En lo que va del 2024 en Quito ya se han visto afectadas más de 300 hectáreas de bosque por incendios forestales. Recuperar estos espacios puede tardar entre 30 y 50 años. ¿Cuáles son los efectos de las manchas negras que quedan cuando el fuego se acaba?
POR: Esteban Cárdenas Verdezoto
El viento empieza a correr cada vez más fuerte, rozando y llenando de ruidos las ventanas de casas y oficinas. El cielo se ha tintado de un constante azul, interrumpido apenas por unas pocas nubes que navegan con el viento. Quito vive una nueva época seca en la que no sólo el calor y la falta de lluvias son protagonistas. Y es que son estas precisamente las características ideales en las que otro fenómeno tiene más probabilidades de ocurrir: los incendios forestales.
En estas fechas se ha vuelto más común de lo deseable el ver columnas de humo en el horizonte, sobre el verde del paisaje, formando lo que podría verse como una insignia que posiciona dónde se ubican las fuentes del fuego. Sólo en lo que va del 2024, según datos del Cuerpo de Bomberos de Quito, se han registrado 70 incendios forestales; los que han dejado un total de 325,64 hectáreas quemadas, aunque se espera que la cifra aumente con el transcurso de la época seca.
La cifra de hectáreas afectadas en lo que va de 2024 equivale a alrededor de 540 campos de fútbol, todo este espacio consumido por las llamas y las altas temperaturas, afectando a la flora y fauna de los espacios. Por esto, con la llegada de la época seca se encienden las alertas sobre el impacto que podrá tener un posible crecimiento de estos fuegos; un riesgo constante para ciudades como Quito.
Las consecuencias
Los incendios forestales y su crecimiento en los meses entre junio y octubre no son algo nuevo para la ciudad. A lo largo de los años, los números han registrado picos de flagelos y zonas quemadas por diferentes causas. En su mayoría, según reportes de Bomberos Quito, ocasionados por acciones humanas, sean premeditadas o no.
Uno de los registros más grandes de incendios forestales en la ciudad se dio justamente en 2012, cuando los reportes reflejaron una afectación de 4.922 hectáreas. Este se convirtió en uno de los picos más altos de incidentes de las últimas décadas, con un equivalente a 8.200 estadios de fútbol.
Después de ese año, el siguiente pico llegó en 2015, con un total de 3.525 hectáreas; luego viene 2018, con 3.532,58 hectáreas quemadas.
En los años siguientes los registros bajaron por la llegada de la pandemia, pero volvieron a alcanzar un nuevo pico en 2023, cuando se registraron un total de 1.743 hectáreas quemadas. Sin embargo, se puede ver cómo la tendencia de zonas afectadas ha vuelto a crecer en los últimos años, por lo que Francisco Arias, ingeniero ambiental, asegura que se debe mantener las alertas activas para evitar este tipo de emergencias.
“Las condiciones climáticas y olas de calor que ha enfrentado el mundo pueden verse replicadas también en Ecuador, dando un ambiente aún más propicio para que prosperen los incendios forestales. Hay que tener todo esto en cuenta para no alcanzar nuevos picos”, dice.
El Inamhi, de hecho, ha emitido en los últimos días alertas por las condiciones ambientales y de temperatura en diferentes zonas del país. La última, difundida ayer, prevé condiciones favorables para el aparecimiento de incendios forestales en zonas de la Sierra y la Costa hasta el 27 de julio.
Este mismo informe detalla que se prevé niveles más altos en Guayas y Los Ríos, en el caso de la Costa. Por otro lado, en la Sierra el mayor riesgo se reporta en provincias como Carchi, Imbabura, Pichincha, Bolívar, Azuay y Loja. El mapa detallado, de hecho, muestra zonas rojas entre Imbabura y Pichincha.
En el caso de Quito, el Cuerpo de Bomberos ha emitido un reporte en el que se detallan las zonas que presentan un mayor riesgo de incendios forestales por sus condiciones geográficas, ambientales, climáticas, vegetación y la posibilidad de sufrir de acciones humanas. Estas son:
- La Delicia: El Condado, Ponsquí y Carcelén.
- Tumbaco: Pifo y Puembo
- Valle de los Chillos: Conocoto y Pintag
- Eugenio Espejo: San José de Minas y Puéllaro
- Quitumbe: Chillogallo y Lloa
“Es importante tomar en cuenta este tipo de alertas para prevenir incendios y poder controlar las áreas sensibles”, explica Arias. “Los incendios forestales consumen todo tipo de vida a su paso, por eso es importante la prevención”.
Según datos del Cuerpo de Bomberos, más del 95% de los incendios forestales son ocasionados por actividades humanas, principalmente por acciones relacionadas a la agricultura. La quema de cultivos o la quema de basura son escenarios cotidianos previo al inicio de un incendio forestal. Arias explica que los fuertes vientos y la vegetación seca se convierten en pilares fundamentales para el desplazamiento de chispas que pueden convertirse en fuego en el escenario adecuado.
“Lo que suele pasar es que las quemas se salen de control y las llamas se esparcen más de lo esperado. Entonces, los incendios inician”, dice.
Para el experto, este es uno de los motivos a considerar al momento de prevenir los fuegos forestales. Cabe aclarar que el Cuerpo de Bomberos cuenta con unidades que pueden vigilar este tipo de quemas para hacerlas de forma controlada.
La institución, sin embargo, aclara que también existen flagelos que son ocasionados premeditadamente. En caso de dar con los involucrados, existen sanciones que pueden ir desde los $460 hasta los $34.000.
Impactos al ambiente
Las manchas negras sin vida son uno de los rezagos que deja un incendio forestal. El impacto ambiental de este tipo de incidentes es grave y la recuperación de las zonas quemadas puede llevar varias décadas.
Érika Dávila, bióloga especializada en remediación ambiental, explica que los incendios forestales afectan ampliamente los bienes y servicios ambientales que el bosque puede ofrecer a la ciudad y sus habitantes. Esto, además del daño que se genera a las especies de animales y plantas que habitan en estos ecosistemas.
“Pasa lo mismo que se ve en videos de redes sociales después de un incendio forestal: animales con su cuerpo quemado o agonizando por el humo y el fuego. Los escenarios de los incendios forestales son graves para la vida de los seres, pero también del bosque”, dice.
Pero el daño también es a largo plazo. La quema del suelo reduce considerablemente la retención de humedad del suelo. A esto se suma la pérdida de nutrientes por el aumento de las temperaturas en las diferentes capas del suelo, llevándose consigo también a los microorganismos encargados de procesar los residuos y enriquecer el sustrato. En otras palabras, según la experta, un incendio mata el suelo y lo condena a la infertilidad.
Según datos del Ministerio de Ambiente, en Ecuador un área afectada por el fuego puede tardar entre 30 a 50 años en recuperarse totalmente y volver a configurarse como un hábitat viable para la flora y la fauna.
“La recuperación es lenta e implica un proceso de reforestación y enriquecimiento del suelo que también significa dinero e inversión, que generalmente no se tiene. Por eso Ecuador hoy por hoy no ha logrado recuperar todo lo que ha quemado y las cifras son preocupantes”, dice.
Si se analiza esto a escala nacional, según datos de la Secretaría de Riesgos, entre 2013 y 2023 Loja fue la provincia con más hectáreas afectadas por incendios forestales, con un total de 41.199. A esta le sigue Pichincha, justamente, con 27.462 hectáreas quemadas.
En total, en la última década el país ha reportado un total de 201.138 hectáreas consumidas por los fuegos forestales; cifra que equivale a 335.230 campos de fútbol o al área total de provincias como Loja. Todo este terreno, según los datos oficiales y lo que asegura la experta, no acabaría aún de recuperarse, mientras los fuegos continúan añadiéndose al registro.
Por esto, asegura Dávila, es importante tomar medidas de prevención cuando inician temporadas como la época seca para evitar la propagación masiva de incendios que pongan en riesgo al ambiente y a la vida de las personas.
Instituciones como el Inamhi y el Cuerpo de Bomberos recomiendan, en este contexto, evitar realizar actividades que puedan generar chispas o fuego en áreas rurales y forestales; lo que incluye quemas forestales o de basura. Además, no arrojar collas de cigarrillos ni fósforos encendidos en espacios verdes y, en caso de detectar lo que podría ser o convertirse en un incendio forestal, denunciar inmediatamente esto a los servicios de emergencia.
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