El 24 de junio, el COE de Otavalo (Imbabura) aseguró que se han producido 11 muertes y 168 casos confirmados de COVID-19. De acuerdo al Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC) en el cantón habitan 90.188 personas: 30.965 en el sector urbano (34.33%) y 59.223 en el rural (66,67%). Del total 49.927 se autoidentifican como indígenas (55,36%). Estos miles de ecuatorianos son solo una parte del millón de habitantes de los pueblos originarios en el país. Y, en medio de la nueva normalidad, es importante anticiparse a situaciones que puedan resultar en detonantes de contagios.
Este es el caso de los funerales. ¿Cómo realizan los rituales los pueblos indígenas en un funeral?, ¿se puede continuar durante la pandemia? ¿Qué tan riesgoso puede ser? Para entender estas tradiciones es necesario apuntar a que su concepción del tiempo no es lineal (nacer, crecer y morir), el tiempo es cíclico: una sucesión donde todo vuelve a empezar. Por esta razón cuando alguien muere se dice: “se va a la otra vida – shuk kawsayman rikun”.
En la cultura indígena ciertos sucesos tienen significados culturales que avizoran la muerte. Por ejemplo, cuando en el sembrío crece una planta con hojas blancas se considera una premonición; cuando crece un zapallo más grande de lo común, se dice que alguien de la familia morirá; si una gallina canta como un gallo es signo de que se aproxima el fallecimiento de un miembro de la comunidad.. Cuando alguien muere sus familiares desnudan el cuerpo y lo bañan con agua de romero. El cadáver es vestido con la mejor prenda. En el ataúd se coloca ropa nueva, un plato, hilo y dinero. Se le envía todo lo que ‘necesitará’ en la otra vida y se afirma que “kawsankapakmi rikun” (se va a vivir). Familiares, amigos y allegados acuden a la noche del velatorio y lo acompañan hasta el amanecer. El ritual se puede extender hasta por tres días y luego se celebra la misa y finalmente el traslado al cementerio.
En las noches del funeral se organizan juegos rituales hasta el amanecer, participan los acompañantes y se comparte comida y bebida. Uno de los ritos andinos más conocidos es el chunkay: consiste en quemar un lado del grano del maíz para usar como dado. Estos son lanzados sobre una sàbana blanca. El grupo que tenga más maíz quemado pierde y es castigado. Los rituales andinos, por su alto nivel de contacto e interacción social, podrían convertirse en focos de contagio significativos del nuevo coronavirus.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona puede contraer la COVID‑19 por contacto con otra que esté infectada. La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. No se descarta que quienes no presentan síntomas, pero que están contagiadas, puedan ser transmisores.
En abril pasado la universidad finlandesa Aalto realizó un estudio en que se enfatiza la importancia de evitar los espacios interiores ocupados. Por ello, los investigadores modelaron un escenario en que una persona tose en un pasillo entre estantes, como los que se encuentran en los supermercados, y grafican la dispersión de las gotículas teniendo en cuenta la ventilación.
A continuación el resultado:
En los espacios interiores donde se aglomera la gente, como los funerales indígenas, el riesgo de contagio es mayor. El investigador ecuatoriano Esteban Ortiz informó en Twitter que en la Amazonía ecuatoriana se halló en las primeras semanas de junio dos casos de lo que se denominó “super contagiadores” de COVID-19. Son extremadamente riesgosos debido a que no presentan síntomas y tienen una carga viral muy alta. Esto aumenta el riesgo a medida que “se siguen relacionando con su entorno, tosen, estornudan, corren, juegan”.
En encuentros masivos el virus se propaga rápidamente, tal como sucedió en un velorio en el país Vasco. El 7 de marzo se informó que en Victoria (norte de España), un funeral se convirtió en el mayor episodio de propagación del coronavirus registrado en el país, con más de 60 asistentes infectados.
Un grupo de investigadores del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realiza un mapa de los impactos de la COVID-19 en los pueblos indígenas y negros de América Latina. A fines de mayo se registró 148 grupos de 10 países afectados por la enfermedad, pero en 15 días aumentaron 66 grupos; es decir, hasta el 14 de junio hubo 214 grupos de 12 países alcanzados por la pandemia.
Ecuador registró 649 casos y 34 fallecidos en comunidades kichwa, waorani, shuar, achuar, waorani, siekopai, shiwiar, andwa, de acuerdo a la información de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía ecuatoriana (Confenaie). 
Algunas autoridades locales han optado por medidas para evitar la aglomeración y prevenir el brote. El teniente político de Miguel Egas Cabezas (cantón Otavalo- Imbabura), Alfonso Chalanpuento, indica que se trabaja coordinadamente con los presidentes de los barrios, con los cabildos, con la Unidad Operativa de Salud y la Policía Nacional. En esta localidad se han registrado 2 fallecidos por COVID-19. Chalanpuento, expresa: “La aglomeración no está permitida. Si falleció hoy, haga la velación y al día siguiente lleve al camposanto. Ya no la misa, ya no las tradiciones. Si es importante mantener la cultura, la tradición, pero en estos momentos de pandemia no hagamos nuestro rituales velatorios como antes”.



