Y esto es algo que no había notado hasta que unos amigos me hicieron caer en cuenta y es verdad. La cosa cambia mucho”.

Con este ejemplo, él busca graficar cómo la migración ha marcado todos los aspectos de sus obras. Y es que, para él, ha sido todo. 

Así, se puede ver cómo la migración, a lo largo de los años, ha enriquecido la literatura global, pero también ha enriquecido a los escritores que buscan alcanzar las estanterías y anaqueles reconocidos. Y es que la historia del arte, también es una historia de migrantes. 

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