Muchos quiteños se enteraron de los cortes, literalmente, al llegar a sus talleres e intentar prender la luz. Los comercios de la ciudad se ven severamente afectados por la intensificación de los apagones. Crónica de una ciudad a oscuras.
POR: Juan Camilo Escobar y Karen Mantilla Ulloa
La última semana del noveno mes del año llegó y con ella los apagones. Este lunes es un poco atípico. En los hogares quiteños hubo indignación y preocupación, gracias a la masificación de los cortes de energía en el país, anunciada por el Gobierno casi a la medianoche de ayer. Muchos se enteraron de las nuevas medidas gracias a los noticieros.
Este es el caso de Luis Tipán, un cerrajero de la tercera edad, que salió desde su casa a las 08:30 y cuando llegó a su taller, en El Pintado, eran casi las 09:00. Cuando quiso prender la luz fue imposible. Preguntó a sus vecinos y fue entonces cuando se enteró de que los apagones ya no serían nocturnos, sino en distintos horarios, por sectores y hasta tres veces al día.
Enojado, entró a su pequeño local, porque hoy tenía que entregar unas ventanas y se le hará imposible hacerlo. “Es triste, doloroso, siento enojo, porque no sabía que los cortes empezarían en la mañana, porque se supone que eran a las 10 de la noche. De haberlo sabido, hubiera adelantado el trabajo. Las ventanas me toman tiempo, no voy a lograr entregarlas. Es imposible, voy sólo a lijar el fierro, pero para cortar y soldar necesito luz. Tendré que decirle al cliente que le entrego mañana. Hoy me quedaré hasta más noche”, dijo Tipán.
Luis Tipán, con la sierra manual intentando adelantar el trabajo. Fotografía: Karen Mantilla U.
Su amigo, Vicente Pillajo, que también es su compañero de trabajo, pintaba esta mañana lo que serán los extremos de las ventanas que aún no tomaban forma. Él, al igual que Tipán, buscaba soluciones.
“Yo estoy pintando los extremos de las ventanas, en algo tengo que entretenerme. Aunque no hay mucho que hacer”, contó Pillajo.
Para los comerciantes y propietarios de negocios la falta de luz no es una excusa para dejar de trabajar
En la Av. Mariscal Sucre está ubicada la barbería ‘JCA Barbers’, que, como la mayoría de locales visitados, abrió hoy sus puertas, pese al apagón. Aunque, hoy a los dueños les tocó ser recursivos: usaron navajas y tijeras manuales. Dos clientes necesitaban un corte que necesitaba “técnica y precisión”, según Jeanpier Esmeraldas, un empleado del lugar, que aseguró que no pueden perder a ningún cliente.
“Estamos atendiendo como se pueda, tenemos una barbera que no necesita electricidad, estamos usando esa para casos necesarios. Pero de ahí usamos las tijeras y navajas para que quede más perfecto. Al cliente hay que complacerle sus gustos y estamos solucionado mientras llega la luz”, dijo Jeanpier.
Uno de los empleados usa la navaja para que los cortes y figuras en el cabello queden más precisos. Fotografía: Karen Mantilla U.
Las calles y el tráfico
Muchos semáforos lucieron apagados. El sonido de las bocinas se hacían presentes, los controladores de los buses tomaban el papel de agentes de tránsito, pues en Santa Rita, en el sur de la capital no había quien controlara a los vehículos y el tráfico estuvo más que presente. La mayoría de conductores lucían enojados y desesperados por la falta de control. Entre todos se ayudaban para que no sucediera algún accidente. Los controladores de buses alimentadores entregaban papeles porque las máquinas recaudadoras no funcionan sin luz.
El tráfico estuvo muy presente, los conductores colaboraron entre si para evitar algún accidente. Fotografía: Karen Mantilla U.
A media mañana, cerca de las 10:00, el cielo de Quito comenzó a cubrirse de nubes, arrancando murmullos esperanzados entre los peatones que, apresurados, lanzaban miradas al horizonte. «Por fin parece que va a llover», se escuchaba entre la gente, como un eco de anhelo en medio de una ciudad asfixiada por el calor. Pero la promesa de lluvia se esfumó tan rápido como llegó. En cuestión de minutos, el cielo despejó las nubes y el sol, implacable, volvió a imponerse con una intensidad canicular que no dio tregua.
El clima juguetón de la capital, en otros tiempos una mera anécdota, hoy se sentía como un mal presagio. No solo Quito, sino toda la región andina y gran parte del país, espera con ansias las lluvias. Lluvias que no son sólo un alivio para el calor, sino la única esperanza para reactivar las centrales hidroeléctricas y mitigar la severa crisis energética que ha dejado a millones en la oscuridad, víctimas de apagones que parecen interminables.
Pasado el mediodía, las esperanzas de los quiteños se volvían nuevamente hacia el cielo, al constatar, con incredulidad, cómo todos los noticieros comenzaban sus servicios informativos con una declaración del ministro Antonio Goncalves.
“Sólo Dios sabe”, respondía, al ser consultado sobre hasta cuándo durarán los apagones, añadiendo más incertidumbre sobre la planificación de los racionamientos, que en cuestión de días habían pasado de una jornada nocturna, como se había anunciado inicialmente, a 11 horas diarias no continuas en varios intervalos.
“¡Payasos!”, “¿cómo va a decir semejante barbaridad?“, “qué burla“, “qué insensibles“, criticaban, con un tono de indignación que no podían ocultar, numerosos ciudadanos que al mediodía acudían a un patio de comidas de un centro comercial en el norte de Quito.
Muchos de ellos no sólo llegaban para comer, sino también con sus computadoras portátiles, aprovechando la luz eléctrica y la señal de internet del centro comercial para continuar sus jornadas de teletrabajo, intentando adaptarse a un clima que, al igual que el panorama energético, se volvía cada vez más incierto.
“Me parece una soberana payasada que todo un Ministro de Energía salga así, suelto de huesos, con total desfachatez, a decir que ‘solo Dios sabe’. ¿Qué nos queda, hacer la danza de la lluvia?”, lamentaba Juan Pesántez, un joven vendedor por cuenta propia que trataba de completar desde su laptop un sinfín de tareas de su negocio de venta de repuestos de electrodomésticos: enviar cotizaciones, confirmar envíos y entregar facturas electrónicas.
Así, con una mezcla de indignación y decisiones tomadas sobre la marcha, llegó para muchos quiteños la hora del almuerzo del primer día de la primera semana de apagones de hasta 11 horas diarias no continuas.
Los encargados de preparar esos almuerzos, en cambio, testimoniaron que fue una verdadera proeza atender a su clientela habitual. Así lo constató Ecuador Chequea en un recorrido por varios restaurantes en el norte de la ciudad, donde la adaptación a la crisis energética, con horarios de apagones anunciados a última hora o que no se cumplen, se convertía en un desafío: estaban en juego inversiones desde 150 hasta 2.500 dólares.
En cuatro de estos restaurantes, sus responsables indicaron que, tras enterarse al inicio del día de la mala noticia de que los apagones se realizarán durante las horas del día en lugar de las nocturnas como se había informado inicialmente, tuvieron que modificar el menú. Optaron por ingredientes que demandaran el menor uso de licuadoras, batidoras, hornos y otros aparatos eléctricos, adaptándose a las exigencias de un contexto cada vez más complicado.
“A las 08:27 nos quitaron la luz. Por suerte no nos quitaron el agua, que ya están quitando en otros lugares. Veo que sí deben arreglar de mejor manera esto, que nos está perjudicando. No podemos hacer los jugos y los batidos que nos pide la gente”, lamentó Doris Castro, propietaria de un restaurante en Cotocollao.
Otro negocio cuyos responsables declaraban que “sí o sí” necesita electricidad es el de las farmacias. En tres locales de este tipo visitados esta mañana, se confirmó que los cambios a última hora en los apagones les obligaron a invertir, asimismo, a última hora, en geles refrigerantes, con el consecuente incremento de sus costos de operación.
Indicaron que esta decisión no es meramente financiera: es una cuestión de vida o muerte para los medicamentos que, indispensablemente, requieren de temperaturas bajas y estables para su adecuada conservación.
Así, Óscar Pinto, administrador de una farmacia frente a el Condado Shopping, dijo que “la misma ubicación de los medicamentos está en el sistema. En consecuencia, es un gran problema, pero sólo es uno de los problemas porque no se puede facturar, no se puede cobrar con tarjetas de débito“, indicó.
Los dueños de locales de servicio técnico de teléfonos celulares también testimoniaron que están enfrentando pérdidas significativas debido a los prolongados racionamientos de energía.
En un recorrido por la zona norte de Quito, Ecuador Chequea constató que sin electricidad, la operación de microscopios electrónicos, computadores con software de diagnóstico y otros equipos esenciales se volvía imposible, dejando a estos negocios paralizados.
Dos quejas comunes entre los comerciantes consultados eran la necesidad de más tiempo—que no disponían—para elaborar manualmente las facturas y para la ubicación física de los productos, que estaban ordenados y catalogados según sus propios sistemas.
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