Dos expertos conversan sobre sus productos documentales y cómo estos se conectan con el periodismo. Este fue uno de los temas que se trató en el congreso PerDebate, realizado la semana pasada, en la USFQ. ¿Qué aprender el uno del otro?
POR: Esteban Cárdenas Verdezoto
Todo el color se esfuma en una pequeña sala de cine. La luz desaparece tras el sonido de un clic, un interruptor que abre paso al silencio y la expectativa. Pocas respiraciones se sienten, un grupo de personas espera atentamente que la función comience; hay susurros, guiños, pequeños movimientos que aparecen cuando la pantalla pasa de un tono negro al rojo profundo. “Atentos, vamos a empezar”.
Minutos antes, un hombre de una estatura considerable, barba lo suficientemente abultada como para generar sombra en su rostro, lentes cuadrados y una tez café oscura se presentó ante el pequeño público. “Mi nombre es Alejandro Ángel”, fue su primera frase en la sala. “Soy cineasta y documentalista; he producido y dirigido documentales y mediometrajes en diferentes países y hoy estoy aquí para mostrarles un trabajo que tardó 16 años en producirse por completo”.
Ángel se graduó en Comunicación Social y Periodismo en Colombia, su país natal; su carrera la estudió con énfasis en Producción y Administración de medios. Además, tiene un máster en Diseño y realización de programas y formatos en TV; y un doctorado en Comunicación.
Entre su portafolio están documentales y proyectos transmedia como ‘Granada’, ‘Relato de un Perdón’, ‘Chakero’, y ‘Muerte lenta: el pueblo Uitoto acorralado por el Mercurio’, con el que ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar de Colombia, en 2018, el Premio Nacional de Periodismo Digital en 2019 y participó en más de 20 festivales.
A su lista se suma ‘Todas las flores’, el documental que está a punto de mostrar en la sala.
“Espero que lo disfruten, que lo observen, que sientan lo que siente cada uno de sus personajes y que logren conectar con ellos”, dice. “Gracias por venir y bienvenidos”.
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La pantalla roja inició con una animación en la que los edificios cobraban, poco a poco, una forma real. La historia se remonta al barrio Santa Fé, un espacio de pocas cuadras ubicado en el centro de Bogotá. Un espacio que se convirtió en la zona de tolerancia de la capital colombiana, donde la prostitución se convirtió en parte del día a día, junto con el consumo de droga, la presencia de guerrilleros y exguerrilleros; entre otros factores que lo pusieron en la mira “con el morbo de las audiencias”.
El documental ‘Todas las flores’ habla acerca de la realidad de este barrio y de quienes lo habitan, enfocado en la dinámica que viven día a día las mujeres transgénero que trabajan todos los días. Esto, en espacios que se han convertido en su hogar y en su central logística como ‘Tabaco y Ron’, un bar que les abrió las puertas para darles un hogar y un espacio desde el cual gestionar su trabajo.
Personajes fluctúan en pantalla para contar esta vida, su vida. En pantalla se puede ver a mujeres que tuvieron que salir de su casa cuando sus padres supieron que querían empezar su transición; mujeres que han sido relegadas por la sociedad y que en Santa Fé encontraron un hogar. Todas, mujeres que día a día luchan por sus derechos y, a su vez, buscan ganarse el día a día en medio de un sistema que les ha dado la espalda.
Desde los problemas que viven en el diario hasta la elección de la Reina Trans en el barrio, el documental busca retratar la vida de cada una de las personas que habitan este espacio, “una jaula en la que podemos ser libres, la jaula de las locas”, como describió al barrio una de las personajes.
Una vez terminada la proyección, los aplausos inundaron la sala de forma desentonada pero consistente. Enseguida, Ángel habló acerca del proyecto.
“Hacer esta película tardó 16 años. La directora, Carmen Oquendo-Villar, encontró la historia en 2008, aunque su enfoque fue otro”, dijo. Ella buscaba, en ese entonces, retratar la vida de Diana Navarro, una de las mujeres trans que habitó este barrio y que con su liderazgo apoyó el trabajo y la presencia de las personas trans de este espacio.
Pero a lo largo del tiempo, el proyecto tuvo muchos matices y, al final, no se concretó. Al octavo año de elaboración del proyecto llegó Ángel a trabajar, junto con el resto del equipo. Su arribo y la ganancia de varias becas le permitieron sacar adelante el proyecto junto a Carmen y, con esto, volver al barrio en 2020 para terminar de contar su historia.
“Si bien el proyecto ha tenido 16 años, gran parte del material que aparece en la película fue grabado unos meses que pasamos en el barrio. Unos que fueron complicados por la peligrosidad, pero así nos tocó volver a meternos en el barrio y volver a conocer a la gente. Dejar que la vida de estas personas se muestre a cámara”, explicó.
Aunque el trabajo final no la pudieron ver parte de sus personajes, como Diana Navarro, quien murió por una enfermedad unas semanas antes de la primera proyección, este ha recibido aplausos y felicitaciones de sus propios protagonistas. Para Ángel, este es un ejemplo, por esto, de que el periodismo también puede ser documental y que el documental se vale mucho del periodismo.
Trabajo conjunto
La mezcla de estos dos oficios enriquece la forma de contar historias. Para Ángel, el trabajo conjunto entre el periodismo y el cine abre la puerta a nuevas narrativas para contar la realidad, observarla y exponerla a las poblaciones y a las audiencias.
Por esto, explica que el documental es una forma de hacer periodismo de largo aliento, en el que el tiempo permite reportar y documentar la realidad de las personas y las poblaciones. “Los documentalistas y los periodistas siguen procesos rigurosos al acercarse a los personajes y comprender su vida”.
Para él, los dos oficios deben construir entre sí mejores bases para comprender los espacios y para dar el tiempo suficiente para que las cosas sucedan.
Por otro lado, Joe Houlberg, documentalista y cineasta director de Ozogoche, ganador de un premio Colibrí, asegura que el documental es una forma de hacer periodismo pero con más tiempo “para dejar que las cosas sucedan en cámara”.
“Quizá los periodistas tienen menos tiempo por la premura de la primicia o de las noticias rápidas, pero en el documental uno se tiene que dar el tiempo para observar y poder vivir las historias. Nosotros en Ozogoche vimos cómo las historias poco a poco fueron apareciendo en cámara”, dice.
El documental que realizó durante cinco años relata la historia de una comunidad en la Sierra ecuatoriana que espera a que una vez al año lleguen aves que vienen del norte global para suicidarse en una laguna. Aunque en primer lugar la historia que pensó contar fue la de estas curiosas aves que “llegan a suicidarse en Ecuador”, la historia de la comunidad fue apareciendo en cámara y en el camino tomaron la decisión de que el documental debería contar la espera y la paciencia de las personas que habitan este espacio.
Así, los expertos detallan que el periodismo también debe utilizar estas herramientas que hablan de la temporalidad para que las propias historias vayan tomando un ritmo. Además, el tiempo brinda el espacio para comprender mejor las realidades que se quieren contar, sea en texto, video, podcast u otras formas narrativas.
De este modo, el documental comparte vasos comunicantes con estos otros productos que, igual que el periodismo, cumplen con el objetivo de contar historias; “servir de un parlante para las poblaciones para que puedan mostrar su realidad, no darles voz porque eso suena muy condescendiente, pero sí ser una herramienta que reproduzca y masifique su voz”, como dice Ángel.
Estas presentaciones y este tema fueron parte del congreso PerDebate, realizado la semana pasada en la Universidad San Francisco de Quito. Tanto Ángel como Houlberg fueron invitados a este evento, en el que la relación del documental y el periodismo se pusieron en la palestra de conversación.
Y es que la clave para el periodismo y el documental es generar conversación sobre las historias que se cuentan, poner estas realidades en la palestra para generar debate que, quizá, pueda aportar a quienes viven realidades adversas o para quienes su vida es un reto diario.
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