A los dos paros, la pandemia y las crisis política y de seguridad, se suman desde el año pasado los cortes de luz. Los locales comerciales se ven severamente afectados, no muchos pueden comprarse los generadores de luz y muchos denuncian “pérdidas irreparables”.
POR: Juan Camilo Escobar
Los constantes cortes de luz se han convertido en la quinta crisis en seis años, que vuelve a afectar el desarrollo cotidiano del trabajo, pero también provoca considerables pérdidas económicas. El sector comercial se ha visto severamente afectado por esta situación.
Estas crisis abarcan desde los paros nacionales con bloqueos de carreteras en 2019 y 2022, pasando por la pandemia, que forzó la adopción masiva del teletrabajo, hasta la crisis de inseguridad y violencia criminal que llevó al Gobierno a reconocer la existencia de un conflicto armado interno, con 22 grupos criminales oficialmente catalogados como organizaciones terroristas.
Ahora, el país enfrenta la segunda serie de apagones en seis meses. La primera comenzó en octubre y se prolongó de manera intermitente hasta diciembre del año anterior. La presente inició en la segunda semana de abril y aún no hay una fecha para su finalización, a pesar de los ofrecimientos oficiales de que se ha restablecido la venta de energía desde Colombia, la supuesta implementación de correctivos tras la destitución de la anterior ministra de Energía, Andrea Arrobo, acusada por el propio Gobierno de sabotaje; y, sobre todo, la aprobación a fines del año anterior de la llamada “Ley no más apagones”, impulsada por el presidente, Daniel Noboa.
En ambos casos, los dos gobiernos de turno, primero el del entonces saliente Guillermo Lasso y el actual de Daniel Noboa, atribuyeron la crisis a la sequía en la cuenca hidrográfica que alimenta las tres principales centrales hidroeléctricas. En el segundo caso, el Gobierno también ha señalado la falta de inversión y mantenimiento del sector por parte de los gobiernos anteriores, junto con el mencionado sabotaje interno.
Lejos de estas acusaciones y justificaciones oficiales, cada día miles de responsables de negocios enfrentan las consecuencias de los racionamientos y deben buscar alternativas para mantener sus actividades y para minimizar o mitigar las pérdidas.
En un recorrido por zonas comerciales de Quito, se verificó que, ante la imposibilidad de continuar con actividades que necesariamente requieren el funcionamiento de refrigeradoras y frigoríficos en tiendas y carnicerías, así como hornos en panaderías, o computadoras y máquinas registradoras-facturadoras de todo tipo de negocios, las plantas generadoras no son una alternativa real y accesible para muchos comerciantes. Esto, explicaron, debido a los costos de adquisición de los equipos y del propio funcionamiento.
“Hicieron una cotización de las plantas generadoras y, por ahora, no se puede costear la compra. Están muy caras”, manifestó Juan Carlos Villarreal, responsable de una farmacia ubicada en la avenida Lizardo García, en Cotocollao, en el norte de la ciudad.
Las consecuencias, cuenta Villarreal, son las pérdidas de medicamentos para la diabetes, que necesitan refrigeración permanente y la molestia de los clientes que reclaman facturas impresas de manera automática en máquinas registradoras y no de forma manual.
“Se necesita un poco más de tiempo para llenar la factura, consultando manualmente los precios. Entonces la gente se queja”, comentó.
En restaurantes que tampoco han adquirido estas plantas, sus propietarios y administradores manifestaron que han decidido disminuir considerablemente la compra de ingredientes que se pueden perder sin refrigeración.
“Lo mismo nos pasó con los apagones del año pasado. No pudimos y no vamos a comprar esas máquinas porque no nos alcanza para las ganancias que obtenemos”, manifestó la propietaria de un restaurante mientras mostraba su refrigerador con una escasa cantidad de pollos.
Esta queja fue corroborada por los responsables de dos furgones de alimentos refrigerados que cerca del mediodía de ayer realizaban entregas en las tiendas, restaurantes y frigoríficos de la calle 25 de Mayo, en Cotocollao.
“Tal como se queja aquí la restaurantera, así mismo es en toda la ciudad, ya sólo nos piden un paquete de cada cosa (pollos, embutidos, carnes de diferentes tipos), lo que antes, por lo mismo que preparan comida, nos pedían por lo menos tres”, manifestó uno de los distribuidores.
En cambio, propietarios que sí han logrado adquirir plantas comentaron que se trata únicamente de una solución «parcial» o «incompleta», debido al alto costo que les representó, de entre 600 y 1.200 dólares, y por los costos de cables, la mano de obra para la instalación temporal a la red eléctrica, así como el combustible y el tiempo necesario para trasladarse a una gasolinera a comprarlo con galones plásticos.
«No es la solución porque, primero, sólo alcanza para prender dos o máximo tres cosas a la vez. Acá lo necesitamos para ir a traer las cosas de bodegas, para que no esté oscuro y el cliente pueda apreciar los zapatos o zapatillas de su gusto y luego para la facturación. Sin esto, que es lo mínimo, no se puede funcionar, no se puede atender tan bien a la clientela», lamentó Augusto Caixa, propietario de una tienda de calzado en la avenida Lizardo García.
Lo dijo mientras salía, precisamente, a vigilar por un par de minutos la planta que puso a funcionar, sujetada con dos cadenas gruesas de acero a uno de los postes de iluminación de la zona. «La bulla es otro problema, así tampoco se siente cómodo el cliente. Y lo que también nos afecta es que se va más o menos un dólar por hora en gasolina. Es decir, no alcanza para toda la jornada, es un gran problema», indicó tras volver a lamentar que cada día gasta entre 7 y 8 dólares sólo en la compra de combustible.
Sebastían López y Marco Tobar, responsables de dos locales de cadenas de electrodomésticos, coincidieron en señalar que, como consecuencia de los apagones, “las ventas han caído” considerablemente, a pesar de que sus locales sí han adquirido plantas con las que mantienen siempre encendida la computadora, la cual está conectada al sistema de precios y de facturación, así como un toma corriente para hacer pruebas de electrodomésticos.
“Tras volver a conectar cada vez que se va la luz, no es automática la conexión al sistema, hay que esperar. Entonces, ahí es que se pierden las ventas porque ni siquiera se puede hacer una cotización para los clientes que vienen a consultar precios. Y aún si ya compran hay que pedirles que esperen hasta que se pueda hacer la factura”, lamentó López.
En ambos casos, indicaron, la adquisición de las plantas superaron los 600 dólares y el costo de combustible es de aproximadamente un dólar por hora.
PÉRDIDAS IRRECUPERABLES
Ecuador Chequea visitó seis talleres de servicio técnico de teléfonos celulares ubicados en las zonas de Cotocollao, La Ofelia y San Carlos. Ninguno de ellos disponía plantas generadoras u otra alternativa para producir su propia energía eléctrica para enfrentar los apagones. Por tanto, coincidieron en señalar que las pérdidas son “irrecuperables”.
“Todo esto funciona con electricidad. No hay forma en que podamos trabajar así. Ni en la hora de más llegada de clientes viene uno solo. Todo es pérdida para nosotros”, indicó Carlos, técnico de uno de estos locales en San Carlos.
Jairo Morillo, otro propietario consultado, se declaró afortunado de no haber experimentado un solo día de apagones debido a que su local está ubicado a poca distancia de una clínica privada, en la calle 25 de Mayo, en Cotocollao. Esta cercanía asegura que el suministro no se interrumpa en muchos domicilios y comercios cercanos, confirmaron vecinos del sector.
¿A cuánto ascienden las pérdidas?
El Comité Empresarial Ecuatoriano (CEE) informó la semana anterior que estima que el país pierde 20 millones de dólares por cada hora sin el servicio de energía eléctrica de esta segunda serie de apagones. Este es el segundo informe de los gremios productivos por el mismo motivo.
Según la Cámara de Comercio de Quito (CCQ), los perjuicios económicos superaron los mil millones de dólares debido a la primera serie de apagones del año anterior
Para el ministro de Energía encargado, Roberto Luque, en cambio, el país sufre una pérdida de 12 millones de dólares por hora, lo que representa un total de 72 millones al día.
A estas estimaciones de perjuicios económicos, la presidenta de la Cámara Industrial y de la Producción, María Paz Jervis, suma lo que califica como «pérdidas incalculables por la pérdida de confianza de los clientes» ante los incumplimientos en las entregas de productos.
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