La crisis de inseguridad que vive Ecuador se mantiene, aunque cada vez ha sonado menos por la gravedad de la crisis eléctrica. Testimonios cuentan que en medio de la oscuridad sienten mayor temor de la delincuencia y algunos ya han sido víctimas de esta.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Cynthia Herrera, de 31 años, ahora tiene miedo a caminar por la calle en las noches, sobre todo desde que la penumbra ha llegado por los cortes de luz en el país. Ya se cuentan seis días desde que, al salir del trabajo cerca de la calle Brasil, en el norte de Quito, dos hombres en motocicleta la abordaron en medio de la vía y, con una pistola, la encañonaron para que les diera todo lo que tenía.
La amenazaron y la tocaron una y otra vez. A pesar de que ella cedió al segundo pedido, la continuaron amedrentando y le impidieron que grite. “Fue traumático”, así define ese momento que hasta hoy la mantiene en vela y le regresa en forma de pesadillas por la noche, lo que le recuerda lo que vivió ese día.
“Yo trabajo en un local allá y generalmente cerramos tarde. A eso de las 21:00, yo recién estoy saliendo de ahí y me toca bajar caminando a coger un bus en la (avenida) América. Desde que se está yendo la luz, todo ese camino es totalmente oscuro y a esa hora no es que camine mucha gente”, cuenta.
Esta misma situación le impidió pedir ayuda cuando esto pasó, al punto en el que por más que logró gritar dos veces no vio que nadie acudiera a su llamado de ayuda y ni siquiera sintió que alguien la escuchó.
“Yo ya conocía a dos compañeras a las que les habían robado en esta parte, pero no podía hacer otra cosa. Así que al final me pasó a mí también”, dice.
Con la voz baja y cansada, cuenta que los cortes de luz la tienen cansada. “En el trabajo ya hemos tenido problemas y las ventas van mal, por lo que me preocupa perder el trabajo al final. Y ahora, más allá de todo eso, también llegó lo del robo y ya no veo que la cosa vaya bien. Tampoco veo que la cosa vaya a mejorar (…). Con lo de los cortes de luz, no me había preocupado tanto por la seguridad, pero ahora todo se me juntó y es feo”.
Lo mismo ha ocurrido con otras personas como Wilmer López, quien atiende un local de ropa en Carcelén. A él los cortes de luz le han ocasionado una baja en las ventas, pero también le han mantenido en un estado de mayor alerta ante los posibles problemas que puedan surgir con la delincuencia. Y es que uno de los negocios de dos cuadras más abajo ya sufrió un robo hace más de una semana.
“Aquí ya no se sabe qué va a pasar ni qué hacer. Es tan complicado, porque la inseguridad es peor sin luz”, dice.
A pesar de que las preocupaciones se mantienen por la inseguridad, los titulares, las conversaciones y las publicaciones de redes sociales han mantenido un solo debate: los apagones. Este nuevo rumbo de la conversación ha hecho pensar que el problema de la seguridad ha desaparecido. Sin embargo, eso está alejado de la realidad.
¿La inseguridad sigue viva?
Daniel Pontón, experto en seguridad e investigador de la Flacso, aclara que la inseguridad se mantiene en un punto crítico en el país. Dice que los números en lugar de reducirse considerablemente han empezado a retomar su tendencia al alza. Esto, a pesar de que el discurso del inicio del Gobierno se enfocó en la necesidad de actuar en torno a la lucha contra la seguridad.
Además, ni el conflicto armado interno ni las estrategias de estados de excepción han dado los resultados esperados. Pontón asegura que las reducciones que presenta el Gobierno son mínimas y que la necesidad de hacer algo prioritario del tema de seguridad se mantiene vigente en el país.
“No hay como ocultar que la seguridad es un problema latente, que sigue complejizándose. Hoy, tenemos la novedad de que la influencia del crimen está en todas las áreas de la sociedad, incluso en la contratación pública. Y de esto se ha olvidado en los últimos meses, pero esto también es por un tema mediático. El factor de las redes sociales también es importante, se ha generado una cortina que terminará por hacer mal al país”, dice. “Bajo ningún punto de vista ha desaparecido la inseguridad, sólo que dado que la carga mediática está alejada y que el Gobierno tiene otra prioridad. Esto ha generado una despreocupación de las autoridades de control”.
Esto ocurre aún cuando el Gobierno de Daniel Noboa ha asegurado haber invertido alrededor de $2 millones en la guerra contra el narcotráfico. Pero a pesar de todos estos esfuerzos, las cifras demuestran que la situación no ha tenido considerables mejoras.
Según las estadísticas, 2024 se proyecta ya como el segundo año más violento de la historia de Ecuador. En agosto de este año, los índices de muertes violentas ya superaron los niveles que existieron en el mismo mes de 2023, el mismo que ya había sido señalado como el más violento del país.
Entre enero y agosto de 2024, las muertes violentas han ascendido a 4.239 en todo el país. En esta dinámica, Orellana, por ejemplo, presenta el mayor incremento de muertes violentas registradas en lo que va del año. La provincia suma 69 muertes violentas, cuando en 2023 el reporte fue de 25 en el mismo periodo. Otra que le sigue es Tungurahua, donde los datos reflejan un aumento de 14 a 25 muertes violentas si se compara los datos de 2023 con los de 2024.
Azuay, Cañar, Napo, Bolívar y Sucumbíos les siguen en la lista. Para Pontón, estas estadísticas no son más que un reflejo de que la violencia sigue presente y que ha migrado desde los espacios donde se les ha combatido con más fuerza hacia otras provincias con menor contingente, “pero sigue presente y sigue creciendo”.
Los cortes de luz abren una nueva puerta
Al ser consultado, el experto en seguridad detalla que los racionamientos de energía están generando un panorama en el que se está formando un caldo de cultivo que puede potenciar los niveles de violencia. Para él, este está fundamentado, en primer lugar, por las complicaciones económicas que vive la población por esta situación.
“El tejido social se sigue fragmentando. Los cortes ponen en más crisis a la gente y esto hace que se pierdan empleos y oportunidades de salir adelante. Entonces, en un futuro cercano, serán más las poblaciones que puedan ver a la delincuencia como una fuente de ingresos o que se vean obligados a navegar por esas aguas”, comenta.
Esto, asegura, augura ya un futuro donde la inseguridad puede verse potenciada. A esto se suma, además, que la priorización de la política se ha volcado al sistema energético, “que está bien”, pero esto podría hacer que los sectores de la seguridad se vean reducidos en su prioridad, lo que a su vez puede abrir nuevas puertas al crimen organizado para volver a tomar control de espacios que ya estaban controlados.
Pontón asegura que pareciera que el Gobierno ha bajado la guardia en el control del espacio público y en la seguridad, algo que puede terminar pasando factura a la población en un futuro mediano y largo. Por esto, recalca, es necesario recordar que si bien el país actualmente vive una crisis que afecta a todos y puede resultar más relevante, “no se puede dejar de lado la inseguridad”.
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