Lo dijo el Presidente para defender a las fuerzas de seguridad y blindarlas de cualquier crítica. ¿Cuestionar, por ejemplo, posibles abusos o violencia excesiva durante los operativos es ser antipatria? Análisis sobre un discurso que da votos, pero trae riesgos.
“Y que ningún antipatria nos venga a decir que nosotros estamos vulnerando los derechos de nadie, cuando estamos protegiendo los derechos de la gran mayoría”. Unas gafas negras reflejaban los rayos de sol en la imagen del presidente, Daniel Noboa, quien, con una gorra con el escudo de Ecuador, dijo esta frase el jueves de la semana pasada, durante un discurso en una de sus visitas a los bloques de seguridad de las Fuerzas Armadas.
Noboa hablaba en apoyo a las fuerzas del orden en medio de la ‘guerra’ que inició el país contra organizaciones del crimen organizado, de las cuales 22 fueron declaradas como terroristas con el decreto ejecutivo 111, emitido el 9 de enero.
“Los resultados que ha tenido el Bloque de Seguridad en 40 días de Estado de Excepción son la muestra clara del sacrificio y el compromiso que tienen con el país y los ciudadanos. En nombre de todo Ecuador, les hago llegar mis agradecimientos, porque sin descanso nos están devolviendo la paz gracias a los contundentes golpes en contra del crimen organizado”, se oía hablar al Presidente. “Aquí me tienen, con un país unido dispuesto a construir un Ecuador de paz, de trabajo, de dignidad y de democracia. Aquí me tienen y me tendrán defendiendo también la integridad y el honor de las Fuerzas Armadas y la Policía”. Esta intervención del Presidente levantó alertas en diferentes sectores de la población. ¿Por qué?
‘Antipatria’, una palabra que a expertos como a Giuseppe Cabrera, analista político, le recuerda a discursos autoritarios pasados de Ecuador y que, en la actualidad, han cobrado fuerza en diferentes países de la región, “como El Salvador”. Y es que muchas veces el controversial presidente de ese país, quien ha quebrado la Constitución de su país y se ha llegado a declarar como el ‘dictador cool’, ha usado expresiones muy similares para referirse a organizaciones de Derechos Humanos, a la prensa y a todos quienes cuestionan o piden cuentas de sus tan publicitados logros en seguridad.
Para Cabrera y otros expertos, la idea que busca posicionar Noboa es peligrosa en un país como Ecuador, pudiendo llegar incluso a poner en riesgo el estado de derecho y el respeto a los Derechos Humanos en el país. Conoce por qué.
Discurso riesgoso
Para Cabrera, discursos como el que pronunció Noboa en sus declaraciones son riesgosos en un país como Ecuador. Esto, debido a que “Ecuador no ha vivido dictaduras que caigan en la vulneración de Derechos Humanos”, históricamente. “No hemos tenido un Pinochet o un Videla”.
“El discurso de Derechos Humanos toma fuerza y se construye a través de esos momentos históricos, porque la población no quiere volver a esos escenarios. Si no tenemos algo a lo que queramos ir, es difícil hacer un contraste. El discurso de los derechos toma fuerza en países como Chile o países europeos porque vivieron a flor de piel las dictaduras”, dice el experto.
“Ecuador es un país caldo de cultivo y fructífero para los autoritarismos. Hay estudios que muestran que el 58% de la población está de acuerdo en una dictadura, siempre y cuando se resuelvan los problemas de seguridad”.
Él detecta tres factores que presentan riesgos para Ecuador ante este tipo de discursos. Uno de estos, la facilidad de que estos tópicos puedan caer en autoritarismos que legitimen el irrespeto a los Derechos Humanos, sin que realmente exista una solución por parte de las autoridades ante el problema de inseguridad.
El segundo problema, uno de los graves según Cabrera, radica en posicionar como enemigos del Estado a entes críticos de la población: “activistas, periodistas, políticos con posturas distintas o que se encuentre en cualquiera de los espectros cercanos a los Derechos Humanos”.
“Esta gráfica entre un enemigo y un bueno es populismo en su máxima expresión. El Presidente se posiciona como el único capaz de traducir y comprender los problemas del pueblo, tildando como enemigos a todos sus contrarios”, dice.
Esto, según Cabrera, puede traducirse, si llega a avanzar el discurso, en vulneraciones al estado de derecho y al sistema democrático, en el que las voces disidentes son importantes para alcanzar un equilibrio político.
Por último, “y lo más grave”, viene más ligado al día a día en el país. Esto implica que los discursos terminan legitimando acciones de quienes están armados “contra quiénes no lo estamos”.
Para el experto, declaraciones que ponen en la otra esquina política a quienes, en este caso, defienden los Derechos Humanos contribuyen a la legitimación de la violencia “excesiva” que se está viviendo por parte de las fuerzas del orden en el contexto del conflicto armado interno (no internacional) que vive el país.
“Se legítima el discurso y si hay un poder que lo usa se propende a beneficiar a la impunidad”, dice.
Para él, también es peligroso el apoyo que están tomando estos discursos, pues estos terminan convirtiéndose en un mensaje político para alcanzar popularidad.
Pablo Medina, politólogo y experto en políticas públicas en seguridad, concuerda con Cabrera. Para él, la forma en la que el Gobierno ha manejado el conflicto armado es una antesala a la campaña para la reelección.
“Noboa está en campaña y está adoptando discursos que están medidos y saben que tendrán un impacto político positivo para el momento histórico que vive Ecuador”, dice.
Sin embargo, este tipo de declaraciones también caen en la ‘satanización’ de la defensa de Derechos Humanos, que se ha hecho hoy y en todo momento que se registren irregularidades.
“Esto al final no soluciona nada. La gente se enfoca en la mano dura que expresa Noboa pero no hay respuestas sobre quiénes están siendo detenidos, no hay respuestas sobre la criminalización de la pobreza y de aspectos culturales y de expresión individual, como tatuajes o vestimenta”, dice.
Asimismo, Simón Ordóñez, analista político y sociólogo, asegura que este fenómeno viene ligado a los efectos generados en El Salvador por Nayib Bukele. Allí funcionó en la población el discurso de la mano dura y, según asegura, esto se ve reflejado también en el resto de la región ante las crisis de inseguridad que se empiezan a vivir.
“Si bien era necesario que se aplique la mano dura, este tipo de discursos son peligrosos para el sistema democrático. Ecuador es una sociedad que tiene tendencias a caer en el fascismo por sus condiciones históricas, por lo que este tipo de declaraciones pueden hacerle el juego y fortalecer estas ideas en la población”, dice. “Me parece grave una declaración como esta; y peligrosa, porque, obviamente, limita la posibilidad democrática de tener contrapesos a las ideas”.
Para él, estos discursos se asemejan a lo dicho por Rafael Correa en Ecuador, quien utilizaba “términos similares para catalogar a sus opuestos”. “Lo ha hecho también Maduro, antes Chaves, Fidel Castro. Estos discursos han servido para limitar la libertad de expresión, cometer abusos y violar Derechos Humanos. Eso también puede pasar aquí si se dejan expandir estos discursos”.
“Me preocupa que en nombre de la seguridad la gente empiece a ‘hacerse la loca’ ante posibles violaciones a los Derechos Humanos”, asegura.
¿Qué hacer?
Giuseppe Cabrera asegura que este tipo de discursos permean en la sociedad y se chocan contra un silencio sistematizado que no hace contrapesos y apoya este tipo de acciones.
“Lo cómodo es no decir nada, por el odio que se puede encontrar en redes sociales. Pero guardar silencio va a permitir que se den violaciones a Derechos Humanos, que terminan afectando a todos. Ecuador, después del conflicto armado, va a sufrir sanciones económicas, diplomáticas y sanciones por incumplir los Derechos Humanos. Esto significa dinero que saldrá de todos los contribuyentes”, dice.
Para él, las violaciones a derechos que se han dado en el país y se podrán seguir presentando terminarán pasando factura. “El gran riesgo es que el Estado de Excepción se convierta en regla y lo que hoy es una vulneración de derechos de presuntos delincuentes se vuelva algo en contra de todos, porque se está haciendo que las Fuerzas Armadas y la Policía sean estados paralelos”.
Cabrera asegura que lo que le queda al país es ser sensatos con este tipo de acciones y “seguir alzando la voz”.
“Hay que ser críticos con la consulta popular y tomarla como una herramienta para manifestar un descontento contra las acciones del Gobierno. Más allá de las desigualdades y todas las condiciones sociales, el voto nos pone a todos por igual”, dice.
Las consultas populares, explica, se han usado históricamente como herramientas de medición política, por lo que el pronunciamiento popular en este proceso tendrá una gran relevancia en la percepción de las medidas tomadas por el Gobierno.
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