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Así enterró Quilloturo a sus muertos
junio 18, 2024

Luego de tres días de remoción de escombros, la comunidad más afectada por los deslaves en Baños, finalmente logró evacuar 13 féretros de sus seres queridos, rescatados de entre toneladas de escombros. El miedo aún está presente en la ‘zona cero’. 

POR: Juan Camilo Escobar

Cada nuevo cambio en la posible hora de reapertura de la vía de salida de Quilloturo, el caserío de Baños más afectado por los deslaves del fin de semana anterior, aumentaba la incertidumbre de su comunidad.

Se trataba de una urgencia superior a cualquiera, que incluso sobrepasaba la necesidad de retirar grandes cantidades de lodo y enormes piedras que se precipitaron desde la montaña. Esto no solo cubrió la carretera, sino que también redujo a escombros nueve de las 30 casas del pueblo.

La comunidad necesitaba desesperadamente dar un oficio religioso y sepultar a sus seres queridos que perdieron la vida en la fatídica madrugada del domingo, cuando una parte de la montaña se vino abajo.

Este ambiente de dolor e incertidumbre se imponía con fuerza en el coliseo de la turística parroquia vecina de Río Verde, donde los moradores de la zona afectada acudieron masivamente a velar a sus muertos. Por breves momentos, los llantos se silenciaron, dando paso a un rumor en el aire ante un nuevo anuncio. Esta vez, se confirmó con las palabras serenas pero firmes de un grupo de militares, que la vía finalmente se había reabierto y, en consecuencia, ya se podían trasladar los cadáveres hacia la iglesia central de Baños de Agua Santa.

En medio del dolor, esta noticia trajo alivio a la gente, que empezó a salir despacio, poco a poco, del coliseo e inició una caminata masiva, por delante de las camionetas y pequeños camiones en los que se trasladaban los ataúdes.

El trayecto

A su paso por la calle central, sus vestimentas negras, en señal de duelo, contrastaban con los colores cálidos y vivos de los numerosos letreros y anuncios con los que esta parroquia ofrece a los turistas sus principales atractivos. Estos incluyen recorridos por cascadas y los márgenes de las aguas verdeclaras del río del cual el pueblo toma su nombre, así como numerosos locales de artesanías y comidas.

Luego de 15 minutos de una marcha fúnebre, primero lenta y luego a paso firme y sostenido, este grupo llegó finalmente a la ‘zona cero’. El mismo grupo de militares que les dio la noticia de la reapertura de la vía ahora los recibía y daba la orden inmediata a los operadores de maquinaria pesada de hacer una breve pausa, ponerse al costado y dejar la vía libre para que el cortejo fúnebre siguiera adelante.

Inicialmente, estos militares, por razones de seguridad, preveían el paso solamente de los vehículos que transportaban los féretros. Finalmente, la firmeza de estos gendarmes terminó doblegada por el clamor y la urgencia de la gente, que desde los baldes de los vehículos, insistía: “Vamos con los muertos”.

Para atravesar el pueblo, inevitablemente pasaron a poca distancia de donde, hasta el fin de semana anterior, se encontraban las casas de las víctimas, ahora reducidas a escombros. Al pasar por este sitio, rompían en llanto, recordando que desaparecieron familias enteras.

El adiós

Tras dejar atrás el pueblo, el cortejo fúnebre tomó forma en el serpenteante camino hacia el centro poblado de Baños, pasando con precaución algunos tramos que permanecían aún cubiertos de lodo.

La caravana llegó a la iglesia central de Baños, donde fue recibida con marchas fúnebres entonadas por una banda del pueblo. Se aproximaba la hora de expresar el último adiós que daba a los suyos esta comunidad de agricultores. Y a minutos de que comenzara el oficio religioso, esperaban en un ala de la iglesia, dándose abrazos y palabras solidarias.

Llegar a esta iglesia no fue fácil para la comunidad, no sólo por la espera de tres días de remoción de escombros y búsqueda de víctimas mortales y desaparecidos, sino también por la falta de certezas en las que quedaban los sobrevivientes.

Margarita Miño, vecina de la comunidad de El Placer, aledaña a la ‘zona cero’, indicó que la gente ya no piensa volver, debido al temor de que se produzcan nuevos deslizamientos de mayor magnitud.

Por eso, dijo, quedó abandonada la escuela donde estudiaban más de 40 niños, cuyos padres encuentran prácticamente imposible reubicarlos en escuelas de Baños o de Puyo.

Se trata, según el presidente de la Junta Parroquial de Río Verde, William Murillo, de al menos 700 personas de 360 familias damnificadas, que están albergadas en las iglesias católica y evangélica del pueblo. En ambos sitios se improvisaron albergues con  mantas, vituallas, colchones, alimentos, ropa y calzado donado por los vecinos y adminstradores de locales turísticos de la parroquias, que permanecían cerrados.

Ellos contaban que no esperaron ningún llamado ni pedido de autroidad alguna para hacerse presentes. Josué Pérez, por ejemplo, señalaba que es un deber moral ayudar a la comunidad vecina.

Indicó, además, que ellos también resultaron afectados de manera indirecta, no por daños en sus vías ni viviendas, sino porque la interrupción también cortó abruptamente la llegada de turistas, que son el motor de sus actividades cotidianas.

Casi entrada la noche, los cadáveres fueron enterrados. 

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