Al Grano
Incendios forestales: destrucción natural y afectación humana
septiembre 10, 2024

En lo que va del año se han reportado 2.621 incendios forestales, que se han traducido en 29.812 hectáreas afectadas. Esto equivale a 14.906 estadios de fútbol; o más de 10 veces el Parque Nacional Yasuní. 

POR: Esteban Cárdenas Verdesoto

La corriente de aire levanta una cortina de polvo y ceniza. El piso luce pintado de negro, como si una macha se hubiera esparcido en medio del verde amarillento típico en esta zona de páramo del valle de Tumbaco, en Quito. El olor a quemado se esparce en el ambiente, uno que pica al entrar por la nariz, como si las llamas continuaran presentes. 

Aquí, hace ya siete días inició un incendio forestal que consumió varios metros de laderas. A simple vista, está la marca negra que han dejado las llamas a lo largo de la quebrada. El terreno se ve más grande que lo que mide un campo de fútbol, incluso dos. Todo cerca incluso de lo que parecen casas, algunas con paredes negras por el impacto del calor. Esto, a pesar de que los Bomberos todavía no han definido el área total que se afectó por la influencia del fuego. 

En uno de los caminos que llegan al punto donde se vivió miedo y terror, un hombre camina a paso lento y firme. Sus pasos son irregulares y lleva un sombrero para cubrirse del sol, aunque su mano tiene que volver a su cabeza de vez en cuando para evitar que este se vuele por los fuertes vientos que mueven las copas de los árboles que todavía se mantienen en pie. 

“Yo trabajo por aquí abajo, en la propiedad de una señora. Ahí hago empedrados, unos que están armando para que salgan los carros de la propiedad”, cuenta Alberto Vega, de 76 años, mientras su mano áspera señala un terreno colina abajo. “Ahí trabajo yo”. 

A pocos metros de su dedo se puede ver el parche negro en medio del verde amarillento que pinta el suelo. Una marca del ollín, del fuego y de las altas temperaturas que consumieron el monte, específicamente la zona de la Cocha e Itulcachi, dos comunas de la zona alta del valle de Tumbaco. 

Él estuvo aquí el día en que el incendio inició. Recuerda cómo comenzó a ver cómo salía humo a “más o menos un kilómetro para arriba”. Esa tarde estaba a punto de salir a almorzar, pero poco a poco vio cómo el humo se acercaba cada vez más a donde estaba. 

“Fue una cuestión de minutos. Yo comencé a salir del terreno de aquí de la señora para ir a comer arriba en el pueblo y, como a medio camino, ya vi cómo las llamas se acercaban. Me tocó correr y me asusté mucho. El humo era feo, feo y ya no podía ni respirar bien”, dice hoy todavía con un poco de tos, los rezagos de esa jornada. “Llegué a un punto del camino donde había llamas a un lado y al otro. El calor estaba muy fuerte y me tocó correr para salir de ahí, porque, si no, yo ya no salía”. 

Así regresó a su casa, en medio del cansancio y la adrenalina que le permitió no correr más riesgos. Ese mismo día tuvo que recluirse en su casa para evitar el humo y, ya por la tarde, la capa oscura que cubría el ambiente le obligó a ponerse una camiseta mojada para poder respirar bien. “Si no, yo creo que ya no contaba esta historia”, dice, mientras se ríe y continúa: “Aquí ya ha estado cada vez más feo. El año pasado se quemó esta misma zona, pero no fue tan feo. Esta vez sí la cosa no fue nada bien y sí pasamos miedo”. 

Y es que este incendio llegó a abarcar las copas de los árboles y las llamas, según informó el Cuerpo de Bomberos de Quito, llegaron a medir más de 10 metros de altura. 

El mismo miedo vivió también María Guachamín, de 62 años. Ella, cuando iniciaron las llamas, estaba en casa con sus nietos. Sus dos hijos estaban trabajando y ella se había encargado de cuidarlos. Sin embargo, esto no le impidió ir a ayudar al barrio cuando todo inició. 

“Yo estaba en la casa cuando todo comenzó a llenarse de humo. Ya cuando vi eso también vi que unas vecinas me habían mandado mensajes diciendo que se estaba quemando el monte. Entonces salí a ayudar. Les dejé a mis nietos en la casa encerrados y con instrucciones de ponerse mascarilla y salí a ayudar con baldes”, dice. 

Recuerda que, a eso de las 14:00, salió a la zona cercana al incendio, donde ya estaban los Bomberos, para ayudar a otros vecinos que se habían unido en la tarea. “Me tocó salir con una camiseta amarrada a la cara y ahí nos pusimos a echar agua en la tierra para que el fuego no llegue a las casas. El calor era terrible y todo parecía como el infierno, me imagino que así debe ser. Nos quedamos hasta como las 18:00 ayudando y el fuego no se apagaba por abajo, pero al menos no alcanzo a subir más y los bomberos ya nos dijeron que nos vayamos nomás”. 

Este ha sido uno de los peores escenarios que ha vivido en su barrio, aunque en estas fechas han estado acostumbrados a los incendios, “pero siempre más lejos o bien arriba. Esta vez fue hasta cerca de las casas”. “Gracias a Dios no pasó nada, pero sí tuvimos afectaciones”, dice.

Ella se dedica al ganado y a la venta de leche. Tiene tres vacas cerca de sus terrenos y estas, prácticamente, dan de comer a su familia. Pero se vieron afectadas por el humo y por el calor. 

“Lo bueno es que no se murieron, porque a una vecina sí se le murió una vaquita. Creo que por el humo. Pero quedaron golpeadas y hasta ahora están mal, toca ver cómo van porque tampoco han dado leche estos días y, como se quemó todo, ya no hay donde llevarles a pastar”, dice. 

En este espacio, la mayor parte de la población se dedica a la ganadería y al cultivo de papas, maíz y otros tubérculos. “De eso vivimos, y hubo gente que perdió sus cultivos también”. 

En medio de la conversación, Vega cuenta que en una granja avícola que está cerca de donde se dio el incendio, murieron alrededor de 20 mil pollos. “Imagínese, la pérdida que es eso. Se cobra a unos $5 cada pollo, así que haga cálculos”, según sus datos, las pérdidas sólo en este espacio pueden ascender a alrededor de $100 mil. 

Aunque Pifo ha tenido que convivir con los incendios forestales todos los años durante esta época, el hombre, desde su experiencia y su tiempo de vida, cuenta que este ha sido uno de los veranos más fuertes que ha vivido. 

“Para otros tiempos, en estos días ya empezaban las lluvias. Ahora no ha llovido nada, el viento está muy fuerte y el calor está cada vez peor. Está feo todo y la cosa como no que no quiere mejorar”, dice. 

Con él concuerdan alrededor de ocho vecinos a los que Ecuador Chequea consultó sobre el clima en Pifo. Hoy, su miedo es que un hecho como el ocurrido la semana pasada se vuelva a repetir. Y, aunque todavía no se conoce el motivo del inicio del incendio, los Bomberos confirmaron que la mayor parte de estos se desarrollan por acción humana: “quemas agrícolas, quema de basura o piromanía”. Pero este no ha sido el único caso en el país, ni en la ciudad.

Incendios en cifras

El martes pasado Quito se llenó de humo, en casi todos los barrios. El olor a hierba quemada se esparció por toda la ciudad, junto con una capa blanquecina que abarcaba todo el espacio. Incluso el sol contenía un tinte amarillento por la presencia de gases. 

Nayón, Pifo, la Cima de la Libertad, tres de los varios casos que se registraron en un solo día y que llevaron a la capacidad del Cuerpo de Bomberos de Quito a tope, quienes tuvieron que utilizar el 98% de su capacidad operativa para combatir las llamas desde diferentes frentes. 

Pero este no fue el único caso. En el país, se vivían escenarios similares en provincias como Loja, donde se dio el flagelo más grande registrado en este verano. Allí, en Quilanga, las llamas se tomaron por 12 días el páramo, arrasando más de 7.000 hectáreas. Y es que las dimensiones de este último fuego obligaron a las Fuerzas Armadas de Perú a sumarse en el apoyo aéreo para combatirlo. 

Para Josué Álvarez, ingeniero ambiental especializado en remediación ambiental, este ha sido uno de los escenarios más crudos que ha vivido el país cuando de incendios forestales se habla. “Y ha sido una tendencia que se mantiene. Año tras año han sido cada vez más fuertes estos casos y la situación no parece que vaya a mejorar, porque los veranos o épocas secas son cada vez más fuertes y cada vez el país también tiene mejores condiciones para los incendios forestales”. 

“Es preocupante lo que ha pasado y lo que viene pasando en el país”, dice nuevamente. 

Según datos de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, en lo que va del año, con corte al 9 de septiembre de 2024, se han reportado 2.621 incendios forestales. Estos se han traducido en 29.812,07 hectáreas afectadas. Esto equivale a 14.906 estadios de fútbol; o más de 10 veces el Parque Nacional Yasuní. 

Pero la cifra de hectáreas afectadas se ha mantenido en los últimos años, salvo los datos bajos registrados en 2021 y 2022, que según Álvarez puede atribuirse a la pandemia. “Sabemos que la mayor parte de incendios forestales son ocasionados por las personas, por lo que en estos años los incendios bajaron. Pero están volviendo con fuerza”. 

“Si seguimos a este paso, podemos superar los registros de los últimos cuatro años. Se espera que la época seca dure aún un mes más, aproximadamente. Y los incendios no paran. Todavía falta calcular la afectación de los últimos, así que hay que estar muy pendiente sobre cuál será el dato final de las hectáreas quemadas”, dice. 

Según los mismos datos, la provincia más afectada en los últimos años ha sido Loja. Sólo este año, esta provincia ha contado 14.465,43 hectáreas quemadas. A esta le siguen Azuay, con 4.423,63 hectáreas, y Pichincha, con 2.555,96. 

Aunque las alertas se mantienen, el experto aclara que las afectaciones tienen que ser consideradas. Esto, debido a que un área afectada por incendios forestales pueden tardar hasta 30 años en recuperarse por completo. “Se necesitan labores de remediación que son largas y costosas. Estos lugares afectados han sido zonas donde se pierden cultivos, ganado, vidas animales y vidas humanas indirectamente”. 

Por esto, él y las autoridades recomiendan tener cuidado con estos casos y denunciar si se llega a presenciar este tipo de hechos, en los que se inician incendios forestales.

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