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El comercio de Quito muestra el miedo de una ciudad sitiada
junio 22, 2022

Locales obligados a cerrar, productos encarecidos y desabastecimiento son las principales consecuencias del paro en la capital. Una crónica: 

POR: Pablo Terán Vaca y Karen Mantilla Ulloa

A Quito se lo siente por estos días como una persona sola, abandonada y con miedo. Esto se refleja en las puertas de sus negocios, cerradas o a medio abrir por miedo a los saqueos, o en la ausencia de medios de transporte y de productos de primera necesidad.

Gabriela Almeida es dueña de un laboratorio clínico, en la ciudadela Quito Norte, unos pasos más abajo del Hospital Pablo Arturo Suárez. Por estos días, casi nadie va a su local y, claro, las secuelas son la disminución en sus ingresos y los de sus empleados. “El lunes bajé rápidamente la puerta, porque se escuchaba la multitud en ‘bullas’ y había que precautelar nuestras vidas y las cosas materiales”.

En el sector de Cotocollao, en la tradicional y comercial calle 25 de Mayo, el panorama es similar. Este sitio se ha convertido en uno de los puntos de las protestas en contra del presidente, Guillermo Lasso. Allí se ve a Raúl Peley, quien administra un restaurante. Su preocupación, cuenta con incertidumbre, es que no se puede llegar con facilidad al trabajo, no hay buses y bajan las ventas. “Se debe encontrar la solución, porque al país se le saca trabajando”.

Más al norte, en La Ofelia, en un conocido centro comercial, se evidencian las consecuencias de las carreteras cerradas, que ha impedido el paso y la llegada de los alimentos a Quito. En las perchas, han desaparecido las frutas, verduras y hortalizas; y, si las hay, han subido de precio. Isabel Naranjo es testigo de este hecho y muestra su intranquilidad porque en las tiendas tampoco hay abastos de este tipo.

Cintia Landi tiene una legumbrería en Carcelén y ya no ha encontrado la mayoría de productos en los mercados y, por ende, no los tiene en su negocio. El verde, el  maduro, el brócoli, el choclo, las frutas, están ausentes, según contó. “La cebolla blanca estaba en 50 centavos, ahora se la consigue en 3 dólares”. Y, como ella también tiene que subir el precio, algunas personas se enojan: “Nos hablan, dicen que somos ladrones, abusivos, pero no se dan cuenta de que a nosotros nos llegan las cosas caras por el cierre de las carreteras y la escasez”. 

Los ejemplos sobran

No sólo sucede en un sector de la ciudad. Como cada día, Jeanette Cacay se levantó hoy de su cama a las 05:00 y saludó a su esposo, Manuel Coque. Los dos se prepararon para ir a su tienda, ubicada en Chillogallo, en el sur.  Empezaron con una pequeña verdulería, pero ahora es un local grande, su negocio ha crecido. 

El reloj da las 7 de la mañana y los dos llegan, quitan los candados y alzan la puerta plegable, están listos para empezar. No saben qué pueda pasar. Ayer, por ejemplo, tuvieron un día inestable, abrían y cerraban porque los manifestantes bajaban en camiones, pintaban las paredes, les pedían donaciones, o les obligaban a cerrar. 

Llega su primer cliente: una señora de unos 45 años que compra una libra de arroz y pollo. “Vecino, ¿tiene huevos?”, pregunta la cliente. Y Manuel responde, entre risas: “No, las gallinas también están en paro”. Todos se ríen, hasta que la señora menciona que en ninguna tienda del sector hay huevos y que no sabe qué darle de desayunar a su familia. Ella paga y se va del local.  

Manuel yJeaneth, conversan entre los dos, dicen que se están quedando sin productos. Suelen ir todos los días al mercado, pero con toda la situación no han podido. Sus perchas lucen vacías. También vendían carne, pero en el camal subieron el precio y no les alcanza. Hoy sólo cogieron 7 pollos, cuando normalmente ellos compran 15 diarios. 

Las horas pasan y el pollo se termina, no tienen nada más que vender, pues la carne no llegó. Hoy no hubo sustos por parte de los manifestantes. Pero tampoco venta.  Para rematar, en algunos sectores ha dejado de escucharse —o se escucha muy poco— aquella canción, ahora famosa: “Si en tu cilindro ya no queda más, tranquilo ya llegó el gas”. Y es que este combustible de uso doméstico se va volviendo esquivo en estos días. Nelson Bermeo, quien vive en San José del Condado, dice que ha ido a cuatro puntos de acopio del norte de la ciudad y no ha encontrado el gas para cocinar.

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