POR: Alexis Serrano Carmona
He venido a confesarme.
Acúsome, Padre:
Resulta que pasé mucho tiempo renegando de esto, incrédulo —incluso— de su existencia. ¿Qué clase de invento es ese del fact-checking?, decía. Si la verificación ya es uno de los cimientos del periodismo. ¡Siempre lo ha sido! ¿Qué es eso de ponerle etiquetas nuevoleras a algo que ha existido siempre?
Pero en la vida, Padre, hay muchas formas de estamparse directo contra la pared. Porque ahora sigo pensando lo mismo: la verificación es uno de los músculos del cuerpo periodístico, una de sus bases y condición ineludible del buen ejercicio del oficio. Pero lo que no había tomado en cuenta es que en este mundo digital-mega-ultra-digitalizado existen redes completas dedicadas sistemáticamente a producir desinformación; léase: a engañar. Entonces, que haya periodistas que, además de producir periodismo de calidad, se dedican a luchar contra esas redes de la desinformación, me parece ahora más que necesario: ineludible, diría yo.
Es que sucede, Padre, que las redes de la desinformación son muchísimas y cada vez más fuertes, más tecnificadas y potentes. Ahora que dirijo esta redacción, lo puedo ver con claridad. Nos hemos encontrado con cuentas de redes sociales que inventan terremotos, que falsean procesos judiciales, que atacan políticos y candidatos, que generan el caos en medio de situaciones de conmoción social, que usan falsas cuentas, o falsos logos de medios de comunicación para cometer sus fechorías.
No se burle, Padre, no es exagerado llamarlas fechorías. ¿Quiere que le cuente? Empiezo por uno de los más recientes: decía el post que 30 personas estaban en cerco epidemiológico por la presencia de la gripe aviar en el país. Claro, la gente muerta del susto porque estos bandidos aseguran algo que no era verdad. Lo cierto era que esas 30 personas eran técnicos del Ministerio de Agricultura que se encontraban monitoreando la situación en unas granjas ubicadas en un sitio específico. Ese es un ejemplo, pero hemos visto de todo. Dijeron que la Alcaldesa de Guayaquil había convertido las calles en piscinas para perritos: falso; dijeron que el candidato del correísmo a la Alcaldía de Quito se negaba a pagar sus multas: falso. Han inventado falsas predicciones sobre desastres naturales y objetos extraños succionándole la energía al sol; frases falsas supuestamente dichas por funcionarios, cifras trucadas sobre empleo, informes manipulados sobre la pobreza o la inseguridad. Figúrese, Padre, que llegaron a decir que en Ecuador la gente tenía más miedo de salir a la calle que en Afganistán.
Luchar contra la desinformación es todo un desafío. En este 2022 hicimos 1.062 verificaciones. De esos contenidos, apenas 405 (el 38,1%) resultaron ciertos. El resto (61,9%) fueron contenidos de la desinformación: 243 falsos, 188 engañosos, 196 imprecisos, 12 inverificables y 18 sátiras. Pero se puede luchar contra la desinformación también haciendo buen periodismo. Por eso, este año hemos hecho 308 notas en nuestra sección Al Grano. Notas explicativas que tratan de ir más allá de la noticia y de ahondar en los porqués, para que nuestros lectores, Padre, puedan comprender mejor un tema, más allá de estar informados. Y también hicimos 21 notas A Profundidad, investigación periodística con nuestro propio estilo, que ha abordado temas que van desde el trueque indígena, hasta los asambleístas que legislan a su medida, pasando por los efectos de la pandemia en la educación y la dificultad para adoptar en Ecuador.
Se vienen las elecciones seccionales, Padre, y por eso el 2023 tendrá un arranque a todo vapor. En época electoral, está demostrado, las redes de la desinformación se activan más fuertes, con mayores bríos, pero estamos listos para continuar. Así que voy a rezar urgente esos padrenuestros y esas avemarías que usted me ha encomendado a cambio de su perdón y mi indulgencia; para así estar listo para la batalla que se avecina.
Atentamente,
Un hereje en la redacción.
