La votación de ayer reveló una distancia de 11 puntos entre Daniel Noboa y Luisa González, una amplia derrota —la tercera consecutiva—. Los números muestran cómo ha ido cediendo terreno y ha llegado a un techo que no logra romper, ¿Por qué? Su principal impulso: Rafael Correa, es también el principal lastre que deben arrastrar.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
La jornada terminó. Gritos, algarabía, festejos y desesperanza; todos los sentimientos se mezclaron en ambos bandos luego de ver cómo aparecían los resultados oficiales en las plataformas del Consejo Nacional Electoral (CNE). Y mientras más votos se escrutaban, más distancia cobraba Daniel Noboa sobre la candidata correísta, Luisa González.
Al final del día, la tendencia se confirmó y el CNE lo hizo oficial. Los resultados, ya irreversibles, convirtieron oficialmente a Noboa en quien se sentará por los siguientes cuatro años en el sillón presidencial de Carondelet. Una vez más, el correísmo fue derrotado en la contienda por la Presidencia; por tercera vez consecutiva.
Pero, una vez pasada la emoción o la tristeza, es necesario detenerse y preguntarse: ¿qué llevó a que estos resultados se consolidaran, en una contienda en la que la distancia parecía más difusa y apretada? ¿Cómo ha evolucionado el voto en las últimas elecciones? Aquí intentamos resolver algunas de estas preguntas.
Resultados de segundas vueltas
Al revisar la plataforma oficial del CNE, con corte al 98,44% de actas escrutadas, se puede ver que el porcentaje de votos alcanzado por Daniel Noboa, es del 55,59%. Mientras tanto, Luisa González obtuvo una votación del 44,41%.
De igual manera, se puede ver que las actas con inconsistencias se mantienen en un porcentaje del 0,82%. Además, del total de votos, el CNE registró un 6,70% de votos nulos y un 0,66% de votos blancos.
Todo esto, frente a una presencia de 11’269.120 sufragantes y la ausencia de 2’288.480. Esto, en otras palabras, reflejando el 83,76% de participación en las urnas. Una cifra que, según el CNE, alcanza a los máximos históricos de participación en las elecciones del país.
Si se analizan los pormenores de la elección, también se pueden encontrar otros factores importantes. Entre estos, que Noboa alcanza una victoria clara en 19 provincias; esta son: Carchi, Imbabura, Pichincha, Santo Domingo, Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua, Bolívar, Cañar, Azuay, Loja, El Oro, Guayas, Zamora Chinchipe, Morona Santiago, Pastaza, Orellana, Napo y Galápagos. Mientras tanto, Luisa González se mantuvo en la delantera en apenas cinco provincias: Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, Santa Elena y Sucumbíos.
Aquí el detalle de la votación en cada una de las provincias:
De igual manera, si se analiza la elección con más especificidad, se puede ver que en Pichincha, por ejemplo, Noboa ganó en cinco de los ocho cantones. Estos son, Mejía, Pedro Vicente Maldonado, Rumiñahui, San Miguel de los Bancos y Quito. Mientras que en Cayambe, Pedro Moncayo y Puerto Quito ganó la candidata González.
Asimismo, en Guayas, donde existe un total de 22 cantones, González alcanza la victoria en un total de 20 cantones; mientras Noboa supera al correísmo en dos; uno ellos Guayaquil, que concentra la mayor parte de la población, por lo que Noboa termina ganando la provincia.
Esta misma dinámica se repite en varias provincias del país, donde se puede ver expresamente como el correísmo sigue manteniendo fuerza en cantones pequeños mientras pierde espacios en los cantones con más cantidad de población. Lo que, al final, termina dándole a la victoria a Noboa. Sin embargo, ahora, es necesario cuestionarse cómo ha variado la votación con la primera vuelta y qué se ha movido en el tablero político.
Dos vueltas, dos escenarios
Los resultados de esta segunda vuelta marcan un giro sustancial con respecto a la primera jornada electoral de febrero. En aquel entonces, la contienda fue mucho más estrecha: Noboa alcanzó el 44,16% de los votos y González el 43,98%. Esto convirtió a esta contienda en la más apretada de las primeras vueltas electorales en los últimos 20 años. Dados estos resultados, se esperaba que el balotaje se presentara mucho más apretado. Sin embargo, lo que ha ocurrido representa un salto notable que responde, en parte, a su capacidad para capitalizar el voto anti-correísta, atraer a sectores indecisos y, sobre todo, establecer alianzas políticas con figuras de centro y derecha que le ofrecieron respaldo en los días posteriores a la primera vuelta. Así lo asegura Simon Ordóñez, analista político.
Por el contrario, Luisa González no logró romper el techo electoral que ha venido acompañando a la Revolución Ciudadana desde 2021. A pesar de ser una de las figuras con mayor estructura territorial, su campaña pareció estancarse en los mismos discursos del pasado, según Ordóñez. Su crecimiento en segunda vuelta fue mucho más modesto, alcanzando casi la misma votación que en la primera vuelta. El contraste entre ambos repuntes ilustra el cambio en las dinámicas del electorado: mientras Noboa sumaba respaldos más allá de su base inicial, González volvía a enfrentar la barrera de la resistencia histórica al correísmo.
Pero, ¿cómo cambió el panorama electoral en estas últimas dos vueltas? Aquí te lo mostramos:
Como se puede ver en los gráficos, la primera vuelta pintaba una ventaja para la candidata del correísmo en al menos cinco provincias más de las que se presentan en la última visualización. Estas, específicamente, fueron: Orellana, Imbabura, Santo Domingo, Guayas y El Oro. Sin embargo, los colores de estos territorios se volvieron a pintar de morado en las elecciones del domingo. Esto, a pesar de que en provincias como Imbabura, Guayas y El Oro los votos totales conseguidos por González fueron más de los reportados en primera vuelta; pero la cantidad de votos de Noboa tuvo un aumento mayor.
Sin embargo, al analizar el voto correísta desde 2017, cuando Rafael Correa dejó el poder, se puede ver que este se ha mantenido en un margen en el que se puede denotar una ligera reducción de los techos alcanzados. Estos, nunca superando el 50% de la votación en segunda vuelta y con un anticorreísmo, impulsado por distintos políticos en los últimos años, que ha incrementado sus techos.
Con este nuevo revés, el correísmo suma tres derrotas presidenciales consecutivas. En 2021, el entonces candidato Andrés Arauz cayó frente a Guillermo Lasso, con un 46,14% de apoyo frente al 50,86%. Dos años después, en la contienda anticipada de 2023, Luisa González obtuvo un 46,67%, siendo superada por Daniel Noboa, quien alcanzó el 50,33%. Ahora, en 2025, la diferencia es aún más pronunciada: 11 puntos porcentuales.
La tendencia es clara: el correísmo ha perdido porcentajes en cada elección consecutiva. Una caída progresiva que no sólo evidencia el desgaste del movimiento entre el electorado, sino también su dificultad para renovar su narrativa y sus rostros, asegura Ordóñez. La sombra de Rafael Correa sigue siendo un arma de doble filo: moviliza a una base fiel, pero repele a un sector mayoritario que asocia su figura al autoritarismo, la corrupción y la confrontación.
Pero, ¿Que ha llevado a estos resultados?
El análisis
A lo largo de la campaña, varios elementos comenzaron a delinear el camino hacia la tercera derrota presidencial consecutiva del correísmo. Aunque al cierre de la primera vuelta Luisa González había logrado acortar la distancia con Daniel Noboa e incluso llegó a encabezar algunas encuestas, la segunda vuelta evidenció un fenómeno distinto: un corrimiento del electorado que terminó consolidando una diferencia de más de 11 puntos a favor del candidato de ADN. ¿Qué pasó entre ambas jornadas electorales?
Para Ordóñez, la campaña de la Revolución Ciudadana cometió varios errores estratégicos que minaron sus posibilidades. “El primer tiro en el pie fue el tema de la dolarización”, señala. Todo empezó con declaraciones ambiguas de asambleístas correístas que insinuaron la posibilidad de revisar el sistema monetario. Este mensaje, aunque nunca fue formalizado en la propuesta de gobierno, se convirtió rápidamente en uno de los temas más discutidos en el entorno digital. “En la primera vuelta ni siquiera estaba entre los 10 primeros temas de conversación, pero después de esas declaraciones subió al segundo puesto. Se volvió transversal a todos los grupos sociales y etarios”, explica Ordóñez.
Ese temor fue particularmente sensible entre los adultos mayores. Ordóñez relata el caso de un guardia de zona azul en Quito que le confesó: “Por el tema de la dolarización, es la primera vez que le voy a traicionar a Luisa”. Ese pánico al regreso de la moneda nacional activó un voto de castigo inesperado.
Otro de los momentos que, según los expertos, marcó la caída de González fue su desempeño en el debate presidencial. “En la segunda parte se mostró excesivamente agresiva, perdió los papeles y se pareció demasiado a Correa”, sostiene Ordóñez. La candidata, que durante meses intentó distanciarse de la figura autoritaria del expresidente, terminó evocando su estilo confrontativo. Ese regreso simbólico a los años del correísmo duro reactivó los recuerdos de persecución, polarización y conflicto, especialmente entre sectores que fueron críticos al modelo.
Giuseppe Cabrera, también analista político, coincide en que el crecimiento de Noboa se explica por una combinación de factores, entre ellos la capacidad del presidente reelecto para aglutinar votos dispersos. “Noboa logra llegar a quienes votaron por Yaku Pérez, por Andrea González, por Iza. Hablamos de más de un millón y medio de votos que estaban sueltos”, señala. Pero el fenómeno va más allá: para Cabrera, lo que se consolida es una nueva identidad política que él llama el noboísmo. “Es una identidad populista, en contra de la vieja política. Y la vieja política no es sólo el correísmo, también son partidos como el Social Cristiano”, explica.
Esa postura “contra todo lo anterior” fue clave para ganar en provincias que históricamente habían sido bastiones correístas, como Guayas, Imbabura o El Oro. Cabrera subraya que Noboa no sólo sumó votos prestados del anticorreísmo, sino que generó una conexión emocional con el electorado joven a través de las redes sociales. “Guayas tiene una población muy joven, y Noboa conectó con ese público. Eso no lo logró Luisa González”, remata.
Pero el golpe final, según Ordóñez, vino desde dentro. La alianza con Leonidas Iza fue mal interpretada y restó más de lo que sumó. “Recibió palizas en la Sierra central. Iza no representa a las bases, y eso destruyó el voto indígena para el correísmo”, apunta. Y luego está lo que él llama “el voto escondido”: ese grupo de electores de izquierda, muchos vinculados a oenegés, sindicatos o movimientos sociales, que no olvidan la persecución que sufrieron durante el gobierno de Rafael Correa. “Fueron muy maltratados y prefirieron votar por Noboa, pese a sus reparos, sólo para frenar al correísmo”, dice.
A todo esto se suma una implosión interna. Mientras Luisa González denuncia un “grotesco fraude”, varios líderes del correísmo, alcaldes, prefectos y figuras visibles, han optado por reconocer la victoria de Noboa. “Es quizás la primera vez que no actúan como Correa ordena. Eso es una señal de fractura”, afirma Ordóñez. A su juicio, el movimiento está ante un dilema existencial: Correa es el motor que los impulsa, pero también el lastre que les impide avanzar. “Son absolutamente nada sin él, pero con él no pueden ganar la Presidencia”, dice.
El resultado, entonces, no fue producto de un solo error, sino de una suma de factores: una campaña desconectada de los nuevos públicos, errores estratégicos, alianzas fallidas, una narrativa envejecida y, sobre todo, un fantasma, el de Correa, que ya no moviliza como antes, sino que asusta. Sin embargo, para los expertos, el futuro continúa siendo incierto.
Te puede interesar:
. Noboa gobernará un país fracturado y polarizado
. Pese a todo, la mayoría prefirió a Noboa que el regreso del correísmo
. Es falso que Atamaint haya firmado un salvoconducto para exiliarse tras elecciones