Historias Ecuador Chequea
Apagones ocasionan crisis de agua en los barrios altos de Quito
octubre 18, 2024

Bajo un sol implacable, los vecinos de estos barrios enfrentan una dura realidad: la escasez de agua y los cortes de energía se han vuelto parte de su rutina diaria. El Municipio indica que los problemas en sus sistemas de bombeo, a consecuencia de los apagones, afecta al 6% de la población de la capital.

POR: Juan Camilo Escobar

Era jueves y era mediodía. Bajo un sol implacable que parecía absorber toda sombra, decenas de hombres y mujeres de Pisulí ascendían por las empinadas calles de tierra y  pavimento. Llevaban baldes, tinas, ollas, bidones, cualquier cosa que pudiera contener el agua que, hacía apenas unos minutos, un viejo camión cisterna había dejado en dos grandes tanques plásticos, al pie de la iglesia. 

El agua se derramaba por los bordes mientras los vecinos, agotados pero determinados, luchando contra la gravedad y el calor, se apresuraban a transportarla, conscientes de que este recurso, escaso desde hace un mes, sólo les proporcionaría un alivio temporal.

Este tipo de escenas no son aisladas; se han vuelto usuales en una gran cantidad de barrios de las zonas altas de Quito. En estas áreas, donde las calles serpentean por las laderas del volcán Pichincha y sus montañas circundantes, una crisis silenciosa pero persistente impacta a miles de personas: cada día, más de 156.000 habitantes enfrentan la incertidumbre de si el agua volverá a fluir hacia sus hogares, aunque sea con interrupciones, como ocurría antes del 18 de septiembre, cuando se volvió a racionar el servicio eléctrico.

Se trata de una crisis que afecta a barrios enteros y que se ha vuelto parte de la rutina del 6% de los habitantes de la ciudad, según datos oficiales de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmpaps). No se trata sólo de la falta de agua, sino de la oscura sombra de los cortes eléctricos que, desde el 18 de septiembre anterior, han dejado a gran parte de la capital ecuatoriana en vilo.

En pocas palabras, los vecinos de los barrios más altos de Quito enfrentan una doble crisis: los cortes de energía, a su vez interrumpen el suministro de agua. Sin electricidad, las estaciones de bombeo que distribuyen el agua se detienen, dejando a estas comunidades sin acceso a este recurso vital.

Entre las zonas más críticas se encuentran los barrios de Pisulí, Twinza, Colinas y Los Ranchos, en la zona de La Roldós, en el noroccidente, así como Chillogallo y La Forestal, en el sur, según la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps).

Para los barrios afectados, no se trata sólo de la falta de agua, sino de la sombra de los prolongados cortes eléctricos, consecuencia de meses de sequía en las cuencas que alimentan las principales centrales hidroeléctricas del país. Esta crisis ha sumido a gran parte de la capital en un estado de incertidumbre constante, con pérdidas económicas que ascienden a 18 millones de dólares por cada hora de apagón, según datos de la Cámara de Comercio de Quito.

En las calles polvorientas de Pisulí, sin embargo, estas cifras parecían insignificantes. Lo que importaba era el próximo balde de agua y el momento en que, de nuevo, todo quedara a oscuras. Así lo demostraba el esfuerzo casi sobrehumano que realizaba Nancy Ontaneda, para cargar a lo largo de dos cuadras de la la empinada calle principal de la zona un gran balde plástico con agua, a pesar de los fortísimos dolores en la espalda que le ocasiona la artrosis que padece. Los vecinos que usualmente le ayudan en esta tarea, también estaban ocupados cargando, entre dos personas, grandes recipientes con el preciado líquido.

“Tengo que conseguir el agua con dos o tres baldes, persiguiendo a los tanqueros que dejan el agua muy lejos, al pie de la iglesia. Estamos en pleno siglo XXI y no es dable que nos traten de esta manera porque no somos seres inertes, somos seres humanos”, declaró Ontaneda, visiblemente frustrada.

La situación se agrava debido a la falta de suministro desde hace exactamente 29 días, agrega: “Nos han dicho que el agua viene de la parte baja y por eso dejan de bombear hacia arriba cuando se va la luz. Pero cuando viene la luz, tampoco hay agua. Entonces, ya estamos más de un mes sin agua; con o sin luz, no hay agua de forma constante”.

Ontaneda también reclamaba que las autoridades responsables actúen al mismo tiempo con sensibilidad y con eficacia ante este  problema que afecta directamente la calidad de vida de los habitantes de la zona: “Debe haber una solución eficaz, porque el agua es un elemento vital. Si van a poner tanqueros que no solo sean dos por día sino todos los que sean necesarios y que vayan de casa en casa”.

Ontaneda dijo que durante las últimas cuatro semanas ha dado esta sugerencia a los conductores de los camiones cisterna, pero en todo este tiempo no le han dado una sola respuesta favorable.

Los vecinos contaron, además, que el problema se agrava para la gran cantidad de personas que, a diferencia de Ontaneda, no viven en la Yerovi, la calle principal, de asfalto, sino en las transversales, estrechas y de tierra, a donde nunca han ingresado los tanqueros a pesar de insistentes pedido de auxilio.

Patricio Montenegro, un pintor de casas a domicilio, se suma a esta queja. “Nunca han ingresado acá, a pesar de que esta calle se llama Pancho Villa”, explica con frustración. De las seis personas que habitan su hogar, él es el único que ha podido salir a buscar agua. El resto de su familia se va a trabajar muy temprano y no regresa hasta la tarde o la noche.

Sin embargo, la búsqueda de agua ha tenido un costo. Para abastecerse con dos grandes recipientes, Patricio se ha visto obligado a suspender dos contratos que debía atender esta semana, trabajos que le habrían generado 270 dólares. Mientras lucha por asegurar un recurso tan básico, el peso de la escasez de agua también se siente en su economía.

“El tanquero sólo pasa por la principal, no entra a nuestra calle, por más que se les ha pedido que nos ayuden. Salimos a donde dejan el agua, bien lejos, para conseguir tres o, a lo máximo, cuatro baldes de 18 litros cada uno, insuficientes para seis personas”, dice, recordando que con la misma agua que lava la ropa evacúan los inodoros, como una medida de emergencia para enfrentar la escasez de agua. La escasa agua que disponían en los últimos días la han aprovechado 

En medio de este complejo contexto, en la escuela pública de la zona, un gesto de solidaridad se ha gestado entre los estudiantes. Los que viven en los barrios más bajos han comenzado a organizarse de manera espontánea para llevar cada día al menos una pequeña botella de agua.

Lejos, muy lejos de esta actitud solidaria, están las planillas del servicio de agua potable, que, a pesar de la crisis de desabastecimiento, no sólo han seguido llegando de manera puntual, sino con tarifas “exorbitantes”, según contaron unos seis vecinos consultados por Ecuador Chequea.

Maodeli Congo, oriunda de Esmeraldas y vecina de la calle Emiliano Zapata, no puede ocultar su frustración. “Desde hace más de un mes no nos ha llegado ni una sola gota de agua. Las tuberías están secas y nos están cobrando por el aire que sale al abrir el grifo. Esto lo vamos a denunciar muy seriamente”, declaró con indignación. 

A pocos metros, Carlos Punina, quien también vive en la misma calle, comparte su descontento. “Tuve que pagar 30 dólares de consumo de agua, a pesar de no haber recibido el servicio”, comenta, visiblemente molesto. Su queja, al igual que la de Maodeli, revela la injusticia que sienten los vecinos en medio de esta situación.

Con recipientes vacíos en manos, o en la puerta de sus domicilios, los residentes se agrupan en la calle, mostrando la escasez de agua que los obliga a recorrer cuatro cuadras cuesta arriba desde el lugar donde los camiones cisterna dejan el agua.

Por ahora, a la espera de soluciones, los moradores de la zonas altas siguen enfrentando, al igual que el resto del país, la quinta semana consecutiva de apagones de hasta 10 horas, con dos horarios diarios. 

RESPONSABILIDAD

La Epmaps ha advertido de este riesgo desde que los apagones, los terceros desde octubre de 2023, comenzaron a intensificarse desde el 18 de septiembre anterior. Hoy, la entidad estima que el 6% de la población de la ciudad está afectada por esta crisis.

Cuando la energía finalmente regresa, el agua no vuelve de inmediato. El proceso es complejo y requiere tiempo, puede demorar hasta 120 horas, explicaron fuentes técnicas de la Epmaps. Las tuberías deben ser presurizadas, los tanques de distribución necesitan llenarse y el sistema completo debe purgar el aire que se ha infiltrado. 

EMERGENCIA

Johanna Patiño, gerente de Operaciones de Epmaps, declara estar consciente de que la crisis es más profunda que un simple apagón. «La empresa tomó la decisión de realizar una declaratoria de emergencia interna, con la finalidad de poder agilizar los procesos de contratación de generadores que se necesitan debido a la emergencia eléctrica que existe a nivel nacional», dice en un video compartido por su departamento de relaciones públicas. 

La solución inmediata que propone Epmaps es la compra de seis generadores eléctricos móviles. Se espera, según los planes de la entidad, que estos equipos, con una inversión de 700.000 dólares, lleguen a finales de noviembre, justo cuando la crisis energética alcanza su punto más crítico. Esto último debido a las previsiones climáticas en torno a las cuencas amazónicas y del sur del país donde operan las centrales hidroeléctricas que cubren una gran parte de la demanda nacional de electricidad.

Según la Epamps, los generadores, que tendrán potencias entre 100 y 600 kilovatios, se desplazarán por la ciudad, siguiendo los cortes de energía, para garantizar que los barrios más afectados no queden completamente a oscuras y sin agua. «Estos generadores nos permitirán reaccionar de inmediato cuando sepamos los horarios de los apagones», comenta Patiño en el video compartido.

Sin embargo, incluso con esta medida, la incertidumbre persiste. Patiño admite que, en algunos sectores, los cortes de agua podrían continuar si los apagones se extienden más allá de lo esperado. No hay garantías. Y ante el riesgo de que la crisis energética se prolongue indefinidamente, Epmaps ya está planificando una segunda fase: la compra de 25 generadores fijos para 2025, con una inversión que superará el millón de dólares.

Estos generadores, asevera Patiño, servirán para mitigar el impacto de futuros cortes y proporcionar una solución permanente. Sin embargo. la pregunta que sigue flotando en el aire es: ¿cuándo terminará esta crisis?

Por ahora, la Epmaps descarta que exista una “crisis hídrica”, es decir los racionamientos que se aplicaron en el transcurso de este mismo año en una veintena de barrios del centro y del sur de la ciudad debido a la sequía o ausencia de lluvias.

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