Este sábado se celebra el Decenio de la Población Afrodescendiente, pensado para que las autoridades tomen acciones concretas contra el racismo estructural con la población negra; un tipo de discriminación que va más allá del insulto. ¿Cómo caminamos hacia erradicarlo?
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Javier Chalá, de 41 años, es parte de una familia que llegó desde el valle del Chota a Ibarra hace ya más de tres décadas. Las situaciones económicas y la realidad que vivía en la casa donde nació obligó a su familia a migrar a la ciudad para buscar nuevas oportunidades. “Mis papás querían que estudiara y yo fui el primero de tres hermanos; entonces no les tocó más que venir a la ciudad cuando yo tenía 7 años”.
Al llegar a Ibarra, su padre fue el primero en buscar empleo. Lo consiguió como albañil, cerrajero y cualquier oficio del que podía aprender para salir adelante y mantener a su familia. Así, en un pequeño cuarto que consiguieron, comenzó su nueva vida.
Pero el choque para Chalá recién había empezado. Al llegar a la ciudad tuvo que entrar en una nueva escuela, y fue cuando por primera vez se sintió discriminado por ser negro.
“En mi primera escuela, en mi barrio y en mi familia la mayor parte de personas eran negras, por lo que era normal y no era algo raro”, cuenta. “Pero fue en la escuela, en Ibarra, cuando comencé a escuchar con más frecuencia esta palabra, pero no en un buen sentido. Mis compañeros me hacían a un lado porque era negro, mis profesores llegaron a decirme que no entendía bien lo que enseñaban porque era negro”, dice con una voz acelerada y reflexiva a través de una línea telefónica.
Recuerda muy claramente cuando habló por primera vez con sus padres de esto. Les preguntó, directamente, si estaba mal ser negro, porque gran parte de su entorno le había hecho creer que era así. “La respuesta de mi mamá la recuerdo hasta ahora y le agradezco, porque es difícil explicar a un niño la discriminación. Me dijo: «Hijo, cuando te digan que eres negro, diles que sí y que estás orgulloso de serlo. Nunca dejes que te digan que está mal o que te afecte. Tú eres negro». Ella me hizo fuerte y siempre me apoyó”.
Hoy, Chalá, graduado de abogado, usa su historia para dedicarse a la defensa de derechos de poblaciones vulnerables. “Quisiera que no haya más niños que tengan que vivir lo que yo viví, porque yo corrí con suerte y aprendí más de estas experiencias. Pero he conocido casos donde la discriminación marca profundamente la vida de las personas”, explica con una voz entrecortada por el sentimiento.
Discriminación sistemática
Según los datos del Censo poblacional, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en Ecuador hay un total de 814.468 personas que se autoidentifican como afrodescendientes o negras. Esto, en otras palabras, representa un 4,8% de la población del país.
Los datos, además, arrojan que la mayor parte de esta población se encuentra en provincias como Esmeraldas, Manabí y Los Ríos, seguidas de otras, como Guayas. Sin embargo, las cifras también demuestran que, si bien en menor medida, esta población se encuentra presente en todas las regiones del país.
Asimismo, los datos del Censo aclaran que, del total de población negra, 386.481 personas viven en pobreza por necesidades insatisfechas. Es decir, por falta de acceso a servicios o a condiciones dignas de vida. En otras palabras, el 48,51% de este grupo poblacional se encuentra en condiciones de pobreza.
Para Natalia Sierra, socióloga, estas cifras sólo reafirman la realidad de que “todo el pueblo afro ha sido históricamente sometida a procesos de discriminación y marginación”. La experta detalla que, a lo largo del mundo, la población negra es un grupo que vive en condiciones de vulnerabilidad por la falta de condiciones dignas de vida.
Ella detalla que estos procesos tienen varias explicaciones. Una de ellas se remonta al proceso histórico que han tenido que vivir estas poblaciones, “que fueron violentamente sacadas de África para ser convertidas en esclavos. Ese es el origen que tienen en la última época, cuando se está desarrollando la modernidad. Ese es el origen que les marca, pues fueron trasladados, específicamente a América, como fuerza de trabajo esclava”.
“Cuando los conquistadores se quedaron sin mano de obra, al empezar los procesos agrícolas, porque ya también habían diezmado a la población indígena, les sacaron de África y les trajeron para que cumplieran esa función del momento productivo, pero bajo una premisa esclavista. Esto marca la existencia de este pueblo”, dice. “En el caso ecuatoriano se entiende que hay dos tipos de poblaciones africanas. Primero está la población que se asienta en Esmeraldas, que fueron poblaciones no esclavizadas porque la historia dice que los barcos que pasaban por la zona se hundían y quienes serían esclavos lograron escapar a este espacio. Y por otro lado, en el Chota, se encuentran poblaciones que fueron esclavizadas y estuvieron dentro de lo que se llamaban criaderos de esclavos: grandes haciendas regentadas por los curas. Esa historia es importante para entender la discriminación que hasta hoy se vive en el mundo y es determinante”.
Sin embargo, Sierra explica que estas relaciones de poder se mantienen hasta la actualidad, debido a que los discursos de las élites dominantes, que se identificaron como blancas, mantuvieron las ideas de que esta población representaba a una cultura inferior, que podía ser utilizada y que estaba por debajo de su condición socioeconómica. “Esto les ha condenado a estar marginados, excluidos y atravesados por un fuerte racismo a esta cultura. Lo que también se traduce en procesos de empobrecimiento sistémicos. Incluso esto se ve en Esmeraldas, una provincia mayormente afrodescendiente, que hasta hoy se ve como una zona olvidada por el Estado”.
Por otro lado, María Verónica Cevallos, vicepresidenta del Pleno de Consejo de Protección de Derechos de Quito, asegura que estos mismos procesos son los que han derivado hoy por hoy en el racismo y en la discriminación generada por el color de piel.
“Hay que entender que el racismo es una consecuencia de la esclavitud y no al revés, no es que el racismo trajo la esclavitud”, dice.
Para ella es importante definir esta diferenciación porque esto implica que el racismo que se vive hoy en día en la sociedad es el resultado de un proceso histórico que ha hegemonizado y perennizado los discursos de superioridad de una cultura sobre otra y que hoy se sigue reflejando en la sociedad ecuatoriana y en el mundo en general.
“Esto ha llevado a que se crea que las poblaciones de afrodescendientes son de afuera, que no son locales, cuando no es verdad. Actualmente, tenemos población negra que forma parte de la cultura y sociedad ecuatoriana”, dice.
Asimismo, detalla que incluso los cimientos de la república se ven fundamentados por estas poblaciones, que jugaron un papel importante en los procesos de independencia y en la construcción de las ciudades.
“Incluso si vamos al Centro Histórico y vemos la placa de la estatua de la independencia podemos ver que hay un nombre de una persona negra a la que se conmemora por su labor en la fundación y construcción de la ciudad”, dice.
Sin embargo, aclara que estas ideas y sesgos que se han transmitido de generación en generación se mantienen a nivel institucional y no se hace mucho por cambiarlo. Ejemplifica esto explicando que se puede vivir el racismo en espacios educativos, espacios de salud, espacios públicos, desde instituciones como, en Quito, la Agencia Metropolitana de Control, la Policía, las Fuerzas Armadas; en resumen, desde todos los espacios donde las personas reflejen esta discriminación.
Ella aclara que estas condiciones han ocasionado una interseccionalidad que deriva en otros problemas que vive la población afrodescendiente, como la falta de acceso a salud, educación, servicios básicos, un trabajo digno, entre otros factores. “Vivimos un racismo y una discriminación institucionalizada a la que hay que poner fin”, dice.
En 2019, un informe de la Organización de las Naciones Unidas reconoció estas condiciones en las que vive la población negra en Ecuador. Ante esto, el presidente del Grupo de Trabajo de la ONU sobre afrodescendientes, Ahmed Reid, aseguró que “las personas están enfrentando dificultades para acceder a la justicia, seguridad, tierra, agua limpia, educación, atención de salud, vivienda y a oportunidades económicas“.
“Ecuador debe implementar y hacer cumplir leyes y políticas que protejan sus derechos y terminen con la discriminación, exclusión y extrema pobreza que enfrentan”, señaló.
El Grupo de Trabajo hizo especial énfasis en la provincia de Esmeraldas, donde casi el 70% de la población es afrodescendiente.
“Esmeraldas es una de las provincias más pobres de Ecuador; el 85% de su población vive por debajo del umbral de pobreza, el 23% tiene acceso únicamente a los servicios más básicos, y el 15% de la población es analfabeta”, manifestó Reid, asegurando que, a pesar de que reconocen las iniciativas nacionales para combatir el racismo, la discriminación y la xenofobia, es claro que hay mucho trabajo por hacer para abordar los niveles inaceptables de exclusión y pobreza.
Por otro lado, el experto en Derechos Humanos aseguró que los negros también sufren de “racismo ambiental”, debido a la contaminación sistemática de sus fuentes de agua y del medio ambiente.
Según Reid, existe una intimidación a sus comunidades y una respuesta insuficiente del Estado. «El Estado no debe permanecer indiferente ante los abusos y violaciones de Derechos Humanos cometidos por las industrias extractivas y por otras empresas, se debe poner fin a la impunidad frente a las violaciones de Derechos Humanos y al racismo ambiental”, dijo.
Según el Grupo de Trabajo, los afroecuatorianos se han visto gravemente afectados de manera particular por el daño ambiental que pone en peligro la vida de las comunidades. En su visita al país, los expertos pudieron constatar de cerca las consecuencias de la contaminación en un río de Esmeraldas. Las comunidades que beben agua del río se bañan en él o lavan ahí su ropa, terminan sufriendo enfermedades que incluyen erupciones cutáneas, infecciones genitales y otras enfermedades graves.
Todos estos factores llevaron al grupo a recomendar al país a tomar acciones inmediatas para mejorar las condiciones de vida de esta población.
¿Qué hacer?
Este 31 de agosto se celebra a escala mundial el Decenio para los Afrodescendientes, una fecha decretada por la ONU para concienciar sobre el trabajo que aún falta hacer desde los Gobiernos y los países para garantizar el cumplimiento de los derechos de estas poblaciones vulneradas.
Cevallos explica que este año es necesario que el país tome en cuenta nuevamente esta fecha para tomar acción inmediata ante las condiciones que viven las personas negras.
“Es necesario que esta fecha sirva para que Ecuador tome acciones y rediseñe sus políticas públicas para garantizar el cumplimiento de los derechos de las personas afrodescendientes”, dice.
Para esto, aclara, es importante que los gobiernos implementen campañas de concienciación, tanto sociales como a nivel de instituciones, para que se pueda eliminar al racismo estructural que vive día a día las personas que forman parte de estas comunidades.
“Esta fecha no se conmemora, se celebra. Porque se celebra la diversidad. Hasta 2014 Quito celebraba esta fecha. Dejó de hacerlo y estamos pidiendo que se vuelva a poner en el radar”, dice.
Cevallos asegura que es necesario que los gobiernos empiecen a cambiar esto desde las nuevas generaciones, a través de campañas recurrentes y efectivas, para que se rompan las formas de conocimiento y sesgos que se han establecido en la sociedad.