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viernes, diciembre 5, 2025
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Incendios forestales: se acerca de nuevo la amenaza

La época seca trae también el riesgo de incendios forestales. Factores como el cambio climático, la quema agrícola y la provocación humana, hacen que sean más fuertes. 

POR: Esteban Cárdenas Verdesoto

El humo llegó primero, como si se levantara en grandes columnas desde la base de una montaña, en una de las quebradas que han sobrevivido al paso del tiempo en Quito: Guápulo. Al principio eran como pequeños torbellinos que ascendían en tonos blancos y amarillentos. Pero no quedó ahí. 

El fuego creció, las columnas de humo fueron cada vez más altas y voluminosas; el bosque que todavía sobrevivía en este espacio se incendiaba avivado por el viento y el sol que cubría la ciudad. El incendio de Guápulo, registrado en septiembre de 2024, consumió 193,65 hectáreas de bosque. Pero también dejó 24 heridos, 107 familias evacuadas, 30 viviendas afectadas, 388 personas con afecciones de salud, 7 familias damnificadas, 14 animales heridos, 3 animales muertos y 2 bienes privados destruidos. Así lo detalló un informe emitido por la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos. 

Gustavo Mesa, habitante de la González Suárez, recuerda claramente ese día; el momento en el que el humo empezó a colarse en su departamento y cómo tuvo que salir esos días a la casa de una de sus familiares para evitar respirar el aire contaminado, “que no dejaba ni dormir”. No era la primera vez que pasaban esos incidentes cerca de su casa, por lo que al llegar la época seca ya deben crear planes de contingencia, como familia, por si algo similar vuelve a ocurrir. 

Este fue sólo uno de los eventos de este tipo que se registraron el año pasado en la ciudad y el país. Pichincha, Loja y Azuay fueron algunas de las provincias más golpeadas por esa época y por los flagelos en Ecuador. Y hoy, el país ve acercarse nuevamente la época seca y con su llegada, los riesgos de incendios forestales. 

Cifras de incendios 

El incendio de Guápulo fue apenas uno de los miles que se registraron a lo largo del país durante 2024. De acuerdo con la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, Ecuador cerró ese año con 5.815 incendios forestales, que dejaron 83.323 hectáreas arrasadas por el fuego. Fue el número más alto de los últimos 14 años. Supera incluso al anterior pico, registrado en 2012, cuando las hectáreas quemadas alcanzaron las 31.000. En 2024, esa cifra se triplicó.

Y la magnitud del daño no se explica sólo por la cantidad de incendios, sino también por su intensidad. En promedio, cada incendio en 2024 afectó más de 14 hectáreas, mientras que en 2023, con 3.889 eventos y 34.699 hectáreas quemadas, la media era de apenas de 9 hectáreas afectadas. Lo que refleja que el fuego no sólo es más frecuente, sino más difícil de controlar y cada vez más dañino para la cobertura vegetal. 

En comparación con años anteriores, la curva muestra un crecimiento firme. En 2021 hubo 1.495 incendios; en 2022, 1.439; en 2023, 3.889; y por último, 5.815 en 2024. El aumento tiene causas múltiples: condiciones climáticas más extremas, mayor presencia humana en zonas de vegetación, quema agrícola sin control y una cultura de prevención aún débil.

Pero detrás de los totales, hay zonas que sufren más. Las provincias más afectadas en 2024 fueron Loja, Azuay, Pichincha, Carchi, El Oro e Imbabura, con realidades y ritmos distintos. Loja lideró el ranking, con 31.036 hectáreas afectadas en 405 incendios, concentrando el 37% del total de área quemada en el país. Le siguió Azuay, con 892 incendios, la provincia con más eventos registrados, y 14.498 hectáreas destruidas. Pichincha ocupó el tercer lugar, con 974 incendios que devastaron 4.307 hectáreas de su vegetación, en su mayoría bosques andinos y matorrales secos.

Pero los patrones también varían. Loja y Azuay son provincias con incendios extensos, de larga duración y en zonas rurales de difícil acceso. Mientras que en Pichincha e Imbabura, el mayor riesgo está en los bordes de la ciudad, donde las viviendas colindan con la vegetación, donde una chispa basta para que el fuego llegue a las puertas de casas y escuelas.

En zonas como Quilanga, en Loja, el fuego se extendió durante días. Allí se vivió uno de los incendios más grandes de la última década en Ecuador. Sólo ese evento consumió unas 7.600 hectáreas, dejó decenas de animales muertos y afectó severamente a comunidades productoras de café. 

En el caso de Quito, la situación también fue crítica. Solo en 2023 se registraron 873 incendios forestales, un aumento del 130% respecto al año anterior, y se quemaron 1.743 hectáreas de vegetación, según el Cuerpo de Bomberos del Distrito Metropolitano de Quito. Asimismo, entre el 23 de agosto y el 9 de septiembre de 2024, se registraron 285 incendios forestales en 56 parroquias, que arrasaron 154,10 hectáreas de vegetación, según él un informe de la Secretaría de Gestión de Riesgos. Cifra a la que se suma el incendio de Guápulo. 

Inicio de la época de incendios

Con la llegada de julio, empieza también la temporada seca en buena parte de Ecuador, especialmente en la Sierra y la Costa, donde las lluvias se reducen al mínimo y las temperaturas aumentan. Es el momento en que la vegetación se vuelve más frágil, el suelo más árido y el aire más liviano para transportar el fuego. Esa combinación crea un ambiente peligroso. Y las cifras lo confirman; la mayoría de los incendios forestales se concentran entre julio y octubre, con picos críticos en agosto y septiembre. De hecho, según un informe del Inamhi, desde julio inicia la etapa en la que el país es más vulnerable a estos sucesos. 

Así, este patrón no es nuevo, pero sí más extremo. La variabilidad climática, intensificada por el calentamiento global, ha adelantado e incluso alargado la duración de la época seca en varias regiones. En Quito, por ejemplo, se han registrado condiciones de sequedad extrema desde junio, lo que llevó al Cuerpo de Bomberos a activar sus sistemas de alerta desde el primer semestre del año. En provincias como Loja, Imbabura o Azuay, la temporada seca puede extenderse hasta noviembre.

Según la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, el 99% de los incendios forestales tienen origen humano. La mayor parte de ellos se relaciona con quemas agrícolas, fogatas mal apagadas, manejo inadecuado de desechos o acciones intencionales. Sólo un 0,2% corresponde a causas naturales.

Pero el riesgo ante estas condiciones no se distribuye por igual en todo el territorio. Hay lugares donde el fuego llega primero y es más frecuente. Las zonas más vulnerables son aquellas en las que se cruzan vegetación inflamable, condiciones secas y presencia humana. En Quito, por ejemplo, se han identificado más de 20 zonas donde los incendios forestales se repiten cada año y amenazan viviendas, escuelas y parques.

Entre los sectores con mayor susceptibilidad están Guápulo, Nayón, Puembo, Pifo, Conocoto, Zambiza, Chillogallo, Pintag, San José de Minas, La Merced, Cebollar, El Panecillo, el Parque Guangüiltagua y el cerro Auqui, donde los Bomberos ya han instalado brigadas de respuesta rápida y sistemas de vigilancia térmica con cámaras ‘Bee2Fire’, dedicas a la detección de variaciones de temperatura. 

En la provincia de Loja, las zonas rurales de Quilanga, Calvas y Espíndola han sido escenario de incendios de gran magnitud en los últimos años. En Azuay, las parroquias rurales de Cuenca y los bosques de Oña o Nabón son puntos críticos. En Imbabura, el fuego suele atacar los cerros y pastizales cercanos a Ibarra y Otavalo, mientras que en El Oro, las zonas de manglar y bosque seco son particularmente sensibles durante la época seca.

Las estadísticas muestran que estos sectores no sólo concentran el mayor número de incendios, sino también las pérdidas más severas de cultivos, viviendas, animales silvestres y domésticos, coberturas vegetales enteras. Además, son zonas con limitado acceso para los equipos de respuesta, lo que complica los tiempos de respuesta y aumenta la propagación.

Por eso, con la llegada de la nueva temporada seca, el país entero se prepara, o al menos lo intenta. En las próximas semanas, las autoridades esperan que el número de incendios comience a subir. Lo único que queda por saber es si esta vez estaremos listos para detener al fuego antes de que arrase con todo.

Efectos y prevención 

Los incendios forestales no sólo borran paisajes, sino también dejan comunidades en vela, sistemas de salud tensionados y una biodiversidad que, a veces, no se recupera. En 2024, según el reporte de la Secretaría de Riesgos, al menos 44.000 animales murieron en distintos eventos a escala nacional. Muchos fueron ganado de pastoreo y animales de finca, pero también hubo aves, mamíferos y especies silvestres afectadas. Además, se reportaron más de 5.400 hectáreas de cultivos agrícolas arrasadas por el fuego, una pérdida que golpeó a decenas de familias campesinas que dependen de esas tierras para vivir.

En áreas como Quilanga, las consecuencias fueron totales; lo que incluyó casas destruidas, escasez de agua, suelos inutilizables y semanas enteras sin electricidad ni acceso seguro. Los efectos no terminan cuando se apagan las llamas. Los suelos pierden fertilidad, los ecosistemas pierden equilibrio, y los incendios recurrentes alteran la capacidad de regeneración natural de los bosques. Así lo asegura David Burbano, ingeniero ambiental. Además, el fuego libera grandes cantidades de carbono a la atmósfera, lo que contribuye al calentamiento global y cierra un ciclo de retroalimentación. “Más calor, más sequía, más fuego”.

Frente a esta amenaza creciente, el país ha comenzado a articular respuestas. A nivel nacional, el Ministerio del Ambiente, la Secretaría de Riesgos y los gobiernos locales han impulsado campañas de educación ambiental, capacitaciones comunitarias, monitoreo satelital y sanciones para quienes provocan incendios. Pero es en Quito donde la estrategia se ha desplegado con fuerza.

El Cuerpo de Bomberos ha implementado una estrategia integral de prevención, vigilancia y respuesta, con base en la Ordenanza 075-2024. Esta estrategia incluye la activación de 70 bomberos forestales de temporada distribuidos en zonas críticas, el uso de drones, cámaras térmicas, helicópteros, gabinetes forestales, equipos de protección especializados y líneas corta fuego que reducen el avance del fuego en áreas protegidas como el Parque Guangüiltagua o el Ilaló.

Sólo en 2025, el Municipio ha destinado más de 11 millones de dólares a labores de prevención, monitoreo, equipamiento y sensibilización. Además, se ejecutaron más de 25 recorridos informativos en zonas sensibles, como Nayón, Zámbiza, Chillogallo o Pifo, y se realizaron activaciones en estadios, centros comerciales, unidades educativas y parques para llegar a más de 10.000 personas directamente.

Y a todo esto se suman las sanciones. Autoridades recuerdan que provocar un incendio forestal en Quito puede costar entre $470 y $35.250, según la gravedad, y las sanciones van desde multas hasta trabajo comunitario y procesos penales en casos de reincidencia o daño agravado.

Para Burbano, es importante reconocer el daño que causa este tipo de eventos en el país y su relevancia en la dinámica ambiental para poder prevenirlos. Asimismo, hace un llamado a las personas a permanecer vigilantes y evitar quemas agrícolas, a apagar fogatas en caso de campamentos antes de dejar el lugar, a limpiar las quebradas y bosques de basura y escombros y a evitar, en todo sentido, la proliferación de incendios forestales. 

“La recuperación de un bosque puede tardar entre 30 y 80 años después de un incendio. Estos tiempos no podemos olvidarlo para prevenir que estos eventos sigan destruyendo nuestra casa”, dice. 

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Pablo Terán
Pablo Terán
Webmaster en Ecuador Chequea. Profesional en Comunicación Social, experiencia-26 años. He trabajado en diferentes medios de comunicación, entre ellos Diario La Hora, por 18 años. Fui Editor de Sociedad, Quito e Interculturalidad. Tengo, además, una maestría en Psicología Holística.

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