Usted, usuario digital, puede ser un eslabón más, o puede romper la cadena. Aquí le presentamos una guía para que reconozca la desinformación en cuanto llegue a su pantalla. Los desinformadores apelan a la emoción para lograr su objetivo: ¡No caiga en la trampa!
A diario, cientos de contenidos son compartidos a través de internet, cadenas de texto son enviadas por WhatsApp. Se comparten audios alertando de grandes catástrofes, o al entrar a redes sociales, nos encontramos con un sinnúmero de posts con imágenes o videos que, supuestamente, muestran la situación actual del país. Pero, ¿sabemos qué tanto de este contenido que consumimos a diario es falso?
¿Cuántos de ustedes han visto, por ejemplo, publicaciones que aseguran que desde que el presidente, Guillermo Lasso, firmó el decreto que disolvió a la Asamblea, también podría disolver otras instituciones, como el Consejo de Participación Ciudadana? ¿O posts que aseguran que vendrá una pandemia peor y más mortífera que la que vivimos?
¿Cómo lo hacen, cómo logran atraparnos quienes generan desinformación?
“La desinformación es algo continuo, porque tiene un objetivo final. Entonces, es una estrategia que utilizan desde la comunicación política. Personas inescrupulosas y sin mayor concepto ético, que buscan que la ciudadanía se sature de contenido o, a su vez, lograr tendencias en redes sociales, posicionando una idea que no siempre es verdad, pero que tiene un fin económico, político o social”, dice Saudia Levoyer, periodista y docente de la Universidad Andina Simón Bolívar.
Por ello, Levoyer explica que se puede incluso formar o contratar un troll center para que se difunda contenido rápidamente. Y detalla que este es un plan de comunicación bien estructurado y no es improvisado. “Lo disfrazan como si fuera una noticia y, en el fondo, no son contenidos reales, son mentiras, son bulos”, menciona.
Tania Orbe, periodista y docente de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), agrega que algunos contenidos pueden provocarnos risa y, por ello, los empezamos a compartir. Sin embargo, no nos damos cuenta de que contribuimos para expandir afirmaciones erróneas.
¿Cómo detectar la desinformación?
Para lograr el engaño, quienes fabrican los contenidos de desinformación no identifican autores, no asumen responsabilidades y actúan generalmente desde el anonimato. Por ello, un contenido sin firmar es un buen indicativo de que estamos ante algo sospechoso.
También, muchos bulos son noticias viejas sacadas de contexto. Así que, siempre es importante fijarse en la fecha de publicación original.
Sospechar de los titulares sensacionalistas o con afirmaciones poco creíbles, que no tienen mayor información es una clave muy importante. Además, este tipo de contenidos no señala las fuentes de los supuestos datos que utiliza. Suelen usar formatos que simulan ser de medios de comunicación para confundir a la audiencia. Y apelan a las emociones para que los usuarios anulen el análisis y difundan el contenido de inmediato, al dejarse llevar por lo que les provoca.
Arturo Torres, periodista del portal Código Vidrio, dice que la desinformación es “una simulación de una noticia o de un hecho, que se hace tomando parte de noticias y mezclándolas con contenidos adulterados y malintencionados para dañar o afectar la reputación de una persona, un Gobierno, un partido político o de una empresa”. Y esto genera confusión y puede ser tomado como un hecho real.
Torres ratifica que este tipo de contenidos apelan a las emociones, pues colocan titulares que son muy tendenciosos o sensacionalistas, pero que “apuntan al corazón de una persona”. “Esto no pasa por un tema de entendimiento o de lógica, de racionalidad, sino que apela a la emocionalidad en medio de una sociedad tan polarizada como la nuestra, en la que los políticos han logrado instalar posiciones muy extremas en el debate en redes sociales”.
Intención deliberada, el sello de la desinformación
La Fundación Gabo afirma que la desinformación es difundida deliberadamente con un formato que pueden ser palabras, imágenes y protagonistas que buscan capturar la atención inmediata de un gran número de personas. “El sensacionalismo es el arma predilecta de quien o quienes están en el origen”.
“No se prefiere lo falso por ser falso, sino porque es lo que más se ajusta a las preferencias de las personas, que son las mismas de las de su entorno, reunidas bajo la burbuja de la unanimidad”, señala.
Generalmente, la desinformación circula en todo tipo de formatos, como memes, capturas de pantalla, videos, fotografías, tuits o páginas web.
Orbe detalla que en redes sociales los contenidos que se usan para desinformar son imágenes o videos tergiversados, incluso videos en donde se pueden cambiar la voz, pueden cambiar los rostros o los cuerpos de las personas o los escenarios. Recomienda revisar detalles haciendo zoom y fijarse en la mirada de las personas. Además, describe que existen posts con logos similares a los de los medios de comunicación, pero que suelen tener errores en el color, o en las letras. Y hay páginas que se han creado para hacer sátira de lo que sucede; o posteos descontextualizados que circulan en redes sociales.
¿Cómo enfrentarla?
Es importante no compartir el contenido sólo porque es viral. La docente de la USFQ afirma que todos los ciudadanos deben alfabetizarse digitalmente. “Todo ciudadano debe saber qué información le resulta útil, qué información está tergiversada o tiene intereses políticos o qué información es errónea”, enfatiza.
Además, asegura que los ciudadanos deben tener como principio básico dudar de todo, desarrollar nuestro pensamiento crítico para no creer en el primer mensaje que nos llega, e incluso dudar de lo que creemos. Por ello, se debe buscar más fuentes de información, seguir fuentes creíbles y llegar al origen de la información.
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