Durante los seis meses de ausencia de la Asamblea, los comerciantes han extrañado el movimiento y hasta el caos. Aquí no hay derechas ni izquierdas.
Los escándalos y peleas intrascendentes antes de la disolución de la Asamblea Nacional parecen haber quedado en el olvido. Así, al menos, lo sugería el ambiente de expectativa experimentado en plena víspera de la reinstalación de este poder del Estado, según constató Ecuador Chequea en un recorrido por la zona.
Con el retorno de los 137 asambleístas y centenares de sus asistentes y asesores, y empleados de carrera de la “función Legislativa”, una parte de la capital volverá a alterarse. Por esta previsión, personas que laboran en diferentes negocios, ubicados en la zona aledaña a la Asamblea dieron su opinión.
Responsables y propietarios de restaurantes, locales comerciales y almacenes, recordaron que el funcionamiento del Legislativo produce al mismo tiempo un caos en la circulación vehicular, pero también un movimiento que da vida a la zona.
La ausencia de este movimiento tras la disolución de ésta el pasado 17 de mayo ha representado el cierre de negocios que no volvieron a abrir, lamentan los empleados del sector.
En las calles Clemente Ponce y Luis Felipe Borja, ambas paralelas, a dos cuadras al costado occidental del Palacio Legislativo, por ejemplo, permanecen cerradas las puertas metálicas enrollables de los locales donde funcionaban al menos una veintena de restaurantes.
Esta consecuencia también la señalaron los administradores de tres estacionamientos grandes y dos pequeños localizados en la zona, los cuales resultaban insuficientes para recibir a centenares de vehículos no sólo de empleados y asesores legislativos, sino también de personas que acuden a la Asamblea y a sus comisiones.
“Para nosotros ha sido otra pandemia. Un par de meses, incluso, tuvimos que pedir que nos esperen el arriendo. Hoy sólo nos queda esperar que pasa”, indicó Andrés Lincango, administrador de uno de los estacionamientos ubicados cerca del Ministerio de Trabajo.
Los dos responsables de La Casa de la Empanada, un pequeño local ubicado en la calle Luis Felipe Borja, indicaron que, efectivamente, una gran parte de su clientela corresponde a empleados legislativos. Y, acotaron entre risas que, en este negocio familiar de segunda generación, se cumple al pie de la letra su lema de “el verdadero sabor manda aquí”, debido a que sus empanadas son demandadas por igual por empleados legislativos que representan diferentes sectores políticos.
“Aquí no hay derechas ni izquierdas, aquí manda el sabor”, acotó una de las empleadas mientras servía una de las empleadas gigantes de “viento” y se apresuraba para preparar otras dos de carne y queso.
Los humeantes olores que se despedían de este pequeño local salían a la concurrida calle Luis Felipe Borja con todo el poder de despertar el apetito a peatones que caminaban apresurados, muchos de ellos en dirección al edificio del Ministerio de Trabajo o de despachos de abogados u otras oficinas localizadas en la zona.
Este movimiento, notoriamente menor en comparación a cuando funcionaba la Asamblea, evitó, de alguna manera que no cierren muchos de los locales de la zona. “Por los que vienen y salen del ministerio es que no hemos cerrado porque esto, todo el sector, quedó vacío, botado, casi sin gente; y hasta la fecha no se ha vuelto a llenar. Nosotros mismo pensábamos cerrar, pero nos mantuvimos porque realmente nuestro sabor es muy bueno, muy bueno”, dijo Carla Chicaiza, propietaria del restaurante El exquisito hornado de Silvia.
Desde la puerta de entrada de su local, ubicado en plena esquina de la Clemente Ponce y Hermanos Pazmiño, señaló con su dedo las puertas cerradas de locales donde funcionaban tres restaurantes y dos almacenes: “Han ido desocupando y no regresaron. Ya no podían quedarse porque ya no anda mucha gente y así hay negocio, no se puede pagar el arriendo, no queda. Y da pena que todo quedó vacío”.
Este esperado retorno del movimiento de gente, con el que se aspira que se reactive el sector, en todo caso, también está asociado, inevitablemente con problemas en la circulación vehicular a tal grado que en horas pico se puede volver insufrible atravesar el pequeño tramo, del costado oriental de la Asamblea, señalaron conductores de los buses de la cooperativa Guadalajara, cuya parada se ubica, precisamente a pocos metros de la entrada principal del palacio Legislativo
“Sí ha estado un poquito más tranquilo y en este tiempo que ha estado cerrada la Asamblea sí se ha podido salir casi sin problemas. Sólo en salir, por ejemplo, en hora pico, tomaba tres minutos. Entonces, vamos a ver que va a pasar mañana cuando regresen los “honorables”, comentó Germán Andrango, al volante de la unidad G11 de la mencionada cooperativa.
Este previsible aumento del tráfico no sólo es lo que les preocupa a los conductores de los buses y taxis cuyas paradas están ubicadas en la zona. En este sentido, recordaron que el mayor impacto en la movilidad de la zona es el de los “infaltables” cierres o desvíos de las vías durante manifestaciones, protestas y marchas en dirección a la Asamblea, que de manera histórica se han realizado por distintos motivos.
De estos problemas, también dan cuenta los casos de irrespeto a la prohibición de estacionar en varias de las vías de la zona, con la que se busca, precisamente, evitarlos. Y estos casos empezaron en la misma víspera cuando personas cercanas a los asambleístas empezaron a ubicar sus vehículos en el área de prohibido estacionar, incluso en el mismo pie de estas señales, en la calle Clemente Ponce.
A las 11:09, por ejemplo, la presencia de un agente en moto de la Agencia Metropolitana de Tránsito, no fue suficiente para que los conductores de un par de dichos vehículos se retiren. Al ver esta escena, el asistente de un despacho legal, José Brito, comentó: “Si con esa actitud de irrespeto a una norma tan sencilla no se puede esperar mucho de quienes vienen a legislar el país”.
Con su cajón de betunero en plena esquina de la Piedrahita y Clemente Ponce, a una cuadra de la Asamblea, se encontraba la mañana de este jueves, José Suárez. Mientras esperaba clientes para darles lustre a sus zapatos comentó: “He trabajado aquí, en esta misma calle 45 años, he visto pasar a muchos diputados que ahora se llaman asambleístas, yo le lustraba los zapatos, al finadito Jaime Hurtado, que siempre venía”.
“Desde 1978 estoy prácticamente aquí y desde aquí he visto pasar a todos los presidentes cuando van al cambio de gobierno. Lo que le puedo decir es que siempre se espera que hagan algo ellos, pero siempre terminan peleándose. Parece que hoy va a volver a pasar lo mismo”, comentó.
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