Apenas 1 de cada 10 habitantes de orfanatos se considera adoptable. Hay una promesa estatal de que una adopción dure apenas 9 meses, pero esto está lejos de la realidad. Aunque hay mejoras, el proceso puede durar varios años.
Por: Arutam Antunish Cárdenas y Karen Mantilla Ulloa
Carmela conoció al amor de su vida en uno de aquellos orfanatos en los que trabajaba. Así llama a su hija, quien llegó al lugar cuando apenas tenía un año, luego de haber sido retirada de sus padres biológicos por algún episodio de violencia. Carmela no es su nombre real —lo reservamos porque puso esa condición—, pero su historia, aunque tiene un final feliz, puede graficar todo el drama burocrático, el tiempo y la desesperación que pueden llegar a significar adoptar en Ecuador.
Ella es trabajadora social y conoció a su hija en un orfanato de Ambato. Esa bebé recién llegada la “flechó”, por ser “una pequeña que siempre sonreía”. Y mientras más la veía, más se encariñaba con ella. Luego de un año, cuando la niña tenía dos, los directores del centro estaban intentando la reinserción en su familia biológica, pero, mientras ese proceso se desarrollaba, la madre biológica murió. Y, cuando Carmela supo que el padre no quiso hacerse cargo de la niña, decidió que ella sería su nueva madre.
Pero en Ecuador, el tiempo y la burocracia juegan en contra. El proceso de adopción inició cuando la niña tenía 3 años y recién lo pudo concluir cinco años después, cuando ya tenía 8. “Fue un proceso cansado, burocrático y tedioso, pero ha valido la pena”, dice Carmela. Un proceso que implicó muchos papeles y la exigencia estatal de que esté casada, lo que casi fue el detonante para que todo se truncara. Dice que peleó contra el Estado y esos pensamientos de “que, si no tienes un esposo, no puedes criar un niño”. “Qué equivocados estuvieron”, dice, con indignación.
Pero el día en que llevó a la niña a su casa, en Guayaquil, no lo podía creer. “Parecía un sueño”. Han pasado años desde esa adopción y, aunque Carmela pensó en adoptar a otro niño y lo intentó hace 2 años. Asistió a los talleres, pero cuando dijo que no era casada, funcionarios del Ministerio de Inclusión (MIES) le dijeron inmediatamente que no, “porque su prioridad son las parejas”. Carmela desistió, porque no quería que pasen otros 5 años o más, para que pudiera tener a otro niño en sus brazos.
En cifras
Ser adoptados es, en cambio, el sueño de los aproximadamente 2500 niños y adolescentes que no tienen padres —o están alejados de ellos— y viven en alguno de los 92 orfanatos que existen en Ecuador. Pero cumplir ese sueño no es nada fácil.
Según el MIES, en Ecuador apenas 261, de esos 2.500 menores tienen declaratoria de adoptabilidad. Es decir, sólo uno de cada 10 niños —10,44%— pueden ser adoptados.
Visto desde el otro lado, esto significa que casi el 90% de esos niños o adolescentes no pueden ser adoptados, por ahora, porque no han recibido esta declaratoria oficial de ‘adoptables’.
Esto se decide tomando en cuenta si cumplen o no con todos los requisitos que establece el MIES, entre ellos, el estado psicológico, la capacidad económica, la motivación de la pareja o la persona que van a adoptar, entre otros.
Según la psicóloga Mishell Blanco, incluso cuando los padres han cumplido todos los requisitos y se hace el primer encuentro con el niño, puede no haber el ‘clic’ que se necesita entre un niño y sus futuros padres. “No podemos obligar a las partes a que se tenga un apego inmediato, muchas veces no existe el clic”.
El ministro de Inclusión, Esteban Bernal, concuerda con esto. Asegura que no se puede garantizar que las familias tengan conexión con un niño. Es decir, aunque exista el deseo de ambas partes, el MIES no puede autorizar una adopción, si no existen las condiciones para que se forme un hogar “de plena y sana convivencia”.
Tomando en cuenta que el estudio del hogar del solicitante ya es largo, si la pareja o el niño resulta ser no idóneo, independientemente de la razón, tienen que seguir otro proceso y, después de otro largo tiempo, vuelven a ser evaluados.
No obstante, las razones por las que a muchos niños se les declara no idóneos, no necesariamente están relacionadas con la edad, su condición psicológica u otro factor. Ortega asegura que también se les puede calificar así porque, en muchos casos, estos niños están en un proceso de reinserción con su familia biológica.
Es decir, un juicio determina si los niños pueden volver al hogar del que biológicamente eran parte y del que, por alguna razón, habían sido separados. Por ejemplo, si un niño que vive con una familia que se dedica al tráfico de drogas y los padres son descubiertos por las entidades, el niño es llevado a un orfanato.
Incluso haber superado todos estos pasos previos, no garantiza terminar el proceso. De acuerdo con el MIES, en lo que va del año, 104 familias se registraron para obtener información sobre adopciones. 88 de ellas tuvieron su entrevista inicial y 70 se inscribieron en el curso de formación continua. Y, finalmente, de las familias que aprobaron esta preparación, 25 han presentado su solicitud, hasta el momento. Es decir, de las 104 familias que inicialmente se encontraban interesadas en adoptar, apenas 25 lograron presentar su solicitud; algo más del 25%.
El tiempo, la gran incógnita
Para adoptar se tiene que cumplir una lista de requisitos que, a simple vista, parecen fáciles. En el primer paso, la pareja o persona interesada deberá registrar información básica y obtener una cita para una entrevista inicial, virtual. Todo el proceso consta de once requisitos:
Cumplir con todo esto, sin embargo, puede tomar mucho tiempo. El lío es que no se sabe cuánto. “El proceso de adopción no es complicado, el problema de la adopción es el tiempo”, asegura Doris Ortega, abogada familiar. Según Ortega, en su experiencia, este proceso podría tardar hasta siete años. Ella lleva representando a una familia desde el 2014 y recién, en un par de días, tendrá la audiencia final: ocho años después.
La trabajadora social Xiomara Armendáriz explica que, si comparamos el tiempo que adoptar tomaba hace una década y los procesos que conlleva entonces, sí hay mejoras. Ella explica que “hoy en día hay un orden que ha permitido que se agilite este proceso”. Y asegura que hoy podría tomar incluso un par de años.
La meta oficial es que una adopción se pueda realizar en 9 meses, un número simbólico: el tiempo que dura el embarazo. Sin embargo, los expertos y entendidos creen que aún estamos, como sociedad, muy lejos de ese objetivo.
El director del Hogar del niño San Vicente de Paúl, Henry Betancourt, asegura que no se ha logrado mayor eficiencia. “Los procesos siguen siendo largos, los padres sólo quieren ser padres, tener un niño en sus brazos para poder criarlo, cuidarlo y guiarlo, pero muchas veces los procesos burocráticos no ayudan a cumplir ese sueño”.
El ministro Bernal informa que, desde mayo del 2021 hasta junio del 2022, se registraron 82 adopciones a nivel nacional y 5 a nivel internacional. Y en lo que va el 2022, en el Hogar del Niño San Vicente de Paúl se han sellado 4 adopciones con éxito. Estas corresponden a niños que tienen edades de entre 3 y 5 años.
El director del orfanato cuenta, sin embargo, que cada caso es diferente. Por ejemplo, uno de los niños que acaban de ser adoptados, que tiene 5 años, está en el orfanato desde que tenía 2 años. El que tiene
3 años llegó cuando tenía 8 meses de nacido.
¿Cuestión de suerte?
En los últimos 5 años, el número de adopciones parece haber sufrido una disminución sostenida, según evidencian las cifras oficiales. La pandemia también ha jugado un rol decisivo en estas cifras.
Betancourt dice que llegar a ser adoptados es hasta cuestión de suerte, porque no todos lo logran. Para los niños que tienen entre 8 y 11 años, explica, es casi imposible que alguien los quiera adoptar. Y muchas veces, cuando el proceso de adopción se completa, el niño se convierte en adolescente.
Y esto quiere decir que, si un adolescente inicia su proceso de adopción a los 15 o 16 años, es muy poco probable que le concedan esta declaratoria en el tiempo que le queda hasta cumplir la mayoría de edad.
Un orfanato puede acoger a un joven, normalmente, hasta cuando cumple esa mayoría de edad. ¿Qué sucede después? Pues, también depende. En el Hogar del Niño San Vicente de Paúl, por ejemplo, aún vive una joven de 19 años. “No le podemos decir: ‘ya tienes 18 años, sal’”, afirma el director. Ellos se han encargado de ayudarle en la continuidad de sus estudios. Ella ya está en la universidad, gracias a una beca que se ganó con la ayuda del orfanato.
Hogar del niño San Vicente de Paúl. Foto: Karen Mantilla y Arutam Antunish
Pero, este tal vez no es el caso de todos quienes ya han cumplido los 18 años. Todo depende de la política del centro de acogida, orfanato u hogar para niños, explica Ortega. Lo cierto es que, al tener la mayoría de edad, ellos ya tienen la facultad y autoridad para poder tomar sus propias decisiones.
El caso es que, independientemente de su futuro, en la mayoría de los centros les preparan para que se adapten a la cotidianidad de la sociedad, porque, además, ese también es un derecho. Les enseñan a ir a la escuela, al parque, a hacer amigos, entre otras cosas.
Burlar el sistema para poder adoptar
Todas estas demoras traen otra realidad: personas que llegan a acuerdos fuera de la Ley para adoptar o ser adoptados sin el proceso regular. Es el caso de Danner Vinces, quien conduce una moto y tiene dos mascotas.
Danner Vinces tiene 24 años, vive en Santo Domingo de los Tsáchilas y hasta hace unos meses vivía en Quito, con su familia adoptiva, con la que pudo vivir gracias a una ‘trampa’. Cuando él tenía 8 años su padre murió, y cumplió 16, tenía muchos problemas con su madre y su padrastro. Las discusiones diarias le llevaron a abandonar su casa. “Fui a una Unidad de Policía Comunitaria de Tumbaco”, cuenta Danner, y le dijeron que la mejor opción sería enviarlo a un orfanato temporal del MIES, hasta que un juez decida su futuro.
Así llegó al Hogar Infanto Juvenil General Alberto Enríquez Gallo. Su madre fue notificada e intentó irle a ver, junto a su esposo, pero Danner pidió que, mientras él esté ahí, no quería verlos. “Yo no quería saber nada de mi familia”, cuenta.
Danner y sus amigos en el orfanato. Foto: Danner Vinces.
Con el pasar de las semanas conoció a Penélope. Ella le preguntó si él quisiera vivir con ella, después de que saliera de ese lugar. Él aceptó sin pensarlo dos veces, pero esa adopción, por los procesos burocráticos, nunca se concretó. Sin embargo, ellos decidieron vivir juntos y para ello, tuvieron que actuar. Danner fingía que iba con su madre biológica, para que el juez le dejara salir del lugar. Pero, en realidad, iba a la casa de “su nueva madre”. Eso le sirvió para que, once meses después de haber llegado a ese orfanato, pudiera salir. Esta vez, con una nueva familia.
Danner junto a su familia adoptiva. Foto: Danner Vinces.
Una promesa estatal
Está claro que, si algo hay que mejorar en el proceso, es el tiempo. Esto no es ajeno al MIES. Por eso, desde el Ministerio han emprendido un plan para reformular el proceso de adopción, sobre todo, en función de acortar los periodos que toma. Tienen la meta de que una adopción se pueda completar en 9 meses, el mismo tiempo que un niño permanece en el vientre de su madre.
Ortega cree que la propuesta no es realista, porque los procesos de por sí son complejos. Además, explica que sí se podrían acortar algunos trámites, aunque considera que la tardanza responde al duro trabajo de analizar para decidir si una persona es apta para adoptar o ser adoptado.
Por otro lado, aunque muchas personas o parejas tengan preferencias sobre las características de los niños a los que quisieran adoptar, ellos no pueden escoger, explica Ortega. Por ejemplo, es común que las personas deseen adoptar niños muy pequeños o que no tengan alguna discapacidad.
Armendáriz reconoce que en nuestro país no hay la cultura de querer adoptar a niños con discapacidad y quienes más aplican para estos casos son las familias extranjeras.