El país tiene una de las gasolinas regulares más baratas de Sudamérica, pero también es una con la de menor calidad. Desde menor octanaje hasta más azufre.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Grandes nubes de humo gris, casi negro, se levantaron sobre el borde del suelo. El semáforo cambió a verde y con esto, un ruido anunció el arranque de los motores. Dos buses y un carro desprendieron estos vapores al avanzar; mientras varias personas esperaban cerca de una parada para tomar su siguiente transporte, y respiraron los residuos de la combustión. Esto ocurrió en el redondel de Cumbaya, en el nororiente de Quito.
Lo que hoy ocurrió es un escenario que se da en cualquier punto del país; es parte del día a día de las personas, tanto en grandes y pequeñas ciudades. Es que la contaminación generada por combustibles es un problema. Solo en esta ciudad, más del 90% de los gases de efecto invernadero emitidos al ambiente tienen al transporte público y privado como principal causante.
Una de las causas centrales de esta realidad es la calidad de los combustibles en el país, algo que ha marcado la eficiencia vehicular como los impactos contaminantes de la movilidad en Ecuador. Y, aunque, el país tiene uno de los combustibles más baratos de la región; el tercero más económico de Sudamérica, la calidad de estos dejan al país a la cola de la lista frente a la realidad de otros países.
Pero, ¿qué implicaciones tiene esto y qué factores contribuyen a la mala calidad de los combustibles ecuatorianos? A continuación un detalle:
Perfil de los combustibles en la región
En Ecuador existen tres tipos principales de combustibles; entre estos está la gasolina extra y ecopaís, super y super premium y el diésel. Cada una con calidades y estándares diferentes; por ejemplo, la gasolina extra y ecopaís en Ecuador tiene una calidad que va entre los 85 y 89 octanos; seguida por la gasolina súper, que presenta entre 92 y 95 octanos. Esto, presentando al octanaje como una medida que registra la calidad del combustible, según su facilidad o resistencia a la combustión en el momento preciso, para un desarrollo adecuado de los motores que lo ocupan.
Así, si se observa el mapa regional, el país queda rezagado frente a otros de la región en materia de octanaje. Mientras que Ecuador tiene estas calidades, en la mayor parte de Sudamérica las cifras son más altas. En Colombia, por ejemplo, el rango va de 84 a 91 octanos en la gasolina regular y hasta 98 en la premium; en Perú se encuentra entre 84 y 90 octanos, con premium en 93,95 y 97; Venezuela ofrece 91 y 95 octanos; Chile dispone de tres opciones estandarizadas como 93, 95 y 97; Argentina comercializa 93 y 97, Paraguay se mueve entre 88 y 93 en la regular y hasta 97 en la premium; Uruguay tiene 95 y 97; Bolivia ofrece 88 y 93 en la regular y hasta 97 en la premium; y Brasil, que históricamente lidera por su mezcla con etanol, distribuye gasolinas de entre 93 y 95 octanos y versiones premium que incluso superan los 100 octanos.

La comparación deja claro que, salvo excepciones puntuales, la mayoría de países ya se ubican por encima del estándar ecuatoriano, especialmente en la alta gama; salvo por casos como Bolivia, que presenta calidades menores de combustible. Esto, en otras palabras, implica que sus vehículos pueden trabajar con mayor eficiencia y con menos emisiones contaminantes. En el caso de Brasil, por ejemplo, el uso de etanol como aditivo eleva el octanaje de forma natural, mientras en países como Chile y Uruguay se ha optado por fijar un mínimo de 95, lo que garantiza una calidad más uniforme.
Pero, el octanaje es sólo una cara de la moneda. El otro factor, el que más impacto ambiental y sanitario tiene, es el contenido de azufre. En Ecuador, la norma vigente sobre este tema permite todavía hasta 650 partes por millón de azufre en gasolinas de bajo octanaje, mientras que en la gasolina súper se permite contar con un máximo de 200 partes por millón. Por su parte, el diésel permite hasta 250 partes por millón.
Sin embargo, al mirar hacia los países vecinos, la brecha es evidente. Y aquí algunos casos: Chile, por ejemplo, establece un máximo de 10 partes por millón en gasolina como en diésel; Perú la redujo a 50 partes por millón y tiene programada una transición a 10 partes por millón; Colombia mantiene el diésel en un límite de 50, mientras que las gasolinas se mueven en promedios menores a 90 y con meta de 10 en 2030; Brasil consolidó desde 2014 gasolinas de 50 partes por millón de azufre y diésel con 10; y Argentina bajó su combustible a 50 partes por millón en 2024, con un diésel de 10 en las principales ciudades. Bolivia, por otro lado, permanece con uno de los rezagos más altos de la región, con gasolinas de hasta 1.000 partes por millón y diésel en el rango de 2.000 partes por millón de azufre, lo que impide la adopción de tecnologías modernas.
Esta realidad muestra un patrón claro. Y es que mientras la región avanza hacia combustibles de bajo y ultrabajo azufre, Ecuador conserva márgenes permisivos que lo ubican en los últimos puestos de la lista, sólo por delante de Bolivia. Y, aunque, en los hechos las gasolinas y diésel que circulan en el país suelen estar por debajo de la norma, según estudios realizados por universidades como la Universidad Internacional y la Escuela Politécnica Nacional, lo cierto es que los techos que establecen las normativas dejan margen de maniobra, según expertos.
El problema de la calidad
Carlos Páez, experto en eficiencia energética y docente de la Escuela Politécnica Nacional, advierte que no todos los parámetros de la gasolina y el diésel pesan igual en el impacto ambiental. “De todos, el contenido de azufre es el que tiene mayor relevancia, porque cuando estos combustibles entran al motor, el escape emite gases sulfurados que contaminan el aire y favorecen la formación de material particulado pm 2,5. Y ese es, de lejos, el contaminante que más afecta la salud de las personas”, dice.
Los números que cita son duros. “En el mundo, más de 7 millones de personas mueren cada año por enfermedades asociadas o agravadas por la contaminación del aire”. Y, Ecuador no está al margen de esta realidad.
Páez recuerda que, con sus estudiantes, revisaron estadísticas globales y regionales en un estudio centrado en el país, en el que concluyeron que “la contaminación del aire es responsable de más de 4.500 muertes prematuras al año. Es una cifra más alta que las muertes en accidentes de tránsito o suicidios, lo que coloca a la contaminación como uno de los principales factores de riesgo para la salud”.
Desde esa perspectiva, el contenido de azufre en los combustibles ecuatorianos es el talón de Aquiles; algo que, según Páez, viene desde los estándares establecidos. “Los estándares internacionales hablan de 50 partes por millón para un diésel de bajo azufre, 10 partes por millón para un diésel de ultra bajo azufre, e incluso hay países que utilizan combustibles sin azufre. Y eso sólo en diesel, porque los demás combustibles también tienen límites mucho más bajos que Ecuador”. En la región, dice, “Colombia y Perú transitan en torno a las 50 partes por millón; pero nuestros combustibles son de pésima calidad”.
Y el efecto de estos índices no sólo se limita a lo ambiental o sanitario, sino que también afecta a lo que se puede vender y usar en el país. “La mala calidad de la gasolina y el diésel es un serio limitante para que ingresen las últimas tecnologías vehiculares en eficiencia energética y desempeño ambiental”, asegura.
El experto en eficiencia energética recuerda que, en Europa o en gran parte de Sudamérica, circulan motores de alta gama que cumplen estándares avanzados. “Los Mercedes, BMW o Volvo que allá funcionan con motores de alta eficiencia y bajas emisiones, aquí llegan con otra tecnología. Por fuera pueden ser iguales, pero el motor que entra a Ecuador está adaptado a combustibles de peor calidad; que consume más y contamina más”.
Ese rezago, dice, es doble. Primero, tecnológico: “estamos atados a motores de hace 20 años”, dice. Segundo, lo económico; “motores menos eficientes consumen más gasolina y diésel, lo que es un problema energético para el país y fiscal por el peso de los subsidios”. Y tercero, ambiental y social; “todo ese exceso de consumo termina saliendo por el escape, como contaminación que respiramos quienes vivimos en las ciudades”.
Para Páez, la conclusión es inevitable. “Tanto la gasolina como el diésel en Ecuador, en el ranking regional, están a la cola. Bien por debajo de lo que regulan y han logrado los países vecinos”, aclara. Y esa brecha no sólo significa un aire más contaminado, sino también un freno a la innovación tecnológica, la eficiencia energética y la posibilidad de tener un transporte más amplio y de menor impacto.
Todo esto se da en medio de una conversación que ha salido a la luz en las últimas semanas, tras el cambio de variables para el cálculo de combustibles en Ecuador, que, según aseguran expertos, incrementarán sus precios de forma más pronunciada en los próximos meses. Y es que, según han dicho autoridades como la vocera de Gobierno, Carolina Jaramillo, el país sigue teniendo una de las gasolinas más baratas de la región. Aunque, si bien este dato es real y el país tiene el tercer combustible más económico en Sudamérica; también tiene uno de los que peor calidad presenta en la región.
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