Detrás de una ligera reactivación del comercio y el bullicio, tras el regreso a clases en Quito, se esconden temores e incertidumbres. Que no les vuelvan a encontrar desprevenidos, dicen. ¿Cómo debe enfrentar la sociedad el miedo por la crisis de violencia?
Los ecuatorianos se encuentran cada vez más preocupados por estar al tanto de posibles cambios en los horarios laborales, de estudio y en los servicios públicos, así como en cualquier otra actividad cotidiana, e incluso en las próximas festividades de Carnaval.
Esta inquietud constante surge en medio de un contexto de violencia criminal que el Estado intenta controlar con un Estado de Excepción vigente por 60 días, desde el 8 de enero, y con el reconocimiento de un «conflicto armado interno», que incluyó la orden a policías y militares de neutralizar a 22 grupos criminales calificados como terroristas.
Sin embargo, la decisión de mayor envergadura no provino de ninguna autoridad, sino que fue tomada por la propia ciudadanía. Esto ocurrió la tarde del martes 9 de enero, tras conocerse que un grupo de criminales con rostros cubiertos, armas y explosivos se apoderó del canal de televisión TC en Guayaquil durante una transmisión en vivo, provocando una movilización masiva y sin precedentes de toda la población desde sus lugares de trabajo hacia sus hogares.
En un ejemplo concreto de esta especie preocupación colectiva, millones de niños, adolescentes y sus padres estuvieron a la expectativa este lunes, aguardando posibles órdenes de retorno a las clases presenciales luego de dos semanas de clases virtuales en prevención de actos de violencia.
Ecuador Chequea constató la mañana de este miércoles que prácticamente ha regresado el bullicio e incluso las congestiones peatonales y vehiculares en Cotocollao, La Ofelia y El Condado, tres zonas comerciales del norte de Quito, las cuales se habían reducido significativamente en los días siguientes al asalto a TC.
No se trata de una “normalidad” libre de tensiones y preocupaciones en medio del actual contexto de inseguridad que enfrenta el país, insistieron cuatro comerciantes consultados, al dar cuenta de una medida que han empezado a aplicar de manera espontánea los comerciantes de las calles José María Guerrero y Lizardos Ruíz —dos de las más transitadas en la zona de Cotocollao—: prepararse para evacuar inmediatamente sus locales comerciales ante posibles hechos de violencia.
“Nadie nos ha venido a decir qué es lo que tenemos que hacer para proteger nuestros locales, ni por política, pero si usted pregunta qué es lo que estamos haciendo por nuestra cuenta, lo único que en verdad podemos hacer es estar listos para cerrar y salir en cualquier momento”, comentó uno de los comerciantes, quien pidió que no se identifique ni a él ni a su local.
“Cerrar y salir, evacuar rápido, tal como ya lo hicimos por los dos paros (de octubre de 2019 y junio de 2020) y por el asalto de TC, pero esta vez que no nos cojan desprevenidos. Eso ya no. Ahora estamos más advertidos”, dijo otro comerciante, que también pidió la reserva de su nombre, insistiendo en que “aquí nos conocemos todos y los delincuentes vayan a tomar represalias”.
En la avenida De La Prensa, a la altura del ingreso a Cotocollao y de La Ofelia otros dos comerciantes y dos responsables de restaurantes consultados señalaron que “sí se está vendiendo con normalidad”, pero con menores volúmenes de venta. “Por esto de la violencia la gente ya no sale tanto como antes, queda la preocupación de estar alerta sobre alerta”, dijo el propietario de un concurrido restaurante de Cotocollao.
“Enero siempre es así, la gente se queda sin plata, pero este enero sí ha sido crítico porque ahora se ve que la gente sale menos, con las cosas que están pasando”, dijo Jairo León, empleado de un restaurante en Cotocollao.
¿Cómo explican esta situación los especialistas en la materia? Fernando Cornejo León, director del Posgrado de Psiquiatría de la Universidad UTE, explicó que las nuevas situaciones de inseguridad en el país han provocado que se disparen los mecanismos de estrés con los cuales el ser humano intenta defenderse de potenciales ataques.
“El ciudadano ecuatoriano vive, no desde hoy, desde la pandemia diría yo, una incertidumbre permanente que nos lleva a que tengamos fenómenos psíquicos de adaptación en el día a día. El no saber, justamente, qué va a pasar en el corto tiempo nos lleva a problemas de ansiedad. Y como consecuencia de la ansiedad, otros problemas, como la depresión”, explicó el especialista.
La psicóloga clínica Vicky Almeida explicó que los niños y los adolescentes son los más afectados por someterse a cambios inesperados en sus jornadas de estudio en casa mientras un Estado débil intenta enfrentar la inseguridad, muchas veces con planes no adecuados. Esto, agregó, a pesar de que se pensaba que la sociedad ecuatoriana ya estaba preparada para tomar medidas drásticas tras la pandemia de Covid.
Tras recordar que los sustos, molestias y frustraciones han sido las principales consecuencias de estos cambios sorpresivos en el ámbito educativo, Almedia recordó que es muy importante abordar estos problemas al interior de la familia. Y para ello, agregó, es importante que se ayude a los niños y adolescentes a reconocer y expresar sus sentimientos y emociones.
“Es muy importante el trabajo a nivel familiar. Esta esfera permite al niño entender, en su origen, sus emociones y sentimientos. Entonces, trabajar en las emociones y sentimientos, contenerlas, no criticarlas ni juzgarlas, o peor aún minimizarlas, nos va ayudar a que los niños confíen en nosotros y puedan transmitir sus emociones y sentimientos”, indicó
SOLUCIONES
A pesar de que, a primera vista, estos problemas pueden ser complejos y difíciles de tratar, los especialistas consultados coincidieron en señalar que sí existen medidas relativamente sencillas. Cornejo señaló que lo primero es tener plena conciencia de la importancia de una buena comunicación en momentos en que se propagan desinformaciones que generan, precisamente, estrés.
Cornejo calificó como una medida indispensable y, sobre todo, responsable, el de no creer de manera automática ni compartir todos los contenidos que se propagan en redes sociales, sino verificar y seleccionar fuentes confiables.
Cornejo recordó que los padres tienen la responsabilidad de estar pendientes sobre qué contenidos están consumiendo y compartiendo sus hijos menores y sus padres adultos mayores, debido a que son los grupos de la población más vulnerables a la desinformación.
Ante la posibilidad que la desinformación sobre la inseguridad provoque miedo, Almeida indicó que es indispensable explicar a niños, con lenguaje accesible que puedan entender, términos que se escuchan en las noticias o en la calle, como terroristas, estado de guerra o estado de excepción.
“Si damos una definición académica de terrorista a un niño sin un conocimiento suficiente para entenderla, estamos perdiendo el tiempo. Entonces, hay que dar la información precisa y concisa, sin términos peyorativos para su emocionalidad”, indicó.
También explicó que “no hay que creer que ellos no entienden y, en tal caso, si no entienden es porque no estamos usando un lenguaje apropiado para su edad. Entonces, es importante la comunicación activa y efectiva” con los niños y adolescentes, “para evitar un estado de malestar emocional”.
Explicó que una primera explicación sencilla podría ser que: “Un terrorista es una persona que usa dinero para querer atentar contra la seguridad del país”, pero que podrían surgir más preguntas, como qué es la seguridad. Y, si no conocen las respuestas, los padres pueden investigar con cada vez más herramientas digitales a su alcance, agregó.
PROBLEMA DESATENDIDO
El sociólogo Ricardo Buitrón lamentó que las consecuencias psicológicas individuales y colectivas de las situaciones de inseguridad y del actual conflicto armado interno que enfrenta Ecuador están siendo desatendidas. Esto, a pesar de que, en muchas ocasiones, los ciudadanos sienten que se encuentran en un estado de indefensión ante las considerables repercusiones de la violencia criminal, que han obligado a las autoridades a modificar jornadas de estudio o trabajo, además de restringir la movilidad con un toque de queda (ahora con semáforos).
Para empezar a enfrentar este problema social pendiente, Buitrón recomendó que los municipios recuperen del abandono los denominados «espacios para estar», es decir, sitios públicos y espacios verdes que sirvan para el esparcimiento de la gente.
Lo dijo después de recordar, por ejemplo, las grandes inversiones que hizo Medellín, no sólo para convertir espacios que antes eran ocupados por la delincuencia en las zonas más peligrosas de la ciudad en espacios culturales y deportivos, sino también para facilitar transporte público cómodo y seguro para llegar a dichos lugares.
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