La inseguridad y la crisis económica han opacado el debate sobre el estado actual de otros sectores, como la educación. Conoce los problemas y falencias que vive el sistema educativo en Ecuador.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Todos los días, miles de estudiantes asisten a las aulas en cada una de las alrededor de 16.000 instituciones educativas alrededor del país. Sin embargo, también hay un grupo de niños y adolescentes que no han llegado a las aulas o que las han dejado en el camino. Las falencias en el sector educativo se pueden ver en estos rostros, aunque no sólo están ahí.
La falta de recursos, el déficit de personal y la debilidad de las infraestructuras son algunos de los temas que rodean al sistema educativo del país. Este ha sido un tópico que ha quedado cada vez más invisibilizado mientras el discurso público y las preocupaciones sociales se han centrado en temas como la seguridad y la economía. Pero los problemas de la educación, en muchas ocasiones, han quedado en segundo plano.
¿Cuál es la realidad de la educación en el país y qué problemas no se atienden dentro de las prioridades del Gobierno? Te contamos.
Educación en cifras
Este abandono que vive el país en la educación no es nuevo. Según Milton Luna, exministro de Educación y experto en políticas públicas, “en los últimos años el aspecto educativo ha pasado casi desapercibido, ya no es tema de prioridad en la agenda nacional”. El país ha enfocado sus esfuerzos y recursos en la seguridad, mientras que la educación, dice Luna, ha navegado “con una hoja de ruta histórica”, sin actualizarse a las necesidades reales del presente.
Esa hoja de ruta se refiere al modelo educativo implementado desde 2010, que, para Luna, se quedó en el tiempo. “Estamos formando para un mundo que ya no existe. Y ese mundo que ya no existe va a generar mayor cantidad de desempleados hacia el futuro”, dice.
Para él, el sistema sigue operando con enfoques desfasados, sin responder al impacto de fenómenos como la inteligencia artificial, el desempleo juvenil o los nuevos retos sociales. Y aunque el país ha atravesado varios gobiernos, ninguno ha impulsado una evaluación seria y profunda de lo que ha pasado en la educación. “No veo una evaluación que nos permita poner las bases de la construcción de un nuevo modelo y de un nuevo proyecto educativo”, dice.
Las cifras también dan señales de alerta. En Ecuador, alrededor de 450 mil niños y adolescentes están fuera del sistema educativo, según datos del Ministerio de Educación. La no escolarización, además, tiene causas múltiples: económicas, sociales, culturales y también internas al propio sistema. “Los padres no tienen recursos para mandar a los hijos a las escuelas, pero también demandan de la fuerza de trabajo de sus hijos para llenar el presupuesto familiar”, explica el experto.
A eso se suma que, en muchas zonas, las escuelas ya no son lugares seguros: “El colegio comienza a ser inseguro por el crecimiento del crimen organizado”, dice. En lugares donde el miedo entra antes que los estudiantes, aprender se vuelve una tarea secundaria.
Pero incluso dentro del sistema, hay barreras que expulsan. Luna menciona que la falta de pertinencia de la educación, la violencia dentro de las aulas y un modelo que no ofrece herramientas para la vida real. “El propio modelo educativo no brinda a los chicos una alternativa para poder insertarse en el mundo, en la vida, en el área productiva”, continúa.
A esto se suma otra debilidad estructural: la falta de investigación educativa. Aunque se generan datos desde el Estado, hay poca reflexión profunda, análisis crítico o construcción de soluciones a largo plazo. “Hay un déficit de investigación educativa y de indicadores que permitan comprender las problemáticas que se viven en el día a día en el país en este sector”, alerta el experto.
En medio de este panorama, el sistema educativo también se ve marcado por falencias materiales. Más de 1.300 instituciones en la Costa y Galápagos necesitan intervenciones urgentes antes del inicio del año lectivo; muchas de ellas tienen techos destruidos, baños insalubres o carecen de servicios básicos. Según el último reporte de la Unión Nacional de Educadores y organizaciones civiles, la mayoría de escuelas en provincias como Guayas, Los Ríos o Manabí siguen esperando reparaciones que no llegan, o llegan tarde.
Para Victoria Cabrera, experta en educación, estas situaciones son repetitivas en el país y se han ido afianzando con la falta de enfoque en este sistema “tan importante para el país y para el desarrollo de los niños y jóvenes”. “Cada vez más se relega a la educación a segundo plano, porque las prioridades han bordeado otros temas, que sí son importantes, pero que no pueden opacar las necesidades del país”.
“Si se quiere combatir la seguridad, el desempleo, la falta de oportunidades y todo; se tiene que partir de la educación. Entonces, es la educación la que debe tener la base para el trabajo a futuro en la niñez”, dice.
¿Cómo abordar el problema?
En medio de los problemas y las falencias, los expertos destacan que es indispensable trabajar en pro de este sector para poder mejorar también otros aspectos de la población. Pero, ¿Cómo lograrlo?
Luna es claro en que no se trata sólo de reformar el currículo o cambiar autoridades, sino de priorizar la educación como un tema de país. “La primera medida es política: el Presidente debe priorizar la educación bajo un plan general con enfoque integral”, dice. Ese plan, asegura, debe conectar a la educación con otros problemas del país como el empleo y la seguridad. Porque, “si no solucionamos el empleo de los chicos, el empleo de los padres de familia, seguiremos teniendo una serie de problemas que repercuten en la educación”.
Pero ese cambio no puede venir sólo desde el Gobierno. “Se requiere un Estado más activo y eficiente. Pero también una sociedad movilizada, padres de familia, estudiantes”, dice. Para Luna, el nuevo modelo educativo debe construirse colectivamente, mirando no al siguiente año, sino a las próximas generaciones. “Hay que pensar en el 2050, en el 2060. Un proyecto educativo no se hace desde los escritorios. Hay que incorporar a los actores”.
Luna no es el único que plantea la urgencia de un cambio profundo. Los datos del propio Ministerio de Educación, así como los informes de organismos como Unicef, también apuntan a la necesidad de reformas integrales y sostenidas. ¿Qué se puede hacer, entonces, para empezar a corregir el rumbo?
Primero, recomiendan declarar la infraestructura escolar como prioridad nacional. Con más de mil escuelas en condiciones críticas y muchas otras con fallas estructurales, el país necesita ejecutar un plan de emergencia que no sólo intervengan las instituciones en estado grave, sino que mantenga de forma constante las que siguen operativas. Desde inodoros en mal estado hasta techos colapsados, cada elemento descuidado resta dignidad al espacio que debería ser el más seguro para cualquier niño, dice Cabrera.
A esto se suma el reto de cerrar la brecha digital. Si bien en zonas urbanas muchos estudiantes tienen acceso a internet en dispositivos, en las zonas rurales y en comunidades indígenas la realidad es distinta. En algunos sectores de la Amazonía o del litoral, aún hay niños que cambian dos o más horas para llegar a una escuela sin señal, sin computadoras y sin conexión. La meta, coinciden los expertos, debe ser que el 100% de planteles cuenten con facilidades que permitan a los estudiantes conectarse y acceder a herramientas que enriquezcan su proceso de formación.
Sin embargo, los expertos aseguran que se debe ir más allá. “No se trata sólo de construir más escuelas o de repartir tablets”, dice Cabrera. Se trata de pensar en un sistema que no sólo eduque, sino que transforme realidades. Y para eso, dice, se necesita voluntad, visión y compromiso sostenido.
Luna coincide también con la experta, asegurando que es clave para el futuro el reformar el sistema educativo de forma completa e integral. Esto, debido a que el sistema mismo ha fallado, “desde hace unos 30 o 40 años”, desde su enfoque y su puesta en práctica. “Hay que cambiar el sistema y adaptarlo a la realidad actual”, dice.
La educación en Ecuador, hoy, no ha colapsado, pero los expertos coinciden en que sí ha quedado a la deriva. Mientras los niños que no llegan a clases siguen sumando a las estadísticas, y mientras las aulas se debilitan desde dentro, el país arrastra una deuda que se mantiene vigente con este sector.
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